ELIGIENDO PERMANECER EN LA ECONOMÍA DE MERCADO GLOBAL

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
29 de enero del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, global, January 29, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En mi artículo recientemente publicado “Should Trade’s ‘Losers’ Be Compensated?: An Exploration of the Welfare Economics of the Losses and Costs of Economic Change” [¿Deberían Ser Compensados Quienes ‘Pierden’ en el Intercambio?: Una Exploración de la Economía del Bienestar de las Pérdidas y Costos del Cambio Económico”] (Journal of Law, Economics and Policy, 2022), asevero que el riesgo de pérdida de empleo para cada trabajador en una economía de intercambio, como la nuestra, es el precio que él o ella pagan voluntariamente por lograr los enormes beneficios disponibles para cada persona que participa en esta economía. Este precio no es diferente de cualquier otro precio que es voluntariamente pagado en el intercambio por algo de mayor valor.

Para llevar este punto a casa, explico que incurrir en el riesgo de pérdida de empleo es económica y éticamente idéntico a la obligación contractual, que se lleva a cabo para hacer los pagos mensuales de la hipoteca a cambio de un préstamo hipotecario.

“Suponga que, para comprar una casa, tengo que pedir prestados $200.000 de un prestamista hipotecario y que estoy de acuerdo en repagar el préstamo en abonos mensuales, a una cierta tasa de interés a lo largo de quince años. Hoy me traslado hacia mi casa y empiezo a vivir en ella. Un hombre de Marte, sin conocimiento previo de las convenciones terrícolas, llega de pronto a la tierra dos años a partir de ahora y me observa enviar un cheque cada mes al dueño de la hipoteca. Luego de unos pocos meses de observación, el marciano reporta a su líder en el planeta rojo, que cada mes alguna fuerza misteriosa inflige a mi persona una pérdida en la cantidad de mi pago por la hipoteca. El marciano y sus lideres concluyen en que yo estaría mejor si no me viera obligado a sufrir cada mes una pérdida en la forma de esas cantidades mensuales.

Pero, ningún terrestre con conocimiento me describiría como que cada mes sufro una pérdida. Al preguntársele que describa el significado de mis pagos hipotecarios, el terrestre, en vez de ello, diría que estoy pagando el costo de haber pedido dinero prestado para comprar una casa. El terrestre estaría en lo correcto. Por supuesto, yo estaría encantado, luego de obtener los fondos pedidos prestados, si el dueño de la hipoteca me liberara de mi obligación de repagarla. Mi bienestar se vería aumentando con ese alivio. Pero, claramente, estaría peor si, como resultado de una conclusión errada, de que la institución del préstamo hipotecario impone pérdidas sobre quienes piden prestado, a los acreedores desde mucho tiempo atrás se les hubiera prohibido exigir el pago de deudores. Si bien en mi mundo ideal, el prestamista de la hipoteca simplemente me daría los $200.000 sin ataduras, sin embargo, estoy mejor en un mundo en que los prestamistas de hipotecas pueden demandar el repago de préstamos, de cómo estaría yo en un mundo en que tales exigencias son ilegales.

Ahora, considere un trabajador estadounidense del acero, quien pierde un empleo porque sus compatriotas empiezan a comprar más acero de Brasil y, por tanto, menos acero de Ohio. Este trabajador no sufre una pérdida. En vez de ello, este trabajador está pagando un costo por participar en una economía moderna de comercio global. Es indisputable que este trabajador preferiría no tener que repagar este costo, pero, es igual de indisputable que yo preferiría no tener que repagar mi hipoteca al prestamista. Pero, esta realidad no transforma el costo del trabajador (o el mío) en una pérdida.

Cada trabajador en una economía comercial moderna es muy parecido al previamente mencionado deudor hipotecario. Cada uno de esos trabajadores participa voluntariamente en esta economía debido a los enormes beneficios que él o ella obtiene al hacerlo.”

Más de unas pocas personas han desafiado mi afirmación de la participación voluntaria en la economía global. Pero, mantengo esta afirmación.

Posteriormente, en el artículo, arguyo:

“Nadie está obligado a participar [en la economía de mercado]. Cada uno de nosotros tiene la opción de retirarse de la sociedad comercial, como lo ha hecho en la realidad un pequeño puñado de gente. Gran parte de la tierra rural está disponible para comprarse. Cada uno de nosotros es libre de comprar esa tierra sobre la que podemos rasgar una forma de vida, ya sea literalmente solos o con cualquier pequeña banda de individuos que persuadimos a acompañarnos.

Por supuesto, el estándar de vida material resultante de individuos aislados económicamente sería desesperadamente bajo, comparado con el estándar de vida disponible para hasta el más pobre de quienes participan en la economía comercial moderna. En vez de eso, la diferencia colosal entre el máximo estándar de vida lograble por quienes se divorcian de la modernidad y el estándar de vida mínimo asequible para quienes permanecen integrados a la modernidad, es lo que hace que mi afirmación, de que es posible abandonar la sociedad comercial, parezca ser tan disparatada."

De nuevo, mantengo mi afirmación. A pesar de ello, entiendo por qué mucha gente continúa dudando de su realismo: hoy, nosotros, los estadounidenses y europeos, casi nunca observamos a alguien tratando de renunciar a la sociedad comercial. ¿Qué tan realista es esta opción, si nadie la toma?

Pero, al leer el libro del 2020 de Michael Shellenberger, Apocalypse Never [No hay apocalipsis: Por qué el alarmismo medioambiental nos perjudica a todos], me encontré con evidencia del mundo real acerca de la validez de mi afirmación. Al discutir de su trabajo como un joven en los noventas en Brasil, Shellenberger escribe:

“Puedo contar con los dedos de una sola mano el número de jóvenes que me dijo que quería permanecer en la granja de su familia y trabajar en la tierra de sus padres. La gran mayoría de jóvenes quería irse a la ciudad, obtener una educación, y lograr un trabajo. Ellos querían una mejor vida de la que podía proveer una agricultura campesina de bajo rendimiento.”

Cuando es confrontada más explícita y conscientemente que como lo somos nosotros, los estadounidenses, con la elección de evitar, o abrazar, los tipos particulares de riesgos inseparables a una participación en la economía de mercado global, la mayoría de la gente elige abrazar esos riesgos. Gente que en realidad ha experimentado la “seguridad” que viene de aislarse de las fuerzas del mercado, entiende que el precio que paga por esta “seguridad” es demasiado alto. Ese precio incluye la incapacidad de disfrutar de bienes y servicios que hoy nosotros, en Estados Unidos, consideramos indispensables ̶ bienes y servicios como plomería interna, abundancia de alimentos, abrigo sólido y espacioso, antibióticos, y transporte motorizado. También, este precio incluye la mayor inseguridad a la vida e integridad física que maldice a todos los que no tienen acceso a esos bienes y servicios.

Gente que en la realidad tuvo la oportunidad de “protegerse” a sí misma ante la economía global, entiende que los frutos de esa economía son mucho más abundantes y dulces que la patética “seguridad” que viene de estar protegido ante fuerzas de mercado global. El hecho que estadounidenses y europeos tomen esta elección como un hecho, sin pensar realmente acerca de ella, no significa que, en realidad, nosotros no hacemos tal elección. Lo hacemos. Sólo elegimos continuar posicionados por nosotros mismos para cosechar los frutos de la economía de mercado global, Y, por tanto, cada uno de nosotros debe estar dispuesto a pagar el precio relativamente pequeño de participar en esta economía.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.