Lo que no debemos olvidar…

LA NOCHE DE LOS POETAS ASESINADOS: RECORDANDO UNA DE LAS MATANZAS OLVIDADAS DE STALIN

Por Lawrence W. Reed
Fundación para la Educación Económica
12 de agosto del 2022

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en rojo, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como lawrence w. red foundation for economic education, Stalin, August 12, 2022 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis rojos.

El espantoso acontecimiento sucedió hoy hace 70 años, y enseña una lección importante y eterna.

El poder mata. El poder absoluto mata a tantos como para contarlos. El dictador soviético Joseph Stalin habló con autoridad personal acerca del tema cuando dijo famosamente, “Una única muerte es una tragedia: un millón de muertes es una estadística.”

Para escribir acerca de una o más de las masacres de las que Stalin fue responsable, primero uno debe responder la pregunta, ¿“Cuáles?” Hay demasiadas. La matanza de los kulaks durante las campañas de colectivización de los años treinta. El Holodomor ucraniano de 1932-33. La Gran Purga de 1937. La matanza de 22.000 oficiales militares y prisioneros de guerra polacos en la Selva de Katyn en 1940. Las deportaciones en masa de diversas nacionalidades, acompañadas de incontables muertes que él orquestó a través de sus 30 años en el poder. Etcétera. El “Tío Joe,” como lo llamó Franklin Roosevelt, califica como uno de los mayores asesinos en masa del milenio.

Una de las masacres casi olvidadas del Tío Joe tuvo lugar el 12 de agosto de 1952, y es conocida en los libros de historia como la Noche de los Poetas Asesinados. En su septuagésimo aniversario, recordemos tanto a las víctimas como la lección más grande; esta es, que el poder concentrado e irrestricto es un asunto criminal espantoso.

He aquí la historia…

“EL PROGRAMA SECRETO DE STALIN”

Cuando Hitler invadió la Unión Soviética en junio de 1941, súbitamente Stalin se convirtió en aliado de Gran Bretaña y Estados Unidos en la lucha contra los nazis. Todo mundo sabe eso, pero demasiadas personas olvidan que, en primer lugar, Stalin convivió con Hitler al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Él firmó un acuerdo secreto con Alemania en agosto de 1939, por el que los dos poderes acordaron invadir y dividir a Polonia. Por igual, Stalin usó la ocasión para atacar los estados bálticos y Finlandia.

Al avanzar las fuerzas nazis hacia Moscú, los judíos rusos sabían que sus vidas estaban en peligro por más razones que una. Unos pocos -el actor Solomon Mikhoels y el poeta Itzik Fefer estando entre los más prominentes- formaron el Comité Antifascista judío (JAC por sus siglas en inglés) para lograr fondos y apoyo internacional para el esfuerzo de guerra soviético. Después de la derrota de Hitler, la JAC volcó su atención hacia la reconstrucción de las comunidades y cultura judías dentro de la Unión Soviética. Para Stalin, tal actividad representaba un desafío. El poder absoluto odia aún una bocanada de competencia.

Empezando en 1948, los lideres y activistas del JAC fueron objetivos para su arresto, y peor. Mikhoels fue asesinado en un “accidente” automovilístico de atropello y fuga bajo órdenes de Stalin, según revelaron años más tarde los archivos soviéticos. Los otros fueron objeto de torturas e interrogatorios brutales y, en última instancia, acusados de “crímenes contrarrevolucionarios.” Esto se dio por años, antes que 15 sobrevivientes fueran llevados a una corte en mayo y junio de 1952.

El llamado “juicio” duró seis semanas. Fue una farsa desde el inicio, su resultado predeterminado. Los autores Rubenstein, Naumov y Wolfson, en su libro Stalins’s Secret Pogrom [El Pogromo Secreto de Stalin], lo describieron como “nada menos que terror disfrazado de ley.” A los judíos acusados -siendo la mayoría de ellos poetas y figuras literarias para los que el JAC era una causa, no una profesión de tiempo completo- se les negaron abogados defensores.
Hasta el juez militar que presidía, Alexander Cheptsov, se quejó por la escasez de evidencia, pero fue anulado por los superiores en la estructura de poder comunista. Todos fueron hallados culpables. La regla de la ley fue pisoteada por la ley del gobernante.

Durante la noche del 12-13 de agosto de 1952, trece de los prisioneros fueron ejecutados en la notoria Prisión de Lubyanka en Moscú. Otro se escapó de la muerte tan sólo porque colapsó, cayó en coma, y murió meses más tarde. El quinceavo, una química famosa llamada Lina Stern, fue considerada como demasiado vital “para el Estado,” así que logró salir con sólo 3 y medio años de prisión, seguidos de cinco años de exilio en Kazajstán.

Entre tanto, el propio Stalin se ocupó de preparar más acusaciones falsas. En lo que luego se llegó a conocer como el Complot de los Médicos, hizo un montaje contra una cantidad de médicos para que enfrentaran cargos de conspiración contra el Estado. La escena estaba puesta para otro juicio al estilo de los “Poetas.” Las vidas de los médicos se salvaron cuando murió Stalin y su sucesor final, Nikita Khrushchev, anunció que toda la cuestión era una gran mentira.

Khrushchev reveló que Stalin -el mismo hombre, quien, en una ocasión, le ordenó a Khrushchev echarle leña al antisemitismo en Ucrania en estos términos escalofriantes: “A los buenos trabajadores en las fábricas se les debe dar garrotes para que puedan darles unas palizas a esos judíos”- había dado instrucciones de “golpear, golpear y golpear de nuevo” hasta que los médicos confesaran.

Si usted se ve tentado a descartar la Noche de los Poetas Asesinados o el Complot de los Médicos o alguna otra masacre de inocentes en la historia, como hechos interesantes en mucho convertidos en irrelevantes por el paso del tiempo, por favor, piense de nuevo. Ni por asomo ellas son irrelevantes.

Los acontecimientos espantosos son herramientas del oficio de las tiranías de la historia. Y, son bajo tiranías, de una u otra variedad, como ha vivido la mayoría de los seres humanos. La tiranía es la razón por la que, quienes clamamos ser “libres,” deberíamos apreciar principios como separación de poderes; frenos y contrapesos; debido proceso; habeas corpus; regla de la ley; derecho al voto; respeto por los derechos individuales; libertad de expresión, prensa, reunión, y religión; de hecho, como tal, de una Constitución escrita.

Estas nociones honradas por el tiempo, por las que tantas almas valientes sacrificaron todo, distinguen a la civilización de la barbarie. Ante alguien a quien ellas le importan poco, el resto de nosotros debería salir huyendo por nuestras propias vidas. De cada funcionario electo deberíamos demandar una respuesta a esta pregunta: Si usted fuera electo, ¿qué haría para detener y revertir la concentración de poder?

Al hacer ver este momento horrendo en la historia, recordemos que tales momentos espantosos son muy numerosos incluso como para contarlos, al igual que lo son sus víctimas. Reflexionemos acerca de los principios que, en nuestros corazones, sabemos son valiosos e indispensables para prevenir momentos espantosos futuros.

Para información adicional, vea:

The Devil and Karl Marx: Communism’s Long March of Death, Deception and Infiltration
por Paul Kengor
The Night of the Murdered Poets (video)
Stalin Killed Millions: Was It Genocide? por Cynthia Haven
Stalin’s Genocides por Norman M. Naimark
How Malka Lee Took a Stand Against Stalin After the Night of the Murdered Poets (video)
Stalin’s Secret Pogrom: The Post-War Inquisition of the Jewish Anti-Fascist Committee por Joshua Rubenstein, Vladimir P. Naumov, y Laura E. Wolfson
Why FDR Loved Uncle Joe por Ralph Raico

Lawrence W. Reed es presidente emérito y compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education (FEE) y Embajador Global por la Libertad Ron Manners, habiendo servido por casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019), Es autor del libro del 2020, Was Jesus a Socialist? así como de Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.