LA LÍNEA DELGADA ENTRE EL TRIBALISMO Y EL FLORECIMIENTO HUMANO

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
20 de febrero del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, tribalism, February 20, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Walter Grinder, un gran defensor de la libertad, falleció el pasado diciembre. Si bien no se publicó mucho de él, Walter fue un académico de la literatura sobre la libertad y líder en el Institute for Human Studies. Él se dedicó a remover barreras al florecimiento humano impartiendo ideas de libertad. John Hagel III, colaborador y amigo de Walter de mucho de tiempo, explicó que, “Walter era consumido por el deseo de compartir sus lecturas y pensamientos con su red de asociados y protegidos libertarios en formas más personales, tal que pudieran ver más claramente cómo se conectaban con sus trabajos e intereses concretos.” Walter compartió ideas desde su academia en forma de correos electrónicos dirigidos a individuos específicos y copiaba a ciegas en su red.

En uno de sus correos electrónicos, enviado al final de su vida, Walter escribió que él había estado “dándose un atracón” con el trabajo de la autora turco-británica Elif Shafak. Walter se maravilló de cómo ella veía la condición humana.”

Walter entendió que las ideas sobre la condición humana son cruciales para entender las mentalidades que promueven o frenan el florecimiento humano. Con base en su recomendación, leí la novela bien investigada acerca de la Guerra Civil de Chipre, The Island of the Missing Trees [La isla del árbol perdido] de Shafak. Usando el artefacto de una pareja dividida por la guerra greca-turca, Shafak imparte una sabiduría poética acerca de los peligros del tribalismo.

La novela de Shafak resalta el descenso de la exuberante isla hacia un odio tribal, cuando la gente hacía elecciones más y más primitivas. Los fanáticos tribales griegos y turcos trabajaron sin piedad para infundir identidades tribales, incluso volcando a vecinos afectuosos el uno en contra del otro.

Los tribalistas serían más bien unos esclavos de su identidad tribal que miembros de una sociedad floreciente. En su libro Open: The Story of Human Progress [Abierto: La historia del progreso humano], Johan Norberg citó al novelista y ensayista peruano Mario Vargas Llosa:

“La ‘llamada de la tribu’ ̶ de esa forma de existencia en la que individuos se esclavizan a sí mismos […] es escuchada una y otra vez por naciones y pueblos e, incluso dentro de sociedades abiertas, por individuos y colectividades que luchan incansablemente por negar la cultura de la libertad.” Las mentalidades autoritarias no terminan con asuntos tribales.

Agregó Norberg,

“Mi convicción firme es que es precisamente debido a que somos tan tribalistas que necesitamos un mundo abierto, cosmopolita. Si regularmente no nos reunimos y comunicamos e intercambiamos con individuos de otros grupos, ellos permanecerán por siempre siendo el grupo externo misterioso y peligroso, los bárbaros ante las puertas.”

En Camino de Servidumbre, Friedrich Hayek destacó el “hombre primitivo, que estaba atado a un complicado ritual en casi todas sus actividades diarias, que se veía limitado por innumerables tabús y que apenas podía concebir un hacer algo de manera diferente que sus compañeros.” El crecimiento de la civilización y, por tanto, del florecimiento humano, depende de trascender tales límites primitivos.

Antes que el conflicto tribal estallara en guerra civil, Shafak describió Chipre como una sociedad con una red de comunicación e intercambio: “[E]llos solían decir, los griegos y los turcos son uña y carne. Usted no puede separar su uña de su carne. Parece que estaban equivocados. Podía hacerse. La guerra es una cosa terrible. Todo tipo de guerras.
Pero, las guerras civiles son, tal vez, lo peor, cuando viejos vecinos se convierten en nuevos enemigos.”

Cuando el conflicto abierto empezó en los años cincuenta, relató Shafak, británicos “expertos creían… que no había necesidad de temer el caos y derramamiento de sangre, pues ¿cómo podría haber una guerra civil en una isla tan pintoresca y bella, de flores y colinas ondulantes?” Esos comentaristas se cuestionaron, ¿cómo podría un pueblo “cultivo” y “civilizado” …hacer algo violento? Las respuestas a estas preguntas, como siempre, apuntan a la inculcación de ideas equivocadas.

Antes del conflicto, explicó Shafak, los cristianos greco-chipriotas y los musulmanes turco-chipriotas, habían trabajado activamente juntos. Eso cambió. “Líderes políticos y espirituales que se acercaron al otro lado fueron silenciados, rechazados e intimidados ̶ y algunos fueron blanco y asesinados por extremistas de su propio lado.”

Griegos y turcos asesinaron a miles de individuos comunes y corrientes. Aparecieron rótulos de “Muerte a los traidores.”
El tribalismo, escribió Shafak, triunfó: “Las calles no eran seguras. Los turcos tenían que permanecer con los turcos, los griegos con los griegos.” El comercio se frenó cuando la gente se quedó en su casa.

Shafak exploró como los tribalistas erigieron barreres a la cooperación pacífica: “Amigos traicionando a amigos. Ahora ese es un tipo diferente de maldad, uno con el cual no nos habíamos enfrentado como humanidad. Es un tema complicado a través del mundo ̶ los actos de barbarie que pasan en los campos de batalla.” La colectivización alrededor de identidades tribales promueve el barbarismo. Los tribalistas rápidamente se sacrifican en aras de ideas retorcidas.

Cuando excluimos al “otro,” renunciamos a los frutos de la cooperación humana. Estamos seguros de que “ellos” tienen la culpa, cuando nuestro fanatismo es la causa de nuestro sufrir. Cuando liberamos a otros de nuestro odio, nosotros nos liberamos.

Escribió Shafak, “Pienso acerca del fanatismo -de cualquier tipo- como una enfermedad viral. Colándose amenazadoramente, latiendo como el péndulo de un reloj que nunca se detiene, se apodera de usted más rápido cuando usted forma parte de una unidad cerrada y homogénea.”

En 1964, la isla fue partida. En su momento, en 1974, los turcos invadieron Chipre, y la división, incluyendo la capital Nicosia, se hizo permanente. Reportó Shafak,

“Para fines de ese verano interminable [1974], 4.400 personas estaban muertas, miles desaparecidas. Alrededor de 160.000 griegos que vivían en el norte se trasladaron al sur, y alrededor de 50.000 turcos se fueron al norte. Las personas se convirtieron en refugiados en su propio país. Familias perdieron sus seres amados, abandonaron sus hogares, villas y pueblos; antiguos vecinos y buenos amigos se fueron por caminos separados, algunas veces traicionados unos a otros.”

Una zona de amortiguamiento de tanto como cuatro millas de ancho corrió a lo largo de la partición permanente. Edificios y negocios dentro de la zona se arruinaron. Shafak describió la situación desastrosa: “Los caminos eran bloqueados por rollos de alambres de púas, pilas de sacos de arena, barriles llenos de concreto, fosos antitanques y torretas de vigilancia. Las calles terminaban abruptamente, como pensamientos inconclusos, sentimientos no resueltos.”
El comercio fue destruido, explicó Shafak, cuando “un lugar de descanso del mundo… se convirtió en un pueblo fantasma.” Continúa ella:

“La playas de Varosha fueron acordonadas con alambre de púas, barreras de cemento y mensajes ordenando alejarse a visitantes. Lentamente, los hoteles se desintegraron en redes de cables de acero y pilones de concreto; las tabernas se convirtieron en lugares húmedos y desiertos, se derrumbaron las discotecas; las casas con macetas para flores en sus alféizares se disolvieron en el olvido.”

El odio tribal corrió entre turcos y griegos, pero, observó Shafak, “cada lado sólo contará su propia versión de las cosas. Narrativas corrieron en contrario, sin tocarse jamás, como líneas paralelas que nunca se intersecan.” Minuciosamente, reflexionó ella, los tribalistas ven sólo su propio dolor: “Gente en ambos lados de la isla sufrió ̶ y gente de ambos lados lo odiarían si usted lo decía en voz alta. ¿Por qué? Porque el pasado es un espejo obscuro, distorsionado... No hay espacio allí para el dolor de alguien más.”

Cuando los odios tribales se apoderan, no hay espacio para el perdón, ni despojarse de identidades de víctimas. Contó Shafak que, “Cuando ancianas chipriotas le desea mal a alguien, ellas no piden que algo abiertamente malo caigas sobre ellos. Ellas no oran por rayos, accidentes imprevistos o reversiones súbitas de la fortuna. Ellas sólo dicen, Que nunca puedas olvidar. Que te vayas a la tumba aun recordando.

En resumen, Shafak dedujo, “Los odios tribales no mueren… Ellos sólo agregan nuevas capas a conchas endurecidas.”
Shafak reflexionó acerca de cómo las decisiones pobres conducen a una ruina inimaginada: “Si alguien nos hubiera contado que la isla sería partida a lo largo de líneas étnicas, y que algún día tendríamos que buscar tumbas no marcadas, no les habríamos creído.” El odio tribal recompuso las expectativas de Chipre: “Ahora nosotros no creemos que alguna vez pueda ser reunida de nuevo.” Pero, debido a que se dio una ruina inimaginable, Shafak ofreció la esperanza de que una sociedad abierta pudiera darse cuando la gente tomara mejores decisiones: “Lo que pensamos es imposible cambia con cada generación.”

Walter Grinder habría estado de acuerdo en que lo imposible es posible debido al poder de escoger. La luz creada por la cooperación humana es más poderosa que la obscuridad lanzada por el odio tribal.

Un Chipre dividido puede parecer estar a años luz lejos de Estados Unidos. Sin embargo, advierte Norberg: Los seres humanos “están conectados tanto por el tribalismo como la tolerancia, y la atmósfera intelectual refuerza diferentes partes de esa personalidad compleja. Una cultura que dice que el colectivo es todo y que el individuo nada, obtendrá los individuos que pide.” Tan destructivos como los lideres chipriotas tribales de aquel entonces, políticos, educadores, y otros, en la actualidad estimulan a estadounidenses que adopten identidades tribales. Eso terminó mal en Chipre. El resultado de mentes tribalistas dividendo a estadounidenses puede sólo diferir en grado.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.