Un artículo muy didáctico que ayuda a comprender mejor el rol de la política comercial en el bienestar humano.

ACERCA DE LAS PREGUNTAS MÁS DIFÍCILES DE POLÍTICA COMERCIAL

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
10 de octubre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, trade, October 10, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Gale Pooley, economista de la Universidad Brigham Young en Hawái y coautor del espléndido nuevo volumen Superabundance, ayer me envió un correo electrónico. He aquí parte del correo electrónico de Gale:

“Mis estudiantes de economía Internacional este semestre están haciendo un esfuerzo por medio de su libro [
Globalization].

¿Cómo explica usted las complicaciones comerciales con Europa y Rusia?


¿Tal vez comerciar con un tirano acarrea riesgo?


¿En especial si él tiene un poder similar a un monopolio?”


Preguntas como estas están entre las más difíciles para que las respondan los proponentes del libre comercio. La dificultad aquí no está confinada al obstáculo siempre presente de hacer que se vea lo no visto. Cuando mis estudiantes me preguntan “¿No destruyen empleos las importaciones?” mi desafío es ayudar a los estudiantes para que vean que, si bien las decisiones de sus compatriotas de comprar más (digamos) acero importado, “destruyen” algunos empleos en la industria acerera estadounidense, se crean empleos en otras partes de Estados Unidos. Esta creación de empleo es principalmente alimentada por extranjeros, ya sea al gastar o invertir en los Estados Unidos sus ganancias adicionales en dólares.

Abrir los ojos de los estudiantes a esta realidad, y a su papel en apoyar un caso a favor del libre comercio, no deja de tener desafíos. “¿Qué si los extranjeros acumulan sus dólares?” “¿Qué si los acereros que pierden sus empleos están a mediados de los 50 y no pueden fácilmente encontrar nuevos empleos?” “¿Qué si los productores de acero extranjeros son subsidiados por sus gobiernos?” Tales preguntas importantes son naturalmente hechas, y merecen respuestas. Sin embargo, hay respuestas sólidas disponibles. Y, si son comprendidas, estas respuestas equivalen a una especie de “prueba” informal de que una política de libre comercio es económica y éticamente superior a la práctica del proteccionismo, al menos en lo que trata de la disponibilidad de empleo en la economía doméstica.

Los asuntos difieren con preguntas del tipo formulado por los estudiantes del profesor Pooley. Al igual que con las preguntas más básicas acerca del comercio, responder estas preguntas más difíciles involucra desenmascarar aspectos del comercio internacional que fácilmente son dejados de lado. Pero, aún si todos estos aspectos “no vistos” del comercio se revelan y aceptan como importantes, lo que emerge no es el tipo de “prueba” informal de la superioridad del libre comercio, que surge al responder las preguntas más frecuentes, y más sencillas, como aquellas del párrafo previo. En vez de eso, lo que emerge es un catálogo de compensaciones [trade-offs], cuya administración desata el desacuerdo incluso entre las personas más razonables.

Por la naturaleza de estos tipos de preguntas difíciles, cada una es altamente específica en cuanto a los hechos. Una conclusión arribada con gran confianza acerca de un caso en particular, sólo brinda una guía sugerente para evaluar casos similares que, a la vez, son distintos. Sin embargo, para hacer esa evaluación, es sabio empezar haciendo varias preguntas pertinentes.

Considere como ejemplo del mundo real la guerra actual entre Rusia y Ucrania. Cuando Vladimir Putin ordenó que fuerzas rusas invadieran Ucrania a principios del 2022, cerca de un 40 por ciento del consumo de gas natural de la Unión Europea era gas importado de Rusia. Asimismo, muchos países europeos dependen mucho del petróleo de Rusia. La dependencia de Europa de mucha de su energía de gas y petróleo rusos obviamente sujeta a los países europeos a una posibilidad mayor de sufrir alteraciones en los suministros causados por el daño físico, o destrucción, de la infraestructura usada para transportar gas y petróleo desde Rusia a sus clientes europeos. Así, es justo preguntar: ¿No deberían los gobiernos europeos haber evitado su dependencia energética de un país militarista como Rusia, para escapar de la posibilidad de sufrir alteraciones en los suministros de un insumo tan crítico como la energía?

Aún si descartamos el daño físico a la infraestructura de suministros, al menos se asoman otras dos preguntas: ¿Qué si Putin restringe las exportaciones a Europa como medio para frenar la disposición de Europa y, tal vez, hasta su habilidad de apoyar a Ucrania? Y ¿es ético participar en un intercambio comercial cuyas ganancias pueden usarse por un tirano para ayudar a financiar su agresión?

Estas preguntas no sólo apuntan a problemas que no tienen “soluciones.” Mucho más frustrante es el hecho que las mejores respuestas a estas preguntas son siempre sólo tentativas, incorporadas como lo están tanto en las incertidumbres de hechos altamente detallados que no son conocibles para alguna mente única, así como en nuestra ignorancia de cómo cada uno de los diferentes funcionarios de gobierno en todos los lados del conflicto, reaccionarán a los movimientos estratégicos de otros funcionarios. Lo mejor que podemos hacer es identificar las compensaciones inevitables, relevantes.

Por supuesto, es cierto que, cuando los países de la Unión Europa antes de la guerra entre Rusia y Ucrania importaban gas y petróleo de Rusia, los europeos llegaron a depender, en cierto grado, para su estándar de vida del gobierno de Rusia. Hasta un estudiante de primer grado entiende que, si luego el gobierno ruso restringe la habilidad de sus ciudadanos para exportar, los europeos sufrirán como resultado.

Pero, la realidad de este sufrimiento de hoy de los europeos no implica que los gobiernos europeos fueran previamente miopes o, alternativamente, tontos al no obstruir la habilidad de sus ciudadanos para importar energía desde Rusia. Las ganancias preguerra que los europeos lograron como resultado de este intercambio son reales y deben ser contadas contra cualquier daño que ahora los europeos experimentan, como consecuencia de su dependencia en el comercio con Rusia.

Y, es así como nos encontramos con una importante compensación: Las ganancias para el país natal del comercio preguerra con un agresor extranjero, deben ser ponderadas contra las pérdidas, que resultan de cualquier dependencia que este intercambio pellizca sobre la nación doméstica durante la guerra. En el calor de la batalla es tentador saltar a la conclusión de que esas ganancias preguerra no pueden posiblemente haber valido sus costos. Pero, esta conclusión puede ser errada; es una cuestión empírica que no puede responderse en el abstracto.

Mediante la adquisición de gas y petróleo de Rusia antes de la guerra, los europeos fueron capaces de dedicar más de sus recursos de lo que alternativamente habrá sido el caso para producir bienes y servicios diferentes del gas y petróleo. ¿Es el costo actual de la dependencia de Europa en el suministro de gas y petróleo ruso, mayor que los beneficios acumulados que los europeos lograron con esa misma dependencia antes de la guerra?

En este caso particular, mucho de lo que a cambio los europeos fueron capacitados para producir como resultado de comprar gas y petróleo de Rusia, fueron insumos e infraestructura para un movimiento hacia una economía de “energía verde.” Mi propia evaluación es que esta obligación guiada por el gobierno hacia la “energía verde” fue, en sí, un error de política calamitosa por parte de Europa. Y así, si hoy es, de hecho, verdad que la dependencia de Europa en el gas y petróleo ruso no vale el costo, la razón última no se sustenta en que los europeos hayan tenido demasiada libertad para comerciar, sino, en vez de eso, en europeos persiguiendo imprudente y miopemente lo que ahora irónicamente describimos como fuentes de energía no sostenibles.

Este hecho apunta a una segunda compensación: Empoderar hoy al gobierno local para que use la política comercial para protegerse en el futuro de conflictos comerciales desafortunados, eleva la probabilidad de un fracaso por parte del gobierno doméstico.

La única vía práctica para haberse asegurado que los europeos evitarían intercambiar con los rusos en formas que fortalecieran militarmente a Putin, era que los gobiernos europeos evaluaran cómo su comercio con los rusos puede restringirse para protegerse mejor contra el militarismo de Putin. Las decisiones comerciales por consumidores y empresas individuales de Europa muy posiblemente no habrían promovido este admirable objetivo. Pero, los gobiernos europeos, como todos los gobiernos, están limitados en cuanto a lo que sus funcionarios pueden saber, y se inclinan a abusar de sus poderes, incluso en formas que dañan a sus mismos ciudadanos. Así que, si bien es fácil ver los (muy reales) costos de depender hoy de los suministros de un país con el que nuestro propio país es ahora beligerante, confiar en que nuestro gobierno antes hubiera impedido esos lazos comerciales -y, de hecho, incluso ahora confiar en que nuestro gobierno corte esos lazos- es confiar en un gobierno inherentemente imperfecto y potencialmente peligroso con un poder del que bien puede abusar. El costo de este abuso podría resultar ser más grande que el costo de tan sólo soportar la dependencia en suministros desde un país extranjero.

Las compensaciones importantes no terminan aquí. Otras deben considerarse. En mi próxima columna identificaré estas otras compensaciones.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.