EL DESAFÍO CHINO: ¿QUÉ DEBE HACER UN VERDADERO LIBERAL?

Por Doug Bandow
American Institute for Economic Research
26 de octubre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es doug bandow, american institute for economic research, China, October 26, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Hace una década, Xi Jinping asumió como secretario general del Partido Comunista Chino y presidente de China. En el reciente vigésimo congreso nacional logró un tercer término, reemplazando reglas impuestas después de la muerte del dictador fundador Mao Zedong, para impedir el futuro gobierno de un sólo hombre.

Aunque Xi no amenazó directamente a Estados Unidos, insistió en que Pekín no cedería ante la presión extranjera. Hizo ver Xi, en palabras claramente dirigidas a Washington: “Confrontados con cambios drásticos en el panorama internacional, en especial intentos externos de chantajes, impedimentos, bloqueos y presiones máximas del exterior, persistimos en considerar los intereses estatales como lo primordial y en dar prioridad a la política interna y mantener la firmeza estratégica.”

¿Pone esto en riesgo a los Estados Unidos?

Xi es un comunista de verdad, aunque más leninista que marxista. Dijo orgullosamente: “A lo largo de los últimos diez años, nos hemos adherido al marxismo-leninismo, al pensamiento de Mao Zedong, a la teoría de Deng Xiaoping, al importante pensamiento de la triple representatividad y la concepción científica del desarrollo, e implementando integralmente tanto el pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas de la nueva era, como la línea y la estrategia fundamentales del Partido.”

Sin que sorprenda, la República Popular China (RPC) rechaza los principios liberales de Occidente. Sin embargo, la pregunta más crítica es: ¿Plantea la RPC una amenaza seria, incluso existencial, para Estados Unidos? El surgimiento de China desafía múltiples intereses de Estados Unidos, reflejando el simple hecho de que Washington fue dejado como hegemónico casi global con el colapso soviético, y permanece siendo el poder mundial más dominante. Un crecimiento significativo en influencia de cualquier nación, incluso amistosa, naturalmente desafía la posición de Estados Unidos.

Pero, otros estados pueden enfrentar desafíos directos de parte de Beijing (considere las posiciones de Taiwán y Japón), pero, los intereses geopolíticos variarán ampliamente dependiendo de la ubicación. Mucho del Sur Global, como típicamente se le llama, es posible que se sienta relativamente no afectado, o, al menos, sin amenaza, por las mismas actividades. De hecho, para un estado en desarrollo que se beneficia del comercio e inversión china, el surgimiento de la RPC puede lucir como bastante positivo.

Tampoco los conflictos internacionales que involucran a China implican una batalla acerca de valores liberales. Por ejemplo, los liberales, al menos los clásicos, creen en el libre comercio. Los gobiernos, independientemente de su constitución ideológica formal, usualmente no tanto. De forma similar, un conflicto entre China y Vietnam acerca de reclamaciones territoriales conflictivas tienen poco que ver con la libertad o la democracia. Sin embargo, el orden liberal más amplio es más fuerte sólo cuando es cambiado pacíficamente, y refleja un balance de poder que impide a autoritarios poderosos, como Pekín, que actúen mal. (Por supuesto, las víctimas de la acción militar de Estados Unidos ¡pueden aplicar el mismo argumento a los Estados Unidos!)

Mucho de lo que hace la RPC debería ofender a cualquiera que tenga consciencia. Por desgracia, el estado nación moderno ha agregado muy a menudo una gruesa capa de crueldad e injusticia humana. Bajo cualquier medida, China está en el último lugar en lo referente a la libertad humana. La RPC se asienta entre los 20 países y territorios de la parte baja de los 210 evaluados por la organización Freedom House.

Muchas de las más serias tiranías de la actualidad tienen un impacto mínimo sobre sus vecinos, sin hablar de sociedades más distantes. Por ejemplo, Eritrea, un estado totalitario verdaderamente horrendo, pero poco conocido, ha sido llamado la “Corea del Norte de África,” lo cual no se interpreta como un cumplido. Pero, tiene muy poco impacto directo sobre Estados Unidos, u otros como él, para el caso. Si bien la conducta atroz del gobierno de Eritrea, y otros como él, violan cualquier estándar de conducta humana y decente, estos países amenazan a pocos además de su propio pueblo. Tienen poco interés en conquistar otras naciones o revisar el orden internacional. Su intención y conducta pueden ser malvadas, pero no son una amenaza seria para el resto de nosotros.

China le importa a los Estados Unidos pues es mucho más que Eritrea, o incluso Corea del Norte. Mientras que Kim Jong-un del último país puede causar daño, no puede romper el orden internacional. La RPC puede, que es lo que hace a Pekín tan especial y amenazador, incluyendo a Estados Unidos La habilidad única de China, construida por el dramático éxito económico de su pueblo, es alcanzar más allá de sus propias fronteras para imponer al menos algo de sus estructuras crecientemente opresivas sobre otros estados y pueblos.

Al referirse a China, los estadounidenses deberían prepararse para lo peor, esperando a la vez lo mejor. La RPC plantea un desafío significativo a través de muchos asuntos. Tal vez, el asalto más agudo contra los valores liberales es el estado abismal de los derechos humanos en China. Los ataques a la libertad humana son, de modo general, básicamente domésticos, pero crecientemente extendidos a sociedades liberales.

Dado que el crecimiento económico ha suministrado riqueza y alcance, el estado chino ha crecido cada vez más dispuesto a influir en otras naciones e intentado imponer sus políticas sobre otras sociedades, como los estudiantes chinos y uigures expatriados. El comercio y el intercambio brindan otra avenida de influencia política, al disuadir a muchos gobiernos de incluso criticar a Pekín.

Algunas “amenazas” lucen como el estatismo convencional, también presente en sociedades democráticas de Occidente. Por ejemplo, proteccionismo comercial y subsidios a industrias. Otros temas son en todas partes actos criminales comunes, pero magnificados grandemente por la RPC, como robos y ciberataques de protocolos de Internet.
Más inquietantes son los esfuerzos chinos por dominar las alturas tecnológicas de la economía. También preocupan las amenazas militares, hoy enfocadas en disputas territoriales empezando con Taiwán y reclamos de diversas islas del Asia Pacífico, así como el tema de la libertad de navegación.

En el abstracto, ninguno de estos asuntos es único. Muchas naciones, incluyendo, francamente, a Estados Unidos, se involucran en una o más de esas actividades, recibiendo a cambio poco más que una reprimenda ocasional. Muchos estados, hasta aliados de Estados Unidos, en mucho permanecen sin afectación por las políticas malignas de China.
Aunque la RPC está desafiando directamente a algunos países y gobiernos específicos, no existe una coincidencia de intereses inherente entre los gobiernos de estados democráticos orientados al liberalismo y el orden liberal, más ampliamente. ¿Cómo, entonces, deberían pueblos con mentalidad liberal clásica, comprometidos con una sociedad libre, responderle a China?

Hoy, más que cualquier otra nación, la República Popular China, la manifestación moderna de diversas formas del imperio chino, que van a miles de años atrás, plantea un desafío significativo a los valores e intereses liberales. La amenaza es menos militarizada que aquella de la Unión Soviética, pero potencialmente más extensa y duradera. Lo que hace única a China hoy es que es más que la suma de sus características concretas. Especialmente notoria es la confluencia de estos factores:


  • Un régimen político leninista con la supervivencia como su objetivo supremo;
  • La mayor población del mundo (aunque pronto caerá al segundo lugar);
  • Gobierno autoritario, que vira hacia el totalitarismo, sobre 1.4 miles de millones de personas chinas;
  • Control de la economía más grande o segunda más grande (dependiendo del estándar usado);
  • Descansa en medios que oscilan entre dudosos (compartir obligatoriamente la tecnología) y criminales (ciber robos, espionaje) para adquirir o robar tecnología externa y violar protocolos externos de Internet;
  • Uso del poder económico creciente para promover fines hostiles políticos y de seguridad;
  • Presión para controlar a sus ciudadanos, emigrados chinos, e incluso ciudadanos extranjeros localizados en otros países;
  • Violación del acuerdo internacional para imponer en Hong Kong la política de “un país, un sistema;”
  • Reclamos territoriales en el Asia Pacífico y otras partes a lo largo de sus fronteras (India), respaldados por la fuerza militar;
  • Amenazas de conquistar (“reunirse” con) Taiwán por medio de medios militares; y
  • Un ejército capaz de proseguir otras políticas más expansionistas en Asia y otras partes.


En casos normales, la mayoría de estos problemas serían limitados y resueltos por naciones individuales, Sin embargo, el laissez faire es inadecuado cuando se confronta a un estado leninista, hostil y bien armado, con control sobre empresas nominalmente privadas y sus abundantes recursos. De hecho, a pesar de debilidades manifiestas, Pekín podría terminar siendo más fuerte en los años venideros, mientras Estados Unidos encara sus propios problemas demográficos, económicos y fiscales. Es de esperar que China tome ventaja de cualesquiera oportunidades en que pueda ganar.

Por supuesto, este no es un resultado necesario, pero la persona liberal clásica o libertaria debería tomar en serio el daño potencial que podría cometer el estado chino y considerar respuestas adecuadas, a menudo coordinadas con gobiernos de mentalidad similar. Algunas iniciativas pueden mostrar ser necesarias -restricciones comerciales, tal vez, o subsidios económicos, investigaciones policiales, y confrontaciones militares- que violarían principios liberales y requerirían acción gubernamental intrusiva. En tales casos, como las restricciones draconianas de la administración Biden a la venta de chips de semiconductores a entidades chinas, las compensaciones serán dolorosas.

De hecho, más que nadie, el individuo liberal clásico o libertario debe darse cuenta de los riesgos de acudir a medidas intervencionistas tan fácilmente abusadas y manipuladas para otros fines. Dadas las realidades de los procesos políticos, esas políticas inevitablemente serán abusadas y manipuladas.

En ultima instancia, hacer que cuadre el círculo puede ser la responsabilidad más importante para los estadounidenses de la actualidad, junto con prevenir una guerra catastrófica. Los Estados Unidos deben impedir que el estado dominado por el Partido Comunista Chino logre ventajas críticas militares o económicas. Sin embargo, intentar indebidamente impedir el desarrollo natural de Pekín, “bloqueando implacablemente” su rumbo hacia adelante, en palabras de Hal Brands, arriesga que continúe la confrontación. Eso podría resultar en una Guerra Fría costosa e irascible en el mejor de los casos, y, en el peor, un conflicto ardiente, algo más allá de cualquier cosa vista desde la Segunda Guerra Mundial y, quizás, ni siquiera desde aquel entonces.

Los estadounidenses deben defender una sociedad libre en casa y preservar una paz liberal en el exterior. Ellos pueden ser el único pueblo en capacidad de hacer ambos.

Doug Bandow es compañero sénior del Instituto Cato, especializándose en política internacional y libertades civiles. Trabajó como asistente especial del presidente Ronald Reagan y es editor de la revista política Inquiry. Escribe regularmente en importantes publicaciones como la revista Fortune, National Interest, el Wall Street Journal, y el Washington Times.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.