3 FALACIAS ECONÓMICAS DE LAS QUE HAY QUE CUIDARSE DURANTE LA ESTACIÓN DE HURACANES

Por Patrick Carroll
Fundación para la Educación Económica
Viernes 30 de setiembre del 2022

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Usted puede estar preparado para un huracán, pero, ¿está preparado para un diluvio de falacias?

Al tener encima la estación de huracanes, muchos se están preparando para lo peor. Las ventanas están siendo tapiadas, las despensas están siendo almacenadas con comida y agua extra, y cuadrillas de rescate están monitoreando estrechamente las predicciones del tiempo. Algunos ya han experimentado lo peor, y sin duda estaban agradecidos al estar listos cuando recibieron el golpe.

Pero, si bien muchos están preparados para los huracanes que se acercan, pocos parecen estar preparados para el diluvio de falacias económica que inevitablemente acompañan estas tormentas. Estas falacias llueven desde los niveles más altos del gobierno y hasta pueden ser más dañinas que los propios huracanes. En el mejor de los casos, las falacias ocasionan confusión y pánico; en el peor, escaseces y malas comunicaciones que amenazan la vida.

Así que, en un esfuerzo por ayudar a prepararnos para la tormenta antes que sea demasiado tarde, exploremos tres falacias frecuentes que pueden surgir durante la estación de huracanes.

1) LA FALACIA DE LA VENTANA QUEBRADA


La falacia de la ventana quebrada es un traspié clásico de la temporada de huracanes. “Los huracanes pueden causar daño,” dice el razonamiento, “pero, vea el lado bueno de eso. Piense cuántos empleos se crearán debido a la destrucción. Piense en toda la demanda que será estimulada. Las cosas pueden parecer tenebrosas, pero, en realidad, eso es bueno para la economía.”

Bastiat desacreditó este razonamiento en su ensayo de 1848 Lo que se ve y lo que no se ve, y, desde ese entonces, incontables economistas han hecho eco de sus comentarios. En este ensayo, él cuenta la parábola de un tendero cuyo hijo descuidado quiebra una venta, y él le pregunta al lector si eso es bueno para la economía. En una primera impresión, es tentador decir que . Pero, como lo muestra Bastiat en la historia, esta conclusión ignora los efectos no vistos de la ventana quebrada.

“Si… usted llega a la conclusión,” escribe él, “como a menudo ocurre, que es bueno romper cristales, que eso hace circular el dinero, que ayuda a la industria en general, estoy obligado a gritar: ¡Alto ahí! Vuestra teoría se detiene en lo que se ve, no tiene en cuenta lo que no se ve.”

En breve, lo que no se ve son las oportunidades perdidas, cosas que se podrían haber hecho con nuestros recursos, si no hubiera sido necesario reemplazar la ventana quebrada. Tomando eso en cuenta, claramente la ventana quebrada daña la economía. A fin de cuentas, ahora hay una ventana menos en nuestras reservas de bienes.

El mismo razonamiento se aplica en una escala mayor. Puede haber abundancia de empleos y de demanda cuando un huracán destruye un pueblo, pero, decir que es “bueno” para la economía, es simplemente un error. Si esta lógica fuera cierta, entre más destrucción experimentemos, ¡mejor estaríamos! Pero, el razonamiento económico – y el simple sentido común- nos dicen que eso no puede ser correcto.

2) LA FALACIA DE QUE “LA ESPECULACIÓN DE PRECIOS ES MALA”

Cada vez que llega un huracán hay un alza en la preocupación por la llamada especulación de precios ̶ elevar los precios fuertemente en respuesta a un impacto de oferta o demanda. El huracán Ian no ha sido diferente.

“Quiero agregar una advertencia adicional… a los ejecutivos de la industria del petróleo y del gas. No usen -déjenme repetirlo, no usen- eso como una excusa para aumentar los precios de la gasolina o especular sobre el pueblo estadounidense,” dijo el presidente Biden el miércoles pasado. “Este impacto pequeño y temporal de la tormenta sobre la producción del petróleo no brinda una excusa, ninguna excusa, para aumentos en los precios en la gasolinera. Ninguna.”

“Si las empresas petroleras tratan de usar esta tormenta para elevar los precios en la bomba,” continuó él, “le pediré a funcionarios que vean si se está dando la manipulación de precios.” “Estados Unidos lo está viendo,” agregó él. “La industria debería hacer lo correcto.”

Según Biden, lo “correcto” para la industria del petróleo y el gas es mantener los precios tales como están. Pero, si el objetivo es el acceso a la gasolina para quienes más la necesitan, mantener el precio fijo durante una alteración de la oferta sólo empeorará las cosas.

“Durante desastres naturales, las leyes [anti manipulación de precios] mantienen los precios bajos, pero conducen a estantes vacíos, negocios cerrados, y estaciones de gasolina vacías,” explica la profesora de economía Lili Carneglia.
“Esto sucede porque los precios bajos estipulados impulsan a los consumidores a comprar más agua, gas, focos, etcétera. Pero, al mismo tiempo, los vendedores no se encuentran motivados financieramente a gastar cualquier esfuerzo adicional por suministrar más de esas necesidades. ¿por qué gastarían su tiempo o dinero en traer productos adicionales durante un desastre, sólo para venderlo al mismo precio que lograrían en circunstancias normales? Este desbalance entre el interés de compradores y vendedores ocasionan escaseces, dejando a muchos sin nada del todo.”

Las leyes contra la manipulación de precios -y la actitud desdeñosa hacia los “manipuladores de precios” que impregna nuestra cultura- nacen de la falacia que, mantener precios bajos, hace que los bienes sean más accesibles para quienes los necesitan. En muchos casos, esto simplemente no es cierto. No es una cuestión de si tener un precio alto o bajo. Es una cuestión de tener un precio alto o un estante vacío.

Y, si algunos en verdad están en necesidad, usted puede apostar que cualquier día de la semana ellos preferirían un precio alto sobre un anaquel vacío.

3) LA FALACIA DE QUE “LA AUTOSUFICIENCIA NOS FORTALECE”

La Ley Jones es otra política que en ocasiones se discute luego de huracanes. Llamada oficialmente Ley de Marina Mercante de 1920, la Ley Jones ilegaliza el transporte de bienes por barco entre puertos de Estados Unidos, a menos que el barco sea construido en Estados Unidos, tenga por bandera a Estados Unidos, sea propiedad de estadounidenses, y que, al menos, tres cuartas partes de su tripulación sea estadounidense.

Recientemente, la Ley Jones se convirtió, de nuevo, en un tema ardiente debido a la situación en Puerto Rico. La isla está sufriendo del daño provocado por el Huracán Fiona y tiene necesidad desesperada de suministros. Sin ir más lejos, un barco transportando desde Texas 300.000 barriles de diésel desesperadamente necesitado, estaba justo al lado de la isla el lunes pasado. Sin embargo, el barco no cumple con la Ley Jones, así que tuvo que esperar hasta el miércoles para que se le otorgara una dispensa de la Ley “temporal y dirigida” para poder descargar el combustible.

Esta no es la primera vez que la Ley Jones ha sido dispensada para facilitar esfuerzos de ayuda ante un huracán. También, se dispensó temporalmente luego del Huracán Katrina, el Huracán Sandi, el Huracán Harvey, el Huracán Irma, y el Huracán María. Coincidentemente, la dispensa por el Huracán María tuvo que ver con Puerto Rico, también pasó a fines de septiembre (2017), y también tomó dos días para que se diera.

Así que, ¿por qué, en primer lugar, existe esta Ley dañina? En esencia, el objetivo es crear una industria doméstica “fuerte” de transporte marítimo, para asegurarse que los Estados Unidos no dependan demasiado de otros países para su transporte (también existe un argumento mercantilista, pero lo dejaremos de lado en esta discusión). Si exigimos que estos barcos sean totalmente estadounidenses, dice el razonamiento, el transporte marítimo de Estados Unidos progresará y podrá contarse con él para facilitar el comercio y darle una mano, si fuere necesaria, a la defensa nacional. El temor es que los puertos estadounidenses, en ausencia de estas restricciones, llegarían a estar dominados por barcos extranjeros, construidos en astilleros extranjeros, y, si se da una guerra, esos barcos serían llamados de regreso a sus puertos base, dejando a Estados Unidos con pocos barcos y poca infraestructura de astilleros usados para propósitos comerciales (o ser comandados para la guerra).

La idea de que es bueno para un país ser “autosuficiente” en ciertas industrias claves como el transporte marítimo es tema de conversación típicamente proteccionista, pero tiene problemas serios. Aunque podría parecer como que ser “autosuficiente” nos fortalece y que ser “dependiente” de otras naciones nos debilita, la realidad es totalmente lo opuesto.

Imagínese tratar de hacer autosuficiente a su hogar, o hasta su ciudad o estado. Usted tendría que sembrar toda su comida propia, extraer su propio metal, y hacer todo por sí sólo. Aún si el comercio se restringiera sólo para unas pocas industrias, no pasaría mucho tiempo para que usted se convierta en un peso ligero económico, comparado con lo que podría haber sido. Su tecnología se atrasará y usted luchará para poder acumular capital. En resumen, su economía se vería severamente debilitada.

Este es el resultado inevitable de las restricciones al comercio. En el grado en que usted se aísla por sí mismo del mundo, usted se daña a sí mismo. Y eso es tan cierto en escala nacional como lo es en escala más local.

“Lo que la protección nos enseña,” dijo el economista Henry George (1839-1897), “es hacer por nosotros mismos en tiempos de paz lo que los enemigos buscan hacernos en tiempo de guerra.”

Todo esto para decir que la obstaculización de la ayuda en casos de desastre es una de las muchas formas en que la “autosuficiencia” nos empeora.

PREPARÁNDONOS PARA LO PEOR

Como con los huracanes, la clave para mitigar el daño de las falacias económicas es estar preparados ante ellas. Si ni siquiera sabemos de economía básica, nos estamos preparando para ser engañados, y hay consecuencias reales cuando eso pasa.

Así que, justo cuando tomamos tiempo para tapiar nuestras ventanas y llenar nuestras despensas, también, tomemos tiempo para aprender de economía y considerar detalladamente algunas de las falacias económicas más comunes.

Dado lo que está en juego, es sólo la cosa prudente por hacer.

Este artículo se adaptó de una edición de una carta por correo electrónico al FEE Daily.

Patrick Carroll tiene un título en Ingeniería Química de la Universidad de Waterloo y es compañero de edición en la Fundación para la Educación Económica.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.