Excelente comentario acerca del libro de Hayek sobre el tema de la llamada justicia social. De paso, creo que toda justicia es por definición social, y que, agregarle el adjetivo calificativo “social” a la palabra justicia, es para justificar medidas que buscan quitarles a unos lo que es suyo, dárselos a otros según sea la preferencia particular del gobernante.

LA JUSTICIA SOCIAL COMO UN RECORDATORIO TRIBAL

Por Pierre Lemieux
Econlib
1 de octubre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es pierre lemieux, Econlib, social justice, October 1, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Un comentario al libro The Mirage of Social Justice [El Espejismo de la Justicia Social] de Friedrich Hayek. El volumen II de su Law, Legislation, and Liberty [Derecho, Legislación y Libertad] [1]

Publicado en 1976, The Mirage of Social Justice [El Espejismo de la Justicia Social] fue el segundo volumen de la trilogía de Friedrich Hayek, Law, Legislation, and Liberty [Legislación, Derecho, y Libertad]. Mi comentario acerca del primer volumen, Rules and Order [Reglas y orden], apareció en Econlib [2], luego de la publicación a principios de este año de una nueva edición consolidada de los tres volúmenes por Jeremy Shearmur.

Para resumirlo brevemente, Reglas y orden arguye que las reglas legales y morales generales, impersonales, uniformes y abstractas (“reglas de conducta justa”) han evolucionado en nuestra civilización para producir y coordinar un orden social caracterizado por la libertad individual y prosperidad económica. Para mantener ese orden social autorregulado, el gobierno debe evitar someter a la sociedad al tipo de órdenes jerárquicas, ad hoc, que son típicas de organizaciones particulares, como empresas o clubes. La legislación sólo es útil para modificar o reemplazar una regla legal existente, que se encuentra es inconsistente con el orden social vigente bajo las circunstancias actuales.

EL BIENESTAR GENERAL Y LOS PROPÓSITOS PARTICULARES

Los primeros dos capítulos de El Espejismo de la Justicia Social -todavía etiquetado “Volumen 2” en la edición consolidada de Shearmur- trae nueva luz sobre las reglas que subyacen un orden social autorregulado (o espontáneo) y su relación con la justicia. La “Gran Sociedad” (alternativamente llamada la Sociedad Abierta) es pluralista, en oposición a una tribu pequeña. Cada individuo tiene sus propios fines (propósitos o metas). Al comentar el libro, se hará evidente que la Gran Sociedad de Hayek tiene poco que ver con el eslogan de ingeniería social y política del presidente Lyndon Johnson de los años sesentas. Un acuerdo general sólo es posible sobre reglas que faciliten la prosecución de los fines individuales de cada persona. No puede haber un acuerdo universal sobre bienes e intereses concretos. El “bienestar general” o “bien público,” o “bienestar común” sólo puede residir en reglas que facilitan la prosecución de los fines personales de todos los individuos ̶ una idea crucial.

Las reglas de justa conducta representan la opinión general o valores en la sociedad, su “cultura.” Bajo estas reglas, cada individuo es libre de “buscar su interés propio a su propia manera,” [3] como escribió Adam Smith. Pero, ¿cómo pueden ser compatibles las acciones individuales? ¿Cómo cada individuo será informado acerca de todo lo que otros están haciendo y ser capaz de ajustar su propio comportamiento según eso? La repuesta es que, si a cada individuo se le “permite usar su propio conocimiento para sus propios fines,” todo conocimiento de hechos específicos en la sociedad (qué es escaso, qué es lo que más se necesita) se incorporará en, y usado a través de, las interacciones individuales.
Por ejemplo, si los individuos son libres de elegir sus ocupaciones, cada uno considerará las señales de salarios, que, en sí mismas, son productos de acciones de todos los otros individuos usando su información para lograr sus propios fines.

En un orden social libre, la prueba final de una regla es la compatibilidad de las acciones que permite o requiere, con las acciones guiadas por otras reglas. Esto puede sugerir relativismo moral, que no existe “un sistema absoluto de moral que sea independiente del tipo de orden social en que vive una persona.” Por ejemplo, escribe Hayek, “me parecería moralmente errado revivir un viejo esquimal, ya inconsciente, quien, al inicio de su migración de invierno, de acuerdo con la moral de su pueblo y con su aprobación, había dejado atrás a su grupo para morir.”

LOS VALORES LEGALES DEL ORDEN LIBERAL

El relativismo moral es sólo aparente. Existe, en el sistema de Hayek, una presunción de la superioridad moral del orden social liberal, pues, sólo las reglas generales sobre las que se basa pueden hacer posible “una sociedad abierta y ‘humanista,’ en que cada individuo cuenta como individuo y no sólo como miembro de un grupo en particular.” La libertad individual es la justificación moral del orden liberal espontáneo. Tal vez aquí encontremos el tipo de examen racional al que debería sujetarse todo sistema de reglas y que James Buchanan culpó a Hayek por no tener. [4] (Como Hayek y Buchanan, uso “liberal” en el sentido de “liberal clásico.”)

Para Hayek, el sistema de reglas liberal hace lo más que puede lograrse por “aumentar las oportunidades de cualquier persona desconocida elegida al azar.” La prosperidad general de las sociedades liberales no contradice esta teoría.

LA BÚSQUEDA DE JUSTICIA

En un orden social espontáneo basado en reglas de conducta generales, en que nadie emite órdenes para coordinar las acciones individuales, la justicia sólo se puede atribuir a la conducta humana. Consiste de individuos siguiendo reglas independientes de los fines que mantienen el orden. La posición de un individuo es el resultado de acciones igualmente libres de todos los otros individuos dentro de las reglas.

Recuerde que “una regla de conducta justa sirve para reconciliar los diferentes propósitos de los diversos individuos.” Otro argumento importante de Hayek es que la búsqueda de justicia es negativa: sólo podemos aspirar a eliminar la injusticia; esto es, la incompatibilidad entre las acciones de individuos libres. “La mera justicia es, en la mayoría de los casos, una virtud negativa,” escribió Adam Smith, “y sólo nos impide lesionar a nuestro prójimo.” [5] No conocemos lo suficiente acerca de las consecuencias de nuestras acciones como para hacer algo más que remover del sistema de reglas la injusticia gradualmente.

En una sociedad libre, afirma Hayek, “la existencia de convicciones morales fuerte y ampliamente sostenidas” no es “por sí sola una justificación para su aplicación.” La coerción sólo se justifica “para asegurar el dominio privado del individuo contra la interferencia de otros;” y “acciones que no afectan a alguien, sino a los individuos que las llevan a cabo, no deberían ser sujetas al control de la ley, no importa qué tan fuertemente ellas puedan ser reguladas por la costumbre y moral.” Tal como está formulado, este principio parece ser más fuerte que en Rules and Order [Reglas y orden] [primer capítulo de su obra Derecho, legislación y libertad], y Hayek es definitivamente más cercano al liberalismo que al conservadurismo.

Hayek lanza un ataque frontal contra la doctrina del positivismo legal, representado por Hans Kelsen, John Austin, y otros teóricos legales. La doctrina afirma que la ley es simplemente lo que es decretado por el soberano. Como lo puso Thomas Hobbes, “ninguna Ley puede ser Injusta.” [6] En la misma vena, el teórico legal soviético Evgeny Pashukanis, escribió que, bajo el socialismo, las leyes son “convertidas en administración, todas las reglas fijas en discreción y utilidad.” No estando protegido por la ley, Pashukanis fue más tarde eliminado por Stalin. Al contrario de decretos estatales, asegura Hayek, la ley sólo puede ser compuesta de reglas generales que satisfacen el acuerdo general entre el público.

Las mismas leyes deberían aplicarse a todos los hombres sobre la tierra, pero, cualquier intento de llevar a cabo este ideal ahora, “conduciría a un renacimiento de sentimientos nacionalistas fuertes y un retroceso desde posiciones ya logradas.” La soberanía, arguye Hayek, permanece siendo un concepto peligroso. En un orden liberal, nadie es soberano. El legislador está limitado por “el estado de la opinión generalizada acerca del tipo de reglas que está autorizado a dictar.”

Hayek explica que el mercado, en sí un orden autorregulado, es un componente central de la Gran Sociedad. El orden de mercado o “catalaxia” está formado por “gente que actúa dentro de las reglas de la ley de propiedad y contrato.” La actividad económica reconcilia los fines que compiten entre sí de los individuos, fines que, en última instancia, son siempre no económicos: al buscar sus propios fines -por ejemplo, vender su producción para ganar dinero para hacer cualquier cosa que quiere hacer- todo individuo ayuda a otros a lograr los suyos.

En el mercado, la remuneración se gana de acuerdo con el valor de los servicios rendidos, evaluados por quienes los reciben, sin ninguna relación con el “mérito, merecimientos o necesidades” de quien los suministra. La suerte juega un gran papel, como en el caso del empresario que tiene la idea correcta en el momento correcto. Los dominios protegidos están seguros, pero no lo están los valores en el mercado.

Las oportunidades para todos serán las más altas, explica Hayek, “si actuamos bajo principios que resultarán en un aumento del nivel general de ingresos, sin poner atención a los cambios consecuentes de una posición en la escala a otra de individuos particulares o grupos.” El objetivo de la política en una sociedad libre sólo puede ser el logro y mantenimiento de un orden abstracto, que “aumenta por igual las probabilidades de todo miembro desconocido de la sociedad” para lograr sus fines. “El objetivo de la ley debería ser mejorar por igual las probabilidades de todos.”

Si bien, por lo general, se realizará la máxima correspondencia de expectativas individuales, algunas expectativas están sujetas a ser decepcionadas. La adaptación al cambio se facilita por el mercado, pero la incertidumbre no se puede eliminar.

JUSTICIA REDISTRIBUTIVA O “SOCIAL”

Una vez que se admite lo anterior, lo que sigue es el análisis y conclusiones del capítulo central de este libro acerca de la justicia social o redistributiva (capítulo 9). No tiene sentido decir que un orden social abstracto manejado por nadie es justo o injusto. Esto sólo podría ser cierto de una sociedad regimentada bajo el modelo de una organización manejada por alguna autoridad. Las recompensas “justas” no tienen más sentido que los “precios justos” imaginados por el pensamiento medieval. Hayek enfatiza que no existe tal cosa como “de valor para la sociedad,” sólo de valor para los individuos y el valor moral de un orden impersonal en donde la libertad puede florecer.

Persuasivamente, Hayek arguye que ningún patrón predeterminando de distribución puede lograrse por medio de individuos siguiendo reglas de conducta generales, uniformes, impersonales y abstractas. Cualquier distribución modelada de este tipo impide que “los diversos individuos actúen con base en su propio conocimiento y al servicio de sus propios fines, que es la esencia de la libertad.” Las reglas de la justicia social “no pueden ser reglas de conducta hacia los iguales, sino deben ser reglas para la conducta de los superiores hacia sus subordinados.”

La moral es muy diferente entre la Gran Sociedad y la tribu. La Gran Sociedad está basada en “reglas generales y principios racionales abstractos.” La moral de la sociedad tribal está basada en “emociones profundamente arraigadas en la naturaleza humana a través de milenios de existencia tribal.” Estas emociones genética y culturalmente heredadas nos conducen a soñar fines colectivos, tales como justicia social. Pero, esto es “incivilizado,” asevera Hayek, y “conduce directo a la interpretación de toda la política como una cuestión de relaciones amigo-enemigo,” como lo glorificó el jurista nazi Carl Schmitt.

Por razones similares, la Gran Sociedad es incompatible con la “solidaridad” en el sentido de “unidad en la búsqueda de bienes en común conocidos” impuestos a todos los individuos en la sociedad. Hoy, este instinto tribal surge en el nacionalismo y el socialismo. La Gran Sociedad nos ha enseñado, si bien imperfectamente, a abandonar estos instintos a favor de los derechos negativos, que sólo aseguran un dominio protegido igual para cada individuo.

Aceptar las reglas abstractas de la Gran Sociedad y abstenerse de nuestros instintos tribales, “requiere un grado de perspicacia en el funcionamiento de un orden espontáneo que aún pocas personas han alcanzado.” El último libro de Hayek, The Fatal Conceit [La fatal arrogancia] [7] posteriormente explora las graves consecuencias de esta dificultad

EL SURGIMIENTO DE LAS REGLAS DE LA ORGANIZACIÓN

Los “derechos sociales y económicos” del tipo establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas son derechos positivos, demandas contra la “sociedad;” esto es, contra individuos desconocidos. No sólo tales derechos no tienen sentido, sino que alejan la atención a los viejos derechos negativos necesarios para mantener un orden espontáneo liberal.

Hayek se pregunta por qué la moral tribal ha regresado bajo el disfraz de órdenes de tipo organizativo, supuestamente aplicables, y deseables, para la sociedad. Cree que la principal razón es que una gran proporción de miembros de la sociedad ha llegado a trabajar para organizaciones grandes y a creer que una estructura jerárquica similar puede funcionar eficientemente en el nivel social. También, los filósofos de la política se ven afectados:

“No debería sorprendernos que filósofos académicos en sus vidas protegidas como miembros de organizaciones hayan perdido toda comprensión de las fuerzas que mantienen junta a la Gran Sociedad e, imaginando ellos mismos ser reyes-filósofos platónicos, deban proponer una reorganización de la sociedad sobre líneas totalitarias.”

UN ESPEJISMO PELIGROSO

Como lo sugiere el título del volumen, su tesis principal identifica la justicia social como un espejismo, cuya búsqueda gradualmente destruirá, o completará la destrucción, del orden espontáneo liberal. Es un espejismo pues, entre más se expone de él, más se sentirán perjudicados individuos y grupos por los privilegios de otros y clamarán por un desagravio. La respuesta del gobierno a estas demandas con aún mayor “justicia social” profundizará el descontento y confrontación. Así, los gobiernos democráticos transformarán gradualmente al orden espontáneo en una sociedad de tipo organización, manejada por imposiciones autoritarias. La justicia social conducirá a “la destrucción del ambiente indispensable en el cual, por sí solos, los valores morales pueden florecer; a saber, la libertad personal.”

Hayek visualiza la justicia social como un “instinto emocional” y una “superstición cuasi religiosa” que es “probablemente la mayor amenaza para otros valores de una civilización libre.” Entra directamente en conflicto con “tal vez el descubrimiento más grande que la humanidad jamás haya hecho;” esto es, “la posibilidad de hombres viviendo en paz y para su ventaja mutua, sin tener que estar de acuerdo en fines concretos en común, y guiados sólo por reglas de conducta abstracta.”

En este libro, Hayek identifica al socialismo como el principal portador de la justicia social, pero, el conservadurismo viejo, estilo europeo (“el verdadero conservadurismo”), sólo promovió una forma diferente de “justicia social;” es decir, fines diferentes a ser impuestos sobre la sociedad. En su previo trabajo importante, The Constitution of Liberty [Los fundamentos de la libertad] [8] Hayek enfatizó que su posición difería “tanto del verdadero conservadurismo como del socialismo.”

ALGUNAS PREGUNTAS

Para completar este comentario, se pueden hacer unas pocas preguntas.

Hayek era un fuerte crítico del utilitarismo, que él veía como una filosofía constructivista que “postula una sociedad personificada.” No obstante, en su Introducción a Law, Legislation, and Liberty [Derecho, legislación, y libertad], Jeremy Shearmur sugiere que Hayek usa “una forma altamente atenuada de utilitarismo.” [9] ¿Es así como Hayek implícitamente pondera la satisfacción de las expectativas de la mayoría de la gente, contra la pérdida de aquellos cuyas expectativas son decepcionadas? Me sospecho que Hayek respondería que el criterio apropiado no es utilitario, sino que está dado por el valor de asegurar la coordinación en un orden social beneficioso para todo mundo. Debemos recordar que él expresó estar de acuerdo con el contractualismo de John Rawls, o, al menos, con una versión de él. El criterio de Buchanan de consentimiento unánime parece evitar el utilitarismo de una forma más ordenada. Por otra parte, podría argüirse que el criterio más borroso de Hayek es más realista.

Si Hayek se opone a la justicia social como una demanda moral, si no es que auto interesada, sobre los recursos y posiciones sociales de otras personas, él está de acuerdo con alguna redistribución por medio de ciertas formas de asistencia gubernamental que pueden expresarse como reglas generales, no discriminatorias ̶ por ejemplo, “proveer en una base igual los medios para la educación de los menores” o “un ingreso mínimo asegurado, o un piso por debajo del cual nadie necesita descender.” Pero, ¿es este criterio lo suficientemente estrecho como para impedir que la justicia social entre por la puerta de atrás? Es notable que la mayoría de liberales han aceptado formas limitadas de asistencia gubernamental. Por ejemplo, James Buchanan y Gordon Tullock afirmaron que un “seguro al ingreso” podría ser unánimemente aprobado como parte de un constato social virtual. [10]

Una excepción, que Hayek propone a su orden basado en reglas e independiente de fines, yace en “tales circunstancias pasajeras como guerra, rebelión o catástrofes naturales.” Sin embargo, esas emergencias han brindado excusas fáciles para mucho del crecimiento de los gobiernos modernos, mediante efectos de trinquete [Nota del traductor: “capacidad restringida de los procesos humanos para revertirse una vez que ha sucedido algo específico”], que nunca devuelven su poder a la situación de preemergencia. [11] ¿Cómo puede esto ser diferente en el futuro? Como mínimo esta excepción debe ser muy cuidadosamente restringida.

Dicho esto, la crítica de Hayek a la justicia social permanece ineludible.

NOTAS AL PIE DE PÁGINA

[1]
F.A. Hayek, The Mirage of Social Justice. Volumen 2 of Law, Legislation, and Liberty (1973-1978). También disponible en el Volumen 19 de Collected Works of F.A. Hayek, editado por Jeremy Shearmur (Chicago: University of Chicago Press, 2022).
[2] “F.A. Hayek: Between Classical Liberalism and Conservatism,” por Pierre Lemieux. Library of Economics and Liberty, 7 de marzo del 2022.
[3] Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, editado por Edwin Cannan, (Methuen & Co., 1904). Ver Volumen 2, p.p. 162 and 184. En línea ver, Book IV, Chapter 9, para. 51.
[4] James M. Buchanan, Why I, Too, Am Not a Conservative: The Normative Vision of Classical Liberalism (Edward Elgar, 2006), p.p. 74-75.
[5] Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments (1759) (Henry G Bohn, 1853), p. 117. O, vea The Theory of Moral Sentiments, para. II.II.9.
[6] Thomas Hobbes, Leviathan (1651) (Clarendon Press, 1909), p. 268.
[7] The Fatal Conceit: The Errors of Socialism, por Friedrich Hayek. (University of Chicago, 1988).
[8] “Why I Am Not a Conservative,” pos Friedrich Hayek. Post scriptum de The Constitution of Liberty (University of Chicago Press, 1960), p.p. 395-411.
[9] Law, Legislation, and Liberty, por Friedrich Hayek. p. xxv.
[10] Vea James M. Buchanan & Gordon Tullock, The Calculus of Consent: Logical Foundations of Constitutional Democracy (1962) (Liberty Fund, 1999), p.p. 194-197. También, vea mi comentario “The State Is Us (Perhaps), But Beware of It!” Library of Economics and Liberty, 3 de enero del 2022.
[11] Robert Higgs, Crisis and Leviathan: Critical Episodes in the Growth of American Government (Oxford University Press, 1987).

Pierre Lemieux es economista afiliado al Departamento de Ciencias de la Administración de la Université du Quebec en Outaouais, Canadá. Él bloguea en EconLog. Vive en Maine, Estados Unidos.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.