DÉJENLOS QUE COMPITAN: LOS MERCADOS LABORALES SON AMIGOS DE LOS TRABAJADORES, NO SUS ENEMIGOS

Por Art Carden
American Institute for Economic Research
17 de noviembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es art carden, american institute for economic research, labor, November 17, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

¿Cómo funcionan los mercados de trabajo?

Como cualquier otro mercado. La oferta y demanda determinan los precios del brócoli, frijol y la bola de boliche. Ellos también determinan los salarios. Lo que Bryan Caplan llama The World’s Greatest Market es complicado, y el modelo competitivo no explica todo. Sin embargo, la gente no entiende cómo funcionan los mercados de trabajo, y este es un problema mayor que votantes no suscritos al the Journal of Labor Economics. Como educadores, los economistas tienen trabajo por hacer.

Historiadores y economistas han basado muchos de sus análisis en la noción de que trabajadores y empleadores tienen un poder de negociación desigual. W.H. Hutt trazó esa idea, la que él llamó “confusa,” de regreso a Adam Smith. Hutt afirmó que los mercados de trabajo competitivo son amigos de los trabajadores, no enemigos. Su visión va en contra de lo que mucha gente piensa. Hutt no creía que los empleadores fueran ilustrados o benévolos. Bob puede sentirse obsesionado con su balance final, pero, otros empleadores están obsesionados con sus balances finales y dispuestos a contratar trabajadores que Bob puede estar tratando mal. Tampoco Hutt se ilusiona. Una productividad creciente en mercados de trabajo competitivos mejora los salarios y condiciones laborales. Estudios acerca del apartheid en Suráfrica muestran como los trabajadores blancos se enriquecieron al frenar la competencia de los nativos. Así que, ¿cómo funciona un mercado de trabajo competitivo?

Primero, las personas tratan de maximizar su bienestar. Segundo, comparan costos y beneficios. Es fácil objetar que las personas no deberían ser egoístas o que no siempre son racionales. Pero, por racional no damos a entender personas que siempre hacen bien las cosas, que no los acosan sesgos psicológicos, o nunca hacen estupideces. El supuesto de los economistas de “elección racional” no es un postulado acerca de qué tan bien funciona la mente En vez de eso, damos a entender por “racional” que la gente cambia su comportamiento en respuesta a costos, beneficios, y restricciones variables. Si se elevan los precios de la carne y los de pollo caen, la gente comprará menos carne y más pollo, manteniendo todo lo demás constante. Como explicó Ronald Coase, puede no ser “racional” correr a través de una calle para llegar a una venta de sánguches. Aun así, podemos predecir que la gente tomará más de tales posibilidades si el tráfico disminuye un poco.

Tampoco, los economistas excusan o racionalizan el tipo de ensimismamiento que tratamos de enseñar a nuestros niños. Cuando decimos que las personas maximizan su bienestar, no damos a entender que son sociópatas patológicamente egoístas. Definimos “interés” y “bienestar” amplia y subjetivamente: las personas tratan de moldear el mundo a su gusto. Podrían estar estrechamente enfocadas materialmente, o ser patológicamente egoístas. También, pueden ser altruistas. Los padres definen su “interés propio” y su “bienestar propio” para incluir el bienestar de sus niños. También, las personas hacen intercambios. Algunas veces, les leen a sus niños a la hora de acostarse. Otras veces, están demasiado cansadas y deciden ir directo a la cama.

Las alternativas de los trabajadores determinan cuánta mano de obra suplirá la gente en el mercado de trabajo competitivo. La productividad de los trabajadores, medida por el valor de las contribuciones incrementales de los trabajadores al producto, también conocido como producto marginal, define cuánta mano de obra demandarán las firmas a diferentes salarios. En un equilibrio competitivo, los trabajadores suministran la mano de obra y las firmas la demandan, hasta el punto en que el valor del producto marginal del trabajo es igual al valor de la mejor alternativa para los trabajadores. Una vez que el polvo se asienta, las empresas y los trabajadores en los mercados competitivos logran todas las ganancias posibles provenientes del intercambio.

Tenemos que recordar algunos hechos importantes. Primero, los mercados son competitivos tanto del lado de la demanda como de la oferta, y empleadores obsesionados con obtener ganancias están dispuestos a arrebatar mano de obra que pueden emplear rentablemente. Segundo, la política arriesgada del mercado laboral es costosa, pues el tiempo es dinero. Rehusarse a contratar un trabajador que podría emplearse rentablemente significa sacrificar la diferencia entre la contribución del trabajador al producto y el salario del trabajador. Es posible que un monopsonista (un único empleador en el mercado laboral) se resista. Pero, en un mercado competitivo, los empleadores obsesionados con obtener ganancias estarán atentos a arrebatar empleados que ellos puedan emplear rentablemente. Tercero, las personas actúan como individuos, no como clases. Si bien puede ser bueno para un capitalista, como clase, mantener bajos los salarios, las combinaciones en busca de ese poder son notoriamente difíciles de mantener. Por ejemplo, suponga que todo mundo en el cartel ofrecerá salarios bajos. En tal caso, un miembro individual del cartel puede aumentar sus ganancias haciendo trampa al cartel y ofreciendo salarios ligeramente más altos.

Por tanto, la competencia en el mercado de trabajo protege de la “explotación” a los participantes en el mercado. Cuando hay escasez de mano de obra, eso eleva los salarios. Cuando hay un excedente de mano de obra, reduce los salarios. En equilibrio, maximiza las ganancias del intercambio. Pero, la intervención gubernamental puede redistribuir algunas de esas ganancias del intercambio (a un costo en términos de la producción dejada de hacer). Acerca de esto, marxistas y economistas de la elección pública pueden estar de acuerdo en hay mucho esfuerzo gastado en inducir al estado a crear rentas económicas, o rendimientos a un activo superiores a los que podrían ganar en algún otro lado. Un énfasis marxista enfatizaría el poder de la clase capitalista. En especial, en Suráfrica serie incorrecto. Por lo general, el apartheid le ayudó a trabajadores blancos, a la vez que afectó a dueños de empresas y trabajadores negros.

W.H. Hutt afirmó que los mercados de trabajo competitivos eran los guardianes más confiables de los trabajadores. Él no era uno que deferiría ante gente tan sólo por su “grandeza.” Al contrario, arguyó que algunos grandes como Adam Smith y Alfred Marshall tenían ideas “confusas” acerca del poder de negociación. Los trabajadores compiten entre sí por empleos, pero las firmas compiten entre ellas por trabajadores. Cuando a la gente se le permite competir, el disparate de uno es la oportunidad de otro. Si queremos, como lo hizo Hutt, aumentar los ingresos (en particular de los pobres), seríamos sabios si repelimos regulaciones y leyes que hacen menos competitivos a los mercados de trabajo.

Art Carden es compañero sénior del American Institute for Economic Research. También es profesor asociado de Economía en la Universidad Samford, en Birmingham, Alabama y compañero de investigación del Independent Institute.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.