LA LECCIÓN DE ADAM SMITH A MENUDO OMITIDA ACERCA DE LA IMAGINACIÓN HUMANA

Por Craig J. Richardson
American Institute for Economic Research
1 de diciembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es graig j. richardson, american institute for economic research, Smith, December 1, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Una de mis lecciones favoritas en la enseñanza de la economía es la división del trabajo. Es una de esas ideas que me recuerda los papeles duales de mi fallecido padre, aquel de profesor de economía y de mago profesional a tiempo parcial. La historia de la división del trabajo crea un momento maravilloso de “aha,” similar a la revelación de mi padre acerca de su último truco mágico cuando yo era un pequeñín.

Pero, me he perdido de enseñar la lección más grande pero menos enfatizada de Adam Smith, y pienso que igual lo ha hecho mucha de nuestra profesión.

En el famoso ejemplo de la fábrica de alfileres de Adam Smith para ilustrar la división del trabajo, una persona que hace un alfiler podría tomar muchas horas. En contraste, Smith muestra cómo los alfileres se pueden hacer más rápidamente al dividir las tareas y crear especialistas en diferentes operaciones. En un pasaje a menudo citado, escribe él, “un hombre estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo corta, un cuarto lo afila…” Escribe Smith: “El mayor progreso de la capacidad productiva del trabajo, y la mayor parte de la habilidad, destreza y juicio con que ha sido dirigido o aplicado, parecen haber sido los efectos de la división del trabajo.”

Esta cita se encuentra en cientos de textos de economía básica como una ilustración maestra, pero, si los propios alfileres estuvieran escribiendo los textos económicos, nos advertirían que la historia no termina allí.

La cita describe un grupo de humanos que actúa como si fuera una máquina especializada.

Pero, el punto más importante de Smith acerca de la división del trabajo es que es una segunda etapa, no el juego final. De hecho la división del trabajo nos brinda la capacidad de imaginar e innovar, conduciendo a menos tareas menores hechas por humanos, no más.

¿Cómo es que esto sucede y quién hace la innovación?

De acuerdo con Smith, tres grupos contribuían a la innovación en la manufactura, hecha posible por la división del trabajo, pero operan tres canales diferentes de incentivos. Primero, los trabajadores ordinarios de las fábricas tienen un incentivo para buscar formas que aligeren sus tareas. Smith hace ver que “Es mucho más probable que los hombres descubran métodos idóneos y expeditos para alcanzar cualquier objetivo cuando toda la atención de sus mentes está dirigida hacia ese único objetivo que cuando se disipa entre una gran variedad de cosas.”

En una anécdota encantadora, Smith narra la historia de un muchacho que trabaja en una máquina contra incendios, encargado de la simple tarea de abrir y cerrar válvulas de vapor.

“Al muchacho, ‘al que le gustaba jugar con sus compañeros, observó que si ataba una cuerda desde la manivela de la válvula que abría dicha comunicación hasta otra parte de la máquina, entonces la válvula se abría y cerraba sin su ayuda, y le dejaba en libertad para divertirse con sus compañeros de juego. Uno de los mayores progresos registrados en esta máquina desde que fue inventada resultó así un descubrimiento de un muchacho que deseaba ahorrar su propio trabajo.’”

La segunda fuente de innovación proviene del “ingenio de fabricantes de máquinas,” impulsados por el objetivo de lograr utilidades, un incentivo universalmente poderoso. Cualquier innovación en la maquinaria que mejore la precisión, estandarización y producción aumentará las utilidades de los fabricantes de maquinarias. En una visita a una planta manufacturera de automóviles uno observará docenas de tareas, desde la pintura hasta la soldadura, hechas ahora más consistente y rápidamente por robots, conduciendo a mejores registros de seguridad.

La tercera fuente de innovación, según Smith, proviene de aquellos que, en apariencia, es menos posible que contribuyan: los “filósofos o personas dedicadas a la especulación, y cuyo oficio es no hacer nada sino observarlo todo; por eso mismo, son a menudo capaces de combinar las capacidades de objetos muy lejanos y diferentes.” Su incentivo puede ser la alegría de descubrir una nueva idea o, hasta mejor, combinarla con una empresa nueva que se espera sea rentable.

Por ejemplo, una de las más grandes innovaciones en la fabricación de alfileres ocurrió con una persona que previamente estaba desconectada por completo del negocio de la manufactura. John Ireland Howe, un médico, trabajaba en la Casa de Beneficencia de Nueva York, y se llegó a fascinar durante su tiempo de ocio viendo a prisioneros manufacturar alfileres en la forma manera que Smith había descrito. Era similar al filósofo que Smith describió, el observador externo que cuestiona la forma probada y verdadera de hacer las cosas.

Howe experimentó con maquinaria que, en su momento, suplantaría toda tarea humana descrita por Smith, con herramientas ingeniosas que cortarían, pulirían, enderezarían y harían casi todo tipo de tarea, administrado todo por un único trabajador. El 24 de marzo de 1841, presentó una solicitud ante la Oficina de Patentes de Estados Unidos por la Patente Número 2013, de un diseño complejo que tenía 20 páginas de texto y cinco diagramas, que sería uno de una secuencia de máquinas diferentes en que todas tenían el mismo objetivo de aumentar tanto la productividad como la precisión en la manufactura de alfileres.

Aumentó vastamente la producción de manufactura de alfileres a lo largo de los años, y Howe Manufacturing, en su momento, se convertiría en una de las más grandes empresas productoras de alfileres de Estados Unidos. Hoy, las fábricas de alfileres han tomado el producto más simple de la época de Smith de mediados del siglo XVIII y convertido al humilde alfiler en un conjunto asombroso de opciones y soluciones complejas, junto con incrementos masivos en la productividad que surgen de nuevas máquinas ingeniosas.

Una empresa estadounidense manufacturera de alfileres hace ver en su sitio en la red que puede manufacturar, rápida y efectivamente en el costo, alfileres “de virtualmente cualquier material apto para la cabeza fría, incluyendo aleaciones de acero, aluminio, bronce, cobre, acero de medio y bajo carbono, aleaciones de níquel, bronce al silicio y acero inoxidable.” Y, en otra lección salida directamente de las ideas acerca del comercio de la Riqueza de las Naciones, algunos de los alfileres para coser más simples vienen ahora de la compañía Corne, en Ningbo, China, en donde una orden mínima de 5.000 cajas le costará al comprador mayorista alrededor de 86 centavos de dólar cada una, con lo que parecen ser varios cientos de alfileres en cada caja. A partir de mis observaciones de otras empresas manufactureras chinas, mi conjetura es que relativamente se emplean muy pocos trabajadores en manufacturar estos alfileres.

Smith puede que no haya descrito el proceso de innovación en detalle, pero, claramente se daba cuenta de aquél como una fuerza impulsora en cualquier economía. Abundan las lecciones alrededor de la división del trabajo que se detienen con la descripción de Smith de las múltiples tareas humanas, dejando de lado su lección más amplia: es la imaginación humana el mayor responsable del crecimiento económico en curso, no dividir la manufactura en tareas separadas. Esta innovación proviene de tres sitios: los propios trabajadores, los manufactureros de la maquinaria, y los “filósofos” e inventores externos.

Esta idea general formaría luego la base de nuestros modernos modelos de crecimiento económico “endógenos” de los economistas Barro, Mankiw y Weil. Pero, esos modelos, entre muchos otros, extraña descripciones humanas granulares de la innovación, que hacen de leer a Adam Smith un placer, cada vez que revisitamos sus escritos.

Craig J. Richardson es director fundador del Centro para el Estudio de la Movilidad Económica en la Universidad Estatal Winston-Salem. También, fue compañero investigador visitante entre el 2005 y el 2012. Recibió su licenciatura en Economía de Kenyon College y su PH.D. en Economía de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.