ADAM SMITH ACERCA DE LA MAYOR DEBILIDAD DE LA HUMANIDAD

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
20 de diciembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, Smith, December 20, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En la mayoría de las semanas, las listas de libros no de ficción tienen uno o más acerca de superación personal que prometen técnicas específicas que usted puede usar para ser más sano, más productivo, y más feliz.

Dado que casi cualquier técnica funcionará para alguna gente, un libro de superación personal bien escrito puede rápidamente elevar un ejército de evangélicos que cantan sus alabanzas. Puesto que, también, es cierto que ninguna técnica funcionará todo el tiempo para toda la gente, hay gran demanda de la siguiente nueva “mejor forma,” que, después de su día de luminosidad, se desvanecerá en el olvido. Sin embargo, como escribiera G.K. Chesterton, “No es que ellos no pueden ver la solución. Es que ellos no pueden ver el problema.” Un problema más profundo es que las técnicas son sólo curitas; ellas no tratan nuestros problemas más profundos.

Grandes filósofos de la moral siempre han estimulado que nos veamos en el espejo para ver nuestros problemas, en vez de mirar fuera de nosotros mismos. A menudo, los problemas que diagnosticamos son los del mundo, otra persona, o un grupo. Estamos seguros que la fuente de nuestra preocupación surge acerca de lo que alguien dijo o hizo. Nunca parecemos notar que, si bien los caracteres en nuestra vida pueden cambiar, nosotros somos el hilo consistente a lo largo de todos nuestros problemas.

En su Teoría de los sentimientos morales, Adam Smith nos indicó el problema subyacente. Smith explicó que el “autoengaño” es la “debilidad fatal de la humanidad” y “la fuente de la mitad de los desórdenes de la vida humana.”

Si sufrimos un desorden físico, bien diagnosticados podemos encontrar la causa y los remedios, y pocos se resistirían, por ejemplo, a que un médico arreglara un brazo quebrado. Pero, el autoengaño es un desorden de la mente. Si no estamos dispuestos a aceptar el diagnóstico, una enfermedad de la mente es incurable y capaz de diseminarse.

Otros, habiéndose involucrado en sus propios actos de autoengaño, están listos para coludir con nosotros en una espiral de autoengaño en descenso. Los resultados de esta plaga de autoengaño pueden ser la guerra (cuando naciones agreden a otras), destruir economías (cuando planificadores arrogantes no pueden reconocer los límites de su conocimiento), y ataques a la libre expresión (cuando individuos demandan censura de ideas diferentes a las propias).

Smith hizo ver por qué nuestro autoengaño puede durar tanto. Sencillamente, “pensar mal acerca de nosotros mismos es desagradable.” Suponemos estar en lo correcto, y si nuestra certeza nos hace miserables, que así sea. “Es mejor estar en lo correcto que ser feliz, parece ser un código de vida que muchos de nosotros hemos adoptado.

Tercamente, no nos queremos ver de la forma como nos vería un observador moralmente neutral. Junto con nuestro autoengaño viene la resistencia a aceptar que tenemos un problema. Pero, la elección de engañarnos a nosotros mismos puede tener un propósito. Podríamos querer posar como una víctima inocente a fin de descartar la responsabilidad de nuestras decisiones.

El filósofo contemporáneo C. Terry Warner nos brinda algunas de las ideas más apalancadas para los que están ansiosos de sobreponerse al autoengaño. En una colección de artículos académicos publicados por el Instituto Arbinger, los Oxford Papers, Warner desarrolló las bases intelectuales de su teoría del autoengaño.

El Instituto Arbinger, fundado por Warner, ha expuesto las implicaciones prácticas de la teoría de Warner en un serie de libros exitosos en ventas: Leadership and Self-Deception, The Anatomy of Peace, y The Outward Mindset. En su introducción a los Oxford Papers, el Instituto Arbinger escribe, “en gran parte nosotros los humanos estamos autoengañados acerca de qué tipo de seres somos, por qué actuamos como lo hacemos, y la calidad de vida disponible para nosotros si podemos lograr un final a nuestros autoengaños.”

Warner enfrenta el tema en el corazón del autoengaño: “Consideramos a nuestra emoción como una condición provocada o despertada en nosotros –‘Usted me está enojando’- o como una condición que ha caído sobre nosotros ̶ ‘pienso que es la rebeldía de su hijo lo que la ha entristecido a ella tan profundamente.’”

Warner explica que, la persona furiosa que se ve a sí misma como una víctima, ha revertido la causa y efecto. “[S]er causado al enojo” no es simplemente estar “respondiendo a una amenaza totalmente independiente de su voluntad.” En resumen, escribe Warner, “Nos presentamos a nosotros mismos como ‘tan sólo respondiendo a las circunstancias,’ como ‘sólo reaccionando a lo que se nos está haciendo.’”

La cura de Warner requiere de algo de medicina amarga, al ir descubriendo nuestro propio autoengaño. Pero, el tratamiento resulta ser dulce; bajo todo nuestro barro endurecido, lo mejor de nuestra naturaleza humana se revela bajo nuestro autoengaño.

¿Qué filosofía moral podría ser más útil que aquella de Smith y Warner, la cual nos recuerda que tenemos una mente que puede hacer una elección diferente?

Cuando somos autoengañados, mentalmente justificamos nuestros pensamientos y comportamientos. Construimos lo que pensamos es una justificación hermética de nuestra interpretación mal construida de la realidad. Hace ver Smith que,

“Antes que contemplar nuestro proceder con un aspecto tan inaceptable, muchas veces tratamos, de forma tonta y pusilánime, de exasperar nuevamente esas pasiones injustas que antes nos habían descarriado; procuramos encender artificialmente nuestros viejos odios e irritar otra vez nuestros más olvidados rencores, llegamos a esforzarnos en esta empresa miserable, con lo que perseveramos en la injusticia meramente porque una vez fuimos injustos y porque nos da vergüenza y temor el constatar que así fue.”

Nuestro deseo de proteger nuestro autoengaño hace que redoblemos la apuesta. Entre peor nos sentimos, más atribuimos nuestros sentimientos a otras personas y circunstancias. Observe cómo eso nos saca el anzuelo, nos sintamos apesadumbrados de nosotros mismos, y nos deleitemos perversamente en el autoengaño.

El autoengaño es suficientemente malo cuando causa que suframos y fracasemos en vivir acorde con nuestro potencial.
Peor aún, nuestro autoengaño puede ciertamente conducirnos a agredir a otros. Considere una encuesta reciente a estudiantes universitarios, que encontró que un 48 por ciento estaba dispuesto a aplicar la pena de muerte a la expresión ofensiva. El autoengaño de los estudiantes -que simples palabras les dañan- ahora ha sido elevado, desde una amenaza a su propio logro, hasta un amago a las vidas de otros. Tal comportamiento no es motivado por la virtud, como el autoengañado lo presenta. Lo explica Warner:

“Nos engañamos a nosotros mismos al adoptar una retórica auto engañosa de consciencia y excusa moral -la retórica incluye nuestras expresiones de emoción- y, por esto, presentándonos como moralmente justificados.”

Si estamos dispuestos, hay límites a nuestro autoengaño. Nadie, cree Smith, carece de acceso al sentimiento moral para sobreponerse a las “deformidades de las pasiones y afectos” de uno. El sentimiento moral surge, escribe Smith, como “la razón, el principio, la consciencia, el que habita en el pecho, el interior del hombre, el gran juez y árbitro de nuestra conducta.”

“Al gran juez” dentro de cada uno de nosotros, Smith lo llama el “espectador imparcial,” y continúa “Sólo por él conocemos nuestra verdadera pequeñez y la de lo que nos rodea, y las confusiones naturales del amor propio sólo pueden ser corregidas por la mirada de este espectador imparcial.”

Al escuchar nuestra voz interna, aprendemos a aborrecer la “deformidad de la injusticia” y se presenta “el amor a lo que es honorable y noble, a la grandeza, y dignidad, y superioridad de nuestros propios caracteres.” La voz interior nunca se silencia, pero nuestra disposición a oír varía mucho.

Cuando estamos atrapados en las garras del autoengaño, nos resistimos a considerar las necesidades otros. Nos autoengañamos al creer que otros se merecen como los tratamos o pensamos acerca de ellos.

Peor que simplemente rehusarse a ver nuestro autoengaño, nos sentimos moralmente justificados en transgredir contra otros. Smith estaba en lo correcto, el autoengaño es responsable de mucho del sufrimiento de la humanidad.

Entre más fortalecemos los muros de nuestro autoengaño, más obstruimos la recepción de las ganas, impulsos, y avisos que provienen del “espectador imparcial” interno. Es difícil ver directamente, sin resistencia, nuestra mentalidad de autoengaño. Smith nos instruye a ser “audaces” y a “no titubear en correr el velo misterioso del autoengaño que [nos] impide ver las deformidades de [nuestra] propia conducta.” Las recompensas de echar para atrás ese velo son enormes; al no estar más blindada por el autoengaño, nuestra disposición a mirar a lo interno restablece la libertad para elegir diferente.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.