LA CURA DEL CAPITALISMO A LOS PECADOS ECONÓMICOS

Por Richard Morrison
American Institute for Economic Research
18 de noviembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es richard morrison, american institute for economic research, capitalism, November 18, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

El filósofo y experto en ética empresarial James Otteson de la Universidad de Notre Dame, quiere salvarlo del error en sus actos, y, al hacerlo, mejorar su vida. Su último libro, Seven Deadly Economic Sins, desenmascara una lista perenne de falacias económicas acerca del capital, la intervención gubernamental, y la prosperidad, aportando un argumento fuerte en favor de una economía de mercado y las instituciones políticas liberales que le dan soporte. No obstante, como sugeriría el título del libro (y el trasfondo profesional del autor), el argumento de Otteson descansa, en última instancia, más en un conjunto de supuestos morales que en cualquier modelo de equilibrio o análisis de regresión.

Siendo un filósofo que, sin embargo, es mejor conocido por sus escritos acerca de economía, Otteson camina en mucho a lo largo del camino del hombre en quien ha gastado mucha de su propia vida investigando y escribiendo acerca de él, Adam Smith. Si bien Smith es leyenda en la historia de las ideas económicas, al escribir en 1776 La Riqueza de las Naciones, Otteson nos recuerda la importancia del status de Smith como profesor de filosofía moral y su obra maestra previa de 1759, La Teoría de los Sentimientos Morales. Mientras muchos comentaristas económicos, a lo largo de los años, han sugerido que el contenido de las dos grandes obras de Smith representa un conflicto o algún tipo de “problema” intelectual, Otteson demuestra que muchos de los conceptos más básicos de economía que damos por un hecho, se basan, en efecto, en supuestos morales fundamentales, en vez de constructos matemáticos.

En lo que trata del mayor debate de política económica -de si el gobierno debería tener mayor o menor control sobre la vida económica- el supuesto principal de Otteson es simple: como seres humanos, todos tenemos igual valía e igual agencia moral. Así, las intervenciones en la economía de mercado, ya sean grandes o pequeñas, son presuntamente ilegítimas, al suplantar el juicio de partes que contratan de forma pacífica. Esto es cierto incluso cuando la igualdad económica en sí es el objetivo de la economía. Los participantes en el mercado poseen diferentes talentos, entrenamiento, y objetivos, así que, poner en marcha política gubernamental que los forzaría a un estatus idéntico, significaría irrespetar sus caminos de vida libremente elegidos.

Los siete pecados se basan en principios que serán familiares para la mayoría de la gente que existe en algunas partes en los mundos traslapados del pensamiento económico libertario, conservador, de libre mercado, austriaco y de la Escuela de Chicago. La creación de riqueza es una suma positiva, el progreso no es inevitable, y no existe una “mente grandiosa” con suficiente conocimiento como para que planifique toda una economía. Las interacciones se basan tanto en la cooperación como en la competencia. La gente que se queja acerca de otros por poner “las ganancias por delante de la gente,” es posible que sólo esté furiosa porque la gente que intercambia valor sin su permiso, no decidió, en vez de eso, priorizar los objetivos del quejoso. La libertad económica no siempre conduce a resultados perfectos, pero, conduce a los menos malos, más a menudo que cualquier otro sistema de organización económica.

Otteson tiene talento para introducir un elemento humano que se puede relatar en ejemplos de libros de texto acerca de fenómenos económicos. Los estudiantes de la ley antimonopólica pueden leer acerca de cómo ciertas firmas se han involucrado en poner precios “anticompetitivamente” e impactado injustamente las ganancias de sus competidores.
También, los promotores de aranceles pueden quejarse de que empresas domésticas han sido victimizadas por productores de ultramar de menor costo. ¿Deberían las elecciones de productores y consumidores ser constreñidas para no poner en desventaja a firmas que compiten entre sí? Eso podría parecer razonable… hasta que usted conoce a Jack, Jill, y Joe.

Se nos pide que imaginemos dos personas, Jack y Jill, quienes están enamorados y han decidido casarse. Pero, hay un problema: Joe también está enamorado de Jill, y le gustaría mucho casarse con ella. Pero, al privar a Joe de su deseo más ferviente e importante objetivo de su vida, ciertamente Jack y Jill habrían alejado a Joe de alcanzar la autorrealización. Pero, ¿le debe alguno de ellos a Joe algún tipo de compensación por este impacto negativo? La respuesta de Otteson es no, pues este estado de cosas es resultado de elecciones libremente tomadas por cada parte. Joe puede que sea infeliz por no ser elegido como el nuevo esposo de Jill, pero, que se le niegue un beneficio, no es lo mismo que ser activamente dañado. Los objetivos y deseos de Jack y Jill son iguales de importantes que los de Joe ̶ y ellos, como tales, no tienen una deuda con él y no necesitan acepten limitaciones a su acuerdo mutuo.

Las implicaciones de este ejemplo modesto tienen un alcance amplio. Mucha de la política económica intervencionista, ya sean tasas progresivas de impuestos, licencias para poder hacer ciertos trabajos, o reglas de zonaje, se sobreponen a las preferencias de los actores de mercado en el servicio de alguna (a menudo supuesta o hipotética) tercera parte. Pero, rara vez es claro que esas terceras partes tienen un derecho moral a una intervención gubernamental que negaría los deseos de las primeras partes. Quiero poder compra tacos en un camión que los vende, y hay un dueño de camión que vende tacos y quiere vendérmelos. Pero, en muchas ciudades, los dueños de restaurantes tradicionales han hecho cabildeo ante el gobierno local para que prohíba tales transacciones en la mayoría de áreas. Esto es como darle a Joe un veto acerca del día de la boda de Jack y Jill. Es errado y, más importante, es una restricción que la mayoría de los impulsores de la misma política nunca aceptarían en su legitimidad, si una intrusión equivalente se aplicara a sus propias vidas.

Otteson en definitiva no es el primer experto económico o político que intenta descartar ampliamente ideas económicas que él ve como fallidas. El economista australiano Steve Keen escribió un libro sumamente citado acerca de la teoría económica moderna en el 2001 (con una segunda edición en el 2011 titulada Debunking Economics: The Naked Emperor of the Social Sciences [La economía desenmascarada]. A diferencia de Seven Deadly Economic Sins, la crítica de Keen fue altamente matemática, en vez de filosófica, y estaba más interesada en reconciliar la teoría económica neoclásica con las condiciones observadas en el mercado. Que sus críticas pueden haber salvado al mundo de algunos de los impactos de la Gran Recesión (como algunos comentaristas luego lo surgieron) es, sin embargo, ciertamente relevante para las implicaciones de política en el mundo real que Otteson considera.

Si bien proviene desde una perspectiva ideológica diferente, Arguing with Zombies: Economics, Politics, and the Fight for a Better Future [Contra los zombis: Economía, política y la lucha por un futuro mejor] (2020) de Paul Krugman puede ser un paralelo más cercano a lo que Otteson está intentando. Krugman, como Otteson, alega estar luchando contra mitos obstinados y la desinformación e insiste en que, en tanto haya tópicos legítimos de debate en el mundo de la economía, él enfoca su escrito en aquellos en que generalmente ya se ha llegado a un acuerdo: “La verdad es que la vasta mayoría de las disputas de la economía del mundo real son acerca de preguntas fáciles, preguntas para las que hay una pregunta claramente correcta.” Krugman hasta invoca su inspiración filosófica personal, escribiendo que él y otra “gente de la izquierda” mira hacia John Rawls para formular sus ideas acerca de la justicia social.

Contrario a Krugman, las menciones de Otteson se dirigen más hacia Deirdre McCloskey, Frédéric Bastiat, Aristóteles, y Friedrich Hayek (si bien en algún momento arguye que el capitalismo de libre mercado en realidad satisface los requisitos de Rawls para la justicia económica en sociedad). Acerca de eso, así como en muchas otras cosas, podemos suponer que los aficionados a Krugman y los devotos a Otteson estarán en desacuerdo. Sin embargo, mucho por pensar y mascullar tendrán críticos orientados hacia la izquierda cerca de si ellos le dan un trato justo al trabajo del último, en especial dado que Otteson endosa muchos de los mismos supuestos morales que los progresistas. Fundamentalmente basa sus argumentos en una igualdad y respeto por la dignidad humana, a la vez que llega a diferentes conclusiones de política. También, su explicación de un sistema económico racional y basado en derechos, es clara, metódica, y respetuosa, omitiendo felizmente la retórica airada y las muy comunes caracterizaciones ad hominem en debates acerca de política económica en el siglo XXI, ya sea en listas de libros de mejor venta o mensajes en medios sociales.

Los aficionados a la economía de mercado también reciben una bienvenida y hasta un curso refrescante e inspirador en las ideas a las que ellos primeramente pueden haber sido introducidos como estudiantes. La edición de la Cambridge University Press hace un trabajo excelente en brindar citas y recursos para el estudio adicional, sin ser saturado, pedante, o repetitivo. Cualquiera que tome en serio las ideas económicas y sus repercusiones morales, harían bien en dejar espacio en su biblioteca para Seven Deadly Economic Sins.

Reimpreso de Law & Liberty

Richard Morrison es compañero de investigación en el Instituto de la Empresa Competitiva (CEI por sus siglas en inglés), en donde su trabajo se enfoca en la relación entre libertad económica y política. Previamente fue editor sénior en el CEI y editor administrativo del blog OpenMarket. Recibió su licenciatura en Artes en el Claremont McKenna College.

Traducido por Jorge Corrales Quesada