LA VIDA DE UN VIEJO LIBERAL IMPENITENTE

Por Samuel Gregg
Law & Liberty
10 de enero del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es samuel gregg, law & liberty, whig, January 10, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Una característica definitoria del siglo XX fue el cambio de la economía desde las periferias de la vida académica al centro del discurso político. Este desarrollo fue personificado por el economists más famoso del siglo XX, John Maynard Keynes. Acontecimientos como la Gran Depresión contribuyeron al surgimiento de la fama de Keynes, pero también lo hizo la fuerza de las ideas económicas, cuando los gobiernos buscaron enfrentar problemas como el desempleo en masa y la inflación rampante, a menudo contra un fondo de radicalización política.

Parte del atractivo de Keynes fue su promesa de que los gobiernos podían administrar las economías capitalistas a través de una combinación de políticas macroeconómicas e intervenciones oportunas. Sin embargo, debajo del programa de Keynes estaba otro conjunto de preocupaciones. Keynes siempre se consideró a sí mismo como un liberal y en el oficio de defender la civilización liberal de socialistas, nacionalistas, y fascistas. Una convicción similar impulsó al hombre cuyas ideas llegaron a simbolizar la oposición a Keynes y la revolución keynesiana en la economía.

Varias biografías se han escrito de Friedrich August von Hayek (1899-1991). Hasta ahora, ninguna se ha acercado a igualar la biografía de Keynes de tres volúmenes de Robert Skidelsky. La publicación de Hayek: A Life, 1899-1950 escrita por dos distinguidos historiadores del pensamiento económico, Bruce Caldwell y Hansjoerg Klausinger, corrige esa situación. Como escribe el propio Skidelsky, “Este es el Hayek definitivo de nuestros tiempos.”

Si bien Caldwell y Klausinger admiran a Hayek, su biografía -la primera de un trabajo proyectado de dos volúmenes- no es una hagiografía [biografía excesivamente elogiosa]. El Hayek que emerge de este texto es algo así como el de un encantador solitario, que mantuvo la distancia entre él mismo y todos excepto un número pequeño de individuos. De acuerdo con su hija Christine, Hayek fue algo despistado como padre y esposo. También, él cometió errores en su vida profesional y personal, a menudo porque malinterpretó situaciones y personas. A pesar de lo anterior, también encontramos un hombre cuya profunda curiosidad acerca del mundo estuvo emparejada con un coraje considerable e integridad intelectual.

La plenitud del retrato de la vida e ideas de Hayek por Caldwell y Klausinger le debe mucho a su estudio comprensivo de fuentes primarias. Es difícil sobreestimar qué tan impresionante es ello. Las fuentes incluyen entrevistas extensas con el mismo Hayek y su hijo e hija, así como muchas fuentes de archivos no examinadas hasta ese momento, correspondencia personal, familiar, y profesional, revistas, diarios, tarjetas de anotaciones, listas de lecturas, y artículos no publicados. Este material se ha cruzado cuidadosamente para lograr acercarse tanto a la verdad acerca del hombre como fuera posible. Este proceso, afirman Caldwell y Klausinger, puede parecer como “pedantería, pero ese cuidado es particularmente importante cuando el tema de uno es alguien como Friedrich Hayek quien fue, es, y permanecerá siendo una figura controversial.”

TRAUMAS VIENESES

La controversia invariablemente viene junto con la complejidad. En el caso de Hayek, eso le debe algo a los orígenes sociales de Hayek en la alta clase media de la Viena de fines de siglo, en ese entonces capital del multiétnico Imperio de los Habsburgo. Su padre, August von Hayek, y su madre, Felicita von Juraschek, provenían de la baja nobleza y compartían orígenes académicos. Agnósticos en asuntos religiosos, los padres de Hayek habían crecido tras el “imperio liberal”: un período en los años de 1860 y 1870 durante los cuales los reinos de los Habsburgo experimentaron reformas dirigidas por políticos liberales de habla alemana.

La liberalización había llegado bien y verdaderamente a su fin alrededor de la década de 1890. Pare ese entonces, el imperio hervía con tensiones económicas, políticas, sociales, étnicas, y religiosas. Su minoría alemana dominante crecientemente se sintió presionada por húngaros, checos, y polacos. En Viena, fue la prominencia de judíos en la vida política, económica, y académica lo que molestó a muchos alemanes étnicos.

El surgimiento de expresiones raciales de antisemitismo tocó a muchas familias alemanas vienesas. Resulta que ello incluía al padre, madre de Hayek y al menos uno de sus tres hermanos. Su padre, médico y botánico por afición, se unió a una organización médica alemana que estaba “comprometida con ‘una defensa de médicos no judíos contra los judíos.’” Uno de sus hermanos, Heinz, se unió a los SA [organización voluntaria tipo milicia vinculada a los nazis] en 1933 y se hizo miembro del partido nazi en 1938. En retrospectiva, Hayek hizo la observación de que en el hogar de su familia existía un “antisemitismo tácito.” Demuestran Caldwell y Klausinger que Hayek rechazó consistentemente esas asociaciones. Luego de coquetear con el socialismo al regresar de la guerra en 1918, Hayek mantuvo sus ideas liberales clásicas y no abrazó ya fuera el antisemitismo o las posiciones étnico-nacionalistas. Eso llevó a tensiones crecientes con su madre y su hermano a lo largo de los años treinta, a la luz del apoyo de ellos a nacionalistas de la derecha dura y, luego, al régimen posterior al Anschluss [anexión de Austria por Hitler] en marzo de 1938.

Para esa época, Hayek estaba viviendo en Gran Bretaña y era una de las estrellas en la Escuela de Economía de Londres [LSE en sus siglas en inglés], a la cual había sido reclutado por el en aquel entonces principal crítico económico de Keynes, Lionel Robbins. Pero, Austria continuó siendo un punto de referencia constante para Hayek. Fue allí donde encontró muchas de las ideas esenciales que le guiarían, los sitios en que se sintió en paz, y la mujer que sería el amor de toda su vida.

UNA PERSONA ORIENTADA A RESOLVER INCÓGNITAS

Sin embargo, esto es adelantarnos. Dividida en seis partes, la biografía de Caldwell y Klausinger lleva a los lectores a través de la historia familiar de Hayek, su infancia, y educación (era un estudiante brillante pero perezoso), su servicio militar, sus estudios en la Universidad de Viena en los años veinte, y la formación subsecuente como economista, su eventual traslado a Inglaterra, sus batallas intelectuales con Keynes a lo largo de la década de 1930, y la experiencia de la Segunda Guerra Mundial. Termina con su traslado a Estados Unidos luego de un divorcio enredado ̶ un asunto triste en que Hayek no aparece bajo una luz favorable.

Cuando Caldwell y Klausinger recorren las décadas, nos llevan a través de los levantamientos políticos y económicos del periodo y las reacciones de Hayek a lo que estaba sucediendo en Occidente. Intelectualmente hablando, sugieren que Hayek era una “persona orientada a resolver incógnitas,” “alguien quien se mantendría volviendo y repensando un conjunto de afirmaciones, agregando nuevas ideas en el camino.”

El conductor clave para esto, afirman ellos, fue que Hayek se mantuvo confrontando los “mismos viejos argumentos” acerca de la política y la economía. No importa qué tan profunda y amplia la evidencia que ilustra, digamos, las tonteras de la extensa intervención económica gubernamental, Hayek descubrió que la realidad era -y es- que siempre habrá personas que quieren creer que, digamos, la política industrial funcionara de alguna forma si las condiciones son las correctas o si ellas son puestas a cargo. Parece que el destino de los liberales de mercado es ilustrar las falacias de tales esquemas, y sufrir el oprobio que va con ello.

KEYNES COMO SU NÉMESIS

Hayek se halló en ese rol más o menos desde el momento en que fue invitado a la LSE a dar conferencias. “Me siento como una Casandra,” le dijo a Robbins en 1931. Si bien mucho de su trabajo se enfocó en la teoría de precios y del capital, Hayek había sido llevado a Inglaterra para combatir la influencia creciente de Hayek entre economistas.

En formas curiosas, señalan Caldwell y Klausinger, Keynes y Hayek eran muy parecidos. Ambos básicamente provenían de la misma clase social, académicamente dotados, productos de sus respectivos entornos intelectuales (Cambridge y Viena), agnósticos religiosos, e inclinados a ver hacia atrás a la Gran Bretaña de fines del siglo XIX como una era dorada liberal. Incluso, compartieron intereses intelectuales fuera de la economía, tal como en la historia de las ideas.
Esas cosas, además de un menos evidente grado de tolerancia en la vida académica contemporánea, explican las buenas relaciones entre ambos hombres, a pesar de sus a menudo distintas formas de pensar.

Ahí yace uno de los temas más importantes que emerge del estudio por Caldwell y Klausinger de la vida de Hayek. Más allá de las tecnicidades en sus combates que despegaron con la crítica poderosa de Hayek al Treatise on Money (Tratado sobre el dinero] (1930), las disputas más profundas entre ambos hombres gravitaron alrededor de dos materias.

Una fue acerca de la economía como tal. Keynes y Hayek pueden haber estado arguyendo acerca de tópicos tan especializados como la tasa natural de interés, pero, lo que realmente estaba en juego era la creciente ambición de Keynes de repensar la economía, de forma que la “acción” teórica, por así decirlo, se alejara de un enfoque en los precios y el reajuste constante de los factores de producción y la distribución en respuesta al funcionamiento de los precios libres, y acudiera hacia un método de pensar en agregados: una teoría general por la que la atención se dirigía primariamente hacia una anticipación constante de un deficiencia en la demanda general, que la política económica del gobierno debería tener lista para rectificar a fin de preservar el pleno empleo La segunda disputa se refería al liberalismo del siglo XX. Con toda su admiración de la Inglaterra liberal del siglo XIX, ni Hayek ni Keynes vieron posibilidad alguna de regresar a esa época. El liberalismo, creían ambos, necesitaba ser repensado a la luz de los desafíos del siglo XX.

Como Caldwell y Klausinger demuestran, los dos tópicos se interrelacionaban, y convergían gradualmente en el papel del gobierno en la economía. Complicando esta discusión, estaba la tendencia de Keynes de hacer virajes de 180 grados en muchos temas de política. Esto convertía a Keynes en un blanco en movimiento para Hayek. Otro problema era que Hayek seguía comprometido con la importancia de desarrollar una teoría económica sólida, no tanto como forma de contrarrestar excéntricos, sino como también a quienes se presentaron para hacer tanto daño en nombre del oportunismo. Por contraste, Keynes se enfocó más en desafíos de política inmediatos. Ambas visiones tienen un papel en el pensamiento económico, pero, es claro de la descripción de Caldwell y Klausinger, que, en ciertos aspectos, Hayek y Keynes terminaron en un diálogo de sordos.

SURGE LA SERVIDUMBRE

El gran misterio del conflicto de Keynes-Hayek es por qué Hayek nunca escribió un comentario acerca de la Teoría General de Keynes. Todo esto es más intrigante dado que, para 1936, Hayek y Robbins estaban perdiendo su guerra con Keynes. El vuelo de economistas y estudiantes de economía hacia Keynes y su revolución en economía, crecientemente dejó varados a los liberales de mercado.

Las explicaciones de Hayek más tarde en su vida por esta laguna fueron algo aburridas. Oscilaron desde el cansancio por la interminable disputa hasta su temor de que Keynes simplemente cambiaría otra vez su idea. Caldwell y Klausinger especulan que Hayek titubeó porque A.C. Pigou -el heredero del gran economista de Cambridge Alfred Marshall y principal representante de la economía clásica atacada por la Teoría General de Keynes- escribió un comentario tan devastador e “inusualmente desenfrenado” del libro en la revista Economica, que Hayek “no quiso dar la impresión de amontonamiento.” No todo mundo encontrará eso convincente. Pero, cualquiera sea la verdad, la elección de Hayek de no comentar el libro, aseveran Caldwell y Klausinger, “fue, por decir lo menos, un cálculo errado.”

En ese momento, Hayek estaba inmerso en escribir un tomo altamente técnico, The Pure Theory of Capital (1941), en que buscó desarrollar una explicación más completa de la estructura del capital en una economía. Hayek puede haber sido reacio a distraerse entrando en otro combate de boxeo con Keynes. Pero, Caldwell y Klausinger muestran que el propio Hayek estaba al mismo tiempo alejándose de la economía técnica. Como otros prominentes liberales clásicos de los años treinta -Wilhelm Röpke, Walter Eucken, Jacques Rueff, etcétera- Hayek fue atraído a explorar las raíces más profundas del colapso de la civilización liberal en el siglo XX. Tal post mortem, creía Hayek, era prerrequisito para revivir un liberalismo que calzara para el siglo XX.

Aquí yacen las raíces del libro más famoso de Hayek The Road to Serfdom [Camino de servidumbre] (1944). El texto emergió de la investigación mucha más amplia de Hayek acerca del surgimiento de las ideas colectivistas y el atractivo de la planificación gubernamental. Se suponía que tomaría la forma de un trabajo en dos volúmenes titulado “El abuso y declinación de la razón.” Este proyecto nunca se completó. Sin embargo, dio lugar a un fruto considerable. Este osciló desde la devastadora crítica de Hayek al cientificismo hasta su evaluación extensamente negativa de John Stuart Mill.
También, incluyó el artículo seminal en el American Economic Review The Use of Knowledge in Society” (1945) [“El uso del conocimiento en la sociedad”],

Pero, Camino de servidumbre fue el producto más famoso de su proyecto, y Caldwell y Klausinger nos llevan hacia los detalles más finos de su composición, publicación, y efectos posteriores. Si bien concebido y presentado como un libro político popular, Camino de servidumbre fue, también, un trabajo de economía política en el tanto que juntó economía con historia y filosofía, para explicar cómo la planificación económica puede enviar a una nación hacia la servidumbre.
En tal sentido, el libro subrayó el sentimiento de Hayek hacia la dirección de la investigación económica de la postguerra, que ya estaba siendo espoleada hacia abajo por el camino de las matemáticas y modelos por keynesianos y otros con un caso serio de envidia científica.

VIAJE A LOS ESTADOS UNIDOS

La popularidad de Camino de servidumbre en Estados Unidos excedió en mucho su recepción en Gran Bretaña. “Prácticamente,” escribió luego Hayek, “todos mis contactos que condujeron a visitas posteriores y finalmente mi traslado a Chicago posiblemente se hicieron” durante un viaje de 1945 a Estados Unidos para promover Camino de servidumbre. Pero, el libro resultó ser ventajoso para Hayek en otras dos formas. Primera, ayudó a crear el ímpetu de Hayek para lograr fondos estadounidenses para la primera reunión de lo que llegó a llamarse la Sociedad Mont Pelerin: Un grupo internacional de pensadores liberales clásicos que establecería una base para hacer retroceder a largo plazo al keynesianismo y la planificación económica.

Pero, Estados Unidos resultó tener otra significancia para Hayek. Aquí arribamos a lo que Caldwell y Klausinger denotan como la crisis mayor de la vida de Hayek. La historia completa no ha sido contada antes.

A principios de la década de 1920, relatan Caldwell y Klausinger, Hayek se había enamorado de una prima distante, Helene (“Lenerl”) Bitterlich. En virtud de varios factores que incluyen intenciones insuficientemente firmes, timidez natural de parte de Hayek, e incomprensiones mutuas, ella terminó casándose con alguien más. Luego, Hayek se casó con Helena (“Hella”) von Fritsch y tuvieron dos hijos. Pero, él nunca pudo superar su gran amor. A principios de los años treinta, él y Lenerl decidieron que, algún día, estarían juntos. Hella, comprensiblemente, estaba desconcertada ante esto y rehusó acceder al pedido de divorcio de Hayek. Entonces, intervino la guerra. Fritz estaba en Londres. Lenerl permaneció en Viena.

Después de la guerra, Hayek prosiguió activamente su divorcio de su esposa. Sin embargo, Hella no tenía la intención de aceptarlo. Los detalles de acontecimientos posteriores dan lugar a una lectura dolorosa. Cuando Hayek dejó el hogar familiar el 28 de diciembre de 1949, Hella se volteó hacia su hija y “dijo, simplemente, ‘Él no va a regresar.’” El resultado final fue una partida profundamente enconada, la renuncia de Hayek a la LSE, negociaciones financieras complicadas, y procesos legales para un divorcio fácil en Arkansas. Lionel Robbins estaba tan desmoralizado con el trato de Hayek a su esposa que terminó con su amistad. En su momento, Hayek obtuvo un nombramiento en la Universidad de Chicago (si bien, reveladoramente, en el Comité acerca del Pensamiento Social, en vez del departamento de economía) y se trasladó a Estados Unidos con Lenerl.

Así, Hayek terminó la primera mitad de su vida casado con la mujer que él amaba, pero alienado de sus viejos amigos, viviendo en un país en donde él nunca se sentiría cómodo, estirado financieramente, crecientemente olvidado como economista, y en conflicto con la dirección que la economía estaba siguiendo como disciplina. El tipo de economía que Hayek perseguía, que descansaba en argumentos en prosa, se consideraba como pasado de moda por la mayoría de economistas, para quienes el modelo matemático se convirtió en artículo de fe que el mismo Keynes nunca abrazaría.
En el largo plazo, produciría una situación por la que era más importante, para fines de una carrera para los economistas, producir elegantes modelos econométricos y cargado de fórmulas que resultan ser totalmente equivocados en sus predicciones, en comparación con argumentos escritos relacionados con la lógica de las relaciones económicas, que, si bien menos cargados matemáticamente, tenían mucho mejor poder predictivo.

Así, para Hayek, concluyen Caldwell y Klausinger, se había hecho borrón y cuenta nueva, si bien dolorosamente. Eso no lucía bien para un futuro prominente de Hayek. La historia de cómo eso no terminó siendo el caso será contada en el siguiente volumen. Si está tan bien escrito y plenamente investigado como el primero, estamos en disposición de aprender más acerca de una de las mentes económicas y de los pensadores liberales clásicos, más importantes del siglo XX.

Samuel Gregg es Compañero Distinguido en Economía Política del American Institute for Economic Research, y editor contribuyente de Law & Liberty. Autor de 16 libros -incluyendo el premiado The Commercial Society (Rowman & Littlefield) [Un análisis moral y económico de la Economía de Mercado: Fundamentos y Desafíos en una Era Global], Wilhelm Röpke’s Political Economy (Edward Elgar), Becoming Europe (Encounter), el galardonado Reason, Faith, and the Struggle for Western Civilization (Regnery) [Razón, fe y lucha por la Civilización Occidental], y alrededor de 400 artículos y piezas de opinión- él escribe regularmente acerca de economía política, finanzas, conservadurismo estadounidense, civilización Occidental, y teoría de la ley natural. Es Académico Afiliado del Instituto Acton y Académico Visitante en el Centro B. Kenneth Simon de Estudios Estadounidenses de la Fundación Heritage.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.