LA CURVA DE DEMANDA DE SCHRÖDINGER: ¿ELÁSTICA O INELÁSTICA?

Por Zachary Shuter
American Institute for Economic Research
2 de noviembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es zachary shuter, american institute for economic research, demand, November 2, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Nota del traductor: La referencia al físico Schrödinger es acerca de la llamada paradoja del gato de Schrödinger, de “un gato hipotético que puede estar simultáneamente vivo y muerto, un estado conocido como superposición cuántica, como resultado de estar vinculado a un evento subatómico que puede ocurrir o no.”

Casi universalmente, los economistas han rechazado los controles de precios luego de sus efectos desastrosos en la década de 1970. Debido al desperdicio y escasez que casi invariablemente siguen a su aplicación, los controles de precios han perdido el interés académico serio. No obstante, esta condena tiene una excepción parcial: el salario mínimo.

Como cualquier otro precio mínimo, el salario mínimo prohíbe que empresas paguen por la mano de obra menos de un monto exigido. El efecto predicho en el mercado de trabajo es un excedente, que significa que hay más trabajadores disponibles que empleos o, en otras palabras, un mayor desempleo. Al menos, esa era la idea de la corriente principal, hasta que este consenso se fracturó en 1993 con el trabajo de Alan Krueger y David Card. Sus resultados contradecían el modelo teórico estándar, cuando ante un aumento en el salario mínimo no encontraron efectos sobre el desempleo.

Si bien aún la literatura es abrumadoramente negativa, los políticos del ala izquierda se han apoderado de los hallazgos de Krueger y Card para justificar salarios obligatorios. Por ejemplo, Elizabeth Warren ha alegado que “el dinero de las grandes corporaciones” es la única explicación de por qué el Congreso de Estados Unidos no ha elevado el salario mínimo a $15 la hora. En apariencia, Warren cree que estudios como el de Card y Krueger repudian al casi 75 por ciento de economistas que aún se opone a esa política. Hasta el premio Nobel Paul Krugman ha citado aquella investigación para decir que no hay “evidencia exacta de que elevar el salario mínimo cuesta empleos.”

En uno de sus debates presidenciales, el presidente Biden arguyó que “no existe evidencia de que, cuando usted aumenta el salario mínimo, las empresas quiebran.” El alegato de Biden es especialmente extraño, pues presumiblemente las empresas correrán con el costo de la política, si no los trabajadores.

Los economistas Bryan Caplan y Tyler Cowen han señalado una contradicción aún más profunda en la posición de la izquierda. Si aumenta el precio de un bien dado, los consumidores casi que invariablemente reducen su consumo. Pero, el grado en que lo hacen depende de cuántos sustitutos estén disponibles, Por ejemplo, un diabético es altamente dependiente de la insulina, pues prácticamente no hay alternativa para el tratamiento. Si se eleva sustancialmente el precio de la insulina, no tendrá otra opción más que soportar ese costo. En términos económicos, su demanda es inelástica, mientras que, en contraste, la demanda de bienes de lujo es elástica. Quienes apoyan el salario mínimo parece que implícitamente suponen que la demanda de trabajadores es inelástica, de forma tal que, un aumento obligado en el precio de la mano de obra, no ocasionará un descenso substancial en el número de trabajadores que se demandan. En vez de ello, el costo será necesariamente pagado por los empleadores.

La contradicción de políticos y responsables de las políticas en el ala izquierda es que, así como endosan un salario mínimo más alto, también apoyan que aumente la inmigración. Por ejemplo, en la campaña presidencial de Elizabeth Warren, criticó a Donald Trump por haber “defendido recortes dramáticos a la inmigración legal.” Por otra parte, Warren prometió elevar el número de refugiados aceptados de “poco más de 22.000” a “175.000 refugiados al año.” Pero, el supuesto económico que subyace a esta política es mutuamente exclusivo en el apoyo al salario mínimo. Si las curvas de demanda de mano de obra son lo suficientemente inelásticas como para sortear sus efectos, aumentar la inmigración dañará a trabajadores nacidos en el país. ¿Por qué?

Un ejemplo por excelencia de inelasticidad es la tierra, en el tanto que sólo hay una cantidad de ella en una localidad dada. Este es un fenómeno con frecuencia lamentado en ciudades grandes, en donde un aumento en la población eleva los alquileres. Similarmente, si la demanda de mano de obra es inelástica, los empleadores deben tener menos métodos alternativos de organizar la producción. Como resultado, el número de empleos es limitado. Bajo esas condiciones, ¿qué resultaría de un influjo de inmigrantes? Los salarios caerían significativamente, pues habría un aumento en la presión de trabajadores compitiendo por un número limitado de empleos, tal como los inquilinos compiten para vivir en una cantidad fija de espacio. Al contrario, si la demanda de mano de obra es elástica, el número de empleos potenciales es flexible. Los empleadores se ajustarían con nuevas oportunidades al influjo de trabajadores, aliviando la presión competitiva sobre la mano de obra.

Las condiciones bajo las que un precio mínimo causaría un daño mínimo a los trabajadores son las mismas que aquellas en que la inmigración les dañaría, haciendo que la política progresista se auto contradictoria. Aún más, a la luz de la literatura acerca del tema (incluyendo al propio David Card), la inmigración no parece reducir los salarios. Ese resultado refuerza aún más la evidencia contra el salario mínimo, al dar apoyo empírico a la elasticidad de la demanda de trabajo.
Otros modelos posibles se han sugerido para defender la política, como el poder monopsónico corporativo, pero, también, estos no han soportado el escrutinio. Dado esto, Elizabeth Warren puede estar en lo correcto en que la inmigración ha sido “una fuente vital de la fortaleza estadounidense.” Pero, si así lo es, los aumentos en el salario mínimo sólo sirven para subvertir esa vitalidad.

Zachary Shuter es Interno de Investigación en el American Institute for Economic Research. Él se graduó de la Universidad de Arizona en mayo del 2022, con una doble especialidad en PFED (Política, Filosofía, Economía, y Derecho) y en árabe. Esta primordialmente interesado en teoría de precios austriaca, política de tierra de Henry George, y política del Medio Oriente.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.