BRASIL ESTÁ DEMOSTRANDO QUE NO EXISTE TAL COSA COMO UNA CENSURA SIN SESGO

Por Jon Hersey
Fundación para la Educación Económica
Viernes 6 de enero del 2022

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Mientras que los estadounidenses examinan a través de los Archivos de Twitter y aprenden la verdad impactante acerca del involucramiento del gobierno de Estados Unidos para moderar los medios sociales, ellos pueden derivar lecciones importantes provenientes de la reciente incursión de Brasil en la censura.

El juez de la Corte Suprema de Justicia de Brasil, Alexandre de Moraes, recientemente visitó los Estados Unidos para dar una conferencia ante líderes empresariales sobre el “futuro de la democracia.” Eso es inquietante dada la tendencia de Moraes de acudir a la fuerza al tratar con detractores. En el corto tiempo que permaneció en suelo estadounidense, casi entró en una pelea con un crítico en un restaurante, y, cuando un periodista brasileño protestó fuera del hotel, Moraes hizo que se revocara su pasaporte, convirtiéndolo en apátrida y dejarlo varado.

Sin embargo, eso no es nada comparado con las recientes proezas del juez allá en su casa, en donde ha asumido el papel de principal censor del discurso político.

Como lo resumió el New York Times el pasado setiembre:

“Moraes ha encarcelado a cinco personas sin un juicio por poner mensajes en medios sociales que él dijo atacaron las instituciones brasileñas. También, ha ordenado a redes social remover miles de mensajes y videos con poco espacio para apelar. Y este año, 10 de los 11 jueces de la corte sentenciaron a un congresista a casi nueve años de prisión, por hacer lo que ellos dijeron eran amenazas contra ellos en una transmisión en vivo.”

Moraes preside la Corte Suprema Electoral de Brasil, encargada de supervisar las elecciones de la nación. En el 2019, la corte ganó amplios poderes para censurar la expresión relacionada con la elección ̶ y expandió sus propios poderes a principios de este año, al declarar la autoridad unilateral de Moraes para censurar la expresión en línea durante las elecciones presidenciales de Brasil del 2022 (que continuó usándola luego de las elecciones). Explicando la lógica, otro juez dijo, “Brasil vive la misma incitación al odio que reclamó vidas en la invasión al Capitolio de Estados Unidos, y las instituciones democráticas deben hacer todo lo posible para evitar escenarios como el del 6 de enero del 2021, lo que sacudió al mundo.”

Ciertamente ese día vivirá en la infamia, subrayando cuestiones difíciles acerca de cómo asegurar las elecciones ante campañas de desinformación e incitación a la violencia. Estos problemas no son nuevos – “La falsedad vuela y la verdad va cojeando detrás,” dijo Jonathan Swift hace más de trescientos años- pero los medios sociales amplifican tanto su extensión como su velocidad. En respuesta a amenazas como la intervención rusa en las elecciones y el genocidio de Myanmar alimentado por redes sociales, las mismas plataformas han mejorado en cuanto a eliminar a trolls. Pero, algunos países consideran que eso es muy poco, demasiado tarde, incluyendo Alemania, Francia, y ahora Brasil, que han optado por censurar, en vez de dejar la moderación del contenido en manos de los dueños de plataformas. Así que, ¿cómo está resultando esto para Brasil y qué podemos aprender de su experiencia?

Primera, Brasil está mostrando que no existe tal cosa como una censura sin sesgo ̶ algo que debería orientar nuestras evaluaciones de regulaciones propuestas para poner en marcha la llamada moderación “políticamente neutral” de los medios sociales en Estados Unidos. Uno podría pensar que, si hay algunos que podrían interpretar y aplicar imparcialmente las leyes, incluyendo aquellas que suprimen ciertos tipos de expresión, deben ser esos en la más alta de las cortes. Pero, en Brasil, como en Estados Unidos, los jueces son nominados por los presidentes. Siete de once de la Corte Suprema Federal de Brasil fueron nombrados por Luiz Inácio Lula da Silva o su sucesora seleccionada a dedo Dilma Rousseff. El arquitecto de los poderes de censura de la corte electoral empezó como abogado de las campañas de Lula en 1998, sirvió como fiscal general de Lula, y fue nombrado a la Corte Suprema Federal por Lula en el 2009. (También, fue socio de Moraes en el 2019 para investigar y penalizar a gente crítica de la corte). Y Lula -convicto por aceptar mordidas en el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil (Netflix incluso basó una serie en él)- fue liberado por un tecnicismo de otro juez (nombrado por Rousseff) quien se asienta en ambas cortes, la suprema y la electoral de Brasil.

Entonces, no sorprende que estos jueces estén usando sus poderes para silenciar a los detractores de Lula, a la par de cualquiera que cuestione “la honorabilidad” de la corte o sus miembros. Tal vez más conspicuamente, Moraes ordenó a Twitter e Instagram cerrar las cuentas del congresista más popular de Brasil, Nikolas Ferreira (quien recibió más votos que cualquier otro candidato en las elecciones del 2022), luego de que Ferreira pusiera una transcripción parcial de un podcast en donde cuestionaba los resultados de la elección presidencial. (Lula fue declarado el ganador).

Esto apunta a la segunda cosa que podemos aprender de las angustias de Brasil: la censura termina mal. Muchos brasileños cuestionan la elección con base en que la censura impuesta por la corte comprometió su legitimidad. Por ejemplo, aunque la substancia de la convicción de corrupción de Lula nunca ha sido desmentida, de hecho Moraes ilegalizó referirse al exconvicto como “corrupto.” Luego que comentaristas de la radio discutieron acerca de la corrupción de Lula, Moraes obligó a su red de radio -la más grande del Hemisferio Sur- no sólo a retractarse, sino a poner en el aire un mensaje afirmando que “Lula es inocente.” Incluso, censuró al entonces presidente Jair Bolsonaro, exigiendo que su campaña detuviera anuncios que decían que “la mentira más grande de esta elección es decir que Lula no es un ladrón. Votar por Lula es votar por gente corrupta.”

Comprensiblemente, la corte de Moraes se ha ganado el sobrenombre de “Ministerio de la Verdad.” Al sufrir un estrangulamiento de su discurso público, los manifestantes a lo largo del país han estado pidiendo la intervención militar, una sentencia de muerte para el mismo “futuro de la democracia” acerca de la cual se supone que Moraes nos puede enseñar.

Las lecciones son claras. La censura sin sesgo es una contradicción en términos: Censura es una persona o grupo de gente investida con poder gubernamental para imponer sus ideas sobre otros. Y, si el objetivo declarado es “elecciones justas” o “el futuro de la democracia,” la censura sólo logra ponerlo en peligro.

Cuando políticos y burócratas traman medios para insertar al gobierno en la moderación de medios sociales y unir filas con muchas naciones que ahora emplean la censura, los estadounidenses deben aferrarse a la Primera Enmienda constitucional [que protege la libertad de expresión]. La censura no resuelve problemas. Al contrario, pone en peligro los mismos valores que supuestamente invoca para protegerlos.

Jon Hersey es editor administrativo de The Objective Standard, compañero e instructor del Objective Standard Institute, y compañero Hazlitt en la Fundación para la Educación Económica.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.