LOS INDIVIDUOS, NO LOS GOBIERNOS, TIENEN UNA VENTAJA COMPARATIVA PARA MEJORAR LAS VENTAJAS COMPARATIVAS

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
17 de enero del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, advantage, January 17, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Con excepción de la teoría del arancel óptimo, todos los argumentos sofisticados para usar el proteccionismo para enriquecer al país natal se reducen a una afirmación. La declaración esencial es que funcionarios gubernamentales pueden diseñar e imponer tarifas y subsidios proteccionistas, que hacen que los productores del país natal logren unas ventajas comparativas “mejores” de las que esos productores podían haber logrado sin proteccionismo. Este argumento no es ilógico.

Por ejemplo, un gran número de trabajadores puede tener ventaja comparativa en desempeñar servicios de conserjería y una desventaja comparativa en producir microchips. Pero, si el gobierno impone un arancel proteccionista lo suficientemente alto sobre microchips importados, el precio de microchips producidos domésticamente puede aumentar lo suficiente, como para hacer que sea rentable para productores domésticos de microchips plantear una oferta, que aleje a esos trabajadores de sus empleos como conserjes y emplearlos en producir microchips. Ya no más limpiando orinales y lavatorios, sino, en vez de eso, manufacturando microchips, tales trabajadores llegan a estar calificados para desempeñar tareas más productivas (y más valiosas y de mayor paga,) que las tareas que desempeñaron como conserjes.

También, estos aranceles proteccionistas crean una ventaja comparativa deseable para firmas domésticas productoras de microchips. Sin las tarifas, estas firmas ya sea no habrían sobrevivido como productoras de microchips, o bien sólo habrían sobrevivido produciendo una cantidad menor de microchips. Una razón es que, en ausencia de tarifas, era muy escasa la oferta de trabajadores lo suficientemente capacitados para ser empleados en la producción de microchips.

De hecho, los aranceles proteccionistas pueden, posiblemente, fraguar para su existencia ventajas comparativas deseables que, de otra forma, no emergerían en el país natal. Pero, esta posibilidad es un carrizo débil sobre el cual edificar un caso a favor del proteccionismo.

En primer lugar, difícilmente es inevitable que esas firmas que “tienen éxito” (al ser protegidos de la competencia por aranceles altos) crezcan para ser fuertes, ágiles, y más productivas. No sólo es posible que tales firmas continúen dependiendo de aranceles para su supervivencia, sino que se hagan más dependientes de aranceles.

¿Cuál de las siguientes situaciones encuentra usted que es la más plausible?

Situación A: Para inspirar a un estudiante favorito de los míos para que se supere en clase, le prometo no sólo que calificaré sus exámenes y artículos con mayor benevolencia de como califico el trabajo de otros estudiantes, sino que le asignaré sólo notas altas, independientemente de su desempeño. Este estudiante, agradecido por este privilegio especial que se le otorga, trabaja asiduamente de una forma que alternativamente no lo haría. Estudia fuerte y diligentemente. Protegido ante el fracaso por su privilegio especial, al final del semestre, la laboriosidad que mi “protección” ha inspirado en este estudiante, le ha convertido en un estudiante estrella. Él ya no necesita más de mi protección para destacar en la clase.

Situación B: Para inspirar a un estudiante favorito de los míos para que se supere en clase, le prometo no sólo que calificaré sus exámenes y artículos con mayor benevolencia de como califico el trabajo de otros estudiantes, sino que le asignaré sólo notas altas. independientemente de su desempeño. Este estudiante, agradecido por este privilegio especial que se le otorga, holgazanea en la clase. Su estudio se convierte en superficial, y sus escritos sin inspiración y desordenados. Su desempeño general en la clase es pobre. Protegido ante el fracaso por su privilegio especial, al final del semestre, la única esperanza de “pasar” la clase es que yo me adhiera a mi promesa de continuar asignándole una nota más alta, de la que en realidad se ganó.

Mi conjetura confiada es que, como yo, la situación que usted encuentra más plausible es B. En efecto, la situación A, si bien imaginable, es prácticamente ridícula. (Si la situación A fuera realista, hace mucho tiempo las escuelas habrían dejado de evaluar el desempeño de estudiantes administrando exámenes. En vez de eso, las escuelas tan sólo habrían prometido incondicionalmente notas altas a los estudiantes.)

La protección arancelaria es parecida a la situación B, a pesar de que con frecuencia se vende como similar a la situación A. No hay mayor posibilidad de estimular mediante aranceles el esfuerzo inteligente de empresarios, empresas, y empleados, requerido para desarrollar habilidades para sobresalir económicamente, que como lo es la garantía de una evaluación más benévola que estimule el esfuerzo de los estudiantes para sobresalir académicamente.

El ejemplo de la escuela ayuda a revelar una segunda falla en el argumento de que la protección arancelaria es necesaria para que el país natal desarrolle mejores ventajas comparativas: Todo estudiante está luchando por mejorar su ventaja comparativa.

Cuando era estudiante universitario de primer año, trabajé en un supermercado empacando alimentos. Tal habilidad de bajo valor era entonces mi ventaja comparativa. Pero, no esperaba pasar el resto de mi carrera empacando alimentos. Así que permanecí en la universidad, estudié duro, y muy conscientemente cambié mi ventaja comparativa a una superior a la de un empacador de alimentos. Para lograr esa mejora en mi ventaja comparativa, no requerí la protección suministrada por el gobierno. El gobierno no impidió artificialmente a economistas entrenados de enseñar, dar conferencias, e investigar para facilitarme llegar a ser un economista y ganarme mi vida en esa profesión. (Si lo hubiera hecho el gobierno, estoy seguro que habría sido un economista más pobre.) Durante la universidad continúe trabajado en lo que, en realidad, ha sido una sucesión constante de trabajos de bajo valor agregado, a la vez que, simultáneamente, perseguí una mejor ventaja comparativa.

La realidad está repleta de individuos y firmas que luchan por mejorar sus ventajas comparativas. Estos individuos y firmas lo hacen, no a pesar de la ausencia de protección gubernamental a ellos en sus ocupaciones preferidas y nichos de mercado, sino debido a la ausencia de tal protección. Todos los días, los trabajadores luchan por mejorar sus habilidades. Todos los días, las empresas buscan aumentar su eficiencia en suplir bienes o servicios específicos. Todos los días, suceden mejoras en las ventajas comparativas. Evidencia poderosa que apoya esta afirmación es el hecho de que los ingresos reales de los estadounidenses se han elevado constantemente a lo largo de décadas y que continúan haciéndolo.

No obstante, casi nada de esta mejora en las ventajas comparativas se hace tras los muros de la protección u otros privilegios especiales erigidos por el gobierno. La mejora constante en la ventaja comparativa es abrumadoramente resultado de la iniciativa individual, guiada por precios y salarios de mercado. Por tanto, no hay un caso plausible por hacer para que nosotros los estadounidenses necesitemos del gobierno para mejorar nuestras ventajas comparativas, al protegernos a cualquiera de nosotros de la competencia extranjera.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.