LA MALA DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA

Por Robert E. Wright
American Institute for Economic Research
10 de setiembre del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es robert e. wright, american institute for economic research, wealth, September 10, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Conocedores de que la mayoría de estadounidenses aún sabe que el comunismo conduce a la pobreza y la opresión, quienes harían de Estados Unidos una nación comunista presionan, en vez de ello, por “equidad.” Ellos afirman que las políticas públicas de Estados Unidos permanecieron arregladas contra algunos, a la vez que favorecieron o privilegiaron a otros. No están del todo errados, aunque creo que la disparidad es más acerca de clase, que de raza (o religión o alguna otra cosa). Pero, sus enfoques de política son fallidos, pues no diferencian entre distribuciones naturales y justas, y las malas distribuciones de la riqueza (o ingreso).

En efecto, las políticas llamadas progresistas aumentan las malas distribuciones de la riqueza, pues emanan de la fuerza, del tipo usado por bandoleros, piratas, y ladrones, o del tipo usado por el estado. En verdad, algunas veces el pillaje gubernamental tiene la misma forma violenta de los criminales comunes, pero, usualmente, sus apropiaciones son mucho más sutiles, incorporadas en leyes y reglamentos administrativos que van desde subsidios hasta impuestos y de rescates a regulaciones.

Algunos negocios comparten en ese botín por la vía de acuerdos quid pro quo, algunos ilegales, como sobornos, pero, otros, como las contribuciones a campañas electorales, son extrañamente consentidos. Los dueños de esos negocios a menudo crecen en su riqueza directamente a expensas de otras personas, incluyendo pobres. Obviamente, eso constituye una mala distribución de recursos, algo que debería terminarse de inmediato, con indemnizaciones en los casos más atroces.

Sin embargo, al mismo tiempo muchos propietarios de negocios se enriquecieron sin ayuda gubernamental, al vender bienes o servicios que la gente voluntariamente compra en mercados competitivos. Las disparidades que surgen en esas situaciones son normales y justas en el sentido de que no son coaccionadas y se basan en el intercambio mutuamente beneficioso. Las disparidades naturales de riqueza benefician a todos, pues provocan el esfuerzo necesario para inducir a la gente a elaborar formas más eficientes de producir bienes existentes o desarrollar bienes enteramente nuevos y a que se arriesguen a llevarlos al mercado.

Más importante, actividades mutuamente beneficiosas aumentan la cantidad de riqueza en vez de sólo redistribuirla. Nadie es explotado cuando todos son libres de descubrir aquellos que son comparativamente mejores al hacerlo e intercambiarlo por el resto de sus necesidades en mercados competitivos. Quienes trabajan más tiempo, más duro y con mayor inteligencia, o que ahorran más, tendrán más riqueza que quienes consumen todo lo que ganan o que trabajan menos o con menor eficiencia. Cuando no está involucrada fuerza alguna, o la fuerza de la ley, todo mundo obtiene lo merecido.

¿Qué podría ser más equitativo que eso? La pregunta no es retórica. Un sistema basado en el intercambio es mucho más equitativo que el sistema buscado por progresistas, que quieren perpetuar y expandir el sistema de mala distribución, en donde un pequeño porcentaje de la población saquea al resto bajo el disfraz de ley. Ellos sólo quieren controlar quién saquea a quién.

Considere, por ejemplo, la Seguridad Social de Estados Unidos. Cualquiera que, en verdad, se interesa en equidad y justicia pediría que se reformara radicalmente, pues atrapa a familias, en especial, negras, en condiciones de pobreza. Esto porque les obliga a pagar por un sistema del que desproporcionadamente no se benefician, por diferencias en tasas de mortalidad, patrones de carreras, y estructuras familiares, todas las cuales, de paso, también en mucho se deben a políticas gubernamentales. Los impuestos para la Seguridad Social gravan a negros con pagos que no quedan disponibles para invertir y explica mucho por qué los negros en promedio tienen niveles menores de transferencias intergeneracionales de riqueza, y en hacer negocios y educarse.

Nada de esto son novedades. El National Bureau of Economic Research (NBER) lo estableció hace dos décadas. Cuando mencioné sus hallazgos, hace unos pocos años, a uno de los académicos que hoy promociona que la “Economía de la Estratificación” (EE) sea un subcampo reconocido de la economía, “ellos” dijeron que la Seguridad Social era ideológicamente intocable y pidieron un nuevo programa de redistribución llamado “bonos para bebés,” para deshacer lo que hace la Seguridad Social.

Los sectores económicos vampiros de Estados Unidos, como la educación superior y el cuido de la salud, resultan de este pensamiento estatista, que, a pesar de críticos vocales como Wilma Soss, ha sido el modo principal de análisis de política desde la Gran Depresión y contribuyente importante del Gran Estancamiento del siglo XXI.

Yo esquematicé el problema radical en Fubarnomics (Prometheus, 2010), y gracias al American Institute for Economic Research (AIER) seguiré con una mirada más detallada a la mala distribución de la riqueza creada por el Primer Gran Reinicio de Estados Unidos, también conocido como el Nuevo Trato. Nunca tantos han sido jodidos por tanto tiempo por tan pocos.

AIER quiere que todos los estadounidenses prosperen en justa proporción a sus contribuciones probadas a la felicidad y bienestar de otros, no para que unos pocos se enriquezcan por la fuerza o la argucia política.

Robert E. Wright es compañero sénior de invstigación en el American Institute for Economic Research (AIER). Es (co)autor o (co)editor de más de una docena de importantes libros, series de libros, y colecciones editadas, incluyendo The Best of Thomas Paine (2021) y Financial Exclusion (2019) de AIER. También, ha sido (co)autor de numerosos artículos para revistas importantes, que incluyen a American Economic Review, Business History Review, Independent Review, Journal of Private Enterprise, Review of Finance, y Southern Economic Review. Robert ha dado cursos de negocios, economía, y política en la Universidad Augustana, en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, la Universidad Temple, la Universidad de Virginia y en otras partes, desde que obtuvo su PhD en Historia en la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.

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Traducido por Jorge Corrales Quesada.