Un artículo que nos educa en la diferencia entre el liberalismo clásico y el “mal llamado” liberalismo estatista estadounidense.

LIBERALISMO, VERDADERO Y FALSO

Por Richard M. Ebeling
American Institute for Economic Research
27 de octubre del 2022

Nota del traductor: Tenga presente el lector en español que el término liberalismo en Estados Unidos, es generalmente concebido como un nombre para el intervencionismo estatal de diversas formas, caso contrario al liberalismo como es entendido en el resto del mundo, básicamente con un estado limitado, restringido, y sujeto a frenos y contrapesos, llamado, alternativamente, liberalismo clásico.

La muerte del liberalismo ha sido proclamada o temida desde hace más de un siglo a la fecha. En Estados Unidos, los colectivistas tribales de la política de la identidad y la teoría racial crítica insisten en que Estados Unidos nunca ha sido acerca de la libertad. Siempre ha sido una sociedad racista nacida con la institución de la esclavitud. La idea del liberalismo individual es un ardid para ocultar la opresión y explotación de mujeres y “personas de color” por blancos capitalistas.

Entre conservadores, el liberalismo es rechazado por no promover un sentido moral apropiado en la gente y de crear una lealtad de grupo hacia algo afuera y mejor que “simplemente” la autonomía de individuos estrictamente egoístas, tanto dentro como fuera del mercado. El rol de un orden político apropiadamente conducido es inculcar e infundir tales ideas y valores en la ciudadanía estadounidense. Un sentido renovado de identidad y propósito nacional es necesario para salvar el “alma” de Estados Unidos.

Tanto en “la izquierda” como entre conservadores, hay una intolerancia y disgusto vehemente hacia muchas formas, si no es que todas, de diversidad intelectual y cultural (lo último no tiene nada que ver con el engaño de nociones de “diversidad” entre los “políticamente correctos”). Hay un deseo profundo en ambos grupos políticos de una mayor homogeneización de la humanidad en cuanto a identidad de pensamiento, escritura y sociedad.

LOS “PROGRESISTAS” Y CONSERVADORES QUIEREN PLANIFICAR SU VIDA

Esto se refleja en su disposición correspondiente a voltearse hacia aquellos en el poder político para que usen la autoridad coercitiva del gobierno para imponer sus dogmas sobre la población en general. Aquellos en “la izquierda,” en nombre de la “justicia racial y de género” y de salvar al mundo del “cambio climático,” desean usar el gobierno para controlar, regular, y planificar las actividades económicas y sociales de todos en sociedad. Su ideal es la economía de planificación centralizada bajo la cual la gente “de pensamiento correcto” en el gobierno (eso es, gente como “ellos”) determinaría y dictaría los salarios que podríamos ganar y los precios que podríamos pagar, los tipos de empleo y ambientes laborales que seríamos obligados a aceptar, y la diversidad de bienes y servicios y los medios de producción para suministrarlos.

Nuestro uso de las palabras ha de circunscribirse a calzar con su léxico ideológico de raza y género. Pero, si alguien busca un diccionario revisado de nuevos términos y significados claramente definidos, que pueden servir como un “espacio seguro” que asegure que uno no ofenda a cualquiera en la sociedad, no lo encontrará. Hombre y mujer y todas las cosas imaginables en el medio son ahora conceptos amorfos nuevos, que no tienen significados lingüísticamente seguros. Qué más podemos pensar cuando un presidente de los Estados Unidos dice que, su selección para un nuevo nombramiento en la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, tenía que ser una “mujer negra,” pero, cuando a la nominada se le preguntó, al declarar durante las audiencias de confirmación en el Senado, si podía definir una “mujer,” declinó, diciendo que ella no era una bióloga. Así que, una “mujer negra” acepta ser nominada para la corte más elevada de la nación, pero no puede explicar que la hace a ella elegible para ese nombramiento bajo el criterio expuesto.

En un buen número de conservadores, el deseo continuo es controlar, regular, o prohibir decisiones y elecciones personales e interactivas de sus compatriotas y de muchos otros alrededor del mundo. La mayoría de conservadores siguen determinados a prohibir o restringir severamente una amplia diversidad de acciones entre “adultos bajo consentimiento mutuo.” Ahora, por más de un siglo, el gobierno de Estados Unidos ha estado luchando una “guerra contra las drogas.” La idea de que los individuos deberían ser libres de ingerir pacíficamente cualesquiera substancias que elijan sin interferencia de otros, a la vez que, por supuesto, sean legalmente responsables de cualquier acción de su parte que viole derechos al estar bajo influencia de esas substancias, es inaceptable para quienes quieren obligar a otros a ser moralmente “gente buena.”

Muchos conservadores quieren restringir lo que podemos leer o mirar, las formas y contenidos de los medios sociales que elegimos utilizar, o “estilos de vida” que algunos desean seguir. En otras palabras, quieren imponer un buen número de cosas sobre otros en la sociedad, simplemente con un contenido y propósito diferente de aquellos en “la izquierda.”

La idea de sólo dejar a las personas por sí mismas, en tanto sean pacíficas y honestas en lo que ellas eligieron libremente hacer por sí solas o en asociación voluntaria con otras, es justamente inaceptable para aquellos determinados a moldear la sociedad según su imagen preferida. Esta es la razón por la que tantos en “la izquierda” y entre conservadores, rechazan y condenan al “liberalismo.”

LA IMPORTANCIA DE UN LIBERALISMO DE PRINCIPIOS

Pero, ¿qué es el liberalismo? Podemos tanto lograr claridad como confusión de un pequeño libro publicado en 1919 llamado Is Liberalism Dead? de Elliot Dodds. Es indicativo de las tendencias del pensamiento liberal durante los últimos 100 años o más. Mucha gente pensó, en la posteridad a la Primera Guerra Mundial y los vastos controles y regulaciones gubernamentales que habían acompañado al conflicto, que mucha de la libertad personal y económica del período preguerra ya habría acabado, que era cosa del pasado, a la luz de las economías paternalistas y planificadas creadas durante la guerra.

El libro contenía un prefacio de Charles F.G. Masterson (1873-1927), relativamente bien conocido político liberal británico de la época, quien sirvió casi 10 años como miembro del Parlamento. Él declaró con franqueza:

“Sólo por la visión Liberal y el espíritu Liberal puede el mundo salvarse. …El Liberalismo nunca puede morir, a menos que el mundo eche para atrás su historia de progreso en cuanto a la emancipación, y que el alma del hombre se humille ante nuevos tiranos tan crueles como los antiguos. La muerte del Liberalismo significará el suicido de la esperanza del hombre. …El Liberalismo… encuentra al Socialismo y al Conservadurismo -ambos manteniendo el principio de Autoridad, y ambos descuidando la Libertad individual- aliados entre sí en muchos sentidos, en vez de cada cual aliado consigo mismo.”

El autor, Elliot Dodds (1889-1977), fue un periodista activo en las causas políticas liberales durante gran parte de su vida. Le narra al lector que, “Su propósito es redescubrir los principios fundamentales de la fe Liberal y reafirmarlos en términos de las necesidades modernas.” Sin embargo, insiste en que, “La política puede cambiar, pero los principios permanecen.” Muchos en la política han “pensado demasiado en términos de conveniencia y muy poco en términos de principios. …Jugar por la seguridad nunca ha ganado un voto, y (más importante) jugar por la seguridad nunca ha establecido un principio.” Su justificación primordial al escribir el libro era, “Yo sólo reivindico el entusiasmo de quien ha nacido y sido creado como un Liberal, y quien cree que en los principios Liberales yace la mejor esperanza para el desarrollo pacífico y ordenado” de la sociedad moderna.

En una serie de capítulos, Dodds resume la historia e idea del liberalismo. La “insistencia en la ley versus la prerrogativa… el intento de frenar el poder de hacer leyes de un monarca irresponsable y autocrático” fue fundamental para la experiencia política británica Como parte de la larga lucha de siglos por la libertad estaba el “magnificente atractivo de la libertad de pensamiento, de expresión, de prensa… y sus tractos políticos pueden tomarse de los libros de texto del Liberalismo moderno,” según John Milton.

LOS DERECHOS NATURALES COMO LA IDEA QUE SUBYACE EN LA LIBERTAD INDIVIDUAL

Igual a esto fue “Toda tesis importante de gobierno por consenso,” cuyo objetivo fue “la realización de la libertad individual dentro de la comunidad,” de John Locke. Dodds dijo que John Locke y otros que le siguieron introdujeron el concepto de derechos: “El fuerte explosivo que destruyó el viejo orden fue, filosóficamente, la doctrina de los “Derecho Naturales.” Citando directamente de la declaración original francesa de los Derechos del Hombre, dice Dodds, “el fin de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre, siendo tales derechos los derechos a la libertad, la propiedad, la seguridad, y la resistencia a la opresión.” Agrega Dodds:

“El primer objetivo de los reformadores [liberales] llegó a ser la limitación de las funciones del gobierno a su mínimo, y la extensión a todo ciudadano de la oportunidad plena de ejercitar los ‘derechos’ de los cuales él ha sido privado. …El límite que fue establecido al ejercicio de los ‘Derechos Naturales’ es que ningún hombre, por su libre acción, impedirá los derechos de otros. Más allá de eso, acabemos con el gobierno: el individuo es supremo.”

Sin que sorprenda demasiado, en su breve comentario acerca de la historia de las ideas y políticas liberales, Dodds dedica un capítulo a la “Escuela de Manchester,” los proponentes británicos de libertad de comercio en casa y en el exterior, que fue dirigida por caracteres como Richard Cobden y John Bright. Ellos hicieron campañas a favor y ayudaron a lograr el fin unilateral de, en especial, el proteccionismo agrícola a mediados de la década de 1840. Detrás de la lucha por los mercados libres, explica Dodds, había una filosofía particular del hombre y la sociedad:

“’El interés propio ilustrado’ era la estrella que guiaba su filosofía. …Esta actitud se basaba en un respeto legítimo y necesario de la libertad individual. Su objetivo era la libertad de cada ciudadano para resolver su propia salvación. …Su ideal fue aquel de la ‘autoayuda’,’ y su propósito fue estimular la iniciativa y la empresa individual.”

Hasta este punto de su narrativa y análisis, Dodds desplegó un caso bastante claro y legible del ideal liberal clásico de una sociedad de individuos libres, seguros en sus derechos correspondientes a la vida, libertad, y propiedad honestamente adquirida, con relaciones humanas basadas en asociaciones e intercambios voluntarios mutuamente ventajosos, tanto dentro como fuera del mercado. Por tanto, el rol de un gobierno en un orden liberal clásico está limitado al deber y responsabilidad estrecha, pero esencial, del reconocimiento legal y seguridad de la libertad interpersonal y la libertad individual ante el uso de la fuerza o fraude por otros en sociedad.

EL “NUEVO” LIBERALISMO DE LA COMPULSIÓN ESTATAL PARA “VIVIR CORRECTAMENTE”

Pero, después de esto, la exposición de Dodds demuestra el giro trágico y peligroso que, muchos de quienes continuaron declarando su lealtad y devoción hacia los ideales del liberalismo, tomaron en el siglo XX. Ahora, él informa a lector que, con todo y el trabajo importante, hasta “majestoso,” que los más viejos liberales habían llevado a cabo con gran éxito para liberar al individuo de las opresiones y abusos de los gobiernos arbitrarios en el pasado, eso no era suficiente. Siguiendo la guía del filósofo británico del siglo XIX, Thomas Hill Green (1836-1882), en especial en sus póstumamente publicadas Lectures on the Principles of Political Obligation [Principios de obligación política] (1885), no es suficiente con ser libres ante la amenaza o uso de la fuerza y el fraude por otros, para que cada uno sea “verdaderamente libre.”

Él cita a Green diciendo, “Los verdaderos derechos son poderes que deberían ser poseídos por el individuo (o asociación) para el bienestar general, y que el bienestar es en esencia estar moralmente bien,” lo que significaba que los verdaderos “derechos” significan “un poder positivo para hacer o disfrutar de algo que vale la pena hacer o disfrutar.” En la idea de Green, no es suficiente que el estado proteja los derechos “negativos” del individuo ante la agresión de otros. Libertad significa tener un sentido de propósito más allá y fuera de usted, en la forma de una obligación y compromiso moral con la sociedad más amplia en que vive un individuo y dentro de la cual a él le son permitidos grados de libertad personal. Educar a los miembros de una buena sociedad significa asegurar que ellos se den cuenta de un “bien común” más amplio y que sus “derechos” dependan de una lealtad compartida a un “bien común.”

Por tanto, Green impulsa la educción obligatoria suministrada por el gobierno, dado que los padres u otras asociaciones sociales fallan en inculcar el sentido apropiado del bien común entre los jóvenes. Al imponerse por primera vez, la generación obligada a enviar a sus hijos a las escuelas gubernamentales pueden considerarlo como una violación de su libertad de educar a sus hijos según piensan es lo mejor, pero Green tenía confianza en que, para la generación siguiente, sería dado por un hecho, y ni siquiera sería vislumbrado como una violación inapropiada de la libertad. O, como lo puso Green, “en la segunda generación, aunque todavía continúa la ley con sus sanciones generales, no se siente como una ley, del todo como una imposición de la acción mediante penalizaciones.” Con el paso del tiempo, en otras palabras, una pérdida de libertad ya no es más vista como una pérdida de libertad, aun cuando sigue siéndolo.

De la misma manera, la concepción de Green de una libertad verdadera requiere que el gobierno restrinja la vida urbana a formas determinadas y definidas que aseguren la salud y tipos de vida apropiados, incluyendo limitando cuánta gente puede ser empleada y agrupada en industrias específicas en diversas localidades geográficas.

DE DERECHOS NATURALES A CONVENCIONES SOCIALES COMO BASE PARA LA LIBERTAD.

¿Sobre qué base puede un gobierno interferir de formas tales con las elecciones libres de los individuos y los usos que hacen de la propiedad que pueden poseer, y las asociaciones en las que pueden entrar con otros? Green rechaza la noción de propiedad de Locke como un “derecho natural,” como la base por la que la gente entra en un “contrato social” para protección mutua de su vida, libertad y propiedad. En vez de ello, Green arguye que los derechos, incluyendo los derechos a la propiedad, son convenciones sociales que han surgido históricamente. Esto incluye el derecho a su propia vida, “pues el derecho a una vida libre descansa en la voluntad en común de la sociedad.” Así, qué propiedad puede usted tener, así como su uso, es igualmente un asunto de consenso y costumbre.

Además, Green arguye que, en la sociedad moderna, la tierra y la riqueza material han sido apropiadas y concentradas en pocas manos, comparadas con los muchos que carecen de tales medios. Esto creaba una situación en donde muchos no poseen los medios materiales sin los cuales “de hecho, no tienen la probabilidad de brindar medios para una vida moral libre.” Peor, “Un hombre que no tiene nada excepto sus poderes para trabajar y quien tiene que venderlos a un capitalista para un simple mantenimiento diario, podría, también en relación con los propósitos éticos que la posesión de propiedad debería servir, ver denegados del todo los derechos de propiedad.”

En una Lecture on “Liberal Legislation and Freedom of Contract” (1880) [Conferencia sobre Legislación Liberal y Libertad de Contratación], Green endosó la absorción estatal de la escolaridad y educación por los padres; apoyó restricciones al trabajo infantil y empleo de mujeres en diversas ocupaciones y horas laborales; y alabó controles regulatorios sobre las condiciones de las viviendas y sitios de trabajo. Más generalmente, Green declaró:

“Cuando hablamos de libertad como algo tan altamente valorado, damos a entender un poder o capacidad positiva de hacer o disfrutar algo que vale la pena hacer o disfrutar, y ese algo que también hacemos o disfrutamos en común con otros. Damos a entender por ella un poder que cada hombre ejercita por medio de la ayuda o seguridad dada a él por sus congéneres, y que, a la vez, él ayuda a asegurar para ellos…

Cuando medimos el progreso de una sociedad por su crecimiento en libertad … la simple remoción de la coacción, la simple facilitación para que un hombre haga lo que le gusta, no es en sí, una contribución a la verdadera libertad. …Correctamente nos rehusamos a reconocer el desarrollo más elevado de parte de un individuo excepcional o una clase excepcional, como un avance hacia la verdadera libertad del hombre, si está basado en un rechazo de la misma oportunidad para otros hombres…

Al ser la institución de la propiedad sólo justificada como un medio para el libre ejercicio de las capacidades sociales de todos, no puede existir un verdadero derecho a la propiedad de un tipo que excluya a una clase de hombres de tal libre ejercicio.”

EL LIBERALISMO CONVERTIDO EN UN PATERNALISMO OBLIGATORIO PARA UN BIEN COMÚN

No sorprende que, dado que Green consideró que era rol del estado asegurar un “bien común” de hombres “morales,” “No existiera un derecho a la libertad en la compra o venta de un bien específico, si el resultado general de permitir tal libertad es restar valor a la libertad en el sentido más amplio.” Así, Green no dudó en apoyar medios gubernamentales para oponerse al alcoholismo. “Sabemos que, sin importar qué tan decentemente es llevado a cabo, el ejercicio de la bebida por un hombre significa un daño a otros en la salud, bolsillo y capacidad, a lo que no se puede poner límites. …
Aquí, entonces, hay un mal social altamente diseminado, que la sociedad puede, si así lo desea, restringir por ley, para, en un sentido amplio, deshacerse de él, para infinita ampliación de la libertad positiva disfrutada por sus miembros.” En cuanto a esperar que los esfuerzos voluntarios trabajen en personas para que aprendan a vivir mejores vidas, Green no tenía paciencia. “Respondemos,” dijo él, “que es peligroso esperar.” El estado tenía que actuar como el agente de “todos,” aquí y ahora, para hacer de nosotros mejores personas en todo lo que hacemos o no hacemos.

Aunque hoy se habla poco de él, Thomas Hill Green, quien enseñó filosofía en la Universidad de Oxford, fue una fuerza intelectual importante a fines del siglo XIX para alejar al liberalismo de su base clásica de un gobierno estrictamente restringido a la seguridad y protección de los derechos y libertad individuales, hacia, en vez de ello, un “nuevo liberalismo” que crecientemente promovía derechos “positivos” de condiciones de vida garantizadas, más allá de protección ante los actos violentos de otros. Así que, al presentarse el caso a favor de un “liberalismo” en la posteridad a la Primera Guerra Mundial, Elliot Dodds adoptó todas las suposiciones de Green, diciendo:

“El Estado Liberal debe proveer a todos sus miembros con la oportunidad para una vida humana y útil. Debe asegurarles un mínimo tal que impediría que ellos caigan por debajo del nivel de subsistencia, y debe protegerlos de las fluctuaciones del comercio. Debe a ofrecer a todos una carrera ‘abierta a los talentos.’ …En ‘la remoción de impedimentos,’ debe incluir… la provisión de condiciones conducentes a una existencia saludable y moral.”

Este “nuevo” liberalismo fue, y es, en efecto, un liberalismo falso. ¿Cómo se puede asegurar a algunos en la sociedad un acceso para tener lo que otros tienen, a menos que, quienes tienen medios materiales mayores a su disposición, sean obligados a “compartirlos” a través de la redistribución obligada de la riqueza? y, ¿quién decide, en nombre del “bien común,” cuánto han de ser gravados algunos con impuestos y qué tanto otros han de recibir, para lograr la capacidad mínimamente necesitada para una existencia “moral,” tal como la definen aquellos como Green?

¿Cuál es el significado de la libertad personal y los derechos de propiedad, si, tal como ahora se alega, todas esas nociones son simplemente resultados arbitrarios de costumbres y tradiciones, que derivan de accidentes de la historia en diferentes momentos y lugares? ¿Y eso puede cambiar fundamentalmente según cambien las circunstancias? Las regulaciones y controles gubernamentales sobre el mercado llegan a basarse en lo que parece “justo” y éticamente “correcto” en momentos concretos. Pero, acaso, ¿no estamos volviendo al gobierno imponente y arbitrario contra el que el liberalismo clásico, más viejo, había luchado por mucho tiempo? Ese ya no es más el liberalismo de John Locke o de Adam Smith o la libertad económica de la Escuela de Manchester, que abogaron por la libertad de empresas y del intercambio.

EL MODERNO LIBERALISMO ESTADOUNIDENSE ES EL TIPO EQUIVOCADO DE PATERNALISMO

Regresemos adonde empezamos. Este moderno liberalismo estadounidense es, en realidad, una mezcla de la crítica socialista a la sociedad “capitalista” y la insistencia conservadora en la formación moral de todos aquellos en la sociedad, para que sean buenos ciudadanos. En la sociedad estadounidense, el “progresista” y el “políticamente correcto” rechaza este “liberalismo” del siglo XX pues no es lo suficiente radicalmente “izquierdista;” es decir, no se deshace lo suficiente de los restos que permanecen del más antiguo liberalismo, en el sentido de que no redistribuye y regula y planifica centralmente lo suficiente a la sociedad, en particular, a la luz de exactamente cuán “racista” y “sexista” ahora se ha descubierto que siempre han sido los Estados Unidos.

Una diversidad de conservadores rechaza al moderno liberalismo estadounidense pues están en desacuerdo con la moralidad (o “inmoralidad”) que cultiva y promueve en escuelas y sociedad en general. Quieren menos entrenamiento en el uso del condón e insistencia en la reasignación de género en escuelas primarias, y, en vez de ello, más declaraciones de lealtades a la bandera y énfasis mayor en la abstinencia sexual, a la par de inculcar una necesidad de sacrificio individual para un “propósito nacional” superior.

En otras palabras, la “izquierda” y esos conservadores rechazan al moderno liberalismo estadounidense no porque están en desacuerdo con los medios elegidos -el uso del poder gubernamental para controlar, regular, redistribuir, e indoctrinar- sino porque objetan, respectivamente, para qué fines han de ser aplicados medios obligatorios y coercitivos. Con arrogancia moral y un deseo lujurioso por el poder, todo lo que quieren es rehacer al hombre y sociedad a la imagen que, respectivamente, quieren ver creada. Lo que está mal con el liberalismo estadounidense de los, más o menos, últimos 100 años, es el tipo e intensidad equivocada de paternalismo ante los ojos de esos más radicales en “la izquierda” o más “tradicionalistas” entre conservadores.

EL LIBERALISMO CLÁSICO, LA ALTERNATIVA RECHAZADA POR TODOS

Perdido entre todo esto está el más antiguo liberalismo clásico, que todos ellos (“izquierdistas,” conservadores, y los “nuevos” liberales) rechazan desde sus propias perspectivas ideológicas. El más antiguo liberalismo clásico dijo que cada humano debería ser reconocido y respetado en su libertad personal, de forma que pudiera planear y dirigir su propia vida según le pareciera, guiado por sus propias ideas de una vida buena y feliz ̶ aún si bien otros no compartían o aprobaban siempre el camino que él había escogido para sí mismo. El viejo liberalismo insistió en que no había una buena moral alejada o mayor que el bien individual. Todo lo que se esperaba de cada persona era su respeto por los derechos iguales de otros, de libremente continuar con sus asuntos pacíficos y honestos propios.

Que algunos fueran materialmente mejores que otros no era un secreto para los liberales clásicos más antiguos. Su defensa de la libertad y la libre empresa no era sólo por ser lo moralmente correcto, sino que ha mostrado ser por sí misma como la gran máquina de creación de riqueza y aumento de la prosperidad de un número siempre creciente de personas, que lleva hacia el fin de la pobreza y necesidad casi que en todas partes alrededor del mundo.

Todavía más, los liberales clásicos consideraron que la caridad y la filantropía eran sentimientos meritorios, que reflejaban una benevolencia apropiada hacia otros que no estaban tan bien como nosotros mismos. Pero, una ética de libertad requería la decisión de individuos libres de ofrecer manos que ayudaran a otros, y que la competencia entre caridades voluntarias era tan importante para encontrar las mejores vías de ayuda a quienes no estaban tan bien, como lo es en el mercado orientado a la obtención de ganancias, al servicio de las demandas del consumidor.

Había una humildad subyacente en el más viejo liberalismo clásico, que creía que cada persona podría encontrar mejor su propio camino, que suponer que las políticas paternalistas pudieran tomar mejores decisiones para ellas. Había una tolerancia a reconocer que no había un “ajuste correcto” para la sociedad como un todo, pues la sociedad no existe separada de los individuos que la componen. Una “moralidad superior del “bien común” se consideró una cortina de humo usada por quienes no les gustaban los perfiles creados por una sociedad de personas libres, y, en vez de ello, querían forzar a todos a los patrones considerados mejores por quienes deseaban obligar el sometimiento de la gente al diseño fraguado políticamente.

Así que, para darle nuestra respuesta a la pregunta de Elliot Dodds de Is Liberalism Dead?, no en el tanto permanezca alguien quien aprecia la libertad y autonomía de todo ser humano, a la par de su propia libertad. No en el tanto permanezca la inevitable verdad de que los mercados libres entregan los bienes y ofrecen las oportunidades más amplias para la mejora de todos, sin las falsas ilusiones del paternalismo y la planificación. No en el tanto permanezca dentro de alguno de nosotros el deseo de decir “No” a quienes quieren someternos al papel de peones pasivos en su juego de ajedrez obligatorio de la ingeniería social. No en el tanto existamos usted y yo.

Reimpreso de Future of Freedom Foundation

Richard M. Ebeling es compañero sénior del American Institute for Economic Research (AIER) y Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Ebeling vivió en la ciudad universitaria del AIER entre el 2008 y el 2009.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.