Mi opinión personal es que la decisión debe depender de los padres de esos menores de edad, y sugiero que hagan lo posible por obtener el consejo de su médico sobre la conveniencia o no de vacunar a sus hijos.

INGLATERRA SE REHÚSA A OFRECER VACUNAS PARA EL COVID A NIÑOS MENORES DE 12, MIENTRAS QUE CIUDADES DE ESTADOS UNIDOS LAS ORDENAN. ¿QUIÉN ESTÁ EN LO CORRECTO?

Por Jonathan Miltimore
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 14 de setiembre del 2022

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como jonathan miltimore foundation for economic education, England, September 14, 2022 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

La pregunta no es si a los niños o adultos deberían dárseles vacunas para el COVID. La pregunta es quién es el que elige.

La Agencia de Seguridad de la Salud del Reino Unido (UKHSA por sus siglas en inglés) comunicó la semana pasada que, a niños menores de 12 años, no se les ofrecerán vacunas para el COVID-19, a menos que los niños sean considerados de alto riesgo.

La decisión parece haber incomodado a The Guardian, que incluso citó a varios médicos que criticaron el cambio.

“Cuando sabemos que existe una vacuna segura y efectiva disponible, eso me parece injustificable,” le dijo al periódico la profesora Christina Pagel del University College de Londres, haciendo ver que muertes por la inyección para el COVID son raras.

Precisamente por qué a niños pequeños se les están siendo negadas vacunas para el Covid, fue algo que The Guardian no compartió -aparte de admitir que ellas pueden ocasionalmente resultar en muerte- tal vez debido a que el Libro Verde del UKHSA ofrece pocos detalles.

Supuestamente, la decisión emana del hecho de que sea mucho menos posible que niños pequeños se enfermen seriamente del Covid, combinada con datos del gobierno que muestran que la miocarditis es un efecto lateral serio (aunque raro), en particular en varones pequeños.

Como sea el caso, la decisión del UKHSA pone a Inglaterra en la fila de varias otras naciones europeas -incluyendo Suecia, Finlandia, Noruega, y Dinamarca- que no ofrecen o recomiendan vacunas mRNA a niños pequeños saludables.
Por el contrario, en Estados Unidos algunas ciudades están moviéndose hacia una dirección diferente.

En Washington, D.C., la alcaldesa Muriel Bowser está envuelta en una batalla amarga acerca de su orden de que, para la educación en persona en las escuelas, todos los estudiantes deben vacunarse contra el COVID-19, política que podría tener severas implicaciones al considerar un estimado de que un 40 por ciento de jóvenes negros no está vacunado.

“Entre los impactos de esta política, está que ciertamente ampliaría los baches educativos raciales, pues la tasa de vacunación de estudiantes negros de 12 a 17 años es menor a un 60 por ciento,” escribió Janaiha Bennett, directora ejecutiva de la Youth Leadership Foundation, en Newsweek. “Y esto sería un desastre absoluto.”

Washington, D.C., es una de las pocas partes del país que requiere vacunación contra el coronavirus para asistir a escuelas entre kínder y 12 años de edad (las universidades son un asunto diferente), pero existen otros ejemplos.

En febrero, Nueva Orleans agregó las vacunas para el Covid a su lista de vacunas requeridas para niños de 5 años y más, hizo ver el Washington Post, mientras que la Ciudad de Nueva York exige a los estudiantes vacunarse si desean jugar deportes o participar en actividades extracurriculares.

¿’QUIÉN TOMARÁ LA DECISIÓN’?

Es extraño. Por una parte, usted tiene naciones europeas rehusándose a poner vacunas contra el Covid a niños pequeños, aun cuando sus padres pueden desear vacunarlos. Por otra parte, usted tiene ciudades de Estados Unidos que obligan a niños a ponerse la vacuna, que padres pueden desear no tener nada que ver con ella como condición para asistir a la escuela (o jugar deportes).

Aquí, el denominador común no es difícil de distinguirlo: en ambos casos funcionarios de gobierno son los que eligen qué es lo mejor para el niño. En esto hay paralelos interesantes.

En mayo pasado escribí acerca de la escasez de fórmula para bebé e hice ver que el New York Times indicó que la fórmula para bebé era uno de los productos alimenticios más regulados en Estados Unidos. Pero, Estados Unidos no está solo. También, países europeos tienen mercados de fórmula para bebés muy regulados. En algún grado cómico, el resultado es que casi todas las fórmulas de alimentos para bebé en Estados Unidos fallan en cumplir con estándares de la Unión Europea, y, casi todas las marcas de la Unión Europea fallan en cumplir con estándares de Estados Unidos.

¿Quién tiene la fórmula para bebé correcta, la Unión Europea o los Estados Unidos? Como hice ver en aquel momento, esa es la pregunta equivocada.

“La pregunta más básica no es qué es lo mejor, sino quién decide qué es lo mejor,” nos recuerda el economista Thomas Sowell.

Lo mismo puede decirse acerca de las vacunas. La pregunta no es si a los niños o los adultos se les debería vacunar contra el Covid, la pregunta es quién decide escoger. En todas partes en que uno mire, gobiernos y burócratas están tratando de tomar esa decisión por otros. Algunos están diciendo que los niños no pueden obtener las vacunas mRNA; otros están diciendo que los niños deben recibir vacunas mRNA.

Es suficientemente malo que gobiernos estén decidiendo qué tipo de fórmula para bebé uno debe comprar, pero, probablemente, es peor cuando gobiernos están eligiendo quién debe o no puede recibir una vacuna que tiene poder de salvar vidas o acabar con vidas. La base total del consentimiento informado es que a los humanos se les da información y, luego, se les permite elegir o rechazar el tratamiento. Es uno de los fundamentos de la ética médica, pero parece haber sido lanzado por la proverbial ventana durante la pandemia.

¿Por qué?

Indudablemente, una razón es que la pandemia creó un clima de temor, lo que puede crear una demanda de coerción.
Pero, me sospecho que, también, el retroceso en la elección depende de un repliegue más amplio del capitalismo, un sistema que hace soberanos a los consumidores en vez de los burócratas.

“En el sistema capitalista de economía de mercado los amos reales son los consumidores,” escribió el economista Ludwig von Mises en su libro Bureaucracy [Burocracia]. “Al comprar y al abstenerse de comprar, son ellos los que deciden quién se apropiará del capital y quién dirigirá las instalaciones. Determinan lo que se ha de producir y en qué cantidad y de qué calidad. Sus actitudes originan el beneficio o la pérdida para el empresario. Hacen ricos a los pobres y pobres a los ricos.”

Por décadas, los estadounidenses han, lenta y quietamente y, tal vez, sino saberlo, abrazado un sistema diferente. En este sistema, los funcionarios del gobierno deciden cuál mantequilla es “sana.” Qué leche puede comprarse y consumirse. Qué tipo de carro es bueno para el ambiente y, por tanto, disponible para ser comprado.

En vez de un sistema basado en la elección individual e intercambio mutuo, los estadounidenses tácitamente han abrazado un sistema que permite a burócratas decidir por ellos ̶ incluyendo quién puede y quién no (o debe) recibir una medicina con poder para alterar la vida. (Debería notarse que hemos tenido vacunas desde el mismo inicio de la pandemia de Covid, pero, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) prohibió pruebas para desafiarlas, que podían haber demostrado su seguridad y efectividad en cosa de semanas.)

A través de todo el mundo la gente continúa discutiendo acerca de si las vacunas son seguras y efectivas. Ellos deberían buscar la respuesta a una pregunta diferente: ¿quién toma la decisión?

Jonathan Miltimore es editor administrativo de la FEE.org. Sus reportajes y artículos han aparecido en la revista TIME, el Wall Street Journal, CNN, Forbes, Fox News y el Star Tribune. Otros: El Washington Times, MSN.com, El Washington Examiner, el Daily Caller, el Federalist, el Epoch Times.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.