UNA GUÍA SENCILLA PARA LA ADMINISTRACIÓN DE LA DEMANDA AGREGADA

Por Alexander William Salter
American Institute for Economic Research
31 de julio del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es alexander william salter american institute for economic research, demand, July 31, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Las fluctuaciones económicas pueden resultar de oscilaciones del lado de la demanda (gastos nominales totales) o del lado de la oferta (condiciones productivas en general). La política anticíclica puede estabilizar las primeras, pero no las últimas. Lo mejor que podemos hacer es mantener la demanda agregada en una trayectoria constante. Dada una demanda estable, las fluctuaciones en la producción, empleo, e inflación se han de deber a cambios en la tecnología, disponibilidad de recursos, y leyes.

Esto no significa que la administración de la demanda agregada sea fácil. Lejos de ello. Mantener el nivel de gasto total (o que crezca a una tasa constante; ambos pueden servir) es complejo para los responsables de las políticas. La política monetaria funciona mejor que la política fiscal. Pero, hasta la política monetaria, mientras sea administrada según el criterio de tecnócratas, está plagada de problemas.

La política fiscal no es la mejor forma de estabilizar la demanda agregada. El gasto del gobierno puede cambiar la composición de la actividad económica, pero, rara vez, la aumenta. Un aforismo macroeconómico bien conocido es que la política fiscal debe ser “oportuna, dirigida, y temporal.” Estos prerrequisitos rara vez son acatados.

Suponga que la economía está en una depresión y que la política fiscal puede ayudar. ¿Qué tan posible es que los políticos (el Congreso y el presidente) diseñarán un paquete del tamaño apropiado, logren que se apruebe antes que la recesión se convierta en una expansión, y que voluntariamente reducirán el gasto después de la recuperación? Improbable, por decir lo menos.

La política monetaria funciona mejor en teoría. Los banqueros centrales pueden tomar decisiones mucho más rápidamente que los funcionarios electos. El ligamen entre el principal instrumento, la base monetaria (moneda en efectivo más depósitos en la FED), y el gasto total es relativamente directo (pero lejos de ser constante). Y un estímulo monetario ampliamente basado puede dar un empujón a la producción, a la vez que minimiza las distorsiones en los precios relativos.

A pesar de estas ventajas, la política monetaria, en la práctica, a menudo, es un caos. Mire todo el daño que la FED ha fallado en prevenir, si no es que directamente lo causó: la Gran Depresión, la inflación de los años setenta, la Gran Recesión del 2007-2009, nuestro actual episodio inflacionario. ¡Difícilmente alentador! Cada generación de economistas parece destinada a volver a aprender que, resolver modelos y tomar buenas decisiones de política, son problemas muy diferentes.

La política monetaria podría mejorarse si se pusiera bajo un piloto automático. La FED debería tener un mandato único, bien especificado, que la obligue a alcanzar una variable de resultado, tal como un objetivo de nivel de precios o una meta de gasto nominal. Hay que darle cierto espacio en las herramientas que usa, pero no permisividad en su objetivo básico Claramente, simples advertencias verbales de legisladores no son suficientes para que los banqueros centrales no pierdan la vista de lo principal. Cuando la inflación llega a un 9.1 por ciento, es visible que algo ha salido mal y debe cambiarse. No es suficiente con barajar los miembros del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC por sus siglas en inglés). “Conseguir los banqueros centrales correctos” es tan absurdo como “conseguir los políticos correctos.” El punto es hacer que el proceso funcione bien hasta cuando tenemos malos responsables de las políticas. Si hemos de tener un banco central, que, al menos, lo tengamos estrechamente vigilado.

Una vez que hayamos edificado buenas instituciones para administrar la demanda agregada, todo lo que queda es la oferta agregada. Las fluctuaciones económicas activadas por la oferta no son cíclicas, estrictamente hablando. Cosas como pandemias, guerra, y aumentos de impuestos no son confiablemente periódicos. De darse, necesitamos una respuesta de política diferente a gastar dinero o imprimir dinero.

Una oferta obstaculizada baja los niveles máximos sostenibles (o tasa de crecimiento) de la producción y el empleo. Usualmente no hay nada que podamos hacer acerca de eso. Lo que pasa con la inflación depende de la respuesta del lado de la demanda. Si el banco central está estabilizando la inflación tendrá que mantenerse firme ante contracciones de la producción y el empleo. Si está estabilizando el gasto nominal, puede permitir que la inflación absorba algo del golpe a la producción y el empleo. Prefiero esto último. Pero, no hay forma de mantener el queque y, a la vez, comérselo. Las dificultades del lado de la oferta hacen que, en general, se dificulte la producción. Esa es la fuente de nuestra dificultad, no la respuesta derivada de la política.

Del lado de la demanda, deberíamos mantener tan estable el gasto nominal tanto como sea posible. Del lado de la oferta, deberíamos mantener bajos los impuestos y liviana la regulación. Estas políticas sencillas pueden hacer que el sofisticado se burle. Ignórelos; ellos tienen demasiada confianza en sus habilidades para hacer ajustes con precisión. En verdad, hemos avanzado poco más allá de las recetas liberales clásicas de mercados libres, dinero firme, y paz. “Mantenlo simple, estúpido,” es lo suficientemente bueno para el trabajo del gobierno.

Alexander William Salter es Profesor Asociado de Economía en el Colegio Rawls de Negocios y Compañero de Investigación en Economía Comparada del Instituto del Libre Mercado, ambos en la Universidad Texas Tech. Ha publicado artículos en revistas especializadas importantes tales como the Journal of Money, Credit and Banking, the Journal of Economic Dynamics and Control, the Journal of Macroeconomics, and the American Political Science Review. Sus artículos de opinión han aparecido en The Hill, The American Conservative, US News and World Report, Quillette, y numerosos otros sitios. Salter obtuvo su M.A. y PhD. en Economía en la Universidad George Mason y su licenciatura en Economía en Occidental College. Participó en el 2011 en el Programa de Becarios de Verano del AIER.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.