EL LOCO INTENTO DE LUKASHENKO DE “PROHIBIR” QUE LOS PRECIOS AUMENTEN ES UNA PELÍCULA QUE YA VIMOS ANTES

Por Lawrence W. Reed
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 12 de octubre del 2022

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Los ejemplos históricos del fracaso del control de precios son casi interminables, y Bielorrusia pronto se unirá a la lista.

“Hasta el tirano nunca gobierna sólo por la fuerza,” escribió G.K. Chesterton, “sino principalmente por cuentos de hadas.”

Alexander Lukashenko cumple perfectamente con la descripción de Chesterton. Desde 1994, se ha mantenido en el poder como presidente de Bielorrusia al robarse las selecciones, asaltar la prensa y servir en Europa del Este como el títere más leal de Vladimir Putin. En mayo del 2021, hasta obligó a un jet de Ryanair en ruta desde Grecia a Lituania, que aterrizara en su capital de Minsk, de forma que pudiera arrestar a un importante disidente que iba a bordo, Roman Protasevich. La nación menos libre de toda Europa, Bielorrusia está maldecida con un registro horrendo de derechos humanos, gracias a las manos bañadas en sangre de su maníaco dictador.

El lado del cuento de hadas de Lukashenko es legendario. Se jacta de un aprecio por la vieja Unión Soviética, cuyo colapso lo calificó de “un desastre.” Él apoya la propiedad estatal de la industria pues dice que es eficiente, que hasta el cuento de hadas más imbécil no se atrevería a afirmar.

La semana anterior trajo noticias desde Minsk que Lukashenko se imagina a sí mismo como una especie de hechicero. Enfrentando una tasa anual de inflación de precios de casi un 20 por ciento, furiosamente declaró en una reunión de altos funcionarios, “Quedan prohibidos todos los aumentos de precios. ¡Prohibidos! A partir de hoy [6 de octubre]. No a partir de mañana, ¡a partir de hoy!”

Al menos por un instante, todo dictador que imprime dinero sofoca la creación de riqueza, y que se pregunta por qué subsecuentemente los precios aumentan, ha de haber pensado, “Ahora bien, ¿por qué no pensé en eso?”

De aquí a un año, usted puede apostar su vida a que ningún encabezado en el mundo dirá, “Milagrosamente el Decreto de Lukashenko Termina con la Inflación. Todo Está Bien en la Economía Bielorrusa.” Los 9.5 millones de personas en Bielorrusia están a punto de experimentar el mismo resultado doloroso que producen los controles de precios, siempre y en todo lugar. El cuento de hadas de Lukashenko será su pesadilla.

Si hoy yo pudiera poner tan sólo un libro en las manos de cada bielorruso, sería un clásico de 1979 de Robert L. Schuettinger y Eamonn F. Butler, titulado Forty Centuries of Wage and Price Controls: How Not to Fight Inflation [4.000 años de controles de precios y salarios: Cómo no combatir la inflación].

En su prólogo al libro, David I. Meiselman subraya el veredicto que definitivamente proveen Schuettinger y Butler, capítulo tras capítulo:

“La experiencia vivida en situaciones de control de precios y salarios es tan vasta que abarca casi todos los períodos de la historia, lo que constituye una excelente oportunidad para explorar los resultados positivos y negativos de esta política. No recuerdo ninguna otra medida de orden público y económico cuyos efectos se hayan visto reflejados en momentos históricos tan diversos, en distintos sitios, pueblos, sistemas de gobierno y sistemas de organización económica…


La recopilación histórica muestra una secuencia uniforme de fracasos reiterados. En realidad, no existe un solo caso en la historia en el que el control de precios haya detenido la inflación o superado el problema de la escasez de productos…

La exactitud de las matemáticas y ciertas leyes de la física comprueban algunas de las consecuencias inevitables y predecibles de la implementación de esta medida, tales como la aparición de mercados negros y similares intermedios. Las naciones que ignoran estas consecuencias corren el mismo riesgo que aquellas que establecen que dos más dos es tres…”

Los precios de mercado son lo que son debido a una confluencia de factores, principal entre ellos la oferta y la demanda de bienes, por una parte, y la oferta y demanda de dinero, por la otra. Los precios envían señales tanto a consumidores como a productores, diciéndoles qué y cómo producir, así como qué y cómo consumir. Cuando los precios son libres de cambiar, actúan para juntar la oferta y la demanda, de forma que los excedentes y escaseces son efímeros. Cuando simplemente un tirano decreta cuáles serán los precios, e impone su orden a punta de pistola, es irracional pensar que, a partir de ello, por siempre todo mundo vivirá feliz.

De acuerdo con Schuettinger y Butler, el rey de Babilonia Hammurabi “ahogó el progreso económico” con los controles de salarios y precios en 1750 Antes de Cristo. Declinó el comercio, y “la misma gente que supuestamente se beneficiaría” con las restricciones de precios y salarios “fue expulsada del mercado.”

En una época en la antigua Grecia, los mercaderes fueron ejecutados por violar los controles de precios, hecho que les impidió permanentemente incluso moderar los aumentos de precios al agregar suministros de bienes. “El gobierno ateniense,” reportaron Schuettinger y Butler, incluso “fue tan lejos como hasta ejecutar a sus propios inspectores cuando desfallecía su celo en el control de los precios.” La inflación no desapareció tan efectivamente como lo hicieran ya fueran los mercaderes o los inspectores.

Resultados similares sucedieron luego en el Imperio Romano. El famoso Edicto del 301 de Diocleciano que fijaba precios terminó en un desastre sin mitigación y en la abdicación del emperador. Citando a Levy, los autores de 4.000 años hicieron ver que “La intervención estatal y una política fiscal aplastante hicieron gemir al Imperio bajo el yugo; más de una vez, tanto los hombres pobres como los ricos rogaron para que los bárbaros los liberaran del mismo.”

Imprimir dinero a la vez que declaró era “respaldado” por las propiedades confiscadas a la Inglesa Católica, no salvó a la Revolución Francesa en los años de 1790. Hasta con la guillotina trabajando horas extra para imponer la “Ley del Máximo,” la inflación rugió, surgieron como hongos las escaseces y los mercados negros, y la economía francesa se marchitó hasta que Napoleón llegó al poder y quemó las prensas de impresión.

Los ejemplos históricos de fracasos del control de precios son casi interminables, y pronto Bielorrusia se unirá a la lista de arrepentidos.

¿Por qué es importante conocer de economía e historia? Porque sin el conocimiento que estas disciplinas nos dan, podemos ser tan estúpidos y destructivos como el déspota de Bielorrusia. Y ese no es un cuento de hadas.

PARA INFORMACIÓN ADICIONAL, VEA:

Empty Shelves and Black Markets: What Awaits Belarus in the Near Future

Belarus Dictator Bans Price Increases with Immediate Effect por Jack Newman
Belarus to Stop Inflation by Simply Banning Price Increases por Tim Fries
What Price Control Really Means por Lawrence W. Reed
Price Controls Have Failed for 4,000 Years—and Humans Still Haven’t Learned por Jon Miltimore
Nixon Knew His Price Controls Wouldn’t Work por Emily Skarbek
Inflation, Price Controls and Collectivism During the French Revolution por Richard Ebeling
Forty Centuries of Wage and Price Controls: How Not to Fight Inflation por Robert L. Schuettinger & Eamonn F. Butler.

Lawrence W. Reed es presidente emérito y compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education (FEE) y Embajador Global por la Libertad Ron Manners, habiendo servido por casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019), Es autor del libro del 2020, Was Jesus a Socialist? así como de Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.