ACERCA DE LOS PRECIOS DE LAS MEDICINAS EN EL MERCADO DOMÉSTICO

Por Jorge Corrales Quesada

Con entusiasmo y esperanza he visto el posicionamiento del actual gobierno y, en particular, del ministro de Economía, don Francisco Gamboa, para disminuir los precios de las medicinas en el mercado nacional. De hecho, en administraciones previas no se logró casi nada al respecto, ante el hecho de que en nuestro país las medicinas son mucho más caras comparadas con otras naciones. Es así como gente que viaja, por ejemplo, a México, España o Estados Unidos, ha señalado, públicamente y para nuestro conocimiento, precios comparativos de medicinas, que ocasionan envidia por lo baratas que son para quienes debemos comprarlas en el mercado doméstico.

Por eso, es importante, además de formular declaraciones de propósitos para resolver el problema, si es posible, y en algún grado, que las autoridades no se vean frenadas en sus esfuerzos, en particular por la lógica presión que podría venir de algunas entidades y personas que hoy se ven favorecidas por las prácticas estatales anti competitivas, que impiden una rebaja en los precios de los medicamentos. Tal reacción es natural, pero no conveniente para la mayoría de consumidores que anhelamos poder adquirir esos productos a precios más accesibles.

Antes que nada, debo enfatizar por qué el gobierno -y la gente que cree en una medida como esa- no debe seguir el rumbo de fijar precios topes o máximos a los medicamentos como solución. Tal medida lo único que lograría es aumentarnos los costos a los consumidores, pues muchos negocios ya no los suministrarían, o bien acudirían a venderlos bajo condiciones diferentes a las actuales, como, hacerlo con otros productos adosados, o bien con contenidos diferentes de los previamente definidos en sus registros farmacéuticos, para así tener costos menores frente a precios máximos. Pero, lo más frecuente es la desaparición de los medicamentos, que es lo peor que les puede suceder a pacientes que dependen de tales medicinas para tener una buena salud e incluso hasta seguir vivos.

Pero, en el país hay un camino posible, aunque tal vez lento o carente de la velocidad de implementación que uno desearía y que es en donde podemos enfatizar nuestros esfuerzos ciudadanos de reforma, para que la estructura del mercado de las medicinas en el país sea, por lo general, mucho más competido de cómo es en la actualidad y así lograr que ese mercado favorezca más a los consumidores.

Alrededor de este asunto es mucho lo que se podría sugerir, y me atrevo a hacerlo en varias áreas, que considero podría beneficiar a los consumidores. Lo primero es reformar radicalmente el control de aprobación de venta de los medicamentos en el país, no sólo con la eliminación de trabas burocráticas de registro ante autoridades estatales, sino, más que todo, permitiendo que las certificaciones o aprobaciones de venta en ciertos países con una reputación de buen cuidado en la calidad de los medicamentos, sean suficientes para obtener su aprobación de venta en el país. No dudo que, en general, en naciones como Estados Unidos, Japón, Australia, y muchas de Europa, los controles para el registro de las medicinas son intensos y estrictos, por lo que, una aprobación para la venta en uno de esos países, puede servir como prueba suficiente para su beneplácito por los entes de control nacional, sin necesidad de cumplir con los procesos engorrosos, repetitivos, y caros de registro actual en el país.

Esto nos lleva a un punto vital acerca de la estructura del mercado en el país de las medicinas y es la exclusividad en su importación. Trataré de explicarlo en sencillo: un laboratorio o empresa farmacéutica internacional X vende en el país un medicamento bajo su marca registrada, en donde se le otorga exclusividad de importación que se aprueba por las autoridades nacionales. De esta forma, aunque se trate del mismo medicamento, pero proveniente de otro suplidor o fabricante, no puede importarse al país, pues iría contra la ley. En esto, los representantes de casas comerciales tienen mucho que ver, como favorecidos por dicha exclusividad de importación al país de ciertas medicinas conocidas de marca registrada.

Pero, hay más, dado que los registros de origen de los medicamentos poseen fórmulas específicas de ingredientes y procesos, no se permite o se ponen trabas para la importación de medicinas llamadas “genéricas”, que brindan resultados similares, parecidos, o casi iguales, pero que se venden a precios mucho menores que las “originales.”
Debería permitirse su importación sin mucho problema, y según lo expuesto en el párrafo inmediato anterior acerca de su aprobación gubernamental, para que los consumidores en disposición de compensar posibles “disminuciones” de la calidad médica del producto a cambio de un precio menor, sin impedimento a quien desee la medicina no genérica, pueda adquirir la “original” al precio mayor si le place o bien adquiera la genérica. Tal es su elección.

Además, en el mercado nacional, debería eliminarse la práctica legalizada, o de una realidad, de vender exclusivamente a ciertas farmacias o grupos de ellas, el medicamento del laboratorio o firmas farmacéuticas internacionales X citados antes, o bien de representantes nacionales de los productos de aquellas empresas. Es decir, que el importador doméstico no venda en exclusiva a ciertas farmacias o grupos de ellas, o como medida discriminatoria, a un precio menor del cobrado a cualquier otra farmacia que lo desee adquirir de ellos. Se acabaría eso de que el producto se encuentra sólo o básicamente en exclusiva en cierta farmacia. (Y, ligado a lo anterior, que cualquier farmacia no se vea limitada por ley a registrar medicinas para adquirirlas tan sólo en cierto laboratorio o empresa farmacéutica X del exterior o por medio de su intermediario doméstico único; debe poder hacerlo de quien le plazca, cumpliendo con el registro de importación en la forma arriba citada).

Estas medidas, creo, podrían aumentar la oferta competitiva de medicinas, y lograr reducir los precios a los consumidores domésticos.

Esto último sin duda atraerá nuevos clientes a dichas farmacias que compiten en entre sí, los cuales ahora encuentran medicinas más baratas, teniendo un efecto adicional importante en la economía: habría gente que dejaría de ir al Seguro Social en demanda de medicinas (que no son “gratuitas” sino pagadas mediante las cuotas a la Caja), pues sería preferible para muchos de ellos hacerlo, no sólo al, posiblemente, encontrar mayor variedad de productos similares, sino evitar la posible molestia de las filas y esperas para obtenerlos en la Caja. Esto disminuiría en algún grado la demanda de medicinas de la Seguridad Social, lo que no parece ser nada malo, dada la situación financiera, de costos y de congestionamiento ya conocidos de la Caja.

Para terminar, deseo encarecidamente a personas y entidades que hoy tienen que ver directa o indirectamente o que poseen conocimiento y experiencia sobre el tema de la salud, que brinden sugerencias, que hagan propuestas, y piensen en cómo reducirles los altos costos de las medicinas a los consumidores costarricenses. He visto el silencio, al menos en los medios, a los que alternativamente algunos acuden con frecuencia, acerca de esta política gubernamental deseable en marcha, de promover mayor competencia en el mercado de las medicinas. Me refiero a entes como el Colegio de Médicos, el Colegio de Farmacéuticos, sindicatos médicos y de la salud, medios de prensa, médicos y farmacéuticos en general, así como la Cámara de Comercio, y a los ciudadanos como un todo.

Tal vez así logremos una vida mejor para los consumidores abatidos por los altos precios de los medicamentos en el país.

NOTA BENE: Una sugerencia relacionada con este tema, al menos indirectamente, es que el gobierno permita, como lo hizo en su momento el presidente Trump en Estados Unidos -hizo cosas buenas y malas- que ciertos productos farmacéuticos que no se encuentran hoy en el país y que pueden significar la vida o la muerte a un paciente, pueda permitirse su venta en el país cuando su desarrollo aún está en proceso de prueba avanzada en el exterior y que lo recomienda el médico que trata al paciente. Hoy, uno se puede morir pues no existe tal medicina en el país por no estar aprobada, y que debe importarla, pero tampoco puede por una restricción gubernamental.

Publicado en mis sitios en Facebook jorge corrales quesada y Jcorralesq Libertad y en el sitio del Instituto Libertad, el 3 de noviembre del 2022.