Feliz Navidad a todos mis amigos y a sus familias. Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

LA HISTORIA DE LA TREGUA NAVIDEÑA DE 1914 ̶ Y SU MENSAJE ETERNO

Por Jonathan Miltimore
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 20 de diciembre del 2022

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Hasta los enemigos pueden convertirse en amigos cuando rechazamos la violencia y vemos a las personas como lo que realmente son ̶ como individuos. Las tropas británicas y alemanas, que disfrutaron en la Noche de Navidad de una noche de alegría en medio de la carnicería de 1914, podrían dar fe de ello.

La guerra ya se había venido librando en Europa durante meses, cuando el Papa Benedicto emitió una súplica desde Roma el 7 de diciembre de 1914 a los líderes de Europa: declaren una tregua en Navidad.

Benedicto vio qué tan necesaria era la paz, aún si fuera sólo por un día. La Primera Batalla de Ypres, luchada entre el 19 de octubre y el 22 de noviembre, había resultado en cerca de 200.000 víctimas (principalmente soldades alemanes y franceses, pero, también, miles de ingleses y belgas). La Primera Batalla del Marne fue incluso peor.

Ante esta carnicería, el papa pidió “que los fusiles se silenciaran al menos en la noche en que los ángeles cantaron.”

Los líderes europeos ignoraron su ruego.

Luego, algo milagroso sucedió en la noche de Navidad. Desde La Tierra de Nadie -el área entre las trincheras de las fuerzas aliadas y centrales- las tropas alemanas, en un acto espontáneo, depusieron sus armas, e invitaron a los soldados ingleses a celebrar la Navidad con ellos. Hoy eso es recordado como la Tregua de Navidad.

El caricaturista británico Bruce Bairnsfather fue uno de muchos que narró el acontecimiento. Un ametralladorista del Primer Batallón del Regimiento Real de Warwickshire, Bairnsfather estaba temblando en el barro en una trinchera de un metro en una noche fría, mascando sus galletas y fumando un cigarrillo tras otro, cuando escuchó un ruido alrededor de las 10 de la noche. A través de History:

“’Yo escuché,’ recordó él. ‘Allá lejos en el campo, entre las sombras obscuras más allá, pude escuchar el murmullo de voces.’ Él se volteó hacia un soldado compañero de su trinchera y dijo, ‘¿Oís a los Boches [alemanes] haciendo bulla allá?’ ‘Sí,’ fue la respuesta. ’¡Han estado haciendo eso por buen rato!’

Los alemanes estaban cantando villancicos, pues era Nochebuena. En la obscuridad, algunos de los soldados británicos empezaron a cantar como respuesta. ‘Súbitamente,’ recordó Bairnsfather, ‘escuchamos unos gritos confusos del otro lado. Todos nos detuvimos a escuchar. El grito vino de nuevo.’ La voz era la de un soldado enemigo, hablando en inglés con un fuerte acento alemán. Él estaba diciendo, ‘Vengan aquí.’”

Después de algunas conversaciones de ida y vuelta, las tropas británicas depusieron sus armas, salieron de sus trincheras, cruzaron los alambres de púas, y se unieron a los alemanes. Intercambiaron apretones de manos, mascaron tabaco y bebieron vino y se rieron juntos ̶ estos hombres que más temprano habían estado haciendo lo mejor para matarse el uno al otro.

Algunas descripciones reseñan a soldados alemanes y británicos jugando futbol (soccer) en canchas hechizas. Otras mencionan a soldados británicos montando barberías y ofreciendo cortes de cabello a cambio de cigarrillos. La única cosa que tienen en común todas las descripciones es un sentimiento general de alegría entre los soldados.

“No había ni un átomo de odio en cada lado,” recordó Bairnsfather.

Después de eso, no todos estaban contentos con la alegría. Se reporta que algunos líderes militares estaban furiosos acerca de la tregua de Navidad. Pero, sugiere Bairnsfather, los propios soldados apreciaron el momento, que tanto necesitaban.

“Para quienes participaron, en verdad fue un descanso bienvenido del infierno que habían estado soportando. Cuando la guerra empezó tan sólo seis meses antes, la mayoría de soldados pensó que se terminaría rápidamente y que regresarían a casa con sus familias, a tiempo para los días santos. No sólo la guerra duraría cuatro años más, sino que mostraría ser el conflicto más sangriento de vez alguna hasta ese momento.”

Siempre he encontrado conmovedora la Tregua de Navidad, y también dice mucho. Si bien los líderes de Europa pueden haberse odiado entre sí, claramente no lo estaban el pueblo alemán y el británico, al menos no una vez que se reunieron el uno con el otro.

Esa noche de Navidad, el nacionalismo, que había dividido a los soldados alemanes e ingleses, se evaporó cuando se reunieron cara a cara, comerciaron, rieron, bebieron, y descubrieron su humanidad en común.

Hace poco le leí Stille Nacht (Silent Night): The Story of the Christmas Truce ̶ un nuevo libro para niños escrito por Rory Magraf- a mi hijo más joven. Él tenía muchas preguntas, pero, máxime, quería saber por qué, en primer lugar, los soldados estaban luchando. (Sospecho que muchos soldados -belgas y alemanes, franceses, ingleses, y muchos otros- se preguntaron eso mismo muchas veces durante esa guerra.)

No tuve una buena respuesta para él. Pero, desde ese entonces, he pensado en el asunto, y pienso que la Tregua de Navidad tiene una clave de por qué peleamos.

Gente que, por semanas y meses, se había estado bombardean y disparando entre sí, se encontró riendo, cantando, y comerciando ̶ y lo hizo porque desafió órdenes. La triste verdad es que, los estados nación -que a lo largo de la historia han hecho un magnífico trabajo convenciendo a humanos, que personas que ellos nunca conocieron son sus enemigos- a menudo no están particularmente interesados en la paz.

“La guerra es la salud del estado,” hizo ver famosamente el escritor radical Randolph Bourne.

La verdad es que pelear guerras es lo que el gobierno hace mejor, y la gente que las hace y gana es alabada en libros de historia. Los perdedores, por supuesto, no lo son; lo que hace que lo más importante sea ganar una guerra que ha empezado. (También, importa señalar que la gente que declara guerras rara vez ve su propia sangre derramarse durante ellas.)

No deseo simplificar demasiado acerca de algo tan serio y terrible como la guerra, sino que deseo demostrar que existe otra forma. La Tregua de Navidad nos muestra que la paz se logra rechazando el estatismo y el nacionalismo y el colectivismo en todas sus maneras; se gana abrazando nuestra humanidad en común y las cosas que nos unen.

Hasta enemigos amargos pueden convertirse en amigos cuando rechazamos la violencia y vemos las personas como lo que en verdad son ̶ como individuos. (En especial en Navidad, un día santo que celebra el nacimiento no de un conquistador, sino de un cordero.)

Las tropas británicas y alemanes que disfrutaron en la Noche de Navidad de una noche de alegría en medio de la carnicería de 1914, podrían dar fe de ello.

LECTURAS ADICIONALES

WWI's Christmas Truce: When Fighting Paused for the Holiday
, A.J. Baime & Volker Janssen en HISTORY
Stille Nacht (Silent Night): The Story of the Christmas Truce, Rory Margraf
The Christmas Truce of World War I, William N. Grigg in Foundation for Economic Education

Jonathan Miltimore es editor administrativo de la FEE.org. Sus reportajes y artículos han aparecido en la revista TIME, el Wall Street Journal, CNN, Forbes, Fox News y el Star Tribune. Otros: El Washington Times, MSN.com, El Washington Examiner, el Daily Caller, el Federalist, el Epoch Times.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.