¿EL FINAL DE LA POBREZA?

Por James R. Harrigan & Antony Davies
American Institute for Economic Research
22 de noviembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es james r. harrigan & antony davies, american institute for economic research, poverty, November 22, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En 1964, el presidente Johnson declaró una “guerra incondicional contra la pobreza en Estados Unidos.” Dos décadas más tarde, Ronald Reagan declaró que la pobreza había ganado. ¿Por es eso cierto?

En el mundo, la fracción de seres humanos que vive en pobreza extrema (definida por las Naciones Unidas como menos de $1.90 al día) declinó de más de un 80 por ciento a principios de 1800 a menos de un 10 por ciento en la actualidad.
Esto, a pesar de un aumento de seis veces en la población del mundo. Desde la década de 1990, el número absoluto de personas que vive en pobreza extrema ha caído en un 60 por ciento, a la vez que la población ha aumentado casi en un 40 por ciento.

Así que, bueno con claridad algo está sucediendo globalmente, pero, ¿qué? Y ¿qué hay acerca de Estados Unidos?

Desde 1967, Estados Unidos ha gastado más de $20 billones (ajustados por inflación) luchando contra la pobreza, una cantidad más de cinco veces el costo ajustado por la inflación de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué ha ganado Estados Unidos al gastar tal suma? Según números oficiales, una tasa de pobreza relativamente constante del 15 por ciento, año tras año, durante más de medio siglo. Tal vez, Reagan estaba en lo correcto. Así es como luciría perder una guerra contra la pobreza.

Por supuesto, no podemos saber si los billones fueron desperdiciados, pues no sabemos alternativamente qué tan mala habría sido la pobreza. Lo que sí sabemos es que Estados Unidos podría haber eliminado la pobreza hace más de medio siglo si tan sólo emitiera un cheque anual a cada persona pobre (en dólares de hoy) de alrededor de $10.000. Eso habría costado los mismos $20 billones y pico.

Y el gobierno podría haber logrado esta solución con una infraestructura burocrática adicional de cero. Todos los estadounidenses reportan anualmente sus ingresos a la Tributación Directa [IRS por sus siglas en Estados Unidos], y, cada año, esta emite cheques a millones como devoluciones tributarias. Un par de líneas de código en el software del IRS habría sido todo lo necesario para poner en marcha el plan.

Pero, ¿por qué no lo hicimos? Puesto que, con $20 billones puestos sobre la mesa, políticos, burócratas, y empresarios salen de la nada para encontrar formas de obtener algo de ese dinero. Y, así, hoy tenemos más de cien programas federales diferentes dirigidos a luchar contra algún aspecto de la pobreza, cada uno de ellos apoyado por electores potenciales que prosperan con ese dinero federal. Peor aún, esos electores potenciales se benefician de la pobreza, pues, al persistir ella, también lo hace el dinero del contribuyente para luchar contra la pobreza.

Claramente, el gasto gubernamental masivo no funcionó. Pero, también queda claro lo que sí funcionó.
Países cuyos gobiernos enfocan sus esfuerzos en diseñar y poner en vigencia leyes clara y justas, en asegurar sistemas judiciales imparciales, en mantener monedas sólidas, y en proteger derechos de propiedad y simplificar regímenes regulatorios -esto es, países económicamente más libres- tienden a exhibir menores tasas de pobreza. La tasa de pobreza promedio entre países económicamente menos libres es de más del 50 por ciento. La tasa de pobreza promedio entre los económicamente más libres es de menos del 15 por ciento. Y la tendencia persiste aún entre países más pobres. La tasa de pobreza promedio entre países pobres y económicamente libres es de un 82 por ciento, versus un 93 por ciento entre países pobres y económicamente no libres.

Luchamos una guerra contra la pobreza en Estados Unidos y ganó la burocracia. A pesar de ello, la pobreza en Estados Unidos no es, y por mucho, una pobreza extrema. Y la pobreza extrema en el resto del mundo se está desvaneciendo, poco a poco, día tras día. Y por eso, debemos dar gracias a la libertad económica.

James R. Harrigan es editor sénior del American Institute for Economic Research. Es también coanfitrión del podcast Words & Numbers. Previamente fue deán de la American University de Irak-Sulaimani, y, luego, sirvió como director de programas académicos del Institute for Human Studies y de Strata, en donde también fue compañero sénior de investigación. Ha escrito extensamente en la prensa popular, con artículos en el Wall Street Journal, USA Today, U.S. News and World Report, y un conjunto de otros medios. Es también coautor del libro Cooperation & Coercion. Su trabajo actual se enfoca en las intersecciones entre economía política, política pública y filosofía política.

Antony Davies es el compañero distinguido Milton Friedman de la Fundación para la Educación Económica y profesor asociado de economía en la Universidad Duquesne. Autor de Principles of Microeconomics (Cognella), Understanding Statistics (Cato Institute), y Cooperation and Coercion (ISI Books). Ha escrito cientos de páginas de opinión, incluyendo, entre otros, en el Wall Street Journal, Los Angeles Times, USA Today, the New York Post, New York Daily News, Newsday, U.S. News y el Houston Chronicle. Es también coanfitrión del podcast semanal Words & Numbers. Davies fue funcionario jefe Financiero de Parabon Computation, y fundó varias empresas de tecnología.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.