LA GUBERNAMENTALIZACIÓN DE LOS ASUNTOS SOCIALES

Por Daniel B. Klein
American Institute for Economic Research
6 de diciembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es daniel b. klein, american institute for economic research, governmentalization, December 6, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Walter E. Williams tituló uno de sus libros More Liberty Means Less Government. Menos gobierno significa menos intervención gubernamental, menos extracción por el gobierno, menos gasto gubernamental, y menos empleo en el gobierno. Más libertad significa menos gobierno.

Sé que usted odia los neologismos, no obstante, a pesar de ello, propongo la gubernamentalización de los asuntos sociales. Albert J. Nock editó un libro, Our Enemy, The State [Nuestro enemigo, el estado]. Ese título es más atractivo que Our Enemy, The Governmentalization of Social Affairs [Nuestro Enemigo: La Gubernamentalización de los Asuntos Sociales]. Pero, el título de Nock es menos sólido, creo.

“Gubernamentalización” es feo. Pero, igual es la cosa que eso significa, así que calza lo de fealdad.

Por “gubernamentalización,” doy a entender restricciones a la libertad individual, pero, también (y lo que puede ser más importante) las instituciones del sector gubernamental como grandes jugadores, que viven de impuestos y posiciones de privilegio. Así, el término gubernamentalización captura no sólo al gobierno como violador de libertades, sino, también, como benefactor, dador de permisos, empleador, dueño de tierras, cliente, acreedor, educador, transportista otorgador de acceso, proveedor de donativos, el que confiere prestigio, definidor de la agenda, organizador, agente del orden, guardián de prisiones, mantenedor de registros, bibliotecario, curador de museos, guardia forestal, y poseedor de una miríada masiva de propiedades y recursos dentro de la sociedad. Cada una de esas actividades tiene un brazo de relaciones públicas, y dominio de los sistemas educativos y de cultura. La gubernamentalización significa influencia gubernamental sobre la cultura en general.

Libertad y gubernamentalización se oponen, por lo general, en la forma en que se oponen libertad y esclavitud. Apoyar la libertad es oponerse ala gubernamentalización. Favorecer la gubernamentalización es oponerse a la libertad.

VOLUNORDENAMIENTO

¡Uff! ¡Otro neologismo! ¿Puede usted perdonarme? Le prometo que será el último.

Al discutir por la libertad y contra la gubernamentalización, a menudo los liberales clásicos enfocan el tema explicando
que la libertad da lugar al surgimiento del volunordenamiento; esto es, las concatenaciones u ordenamientos de objetos, asuntos, actividades, mediante procesos voluntarios. El enfoque declara que el volunordenamiento trae beneficios: materiales morales, culturales, y espirituales. En general, entre más los asuntos sociales avanzan mediante el volunordenamiento, ellos son más beneficiosos.

DOS SENTIDOS DE SER LIBERAL CLÁSICO

La gubernamentalización encrespa, limita, y obstruye el volunordenamiento. El progreso es desalentado. El gobierno se ha atravesado en el camino. Hay una pérdida de eficiencia, un peso muerto. Podríamos elevarnos, pero la gubernamentalización nos refrenan. Deirdre McCloskey y Art Carden expresan el enfoque en su libro Leave Me Alone and I’ll Make You Rich: How the Bourgeois Deal Enriched the World [Déjame sólo y te hare rico: Cómo el acuerdo burgués enriqueció el mundo]. Todos nos enriqueceríamos si el gobierno dejara sola a la gente.

Ese enfoque es sólido, pero existe otro.

En vez de enmarcar el tema como bendiciones paralizadas por la gubernamentalización, uno puede enmarcarlo como el mal de la gubernamentalización siendo refrenado por principios liberales. No es que el volunordenamiento sea maravilloso, sino que la gubernamentalización es malévola. No es que queremos menos gubernamentalización debido a que eso significa mayor libertad. Más bien, queremos mayor libertad porque eso significa menos gubernamentalización.
La gubernamentalización es odiosa y disgusta. Es digna de odio.

Limitamos la gubernamentalización mantenido principios liberales. La gubernamentalización es un cáncer; y lo principios liberales lo encogen. La medicina no trae sensaciones eufóricas, simplemente reduce el mal. En otras metáforas, la gubernamentalización es contaminación, veneno, una plaga de langostas. Los principios liberales son la mitigación, el antídoto, el pesticida.

No esperamos que los pesticidas nos hagan virtuosos o felices. Esperamos que mantenga alejadas a las langostas.

Así, un enfoque es acerca de una bendición, el volunordenamiento, y un freno indeseable sobre él, mientras que el otro enfoque es acerca de una pesadilla, la gubernamentalización, y un freno deseable sobre ella. Ambos enfoques son válidos, se complementan entre sí. Uno destaca las bendiciones del volunordenamiento, el otro los males de la gubernamentalización.

HAGA EL EJERCICIO MENTAL

Pondere un mundo en donde a los estadunidenses [o de cualquier nacionalidad, para el caso] les fuera restringida su libertad tanto como ahora lo están. Ellos enfrentarían las mismas restricciones e impuestos, todo lo cual inicia la coerción contra ellos (incluso la amenaza de coerción). Pero, imagínese aún más que, de los recursos extraídos del sector privado, el gobierno pudiera en realidad mantener y usar el 25 ñor ciento, mientras que el restante 75 por ciento del dinero tendría que ser destruido, tal vez en fogatas de billetes de mil dólares.

Ese sería un mundo con menos jugadores gubernamentales en la sociedad. El cáncer sería mucho más reducido. Pero, observe que, en este ejercicio mental, la libertas no aumentaría, pues el inicio de la coerción por el gobierno en realidad no se reduce.

Así que, ¿está la libertad realmente en el corazón del liberalismo clásico? Yo diría que no. El bienestar de la humanidad, el bien del todo, sí. El liberalismo clásico ve la gubernamentalización como una pesadilla. (Permítanme hacer ver que supongo un orden político razonablemente estable durante todo el tiempo; en ausencia de dicha proposición, el asunto es más obscuro.)

El liberalismo clásico, como una idea distintiva acerca del bienestar humano, tiene una columna vertebral de libertad. La libertad controla la gubernamentalización. Para que todos aquellos billetes de mil dólares sean cosechados por el gobierno, y para proteger al gobierno de la competencia (así empoderando a la Reserva Federal a falsificar billete de $1000 de la nada), el gobierno debe violar la libertad. Detrás del estatus del gobierno como gran jugador está la Gran Coerción.

LA REVERENCIA LIBERAL CLÁSICA

Los liberales clásicos tienden a no dar tanto énfasis al segundo enfoque. Ellos dirán, como Robert Lawson y Benjamin Powell lo dicen en el título de su libro Socialism Sucks [El socialismo apesta]. Pero el foco sobre el socialismo está en otros países, como Venezuela, Corea del Norte, y China, pero no en los males de la gubernamentalización en casa.

Los izquierdistas usan la expresión “racismo sistémico” par aplastar el disentimiento y promover la gubernamentalización. Ellos ignoran cómo la gubernamentalización en las escuelas, pro ejemplo, destruye el potencial del negro. El izquierdismo sistémico es lo que impulsa impactos disparatados.

Hay cantidad de razones por las que los liberales clásicos minimizan el enfoque de que la gubernamentalización apesta.
Los principios liberales pueden refrenar la gubernamentalización, pero tengan cuidado en quien sostiene las riendas. El discurso liberal clásico involucra una aspiración de persuadir a quienes son responsables de las políticas, y los responsables de las políticas operan dentro y alrededor del gobierno. Decirle al gobierno que la gubernamentalización apesta no es necesariamente la vía para la persuasión. Quien tiene las riendas también sostiene el látigo.

Hay virtud en tratar de persuadir hacia la liberalización. Mezclada con tal virtud, sin embargo, está el arribismo. En la mayoría de los gobiernos, sus aparatos, y sus satélites, los izquierdistas gobiernan el gallinero. Si usted arguye que la gubernamentalización es merecedora de odio, es odiado por los gubernamentalistas [aquellos que promueven la filosofía del gubernamentalismo].

Si usted desea ingresar al gobierno, la academia, los medios, la política comunal, en muchas otras áreas, usted no debería convertirse en incómodo para quienes dominan allí. El odio tiende a ser mutuo, así que, cuando explica que la gubernamentalización es merecedora de odio, los gubernamentalistas le odian por hacerlo.

El rumbo más próspero es ser amable, al fomentar las bendiciones del volunordenamiento: “Vamos amigos, todos estaremos mejor si dejamos que el volunordenamiento nos enriquezca. No obstruyamos lo que es bueno para nosotros.”

Los gubernamentalistas no se sentirán ofendidos. Ellos moverán la cabeza un poco acerca de los días pasados, cuando liberar los mercados era la orden del día. Pero, luego, negaron las lecciones y, oigan, eso fue antes y esto es ahora.
Ellos proceden con la gubernamentalización. Al tolerar a algunos no izquierdistas “agradables” ellos se consideran a como razonables y de mente abierta. Hasta amistosos con el mercado.

Entre tanto, muy a menudo, los no izquierdistas “agradables” pierden el contacto con ofensivas enérgicas contra la gubernamentalización, asumen la postura en su discurso, velan por su buena reputación, y pasan a mejor vida.

¿CUÁL ES SU CONJUNTO DE DATOS ACERCA DE APESTAR?

Hay otra razón por la que los liberales clásicos se adhieren primordialmente al enfoque de “Vamos amigos.”

Uno puede usar estadísticas para aseverar que las obstrucciones empañan las bendiciones del volunordenamiento. Uno puede cuantificar la riqueza, productividad, salud, longevidad, y uno puede cuantificar la gubernamentalización. Luego, uno investiga la correlación. Esos bienes, riqueza, productividad, salud, longevidad, son incontrovertibles. También, en mercados específicos, como vivienda, otro bien incontrovertible, los economistas pueden estimar la pérdida de eficiencia que resulta de las obstrucciones gubernamentales.

Pero, el enfoque de la gubernamentalización apesta es más estético y cultural. La gubernamentalización apesta básicamente por sus consecuencias morales, culturales y espirituales. Esas consecuencias son difíciles de precisar y hacerlo con exactitud, ya sea tanto conceptual como empíricamente Cuando se trata de lograr consenso, lo gubernamentalistas han llenado la galería con su gente, pagada por los contribuyentes o, alternativamente, por el privilegio de la coerción, y sacado a quienes disienten.

También, los gobiernos mienten acerca de las malas consecuencias de la gubernamentalización. Falsifican y entierran evidencia, como en Venezuela, Corea del Norte, y China.

El argumento de que la gubernamentalización apesta para los principios liberales, es más fácilmente descartado por no ser científico, que por subjetivo, normativo, y simple opinión. En efecto, los izquierdistas crecientemente favorecen cancelar y criminalizar la exposición de las mentiras y maldades de la gubernamentalización.

UN CAMBIO DE ENFOQUE

En los siglos XVII, XVIII, y en mucho del XIX, el liberalismo disfrutó de una especie de ascenso. Pero, a partir de más o menos 1885, el liberalismo en mundo anglosajón empezó a flaquear severamente. Una razón fue que la gente alrededor de 1885 se sintió desilusionada. El liberalismo parecía prometer felicidad. Gran Bretaña y Estados Unidos disfrutaron del liberalismo en alto grado.

Así que la gente despertó una mañana en 1890, y ¿qué se dijo ella? “Oigan, ¡aún no soy feliz!”

Sabes qué, el liberalismo (comparativamente) no era un paraíso. No eliminó los problemas fundamentales de la existencia humana. No liberó al hombre del desafío fundamental de la vitalidad ascendente, y, por ende, de la felicidad verdadera.

Pareció que el liberalismo había fracasado. Sus oponentes mintieron acerca de lo que los liberales habían prometido. ¿Alguna vez Adam Smith se encontró prometiendo una panacea? La última frase de La Riqueza de las Naciones le dice a Gran Bretaña en 1776, que “en el futuro procure ajustar sus ideas y sus planes a la mediocridad real de sus circunstancias.”

Aún así, si los liberales le hubieran dado un énfasis mayor a los males de la gubernamentalización, en oposición la promesa del volunordenamiento, entonces, la desilusión habría sido menor, mayor el agradecimiento y la ecuanimidad, y más fuerte la aversión hacia la gubernamentalización.

Albert Venn Dicey escribió en un libro de 1905, Lectures on the Relation Between Law & Public Opinion in England During the Nineteenth Century [Lecciones sobre la relación entre derecho y opinión pública en Inglaterra durante el siglo XIX]:

“El incremento… del ingreso público por medio de impuestos, no es sólo una disminución del ingreso privado de cada contribuyente y de su poder dentro de un espacio seguro para hacer lo que le parezca, sino, también, un aumento en los recursos y poder del estado.”

Más libertad significa menos gobierno, y menos gobierno significa menos miseria, servilismo, volubilidad, hipocresía, negación, mendacidad, bajeza, y degeneración. La columna vertebral liberal comprueba el mal que es la gubernamentalización de los asuntos sociales.

Daniel B. Klein es profesor de economía y tiene la Silla JIN en el Mercatus Center de la Universidad George Mason, en donde dirige un programa acerca de Adam Smith. Es también asociado del Ratio Institute (en Estocolmo, Suecia), compañero de investigación en el Independent Institute y principal editor de Econ Journal Watch.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.