EL ERROR DE CÁLCULO MÁS GRAVE DE KARL MARX

Por Ann Bailey
Fundación para la Educación Económica
Domingo 9 de octubre del 2022

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Las raíces de las tragedias del socialismo pueden encontrarse en el famoso Manifiesto de Marx.

Recientemente tuve la ocasión de releer el trabajo seminal de Karl Marx El manifiesto comunista. Habían pasado cerca de veinte años desde mi primera lectura del texto en la escuela de posgrado y recordaba poco más allá de antagonismos de clase, el materialismo de Marx, y la explotación del proletariado. Pero, la actual crisis de Venezuela me indujo, de nuevo, a reflexionar acerca de la Filosofía Socialista y Comunista que subyace la crisis en desarrollo.

QUE FUE LO QUE ENCONTRÉ

De sólo 60 páginas, el Manifiesto es sorprendentemente flojo comparado con la mayoría de la filosofía canónica. Luego de exponer acerca del rol que define la historia de antagonismos de clase y la naturaleza formativa de la producción dentro de la sociedad, Marx se sumerge en detalles de qué es lo que toma formar una nueva sociedad Socialista.

Es en la sección segunda del Manifiesto en donde Marx expone diez medidas requeridas para llegar a un Estado Socialista. Estas incluyen la abolición de la propiedad privada y la abolición de los derechos de herencia. Luego, Marx pide la centralización, tanto de la producción como del crédito, en manos del Estado.

Aún más, pide que el Estado ejerza un “monopolio exclusivo” en todo el crédito y todos los medios de producción. El número seis en la lista afirma que toda comunicación y “transporte” ha de ser centralizada y controlada por el Estado.
En tanto la medida ocho hace ver que hay un “deber general de trabajar” con “ejércitos industriales” establecidos para realizar el trabajo necesario.

Marx reconoce que estas medidas no pueden lograrse pacíficamente.

“Claro está que, al principio, esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica sobre la propiedad,” escribe él.

En otras palabras: por la fuerza. La fuerza se concentra en manos del Estado y, luego, se apalanca para lograr un nuevo orden Socialista.

DÓNDE SE EQUIVOCA MARX

¿Qué derechos tienen los individuos que les protejan de todo el poder que esgrime el Estado Socialista de Marx? Más allá del rechazo al derecho a la propiedad, al derecho a la libre expresión, al derecho a una información no controlada por el Estado, al derecho de uno de elegir su trabajo, o a la acumulación de riqueza individual, Marx no dice nada acerca de qué derechos tienen los ciudadanos de este nuevo Estado.

Marx sólo ofrece una vaga mención a una “vasta asociación de toda la nación” que, de alguna forma, niega la necesidad de derechos garantizados constitucionalmente o un proceso democrático.

Lo peor es que, el Estado Socialista de Marx es tan singularmente poderoso, que no existe recurso para los ciudadanos, una vez que el poder ha sido centralizado. A la expectativa de Marx de ceder el poder a esta “vasta asociación” no se le da un mecanismo mediante el cual se supone que eso suceda. El paso crucial por el cual el poder Socialista de Marx se convierte en uno del pueblo, en vez de uno del Estado, ni siquiera se concreta en el papel.

POR QUÉ ESO ES IMPORTANTE

Los reportes preocupantes que vienen de violaciones significativas y extendidas a los derechos humanos en Venezuela, no son de un Socialismo mal aplicado, mal ejecutado o mal entendido.

Eso fue, paso por paso, la puesta en práctica del Estado Socialista de Marx, tal como lo pidió el propio Marx. Empezando por un ataque temprano a la propiedad privada y la redistribución de la riqueza, hasta la nacionalización de las comunicaciones, energía, finanzas, e industria, vemos el llamado de Marx a centralizar el poder en el Estado. La creencia de Marx, de que el Estado Socialista no ejercería tal poder simplemente por el poder en sí, fue un grave error de cálculo.

El llamado de Marx a centralizar en el estado tantas funciones claves, empodera tanto al estado que no hay un freno o contrapeso para dicho poder. No nos puede sorprender que el Estado de Marx no ejerza ese poder para beneficio de cualquiera, excepto para sí mismo; en el sostén del sistema que tanto lo alimenta. No existe una ideología que protegerá a la gente ante los abusos de un poder sin frenos. La historia ha tendido a mostrar que la ideología es irrelevante. En donde el poder ha sido amasado y dejado sin frenos, ha sido abusado. Estos son hechos de la naturaleza humana, tan incorporados en la historia que resuenan con más verdad que cualquier otro.

El llamado de Venezuela a trabajos forzados en fincas agrícolas no es alguna respuesta impredecible a escaseces de alimentos impredecibles. Tanto la hambruna como el llamado al trabajo forzado, los “ejércitos industriales de Marx se hacen explícitos en el texto, incorporados a la ideología.

Mientras continuemos señalando con el dedo a todas las causas más allá de la filosofía en sí, permitimos que la sociedad continúe su romance con la Ideología Socialista y Comunista. Fallamos en ver adónde las propias ideas ponen las bases para el retroceso, en vez de la expansión de la libertad humana y el florecimiento. Nosotros no vemos a Venezuela antes que pase Venezuela.

Ann Bailey es Ph. D. en filosofía y profesora adjunta con más de veinte años de experiencia, incluyendo la educación en casa de sus propios hijos.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.