ELIMINEN EL PREMIO NOBEL EN ECONOMÍA

Por Peter Jacobsen
Fundación para la Educación Económica
Martes 11 de octubre del 2022

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Por qué Hayek (y yo) nos habríamos opuesto a la creación de un Premio Nobel en economía.

En 1974, el Premio del Banco Central Sueco en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel (coloquialmente conocido como el Premio Nobel en economía) fue otorgado al economista austriaco Friedrich Hayek.

El premio a Hayek y el subsecuente discurso de aceptación fueron notables por muchas razones, pero, tal vez, la idea más importante se dio al inicio del discurso. Este podría haber sido un momento para que Hayek abrazara su interno Sally Fields [Actriz de cine mejor conocida por su papel en la serie de televisión La Monja Voladora] y proclamar “¡les gusto!” Pero eso no iba a pasar.

En vez de eso, Hayek dudó de si tal premio era buena idea.

“Debo confesar que, si yo hubiera sido consultado acerca de establecer un Premio Nobel en economía, decididamente debería haber aconsejado en su contra,” dijo él.

Hayek dio dos razones para oponerse al premio. Primera, él expresó preocupación de que el premio estimulara “vaivenes de la moda científica,” aunque se rió de que este problema no debería ser tan malo dado qué tan fuera de moda eran sus propias ideas.

La oposición de Hayek descansaba primordialmente en la segunda razón que él dio.

“El Premio Nobel confiere a un individuo una autoridad que en economía ningún hombre debería poseer,” indicó Hayek.

PIZARRAS Y CONTROL

Mientras hacía mi programa de postgrado en economía, tuve el placer de estudiar bajo el Dr. Peter Boettke, profesor de economía y filosofía en la Universidad George Mason. Parte de su valor como maestro es su inaparente interminable lista de proverbios. Uno de mis favoritos es que los economistas deberían pasar menos tiempo viendo la pizarra y más tiempo viendo fuera de la ventana.

En otras palabras, los economistas son estudiantes de la civilización y del comportamiento. Estamos interesados en cómo las leyes y hechos económicos se pueden observar en el mundo en que vivimos.

Por otra parte, mucho de la economía formal involucra conjuntos de ecuaciones abstractas, lógicamente consistentes, en la pizarra, que, aunque elegantes, ignoran los problemas del conocimiento y los incentivos que enfrenta la gente ordinaria.

Cuando usted excluye esos problemas de conocimiento e incentivos, gente real, e instituciones reales, es fácil aplicar incorrectamente sus ecuaciones de la pizarra al mundo real.

Por ejemplo, tal vez las ecuaciones en la pizarra muestran que los bancos necesitan una inyección de fondos para hacer que los depositantes e inversionistas confíen más para evitar caídas en los mercados financieros. Usted hace algunas pocas ecuaciones, calcula la cantidad máxima del rescate y, presto, una crisis financiera evitada.

Pero, al creer que una economía puede claramente resumirse en una pizarra, los expertos están tentados a juguetear con la economía real, para hacer que esta se ajuste a la pizarra.

Pero, el mundo real opera de manera diferente. Si miramos fuera de la ventana, podemos ver cómo las instituciones financieras son incentivadas a comportamientos más riesgosos cuando esperan ser rescatadas. Tal vez algunas instituciones usan esos rescates como excusa para hacer cabildeo a favor de resoluciones que eliminan la competencia.

Abundan las complicaciones fuera de los confines de la pizarra.

SUMOS SACERDOTES, ALTOS PREMIOS

En un artículo titulado High Priests and Lowly Philosophers [Sumos Sacerdotes y Humildes Filósofos], el Dr. Boettke y sus coautores, los doctores Chris Coyne y Peter Leeson, afirman que, centrarse excesivamente en ser el administrador de una sociedad, ha conducido a episodios históricos en que economistas han actuado como sumos sacerdotes científicos, cuyas “falsas pretensiones de administración científica condujeron a economistas a prometer lograr tareas que legítimamente no pueden lograr.”

En vez de fingir la habilidad de administrar la economía desde una pizarra (o desde una hoja de cálculo), los autores afirman que los economistas deben poner sobre la mesa la humildad de Hayek. Como lo ponen Boettke, Coyne, y Leeson,

“Es sólo rechazando su estatus de sumo sacerdote y abrazando su posición como un humilde filósofo, que el economista tiene una oportunidad para salvar a la economía de condena debido a la arrogancia.”

Los economistas lo hacen mejor como estudiantes de la civilización al mirar fuera de la ventana. Esto, tal vez, es menos glamoroso que ecuaciones complicadas y posiciones en la planificación gubernamental, pero, ¿qué es lo hace que eso beneficie a la profesión para obtener un asiento en la mesa, pero que pierda su alma?

Como lo reconoció Hayek, el glamur del Premio Nobel amenaza con aumentar la precepción de los economistas como sumos sacerdotes. Entonces, el mejor camino hacia adelante, es abolir el premio y, en su lugar, asegurar que todos los economistas encuentren su camino hacia una oficina con una ventana que mostrará el mundo real que existe afuera.

Peter Jackson enseña economía y tiene la posición de Profesor Gwartney de Economía. Recibió su educación de posgrado en la Universidad George Mason. Su interés de investigación yace en la intersección de la política económica, la economía del desarrollo, y la economía de la población.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.