CUANDO MENTIR SE CONVIERTE EN VIRTUD, DECLINA LA CIVILIZACIÓN

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
7 de noviembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, lying, November 7, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

El afamado profesor de psicología social Jonathan Haidt ha estado pensando acerca de los peligros de dar fe de algo en lo que uno no cree. Ahora mentir es necesario, según Haidt, para mantener su posición profesional.

Para otros, lo que está en juego es aún mayor; si no mienten, pueden perder sus empleos. Por ejemplo, a Nicole Levitt su organización le ha pedido que esté de acuerdo en estipular que “la gente blanca es racista.” Médicos han sido amenazados con la pérdida de sus credenciales o licencias profesionales, si hablan públicamente acerca de sus desacuerdos con la ortodoxia acerca de la vacuna del COVID.

Haidt cree que la verdad es el telos [del griego, “fin,” “objetivo” o “propósito”], la Estrella del Norte, de las universidades. Agregar un segundo telos de justicia social es imposible. Haidt predijo hace ya varios años que, “el conflicto entre verdad y justicia social es posible que llegue a ser inmanejable… Las universidades que tratan de honrar ambos encararán una incoherencia y conflicto interno creciente.”

Recientemente, Haidt enfrentó una prueba de su obligación hacia la verdad cuando su “principal asociación profesional -la Sociedad para la Psicología Social y la Personalidad (SPSP) estableció una política para que los miembros presenten sus últimas investigaciones. En la convención anual de la SPSP, tendrían que incluir una declaración explicando “si y cómo esa remesa avanza los objetivos de equidad, inclusión, y antirracismo de la SPSP.”

Escribe Haidt, “La mayoría del trabajo académico no tiene nada que ver con la diversidad, así que estas declaraciones obligadas fuerzan a muchos académicos a traicionar su deber cuasi fiduciario hacia la verdad, haciendo giros, retorciendo, o, alternativamente, inventando alguna conexión tenue con la diversidad.”

El nuevo mandato es un escalamiento “ideológico.” Haidt nos pide que “Noten que la palabra diversidad fue eliminada y reemplazada por antirracismo. Así que, cualquier psicólogo que quiera presentar en la convención más importante en nuestro campo, debe ahora decir que su trabajo impulsa el antirracismo.”

Como contexto, Haidt señala que el libro de Ibram X. Kendi, How to Be an Antiracist [Cómo ser antirracista] hace un llamado a la discriminación como remedio para el racismo. Kendi escribió, “El único remedio para la discriminación racista es la discriminación antirracista. El único remedio contra la discriminación del pasado es la discriminación en el presente. El único remedio contra la discriminación en el presente es la discriminación en el futuro.”

Haidt cree que Marco Aurelio ofreció un “consejo eterno” al escribir en sus Meditaciones: “Nunca consideres que algo te está haciendo bien si te hace traicionar una confianza o perder el sentido de la vergüenza o te hace mostrar odio, sospecha, mala voluntad o hipocresía o un deseo de que las cosas se hagan mejor a puerta cerrada.”

En resumen, la organización profesional de Haidt está demandando que él, y otros, violen sus principios morales, a fin de mantenerse en una buena posición dentro de su profesión. La academia ya no es más el lugar en que diversas opiniones pueden coexistir pacíficamente.

Haidt ya tiene inamovilidad. Un facultativo nuevo potencial tiene que competir no sólo con base en credenciales académicas, sino también siendo el mentiroso más listo; su solicitud puede frustrarse si su compromiso con la diversidad es considerado como no lo suficientemente fuerte por parte de “administradores ideológicos.”

¿Hemos llegado al punto en que, para que un profesional tenga éxito, el engaño y la mentira sean rasgos de carácter requeridos?

No hay duda que muchos están mintiendo para mantener sus empleos y posiciones. Cuando ellos tratan de calzar con las ideologías del despertar [woke], los mentirosos son considerados virtuosos. Posiblemente la historia no los verá tan bondadosamente.

EL HOMBRE DEL SISTEMA

En su Teoría de los Sentimientos Morales, Adam Smith exploró cómo se desarrollan los sentimientos morales, y cómo ese desarrollo depende de las interacciones sociales. Una sociedad virtuosa emerge de elecciones individuales.

La mayoría de nosotros busca evitar la desaprobación de otros, y ajustamos nuestro comportamiento para calzar con las normas. Está en nuestra naturaleza innata, en palabras de Smith, “respetar los sentimientos y juicios de [nuestros] hermanos; estar más o menos complacidos cuando ellos aprueban [nuestra] conducta.” Cuando todo mundo parece aceptar la doctrina del despertar[woke], cuando compartimos nuestras ideas podríamos sentirnos más cómodos estando de acuerdo que sobresaliendo.

Smith sentía desprecio por lo que él llamó el “hombre dl sistema” que se propone rehacer la sociedad según su plan maestro y normas sociales, aun cuando puede requerir “gran violencia” para “aniquilar” el orden social existente. Una persona tan arrogante, escribió Smith, “se da ínfulas de muy sabio y está casi siempre tan fascinado con la supuesta belleza de su proyecto político ideal, que no soporta la más mínima desviación de ninguna parte del mismo.”

Smith explica que el ingeniero social en potencia:

“Se imagina que puede organizar los diferentes miembros de una gran sociedad con la misma desenvoltura con que dispone de las piezas en un tablero de ajedrez. No percibe que las piezas del ajedrez carecen de ningún otro principio motriz salvo el que les imprime la mano, y que en el vasto tablero de la sociedad humana cada pieza posee un principio motriz propio, totalmente independiente del que la legislación arbitrariamente elija imponerle.”

Por supuesto, puede ser más fácil ver los errores graves de los líderes políticos, pero las palabras de Smith también se aplican a lideres de organizaciones, quienes ignoran las consecuencias de imponer su voluntad sobre otros.

Todos sufrimos cuando nos vemos obligados a engañar para satisfacer las demandas del “hombre del sistema.” La verdad y la honestidad edifican la confianza. La confianza es un elemento básico de la sociedad civil. Russell Roberts en su libro How Adam Smith Can Change Your Life [Cómo Adam Smith puede cambiar su vida] lo pone de esta manera:
“Cuando usted puede confiar en la gente con quien trata -cuando usted no tiene temor de que su confianza será explotada para ganancia de alguien más- la vida es más adorable y la vida económica es mucho más fácil.”

Imagine un mundo en donde usted no puede confiar en la honestidad de aquellos con quienes se encuentra. La vida comercial decaería, y la vida social sería tensada. La sociedad civil se desperdicia cuando se erosiona la confianza.

Las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas diarias son los fundamentos de la sociedad. Meterse en el programa y mentir puede tener consecuencias terribles. Puede parecer que hay beneficios personales de seguir a la horda, pero, cuando la horda normaliza la mentira, se deshilachan los lazos comerciales y sociales de los que dependemos.

CUANDO MENTIR ES NORMALIZADO

Por primera vez visité el trabajo del periodista chino Yang Jisheng en mi ensayo When the Family Is Abolished, People Starve [Cuando la familia es abolida, la gente muere de hambre]. El libro de Jisheng, Tombstone [Lápida], brinda una descripción gráfica de la hambruna inducida por el gobierno, que mató a 36 millones, y de las mentalidades que produjeron la hambruna. Una de esos modos de pensar fue un compromiso social total de mentir, como una herramienta para impulsar la visión de Mao del “hombre del sistema.” Una catástrofe fue el resultado del estado normalizando la mentira.

Jisheng era un jovencito que vivía alejado de su hogar rural. Él aceptó con tanta disposición la propaganda maoísta, que no podría racionalizar las políticas comunistas que mataron a su padre. En ese momento, Jisheng estaba listo para sacrificarse por el “bien mayor”:

“Sufrí profundamente la muerte de padre, pero nunca pensé en culpar al gobierno. No abrigué duda en relación con la propaganda del partido acerca de los logros del “Gran Salto hacia Adelante” o las ventajas de las comunas del pueblo.
Creí que lo que estaba sucediendo en mi hogar en la villa era aislado, y que la muerte de mi padre era simplemente una tragedia familiar. Comparada con la llegada de la gran sociedad Comunista, ¿qué era la pequeña desgracia en mi familia? El partido me había enseñado al encontrar alguna dificultad a sacrificar mi ser por el bien mayor, y fui completamente obediente. Mantuve este estado de ánimo hasta el momento de la Revolución Cultural.”

Jisheng explica cómo los comunistas se encaminaron a “diseñar “el alma humana”:

“El monopolio de la información del gobierno le dio un monopolio de la verdad. Como centro del poder, el Centro del partido era también el corazón de la verdad e información. Todos los organismos de investigación de la ciencia social endosaron la validez del régimen Comunista; todo grupo cultural y de las artes lanzó alabanzas al Partido Comunista Chino, mientras que los organismos de noticias verificaron diariamente su sabiduría y fuerza. Desde el kínder hasta la universidad, la principal misión fue inculcar la visión del mundo Comunista en las mentes de todos los estudiantes. Los institutos de investigación de las ciencias sociales, grupos culturales, organismos de noticias, y escuelas, todos, se convirtieron en herramientas del monopolio del partido sobre el pensamiento, espíritu, y opinión, y continuamente se involucraban en moldear la juventud china. La gente empleada en este trabajo estaba orgullosa de ser considerada “diseñadora del alma humana.”

La gente joven experimentó el máximo control del pensamiento, y, como resultado, no soñó otra cosa más que ideas comunistas que borraban valores humanos intrínsecos:

“En este vacío de pensamiento e información, el gobierno central usó su aparato monopólico para inculcar valores Comunistas, a la vez que criticaba y erradicaba todos los otros valores. Así, la gente joven desarrolló sentimientos distintos e intensos del bien y del mal, del odio y el amor, que tomaron forma de un anhelo violento por llevar a cabo ideales Comunistas. Cualesquiera palabras o acciones que divergieran de estos ideales serían enfrentadas con un ataque concertado.”

En 1959, el premier chino Zhou Enlai pronunció a Mao como “el representante de la verdad.” Escribe Jisheng, “Divergir de las ideas de Mao era una herejía, y dado que el gobierno tenía el poder de penalizar y privar a un individuo de todo, el simple pensamiento de descontento impulsaba un miedo abrumador que, a su vez, daba lugar a mentiras.”

Durante la pandemia escuchamos mucho de lo mismo, al Fauci declarar, “Yo represento la ciencia.” Como lo puso un médico, “el apoyo al proceso científico ha sido reemplazado por una fe ciega en cosas que alegan es ‘ciencia’ aun cuando ellos no siguen el proceso científico.”

Los totalitarios demandan que la verdad sea ignorada. Ahora, como antes, la gente es incentivada a demostrar lealtad hacia las políticas gubernamentales. Jisheng describe la duplicidad de “funcionarios e intelectuales”:

“Así, tanto el temor como la falsedad fueron ambos resultado y alma del totalitarismo: entre más una persona poseía, más podía perder. Al poseer más que la persona promedio, los funcionarios e intelectuales vivían bajo un temor mayor, y demostraban su ‘lealtad’ al sistema por medio de la complacencia virtuosa y el engaño. Las mentiras que tejieron en la vida oficial, la academia, y las artes y medios, esclavizaron al pueblo chino en la falsedad y la ilusión.”

Para apoyar la industrialización china, se reportaron cosechas vastamente infladas y, escribe Jisheng, “cualquiera que se atreviera a cuestionar la exactitud de esos rendimientos de cosechas reportados se arriesgaba a ser etiquetado de ‘incrédulo’ o ‘negador’ involucrado en ‘lanzar calumnias sobre la excelente situación,’ y cualquiera que expusiera el fraude del modelo de alto rendimiento era sometido a lucha.”

Se provocó la peor parte del carácter de los individuos, “la gente no dudaría en mentir o vender a sus amigos a cambio de la autopreservación y la promoción.” Quienes disentían, o simplemente se rehusaban a mentir, eran sometidos a violencia física.

Históricamente, bajo emperadores chinos autoritarios, los disidentes que permanecían en silencio eran tolerados; no había necesidad de mentir. Jisheng explica que bajo el maoísmo totalitario el silencio ya no era más una posibilidad:

“Bajo el sistema imperial de eras previas, la gente tenía derecho al silencio. El sistema totalitario privó a la gente hasta de ese derecho. En un movimiento político tras otro, cada persona era forzada a ‘declarar su posición,’ ‘exponer sus pensamientos,’ y ‘desnudar su corazón al partido.’ Una auto humillación repetida condujo que la gente pisoteara continuamente aquellas cosas más queridas y alabara aquellas cosas que siempre había despreciado más. De esta forma, el sistema totalitario causó la degeneración del carácter nacional del pueblo chino.”

Los resultados de esta “degeneración” fueron, en palabras de Jisheng, “la insanidad y crueldad del Gran Salto hacia Adelante y la Gran Revolución Cultural.” Quienes buscan compensar el sufrimiento con ganancias sociales pueden preguntar acerca de los logros grandiosos. No hubo compensación; el sistema totalitario chino, en opinión de Jisheng, no logró nada de valor.

Lápida
documenta cómo los horrores se facilitaron por un “proceso administrativo totalitario” magnificando “la voluntad del liderazgo sénior …en cada nivel sucesivo, mientras las voces de los niveles inferiores fueron suprimidas en grados crecientes. De esta manera, se intensificaron las políticas erróneas tanto por retroalimentación positiva como negativa, hasta que el desastre resultó.” Sin mercado, y sin la voz de puntos de vista disidentes, hasta las políticas más ruinosas no se podían corregir.

Por qué Jisheng escribió Lápida es instructivo:

“Las autoridades en un sistema totalitario luchan por esconder sus fallas y ensalzar sus méritos, pasando por alto sus errores y forzadamente erradicando toda memoria de calamidad, oscuridad, y maldad que el hombre crea. Por esa razón, los chinos se inclinan hacia la amnesia histórica impuesta por aquellos en el poder. Yo erijo esta lápida de forma que la gente recordará y, a partir de ello, renunciará a la calamidad, oscuridad, y maldad que el hombre crea.”

Hoy hay poco apetito por ver las consecuencias de políticos que no sólo destruyen la libertad de expresión, sino la libertad de consciencia. Se ha erosionado el derecho a hablar y hasta de mantener una opinión. Los chinos no están solos en el sufrimiento de “amnesia histórica.” Hoy, los estadounidenses se rehúsan a aprender de regímenes totalitarios del pasado. Así como en la China de Mao, “nada de valor” se logrará del “salto hacia adelante” del despertar [woke] de hoy. Tal como en China, el carácter moral de los estadounidenses está siendo degradado. En el tanto en que más de nosotros permanezcamos en silencio, la moral se degrada, y el orden social del que todos dependemos pierde su capacidad de facilitar el florecimiento humano.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.