JUECES CONTRA LA REGLA DE LA LEY

Por Theodore Dalrymple
Law & Liberty
12 de diciembre del 2022

Es raro, dijo Hume, que perdamos la libertad toda de una sola vez: por el contrario, es mordisqueada tal como un ratón mordisquea el queso. Tal vez, lo mismo puede decirse acerca del estado de derecho, en especial en países como Gran Bretaña, en que, por mucho tiempo, ella se estableció y la gente la da por un hecho, como si fuera un fenómeno natural en vez de uno logrado.

Uno de los enemigos de la regla de la ley es el sentimentalismo. Tanto un jurado como ahora un juez han encontrado que, si los manifestantes rompen la ley la cual el jurado o el juez consideran es una buena causa, pueden legítimamente ser absueltos en nombre de la libertad de protesta.

En el 2020, jóvenes manifestantes en la ciudad de Bristol, Inglaterra, derribaron una elegante estatua de ciento veinticinco años de edad de Edward Colston, comerciante en la ciudad fallecido de fines del siglo XVII y principios del XVIII, y la lanzaron al mar en su puerto. Colston dotó instituciones en la ciudad, y, al menos, parte de su dinero provenía del comercio de esclavos. Claramente fue criminal el acto de los manifestantes, pero fueron absueltos por un jurado pues su acto supuestamente era idealista. El vandalismo en nombre de ideales siempre ha sido, por supuesto, un pasatiempo popular, y la contribución estética de la estatua a la ciudad no se mencionó en el debate subsecuente acerca del tema.

Más recientemente, seis médicos y una enfermera fueron absueltos por un juez de obstruir la carretera luego de ser arrestados por bloquear el Puente Lambeth en Londres. El juez que los absolvió dijo “Me impresionó la integridad y racionalidad de sus creencias. Su evidencia fue profundamente conmovedora.”

Los médicos y la enfermera estaban exigiendo que se frenara el uso de petróleo, y que no más se llevara a cabo su exploración y la de otros hidrocarburos. Por supuesto, creían estar ayudando a “salvar el planeta,” pero lo que hicieron era con claridad ilegal y posiblemente impedía a sus conciudadanos seguir con sus asuntos de forma normal.

El Lancet, una revista médica que con frecuencia exuda santurronería, a pesar de los artículos fraudulentas en que a veces se le engaña para que los publiquen, afirmó que “Existe alguna evidencia de que las acciones disruptivas o radicales no violentas tienen éxito en cosechar la atención pública hacia una causa.” No hay nada allí con lo cual un nazi podría estar en desacuerdo.

“Una protesta, como esta, es como intentar golpear un corazón que falla, en la esperanza de que así cambiará su ritmo,” dijo uno de los médicos involucrados en la protesta después de la evolución. “Afortunadamente, hoy la corte reconoció ese derecho a protestar.”

Uno sólo puede esperar que el médico sea más preciso en su pensamiento acerca de sus pacientes. Bloquear una carretera no es nada comparado con dar golpes en el pecho de un paciente por una razón clara y definible. Aún si fuera por una buena causa, es posible que el “golpe” aplicado tuviera el efecto contrario al propuesto; esto es, un odio hacia la causa que tanta inconveniencia le causó al público.

Al juez lo impresionó la integridad y racionalidad de las creencias e intenciones de los manifestantes; pero, ¿escuchó argumentos contra su punto de vista? ¿Escuchó que, en el contexto actual, ellos, y gente como ella, pueden haber contribuido al peligro este invierno para ancianos y pobres muriendo de frío, porque no podían pagar por calefacción ̶ esto es, si esa calefacción estuviera aún disponible? (Hace algunos años, la revista Lancet publicó un artículo sugiriendo que, tanto como diecisiete veces, murieron tantas personas por exceso de frío como debido a exceso de calor.)
¿Escuchó acerca del hecho que Gran Bretaña contribuye muy poco al calentamiento antropogénico de la atmósfera ̶ suponiendo que tal calentamiento fuera un hecho establecido- y que eso, al agregar a las cargas financieras de la industria de Gran Bretaña, aumentaba el riesgo de que esta se localizara en otra parte, para detrimento y empobrecimiento del país? ¿Aprendió cómo se generó la electricidad para decenas de millones de vehículos impulsados por baterías, y los costos ambientales de suplir esas baterías, y la infraestructura que lo haga posible ̶ etcétera, etcétera?

Además, obviamente el tema no era el derecho a la protesta. En Londres hay muchos espacios públicos, en donde se pueden llevar a cabo las protestas sin bloquear la carretera. Nadie le negaría a los médicos y enfermera sus derechos a protestar, aún si estuvieran totalmente equivocados acerca de aquello por lo que estaban protestando. El derecho a la protesta no estaba en juego: era la obstrucción ilegal de la carretera.

Aún más, es fácil imaginar una protesta que el juez podría no haber permitido. Suponga que, en vez de protestar contra el petróleo, los manifestantes lo hubieran hecho contra la llegada de medio millón de inmigrantes a Gran Bretaña en un solo año (como ha sucedido). Suponga que ellos hubieran aludido a la presión que esto pone sobre un mercado de vivienda ya superpoblado; que, si ellos encontraron empleo, puede muy bien deprimir salarios, o si fracasaron en hallar empleo, de hecho, exigirían trabajo forzoso al resto de la población para pagar por su mantenimiento; que el servicio de salud encararía un peso adicional que difícilmente podría enfrentar; que las comunidades en que los inmigrantes se reúnen puede que no les den la bienvenida a su llegada y que serían cambiadas sin que nadie lo hubiera deseado, una afronta a la democracia. Aún si esos argumentos fueran errados o sesgados, serían racionales y pueden promoverse con perfecta sinceridad. ¿Es posible que el juez hubiera absuelto a quienes los usaron para obstruir la carretera? Aún si quisiera hacerlo, él tendría mucho temor debido a la reacción de gente que piensa correctamente.

En otras palabras, el juez consideró que su función no consistía en hacer cumplir la ley tal como estaba (bastante razonablemente), sino dar licencia a cierta gente para eximirlos de sus provisiones. Fue su función decidir cuál era una buena o mala causa, y qué tan buena una causa tenía que ser de previo, para que los manifestantes pudieran ilegalmente causar inconveniencia a sus conciudadanos con impunidad. Al alegar sentirse “movido” por la evidencia de los criminales, estaba removiendo la venda sobre los ojos de la estatua de la justicia y poniendo pesos sobre la balanza de ella: una ley para gente que a él le gustaba y otra para quienes no eran de su gusto

El Lancet está de acuerdo con esta visión de la ley, que es ninguna ley del todo. Tal vez, una buena proporción de la intelectualidad también está de acuerdo con eso, lo que significa que el control en su mente del estado de derecho, por el que la gente está sujeta a un mismo estándar, es muy holgado, si es que del todo existe. En el largo plazo, si esta tendencia continúa, el resultado puede ser sólo una guerra de todos contra todos.

Theodore Dalrymple es un psiquiatra y médico de prisiones retirado, editor contribuyente de City Journal, y Compañero Dietrich Weissman del Manhattan Institute. Si libro más reciente es Embargo and other stories (Mirabeau Press, 2020).

Traducido por Jorge Corrales Quesada.