COMPLICACIONES DIABÉTICAS Y FUNDAMENTOS DE ECONOMÍA

Por Raymond J. March & Byron B. Carson, III
American Institute for Economic Research
12 de noviembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es raymond j. march & byron b. carson, III, american institute for economic research, diabetic, November 12, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Hace poco los legisladores de California aprobaron la Iniciativa CalRx Biosimilar Insulin. La legislación se orienta a reducir el costo de la insulina, medicación que prolonga la vida de muchos diabéticos, mediante la inversión de $100 millones, la mitad de ella destinada a desarrollar una insulina biosimilar y la otra para producirla. El objetivo es hacer que la insulina sea más asequible y accesible para los californianos diabéticos.

Sin duda, los precios de la insulina dejan a muchos diabéticos financieramente amarrados. Un paquete de cinco insulinas, que dura entre tres y cinco meses, puede fácilmente costar más de $500 con un seguro médico. Tristemente, los precios de la insulina pueden inducir a algunos en necesidad a racionar sus suministros, lo que arriesga complicaciones a largo plazo, incluso caer en un coma diabético. Otros acuden al mercado negro, en busca de insulina proveniente de farmacias canadienses o logran acuerdos con otros diabéticos con suministros sobrantes.

Así que, ¿por qué no subsidiar el desarrollo y producción de insulina para reducir el precio? Según un estudio referenciado en un artículo de Mark Ghaly, secretario de la Agencia de Salud y Servicios Humanos de California, la Iniciativa CalRx Biosimilar Insulin puede reducir en un 90 por ciento los costos anuales en los bolsillos para los diabéticos asegurados y no asegurados en California.

Como es usual, los principios económicos sugieren un resultado vastamente diferente de los optimistas responsables de las políticas.

TAMBIÉN LOS DIABÉTICOS ENCARAN DISYUNTIVAS

A pesar de lo que usted puede haber oído de su errado profesor de Principios de Microeconomía, la demanda de insulina no es perfectamente inelástica. Esto es, la gente no está dispuesta a pagar cualquier precio por la insulina. En la biología humana, la insulina es una hormona que ayuda a regular la glucosa en la sangre. En términos económicos, es un complemento al consumo de bienes que contienen azúcar (principalmente carbohidratos).

Los diabéticos pueden moderar su uso de insulina de otras formas: comiendo menos carbohidratos, ejercitándose más, y evitando la tensión (que pueden elevar la glucosa en la sangre), para citar unas pocas. Ambos, la Asociación Estadounidense de la Diabetes (ADA por sus siglas en inglés) y los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) reconocen estas opciones. Un documento de posición escrito por la ADA sugiere que el grado de hipoglicemia cambia con las elecciones de una persona en relación con la dieta y el ejercicio. Según los CDC, comer bien para lograr un estilo de vida saludable con diabetes usualmente significa adherirse a dietas que son “más bajas en grasa” y seleccionar vegetales verdes, que son formas importantes de administrar el rango objetivo de azúcar en la sangre de uno.

El mismo uso de insulina tiene substitutos y complementos. La insulina puede ingerirse o inyectarse (ya sea por medio de una pluma o un vial con una aguja). La insulina puede usarse con agentes que sensibilizan hacia la insulina, que hacen al cuerpo más sensible a la insulina y permiten al paciente usar menos de ella. Estas opciones hasta están disponibles para diabéticos tipo 1, cuyo acceso a la insulina es asunto de vida o muerte.

Muchas de estas elecciones no son ideales, pues requieren experimentación con medicinas sensibles y compromisos diarios con elecciones de un estilo de vida restrictivo. Pero, así es la naturaleza de una enfermedad difícil.

SUBSIDIAR LA INSULINA NO ES UN BUEN ARREGLO

A menudo, el economista Walter Williams recordaba a quienes le escuchaban que “cuando usted subsidia algo, obtiene más de él.” Tener más insulina suena como un regalo del cielo para muchos diabéticos. Pero, la consecuencia lógica de una insulina más barata es que consumir bienes azucarados se abarata y los cambios en los estilos de vida para usar menos insulina se encarecen comparativamente.

Subsidiar la insulina no sólo estimula hábitos no saludables para los diabéticos, sino que puede motivar el uso de cantidades más riesgosas de insulina. El mundialmente renombrado médico y experto en manejo de la diabetes, el Dr. Richard Bernstein, hace ver que inyectarse insulina más frecuentemente y en mayores dosis (para cubrir el mayor consumo de azúcar) viene con un riesgo mayor de variación en los resultados.

Más allá de motivar un comportamiento más riesgoso y malsano, al abaratamiento de la insulina mediante una política gubernamental le ha ido mal en el pasado. A menudo, esas políticas conducen al racionamiento. Por ejemplo, en el 2019, Colorado se convirtió en el primer estado en limitar los copagos mensuales por insulina a $100 al mes. Aunque el legislador buscaba “ayudar a muchas familias,” encuestas conducidas un año después reportaron que casi un 40 por ciento de ciudadanos de Colorado aún “racionaban peligrosamente” su insulina, debido a falta de disponibilidad. Leyes más estrictas se impusieron en Canadá, en donde, a menudo, las farmacias limitan la cantidad que los pacientes de insulina pueden comprar en cierto momento, para impedir que los pacientes acaparen suministros.

Literalmente, los precios de la insulina son un tema enormemente grave en el cuido de la salud de Estados Unidos. Pero, la economía básica, tanto en la teoría como en la práctica, nos advierte que, estos últimos esfuerzos por subsidiar la producción de insulina, es mucho más posible que causen un daño adicional a una situación ya de por sí terrible.
Cuando los médicos toman el juramento hipocrático, juran no dañar a sus pacientes. Mantenemos la esperanza de que nuestros responsables de las políticas adopten una actitud similar.

Raymond J. March es compañero de la facultad en el Centro para el Estudio de la Elección Pública y la Empresa Privada (PCPE) de la Universidad Estatal de Dakota del Norte (NDSU) y profesor asistente en el Departamento de Negocios Agrícolas y Economía Aplicada en la NDSU, es compañero del proyecto de Elección Pública y Política Pública en el American Institute for Economic Research (AIER), y contribuyente de Voces Jóvenes, Su investigación ha aparecido en el Southern Economic Journal, Public Choice, Journal of Institutional Economics, y Research Policy. Ha publicado artículos en National Interest, Washington Times, Washington Examiner, The Hill, RealClearHealth, y en otras partes. Raymond es compañero de investigación en el Independent Institute y director de FDAReview.org, proyecto de investigación educativa y de comunicaciones de la Administración de Medicinas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA).

Bryan Carson es Profesor Asistente de Economía y Negocios en la Universidad Hampden-Sydney, en Hampden-Sydney, Virginia. Enseña cursos de principios de economía, dinero y banca, economía del desarrollo, economía de la salud, y economía urbana. Byron obtuvo su Ph. D. en Economía en el 2017 de la Universidad George Mason y una Licenciatura en Economía de la Universidad Rhodes en el 2011. Sus intereses en investigación incluyen economía de la epidemiología, elección pública, y economía austriaca.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.