CUANDO LA FAMILIA ES ABOLIDA, LA GENTE MUERE DE HAMBRE

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
11 de octubre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, family, October 11, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Sophie Lewis quiere Abolish the Family [¿Abolir la Familia?]. En su benévolo comentario al libro de Lewis, Erin Maglaque hace un trazado de las ideas “utópicas” del movimiento anti familia. Cuenta acerca de las comunas de Fournier del siglo XIX que “liberaron” a las mujeres del “trabajo penoso” de cocinar para sus familias. Lewis quiere expandir la idea de
familias sin cocinas para que incluya el cuido infantil colectivo. Escribe Maglaque:

“La familia, arguyen Lewis y otros abolicionista y feministas, privatiza el cuido. La estructura legal y económica de la familia nuclear transforma el amor e intimidad en abuso, propiedad, escasez. Los niños son propiedad privada, legalmente poseídos y económicamente dependientes de sus padres. La difícil tarea del cuido -ocuparse de los niños, la cocina y el lavado- es ocultada y devaluada, llevada a cabo de gratis por mujeres o por un pago escandalosamente bajo a trabajadores domésticos.”

Si abolimos la familia, escribe Maglaque, “abolimos la unidad más fundamental de privatización y escasez en nuestra sociedad. Más cuido, más amor, para todos.”

Los abolicionistas de la familia se ven como liberadores, pero sus sueños son distópicos. Sólo por la fuerza se puede abolir la familia como fundamento crucial de la sociedad. No hay amor en la fuerza; la esperanza utópica de “más amor” realmente significa más odio para todos.

“Más amor para todos” no fue lo que resultó cuando Mao buscó abolir la familia durante el Gran Salto Hacia Adelante. Como los comunistas chinos, Lewis no ve que sea necesario que cada familia cocine, lave la ropa, o críe los niños. Para los chinos, en vez del paraíso, el resultado fue la peor hambruna causada por el hombre en la historia.

En su meticulosamente investigado libro, Tombstone: The Great Chinese Famine 1958-1962, el periodista chino Yang Jisheng reporta, en un detalle horrendo, el hambre inducida por el totalitarismo que mató a 36 millones de chinos. Las víctimas de la hambruna de Mao exceden, en muchas veces, las víctimas de Stalin de muerte por hambre de los ucranianos.

Mao y otros comunistas chinos, de acuerdo con Jisheng, vieron en “la familia el fundamento social del sistema de propiedad privada y un impedimento importante para el comunismo.” En un discurso de 1958, dijo Mao: “En el socialismo, la propiedad privada aún existe, las facciones aún existen, las familias todavía existen. Las familias son el producto de la última etapa del comunismo primitivo, y todo trazo final de ellas será eliminado en el futuro.” Continuó Mao, “en el futuro, la familia ya no más será beneficiosa para desarrollar la productividad… Muchos de nuestros camaradas no se atreven a considerar problemas de esta naturaleza pues su pensamiento es demasiado estrecho.”
Jisheng bajó a lo profundo de los archivos del Partido Comunista Chino. El premier chino Zhou Enlai creía que “una liberación plena requería liberar a las mujeres de sus labores hogareñas.” Enlai “promovió cocinas comunales y guarderías comunales como los brotes del comunismo.” El vicepresidente del Partido Comunista Liu Shaoqi señaló: “al eliminar las familias sería posible eliminar la propiedad privada.”

La intención era hacer a la población china más controlable y a China más productiva. Un reporte del 1959 del partido expuso los resultados:

“La gente come junta en los comedores y sale a trabajar junta… Antes de los comedores, los miembros de la comuna sólo podían trabajar entre siete y ocho horas al día; ahora trabajan un promedio de diez horas diarias… En el desayuno, tan pronto como se retiran los cuencos, el jefe de la sección hace que la gente salga a trabajar… Antes y después de las comidas, los miembros de la comuna leen los periódicos y escuchan juntos las transmisiones de radio, mejorando su educación en el comunismo.”

Usualmente la comida es cocinada por familias pues es eficiente que ellas lo hagan así. Durante el Gran Salto Hacia Adelante, las cocinas comunales fueron establecidas rápidamente, algunas alimentando hasta 800 personas. Reporta Jisheng, “Las cocinas comunales fueron una razón importante por la que tantos pasaran hambre hasta morir. Las estufas de los hogares fueron desmanteladas, y los instrumentos de cocina, mesas y sillas, alimentos, y leña para cocinar fueron entregados a la cocina comunal, como lo fue el ganado, aves de corral, y cualquier planta comestible cosechada por miembros de la comuna. En algunos lugares, no se permitió que las chimeneas fueran encendidas fuera de la cocina comunal.” En breve, las familias hasta perdieron la habilidad para hervir agua.

Las consecuencias fueron catastróficas. Escribe Jisheng, “Eliminar la familia como una unidad de vida básica redujo su capacidad para combatir el hambre.”

Introducir cocinas comunales significó que la gente tuviera que ir a la cocina para ser alimentada. Observa Jisheng, “En las regiones montañosas, la gente tuvo que caminar pesadamente sobre colinas y valles por un plato de engrudo.” Los detalles reflejan la loca arrogancia de los planificadores:

“En la primavera de 1960, el recién nombrado primer secretario de la Provincia de Yunnan fue al campo para una inspección. En el campo montañoso vio a una anciana, cubierta de barro de la cabeza a los pies, arrastrando una canasta hacia una colina durante una tormenta de lluvia en su camino hacia la cocina. Algunos habitantes de la villa le contaron que esa anciana tenía que subir sólo dos montañas y más de siete kilómetros, lo que no era tan malo; algunos tenían que viajar quince kilómetros sobre sus burros para llegar a la cocina comunal, gastando buen parte del día en busca de dos comidas.”

La abolición de la familia significó que las familias no podían dividir el trabajo mientras cuidaban a jóvenes, ancianos, y enfermos. Hay individuos que pueden ver a través de los ojos del amor, pero todo lo que les importaba a los comunistas era la productividad. Un funcionario del partido proclamó: “Hasta a los viejos y débiles no se les puede permitir que coman gratis, sino que deben contribuir con su esfuerzo. Si no pueden llevar una carga doble, pueden compartir una carga con alguien más, y si no pueden usar sus hombros, pueden usar sus manos; e incluso arrastrarse al campo con un cuenco de barro en una mano contribuye más que quedarse en la cama.”

Los comunistas se apropiaron de las casas. Reporta Jisheng, “Kínderes, guarderías, e instalaciones para ancianos se establecieron con recursos quitados sin compensación a familias, y las casas fueron desocupadas para alojar las instalaciones.”

Por supuesto, nada de esto era voluntario. Jisheng explica que “Cuadros [Nota del traductor: funcionarios encargados de administrar los asuntos del partido comunista] y milicianos saquearon los hogares y algunas veces golpearon y detuvieron a los ocupantes. Al entregar sus activos los habitantes de las villas, fue en medio de una atmósfera de presión política extrema. La campaña contra la propiedad privada hizo que muchas familias quedaran desamparadas y sin hogar.”

Jisheng describe cómo, al inicio, con comida “gratis,” los miembros de la comuna se dieron un atracón:

“Las cocinas comunales fueron lo más dañinas en su desperdicio. Durante los primeros dos o tres meses en que operaron los comedores en el otoño de 1958, los miembros festinaron. Creyendo que los problemas de suministro de alimentos habían sido completamente resueltos, Mao y otros lideres centrales se preocuparon acerca de “qué hacer con la comida extra,” lo que, a su vez, hacía que los habitantes de las villas creyeran que el estado tenía acceso a enormes almacenes de comida que suplementaran los suministros locales cuando se acababan. El eslogan era, ‘Con comidas suministradas comunalmente, no había temor alguno de comer demasiado.’”

Por supuesto, al acabarse la comida, no todos fueron iguales, Jisheng reporta cómo los cuadros “se ayudaron a sí mismos con arroz blanco, rollos al vapor, bollos rellenos, bollos al vapor, y platos de carne con vegetales, mientras que miembros ordinarios de la comuna comieron un engrudo aguado.” El engrudo “era a menudo abominable. Ollas hirvientes de congee [Nota del traductor: sopa china espesa hecha de un tipo de arroz que estalla durante la cocción] puede contener excrementos de ratas y estiércol de ovejas.”

Operando en una jerarquía totalitaria, los cuadros perdieron toda su humanidad. Jisheng continuó explicando cómo un miembro de un cuadro “sólo necesitaba ganarse la confianza de su superior directo para convertirse en un “déspota local” con total impunidad. La corrupción erosionó los ya inadecuados suministros de alimentos e intensificó la hambruna.” Ellos eran esclavos “mirando hacia arriba y un dictador que miraba hacia abajo.” Jisheng revela gráficamente la brutalidad de los cuadros:

“Los cuadros infligieron penas brutales sobre los habitantes de las villas que tenían sentimientos mezclados acerca del proceso de conversión al comunismo, que consumían furtivamente las semillas de los colectivos debido al hambre, o que no tenían fuerza para proyectos de irrigación masiva, y sobre algunos cuadros conscientes. Las penas incluían ser golpeados mientras estaban suspendidos en medio del aire, obligados a arrodillarse por mucho tiempo, exhibidos en las calles, privados de alimentos, expuestos al frío o al sol, y cortadas las orejas o los dedos. En las villas, la llamada dictadura del proletariado de los cuadros, y aquellos con el mayor poder, pudieron infligir la mayor cantidad de abuso arbitrario.”

El libro de Jisheng no es un análisis académico a la distancia, sino una descripción intensa, cercana. Es instructivo ver los males específicos del totalitarismo:

“El 15 de octubre de 1959, Zhang Zhirong del equipo de producción de Xiongwan, al fracasar en traer algo de granos, fue atado y golpeado hasta morir con maderos y palos. El cuadro de la brigada usó pinzas para insertar arroz y frijoles de soya en el ano del muerto, a la vez que gritaban, “¡Ahora usted puede hacer crecer granos desde su cadáver!” Zhang dejó tras sí niños de edades de ocho y diez, quienes subsecuentemente murieron de hambre.

El 19 de octubre de 1959, el miembro del equipo de producción de Chenwan, Chen Xiaojia y su hijo Chen Guihou fueron colgados del poste de luz del salón comedor comunal, al fallar en entregar algo de granos. Fueron golpeados y bañados con agua helada, muriendo ambos en el curso de siete días. Dos niños pequeños, que en su momento les sobrevivieron, murieron de hambre.

El 8 de noviembre de 1959, Zhong Xingjian del equipo de producción de Yanwan fue acusado de “desafiar al liderazgo,” y un cuadro les cortó a pedazos con un hacha hasta matarlo.”

De acuerdo con Jisheng, los pocos funcionarios “que hablaron con la verdad fueron etiquetados de ‘negadores del logro’ y ‘desviacionistas de la derecha,’ y fueron sometidos a una lucha despiadada.” Cuando un secretario del partido admitió que, “no había comida y que las cuotas de suministro no podían llenarse, fue levantado desde sus brazos y piernas y lanzado como un ariete contra el suelo.”

No asuma que estos ejemplos reflejan unas pocas malas semillas. En Tombstone, Jisheng reporta que más del 50 por ciento de los cuadros participó en crímenes contra la humanidad. El ciclo de violencia se revela en esta descripción de un miembro de un cuadro: “Si usted no apaleaba a otros, usted sería apaleado. Entre más fuertemente usted golpeaba a alguien, más firmemente establecía su posición y su lealtad al Partido Comunista. Si usted no golpeaba a otros, usted era un desviacionista de la derecha y pronto sería golpeado por otros.”

Jisheng resume lo que las familias experimentaron durante el Gran Salto Hacia Adelante: “Las familias fueron dispersadas a los vientos, los niños abandonados, y los cadáveres dejados al lado de los caminos para que se pudrieran.”

CÓMO EL TOTALITARISMO CREÓ LA HAMBRUNA

Jisheng es tajante; la causa de la muerte por inanición fue el totalitarismo:

“La razón básica de por qué decenas de millones de personas en China murieron de hambre fue el totalitarismo. Si bien el totalitarismo no resulta inevitablemente en desastres de una escala tan masiva, facilita el desarrollo de políticas extremamente fallidas e impide su corrección. Incluso más importante es que, en este tipo de sistema, el gobierno monopoliza toda producción y recursos que sustentan la vida, así que, una vez que ocurre una calamidad, la gente ordinaria no dispone de medios para salvarse.”

La evidencia histórica liga la hambruna a la tiranía. En “Democracy as a Universal Value” [La democracia como valor universal”], el premio Nobel en economía Amartya Sen escribió,

“En algún otro sitio me he referido al hecho notable de que, en la terrible historia de hambrunas sufridas por el mundo, nunca se ha producido un periodo de hambruna realmente importante en un país democrático e independiente con una prensa relativamente libre. No existen excepciones a esta regla, sin importar hacia dónde miremos: las hambrunas recientes sucedidas en Etiopía, Somalia u otros países con regímenes dictatoriales; hambrunas en la Unión Soviética en los años treinta; la de China de 1958 a 1961, cuando fracasó la política del Gran Salto Adelante; y antes las de Irlanda o India bajo la dominación extranjera. Aunque en muchos sentidos se desenvolvía económicamente mejor que India, China se las arregló para padecer -a diferencia de India- una hambruna que resultó, de hecho, la mayor en la historia de la humanidad: cerca de treinta millones de personas fallecieron de 1958 a 1961. Pese a ello, a lo largo de esos tres años continuaron aplicándose las equivocadas políticas gubernamentales, que no fueron criticadas debido a que no existían partidos de la oposición dentro del parlamento, no había prensa independiente ni elecciones multipartidarias. Y fue precisamente esa falta de exigencias lo que permitió que políticas erróneas continuasen en vigor, a pesar de la muerte de millones de personas cada año. Lo mismo puede decirse sobre las dos hambrunas que tienen lugar actualmente en Corea del Norte y Sudán.”

Desde el punto de vista de Jisheng, Mao y sus secuaces “consideraron que no había costo o coerción lo suficientemente grande al hacer de la realización de los ideales comunistas, el objetivo supremo del pueblo entero.”

La jerarquía totalitaria significaba que los objetivos de 1958 establecidos por Mao de sobrepasar al Reino Unido en la producción de acero en dos años, sería llevado a cabo por cuadros, sin importar el costo. Sin embargo, como escribe Jisheng, “las acererías en realidad no fundieron hierro alguno; más bien, los sartenes [woks] y utensilios de cocina de los campesinos, las aldabas de las puertas de sus hogares, y las campanas de sus templos fueron, todos, derretidos para reportar un éxito.”

El objetivo de Mao de una industrialización rápida significó que se impusieran demandas imposibles a los agricultores campesinos. Los registros y testimonio que Jisheng presentó son claros. Los funcionarios del partido “cumplieron” esas demandas mintiendo acerca de los rendimientos de cosechas. Con rendimientos de cosechas infladas vinieron “cuotas estatales altas de suministros por parte del estado.” La mayoría de condados llenó la cuota “apropiándose de toda ración del grano y de semillas de los agricultores:”

“Si los agricultores eran incapaces de proveer la cantidad requerida, el gobierno acusaría a los equipos de producción de esconder el grano. Una ‘lucha entre los dos caminos’ (del socialismo y capitalismo) fue lanzada para contrarrestar la supuesta retención del grano. Esta campaña usó la presión política, tortura mental, y violencia despiadada para extraer de los agricultores cada grano o semilla hasta lo último. Cualquiera que manifestara la más mínima protesta era golpeado, algunas veces fatalmente.”

El resultado fue la “agonía prolongada” de la inanición. Escribe Jisheng:

“Se acabó el grano, todas las hierbas silvestres fueron comidas, hasta la cáscara había sido pelada de los árboles, y, para llenar los estómagos, se usaron cuitas de aves, ratas, y relleno de algodón. En los campos de arcilla de caolín, la gente hambrienta mascaba la arcilla al extraerla. Los cadáveres de muertos, víctimas de la hambruna quienes buscaban refugio, provenientes de otras villas, hasta miembros de la propia familia, se convirtieron en comida para los desesperados.”

Por miedo y fe, describe Jisheng, “La gente se sentaba a la par de depósitos de almacenaje en espera de que el gobierno liberara grano, gritando, ‘¡Partido Comunista, presidente Mao, sálvennos!’ Algunas personas pasaron hambre hasta morir, sentadas a la par de los almacenes de grano.”

Gráficamente, recuerda Jisheng, “Los miembros de la comuna primero perdían peso, luego, se hinchaban con edema, después se consumían hasta que vomitaban líquido y morían.” Un padre “temía que sus hijos, de tres y cuatro años de edad, se quedarían sin nadie que los cuidara, así que los ahogó en un hoyo antes que él muriera.”

Cuando ya nada más quedaba, algunos se comieron a los suyos o intercambiaron niños para ser comidos. En un testimonio, el funcionario Yu Dehong escribió: “Hubo casos de canibalismo en casi cada villa, y muchos incidentes fueron tan trágicos que no puedo soportar hablar de ellos.”

Jisheng, haciendo eco de Sen, escribe, “Es una tragedia sin precedente en la historia humana que decenas de millones de personas mueran de hambre, y se acuda al canibalismo en un período de patrones climáticos normales sin guerras o epidemias.”

¿Habrían aprendido Mao y sus cuadros del libro de tácticas de Stalin? Los reportes de Jisheng hacen eco del Holodomor:

“Para impedir que la gente huyera y diseminaran las noticias del desastre, los comités del partido en los condados desplegaron guardas armados para patrullar fronteras y calles de acceso. Se establecieron puntos de vigilancia en carreteras, y retenes en todas las villas. Las paradas de buses se reforzaron con oficiales de policía, y los autobuses de larga distancia sólo se podían manejar por miembros del partido. A cualquiera que se le descubriera tratando de salir, se le confiscarían sus pertenencias y era golpeado. Las estaciones de ferrocarril de Xinyang se monitorearon por la oficina de seguridad pública de los ferrocarriles. Los campesinos sólo podían quedarse en casa y esperar la muerte.”

Los campesinos “estaban hinchados del hambre, mientras que sus cuadros estaban hinchados con la comida en exceso.” La destrucción de la familia en China no significó “más cuido, más amor.”

Mao lo sabía. El vicepresidente del Partido Comunista, Liu Shaoqi, le dijo a Mao, “La historia registrará el papel que usted y yo jugamos en la inanición de tanta gente, y ¡el canibalismo también será conmemorado!

Nada de esto es lo que prohibicionistas de la familia, como Lewis, tienen en mente. A pesar de todos estos crímenes horrendos, Mao no tenía en mente la hambruna masiva al disponerse a abolir la familia. Mao culpó por los insondables millones de muertos “a los enemigos políticos y de clase.” Como siempre, con los totalitarios, “errores se cometieron, pero no por mí.”

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.