LA ERA DE LA DECLINACIÓN

Por Antony Davies
American Institute for Economic Research
6 de febrero del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es antony davies, american institute for economic research, decline, February 6, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Las transiciones entre eras sólo algunas veces son fácilmente identificadas. Los historiadores no identificaron la llegada de la Revolución Industrial sino hasta décadas luego de que empezó. En contraste, el inicio de la Era Atómica puede fecharse en la segunda bomba atómica, después que la primera explotó sobre Hiroshima, y sólo tomó horas para que el mundo supiera que la humanidad había entrado a una nueva era.

Recientemente, mucho del mundo desarrollado se ha movido hacia una nueva era a la que los historiadores posiblemente no le pondrán nombre, y que no lo notará el público en general durante más o menos una década: la Era de la Declinación. Japón, Grecia, Italia, Portugal, Rusia, Alemania, España, Corea del Sur, y China, junto con otros treinta países desarrollados, se proyecta que verán declinar sus poblaciones en el 2023. Hong Kong, Finlandia, Taiwán, Francia, Austria, Bélgica, Holanda, Reino Unido, Dinamarca, y Estados Unidos, entre otros treinta países, verán sus poblaciones crecer menos de la mitad de un uno por ciento. En mucho el crecimiento de la población se ha detenido para la mayoría del mundo desarrollado y principales centros de población.

Si bien esto puede llegar como buenas noticias para quienes temen la sobrepoblación, la teoría y evidencia indican que tenemos que temer a más poblaciones que declinan. Como lo señaló el economista Julian Simon hace cuatro décadas, los humanos son el recurso supremo, pues crean recursos en donde antes no había alguno. Todos los recursos que hacen posibles nuestras vidas confortables, modernas, desde la energía al transporte, a la refrigeración al control del clima hasta los farmacéuticos, son resultado del ingenio humano. No es de extrañar que, al dispararse la población del mundo, igual lo hicieron nuestros recursos.

La Era de la Declinación presentará un problema particularmente difícil para países como Estados Unidos, que descansan en trabajadores más jóvenes para apoyar a los pensionados. Las últimas cifras del Censo proyectan que, dentro de los próximos siete años, la inmigración neta hacia Estados Unidos excederá al crecimiento de la población natural del país, convirtiéndose, por primera vez en casi 150 años, en dependiente de la inmigración para el crecimiento de nuestra población. Hasta ese entonces, el Censo proyecta que la tasa de crecimiento de la población de Estados Unidos caerá (permanentemente) por debajo del uno por ciento durante la década.

Por décadas, hemos sabido de las implicaciones para el Seguro Social [en su régimen de pensiones]. En 1960, había más de cinco trabajadores ingresando al sistema por cada beneficiario del Seguro Social que empezaba. Hoy, son menos de tres. Y se espera que ese número caiga a dos dentro de diez años. En resumen, necesitamos que hoy el trabajador promedio contribuya al Seguro Social dos veces y media más de lo que contribuyó el trabajador promedio de hace tres generaciones.

El cambio demográfico no sólo está poniendo un peso mayor sobre los trabajadores, sino, también, hace menos y menos viable instituir los cambios necesitados. Al declinar el cociente de trabajadores respecto a pensionados, igual lo hace el poder del voto de esos trabajadores. La gente en edades de 53 y más, ya bien están recibiendo Seguro Social, y no está interesada en reformas que involucren recortar beneficios, o bien cerca de recibir el Seguro Social como para interesarse menos en reformar el sistema en su propio detrimento futuro. Para poner las cosas más contra ellos, los trabajadores jóvenes es menos posible que voten que los de mayor edad. En el caso extremo, si todos los votantes posibles de 52 años de edad y menos apoyaran recortar los beneficios de las pensiones del Seguro Social y todos los votantes posibles de 53 años de edad o más se opusieran a recortar esos beneficios, entonces, en una votación hoy, la propuesta de “recortar beneficios” ganaría por un estrecho 51 a 49 por ciento. En otros siete años, sería un empate. A partir del 2030, el cambio demográfico hacia los ancianos hace imposible que gane la opción de “recortar beneficios.” Y eso supone que los votantes de edades de 52 y menos unánimemente están a favor de recortar los beneficios del Seguro Social. De hecho, casi el 80 por ciento de los estadounidenses en edad de trabajar dice que se deberían preservar los beneficios del Seguro Social, aún si eso significara aumentar el impuesto sobre las planillas.

Por desgracia, las leyes de la aritmética vencen tanto a la retórica política como a vanas ilusiones. La Junta de Directores del Seguro Social estima que, sin cambios, el Seguro Social tendrá un déficit de $2.5 billones de dólares en el transcurso de la próxima década. Eliminar ese déficit requeriría, ya sea recortar beneficios del Seguro Social en alrededor de un 25 por ciento, o elevar los ingresos provenientes de impuestos a las planillas en cerca de un 25 por ciento, o una combinación de ambos. Por supuesto, el gobierno federal siempre podría pedir prestado para financiar el déficit del Seguro Social, pero, eso no elimina el déficit tanto como lo mueve desde un conjunto de libros de contabilidad del gobierno hacia otro conjunto No importa qué elijamos hacer, los contribuyentes van a pagar el precio. La pregunta que permanece es cuáles contribuyentes. Dados los datos de encuestas y el cambio en la demografía, la respuesta parece ser los trabajadores contribuyentes.

Una solución posible, a menudo repetida, es remover el tope a los impuestos a las planillas. El peligro aquí yace en imponer un costo significativo a empresarios nacientes. Las familias con al menos un ingreso, y con un negocio a la par, que ha crecido lo suficiente para generar un ingreso importante, pero no lo suficiente como para ser un negocio de operación plena, es más posible que estén logrando ingresos (o anticipan obtenerlos pronto) cercanos al tope a los impuestos a la planilla para el Seguro Social (actualmente $160.000). Al tener que pagar los dueños de los negocios ambas mitades de los impuestos a la planilla (como un empleador y como un empleado), remover el tope a los impuestos a la planilla, impone un gravamen adicional sobre los ingresos de los dueños de negocios por encima de los $160.000, del 12.4%. Esto creará un desincentivo para que los empresarios hagan crecer lo suficiente sus negocios a la par para mantener empleados. Un cambio más amistoso hacia los empresarios, de mantener el tope de $160.000, pero, removerlo luego para ingresos superiores a $250.000, recogería menos de la mitad de lo que se necesita para cerrar el déficit del Seguro Social.

Tanto la economía como la demografía conducen a poner el peso creciente del Seguro Social sobre las espaldas de trabajadores. Una población estancada hará que ese peso sea tanto financieramente más oneroso para soportar, como políticamente más difícil de aliviar. Entre tanto, en última instancia, un crecimiento que disminuye la población reduce el crecimiento económico. En resumen, el problema sólo empeora con el paso del tiempo.

No es coincidencia que Estados Unidos creció desde ser una pequeña nación agraria hasta un superpoder económico en el mismo siglo y medio en que su población aumentó treinta veces. Pero, esa era ha terminado. Estados Unidos, y mucho del resto del mundo desarrollado, ha entrado en la Era de la Declinación. Al bajar el crecimiento de la población en países desarrollados, también bajarán la innovación y el crecimiento económico. Esto pondrá pesos mayores sobre programas de pensiones ya cargados. El cambio desde una población más joven hacia otra más vieja asegurará que una mayor parte de esa carga caiga sobre los jóvenes, haciendo que, en última instancia, sea más caro para ellos crear hijos propios, con ello exacerbando aún más el cambio.

Habiendo sobrevivido la Era Atómica sin volarnos nosotros mismos en pedazos, y habiendo generado riqueza más allá de la imaginación en el transcurso de la Era de la Información, entramos en la Era de la Declinación y nos hallamos víctimas de nuestro propio éxito. La historia nos dice que sociedades empobrecidas mueren por la guerra y la hambruna. Ahora, estamos aprendiendo que sociedades prósperas mueren por degaste.

Antony Davies es el compañero distinguido Milton Friedman de la Fundación para la Educación Económica y profesor asociado de economía en la Universidad Duquesne. Autor de Principles of Microeconomics (Cognella), Understanding Statistics (Cato Institute), y Cooperation and Coercion (ISI Books). Ha escrito cientos de páginas de opinión, incluyendo, entre otros, en el Wall Street Journal, Los Angeles Times, USA Today, the New York Post, New York Daily News, Newsday, U.S. News y el Houston Chronicle. Es también coanfitrión del podcast semanal Words & Numbers. Davies fue Funcionario Jefe Financiero de Parabon Computation, y fundó varias empresas de tecnología.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.