LOS PECADOS MORTALES DE LA POLÍTICA

Por Axel Weber & Dan Sanchez
Fundación para la Educación Económica
Martes 1 de noviembre del 2022

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La política no está exenta de la seducción de los pecados mortales. Algunos sistemas políticos incluso magnifican la seducción...

El filósofo el siglo XIX Joseph de Maistre escribió en una ocasión “Toda nación tiene el gobierno que se merece.” Esto es verdad en un sentido, pues, como escribió después Ludwig von Mises, “la opinión pública es en última instancia responsable de la estructura de gobierno.” Las creencias y valores de un pueblo determinan las instituciones que abraza o acepta.

También, la influencia corre a la inversa. Diferentes sistemas de gobierno crean diferentes incentivos. Algunas instituciones promueven la virtud, mientras otras fomentan el vicio.

Consideremos algunas ideologías políticas históricamente importantes y las cualidades morales que ellas reflejan y promueven.

1. EL SOCIALISMO

El socialismo es, como lo puso Winston Churchill, “el evangelio de la envidia.” Un pueblo afectado por la envidia y el resentimiento gravitará hacia el socialismo.

El psicólogo Jordan B. Peterson discutió la conexión entre la envidia y el socialismo marxista, en particular:

“Existe el lado obscuro de ella, que significa que, cualquiera que tiene más que usted, lo obtuvo robándoselo a usted. Y eso en realidad apela al elemento parecido a Caín del espíritu humano. ‘Cualquiera que tiene más que yo lo obtuvo de una manera corrupta y eso justifica no sólo mi envidia sino también mis acciones para nivelar la cancha por así decirlo, y lucir virtuoso al hacerlo.’ Hay una tremenda filosofía de resentimiento que pienso ahora es guiada por un espíritu antihumano muy patológico.”

Los socialistas se equivocan al pensar que “nivelar la cancha” levantará a quienes no tienen. Pero, incluso si ellos se desengañan de ese error económico, de todas formas, la envidia puede guiarlos a adherirse al socialismo, a partir de un deseo malicioso de dañar a quienes “tienen.”

Tal como escribió Mises acerca de los socialistas:

“El resentimiento actúa cuando uno odia tanto a alguien por sus circunstancias más favorables que está dispuesto a soportar grandes pérdidas con tal de que el odiado también salga perjudicado. Muchos de los que atacan al capitalismo saben muy bien que su situación bajo cualquier otro sistema económico será menos favorable. Sin embargo, con pleno conocimiento de este hecho, abogan por una reforma, por ejemplo, el socialismo, porque esperan que los ricos, a quienes envidian, también sufran bajo él."

Así como la envidia promueve el socialismo, el socialismo estimula la envidia al invitar las masas a participar en un “saqueo legal” (como lo puso el economista francés Frédéric Bastiat) del rico y afluente.

2. EL FASCISMO

En el siglo XX muchos países temerosamente se volcaron hacia el fascismo para protegerse del comunismo. Muchos en esos países creyeron que, si los comunistas y sus ideas eran suprimidas violentamente, su revolución sería arrancada de raíz. El temor se convirtió en ira, cuando los fascistas anticomunistas aplastaron violentamente a cualquier disidente que pudiera desestabilizar al estado.

“Desde el lado del fascismo el gran peligro que amenazaba la política doméstica,” como escribió Mises, “yace en su total fe en el poder decisivo de la violencia.”

La ira y violencia del fascismo es a la larga autodestructivo.

“La represión por la fuerza bruta,” escribió Mises, “es siempre una confesión de la inhabilidad de hacer uso de las mejores armas del intelecto ̶ mejores pues sólo ellas prometen un final exitoso. Este es el error fundamental del cual sufre el fascismo y que a la larga causa su caída.”

La ira impulsa al fascismo, pero también el fascismo agita la ira al fomentar el tribalismo e invitar a miembros de su sociedad a usar la violencia política para resolver sus diferencias.

3. EL PROGRESISMO

El progresismo es atractivo para quienes se imaginan poder “optimizar” a la gente por medio de la ingeniería social, Pero, como lo ilustró Leonard E. Read en su ensayo clásico “Yo, El Lápiz,” la sociedad es tan vastamente compleja, que esa es una quimera. Para pensar que uno puede centralizadamente planificar una sociedad, debe suponer que uno es omnisciente cuasi divino. En términos sencillos, el progresismo es una ideología de orgullo excesivo. Como lo puso el senador Ron Johnson:

“La arrogancia de los progresistas liberales (Nota del traductor: los estatistas en Estados Unidos] es que ellos son sólo un grupo de ángeles más inteligente y mejor que los Stalin y los Chávez y los Castros del mundo, y que, si a ellos les damos todo el control, y ellos controlan su vida, con eso van a hacer un gran trabajo. Bueno, eso no es exactamente cierto.”

Los progresistas no están en lo correcto en su supuesto de que ellos saben cómo manejar las vidas de otra gente mejor de como lo hace esa misma gente. Aún si hipotéticamente fueran más inteligentes y más éticos que cualquier miembro único del resto de la sociedad, aun así estarían equivocados.

La cantidad de información que cualquier experto puede manejar en un momento dado es infinitésima comparada con la suma de información que tienen todos los individuos. Dejar que los individuos sean libres de cooperar por medio del sistema de precios, descentraliza el uso del conocimiento y, en realidad, resulta en que se use mayor información que bajo un sistema centralizadamente planificado por expertos. Como lo explicó Friedrich Hayek:

“La curiosa tarea de la ciencia económica es demostrar a los hombres lo poco que realmente saben de lo que imaginan que pueden diseñar. Para la mente ingenua que puede concebir al orden sólo como el producto de una ordenación deliberada, puede parecer absurdo el hecho de que en condiciones complejas, el orden y la adaptación a lo desconocido se pueden lograr de manera más efectiva mediante la descentralización de las decisiones y que una división de la autoridad en realidad extenderá la posibilidad de orden general. Que la descentralización en realidad conduce a que se tome en cuenta una mayor cantidad de información.”

Así, la fe del progresista en el poder tecnocrático emana de una arrogancia epistémica suprema.

“Es insolencia,” escribió Mises, “arrogarse uno mismo el derecho de anular los planes de otras personas y obligarlas a someterse al plan del planificador.”

El progresismo emana no sólo del orgullo, sino que lo estimula, pues un poder altanero tiende a subirse a la cabeza de la gente.

¿UNA ALTERNATIVA?

¿Debemos escoger entre sistemas políticos que son afligidos por un vicio u otro? Afortunadamente no. Hay una alternativa virtuosa; esta es, el liberalismo clásico. Mientras que el socialismo, fascismo, y progresismo son dominados por los “pecados mortales” de la envidia, ira, y orgullo, el liberalismo clásico incorpora las “virtudes capitales” de la caridad, temperancia, y humildad.

Mientras que el socialismo se basa en la envida, el liberalismo clásico promueve la caridad. Los liberales clásicos creen en el intercambio voluntario de los bienes y servicios que brinda avenidas para la filantropía. Uno sólo puede ser caritativo cuando hay una decisión de donar o ayudar a otros. La caridad obligada no es verdaderamente caritativa, pues nunca hubo una elección, así como dar algo que usted no tiene en la realidad no es signo de altruismo.

Como escribiera Murray Rothbard, “Es fácil ser conspicuamente compasivo cuando otros son forzados a pagar el costo.”

Mientras el fascismo es iracundo, el liberalismo clásico es moderado. Los fascistas ven el disentimiento y la diferencia como peligrosos. Los liberales clásicos ven el debate y la competencia pacífica como la clave para el progreso. El liberalismo clásico incorpora la moderación en la forma en que sostiene los derechos de todo mundo, hasta de los que son antiliberales. Bajo el fascismo, la hostilidad violenta hacia las diferencias es la regla; bajo el liberalismo clásico, la cooperación voluntaria pacífica para beneficio mutuo es la regla.

Mientras el progresismo es orgulloso, el liberalismo clásico tiene humildad. El liberalismo clásico es modesto pues no presupone qué es lo que la sociedad debería valorar; asume que todos los individuos tienen objetivos que sólo ellos saben mejor cómo lograrlos. El liberalismo clásico conoce los límites de lo que puede saber cualquier individuo y, en consecuencia, no haya razón para otorgar poder a cualquier experto por encima del resto de la sociedad. Como escribió Hayek, "Todas las teorías políticas suponen ...que la mayoría de los individuos son muy ignorantes. Los que abogan por la libertad difieren ...en que ellos incluyen entre los ignorantes a ellos mismos y a los más sabios".

Como dice en la Biblia, “los salarios del pecado son la muerte.” Y, en efecto, las ideologías llenas de pecado del socialismo, fascismo, y progresismo han arrojado un número asombroso de muertes. En contraste, las bendiciones de la libertad incluyen, no sólo la paz y prosperidad, sino un estímulo y libertad para conducir una vida virtuosa.

Axel Weber es compañero del Proyecto Henry Hazzlit de Periodismo Educativo de la Fundación para la Educación Económica y miembro del equipo editor de política de la Institución Hoover. Tiene una licenciatura de Ciencias en Economía de la Universidad de Connecticut.

Dan Sanchez es director de Contenido de la Fundación para la Educación Económica (FEE) y editor en jefe de FEE.org.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.