LA IMPACTANTE TESIS DE HANNAH ARENDT ACERCA DEL MAL

Por Lawrence W. Reed
Fundación para la Educación Económica
Domingo 31 de julio del 2022

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La evaluación como testigo ocular de Hannah Arendt acerca del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann como “terrible y aterradoramente normal” tomó al mundo por sorpresa.

Nueve meses después de la muerte del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann al final de una soga en Israel, un comentario controversial, pero bien pensado, acerca de su juicio, apareció en The New Yorker. La reacción del público asombró a su autora, la afamada teórica de la política y sobreviviente del Holocausto, Hannah Arendt (1906-1975). Fue en febrero de 1963.

La evaluación como testigo ocular de Arendt acerca de Eichmann como “terrible y aterradoramente normal” tomó al mundo por sorpresa. Su frase, “la banalidad del mal,” entró al léxico de la ciencia social, tal vez para siempre. Se tomó por un hecho que Eichmann, a pesar de su comportamiento de voz suave y paternal, debe ser un monstruo de proporciones épicas para desempeñar ese papel tan importante en uno de los crímenes más grandes del Siglo XX.

“Yo sólo estaba siguiendo órdenes,” alegó él, en la moda incolora y de hecho de un burócrata típico. El mundo pensó de su actuación como un espectáculo engañosamente diabólico, pero, Hannah Arendt concluyó que Eichmann era, en efecto, un funcionario algo “ordinario” e “irreflexivo.”

¡Qué insensible! ¡Una traición a su propio pueblo judío! ¿¡Cómo podría persona inteligente alguna descartar a Eichmann tan displicentemente!? Los críticos la bombardearon implacablemente con tales embestidas, pero habían pasado por alto el punto. Ella no condonó o excusó la complicidad de Eichmann en el Holocausto. Ella fue testigo de primera mano de los horrores del nacionalsocialismo, habiendo escapado de Alemania en 1933, después de un breve periodo en una cárcel de la Gestapo por “propaganda antiestatal.” Ella no alegó que Eichmann fuera inocente, sólo que los crímenes por los que él era culpable no requerían que un “monstruo” los cometiera.

¿Qué tan a menudo ha notado usted gente comportándose en formas antisociales debido a que tiene la esperanza de formar parte de, un deseo de evitar el aislamiento como individuo recalcitrante, inconforme? ¿Vio usted alguna vez a alguien causar daño porque “todo mundo lo estaba haciendo”? El hecho que todos hayamos visto tales cosas, y que cualquiera de los culpables puede, fácilmente, en las circunstancias apropiadas, convertirse en un Adolf Eichmann, es una concreción escalofriante.

Como explicó Arendt, “Llevarse bien con el resto y querer decir ‘nosotros’ fue más que suficiente para llevar a cabo los más grandes de todos los crímenes posibles.”

Eichmann era un carpintero “vacío” y “despistado,” alguien cuyos pensamientos nunca se aventuraron más allá de cómo llegar a ser un engrane en la gran, histórica, máquina nazi. En cierto sentido, él fue una herramienta del Mal más que el propio mal.

Comentando acerca de la tesis de Arendt acerca de la “banalidad del mal,” el filósofo Thomas White escribe, “Eichmann nos recuerda al protagonista de la novela El Extranjero (1942) de Albert Camus, quien al azar y casualmente mata a un hombre, pero, después, no siente remordimiento. No había una intención en particular o un motivo obviamente malvado; el hecho sólo ‘sucedió.’”

Tal vez, Hannah Arendt subestimó a Eichmann. Después de todo, él intentó esconder evidencia y cubrir sus huellas mucho antes que los israelitas le capturaran en Argentina en 1960 ̶ hechos que sugieren que, en efecto, él comprendía la gravedad de sus ofensas. Sin embargo, es innegable que gente “ordinaria” es capaz de crímenes horrendos, cuando son poseídos por el poder o por un deseo de obtenerlo, en especial si ello les ayuda a “calzar” dentro de la pandilla que ya lo esgrime.

Pienso que la gran lección de su tesis es esta: Si el Mal viene llamando, no espere que sea lo suficientemente estúpido como para anunciarse tal como es. Es mucho más posible que se parezca a su tío favorito o su dulce abuelita. Simplemente puede disfrazarse en generalidades grandilocuentes, como “igualdad,” “justicia social,” y “bien común.” Hasta puede ser miembro prominente del Parlamento o el Congreso.

Maximiliano Robespierre y Luis Antonio de Saint-Just, sugerí en un ensayo reciente, eran frijoles de la misma vaina, como Eichmann ̶ personas ordinarias que cometieron actos extremamente atroces.

Hannah Arendt es reconocida como una de las pensadoras políticas más importantes del Siglo XX. Ella fue muy prolija, y sus libros son aún éxitos de ventas, casi medio siglo después de su muerte. Igualmente, sigue siendo eminentemente citable, al ser autora de frases concisas como “Las cuestiones políticas son demasiado serias como para dejarlas en manos de los políticos,” “El revolucionario más radical se convertirá en conservador al día siguiente de la revolución,” y
“La triste verdad acerca del asunto es que la mayor parte del mal lo hacen personas que nunca se decidieron a ser o hacer ni el mal ni el bien.”

Algunos de los amigos de Arendt en la Izquierda se tragaron el mito de que Hitler y Stalin ocupaban extremos opuestos en el espectro político. Ella sabía mejor. Ambos eran colectivistas malvados y enemigos del individuo (vea la lista de lecturas sugeridas abajo), “Hitler nunca intentó defender a Occidente contra el Bolchevismo,” escribió ella en su libro de 1951 The Origins of Totalitarianism [Los orígenes del totalitarismo], “sino que siempre permaneció listo a unirse a “los Rojos” en la destrucción de Occidente, incluso en medio de la lucha contra la Rusia Soviética.”

Para que aprecie más plenamente a Hannah Arendt, ofrezco aquí unas pocas muestras adicionales de sus escritos:

“En el momento en que ya no tengamos prensa libre, cualquier cosa puede pasar. Lo que hace posible que gobierne un totalitarismo o cualquier otra dictadura es que la gente no esté informada ¿cómo puedes tener una opinión si no estás informado. Si todo el mundo te miente siempre, la consecuencia no es que te creas las mentiras, sino que ya nadie crea nada. Esto se debe a que las mentiras, por su propia naturaleza, tienen que cambiar, y un gobierno mentiroso tiene que reescribir constantemente su propia historia. En el extremo receptor, no solo recibe una mentira, una mentira que podría continuar por el resto de sus días, sino que obtiene una gran cantidad de mentiras, dependiendo de cómo sople el viento político. Y un pueblo que ya no puede creer nada, no puede decidirse. Se le priva no sólo de su capacidad de actuar sino también de su capacidad de pensar y juzgar. Y con un pueblo así puedes hacer lo que te plazca.”
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“El sujeto ideal del gobierno totalitario no es el nazi convencido o el comunista convencido, sino personas para quienes la distinción entre realidad y ficción (es decir, la realidad de la experiencia) y la distinción entre verdadero y falso (es decir, los estándares de pensamiento) ya no más existe.”

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“La esencia del gobierno totalitario, y quizás la naturaleza de toda burocracia, es convertir a los hombres en funcionarios y meros engranajes en la maquinaria administrativa, y así deshumanizarlos.”

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“El problema con Eichmann era precisamente que muchos eran como él, y que muchos no eran ni pervertidos ni sádicos, que eran, y siguen siendo, terrible y aterradoramente normales. Desde el punto de vista de nuestras instituciones jurídicas y nuestras normas morales de juicio, esta normalidad era mucho más aterradora que todas las atrocidades juntas -como se ha dicho en Nuremberg una y otra vez por los acusados y sus abogados- que es en verdad hostis generis humani, cometer sus crímenes bajo circunstancias que sean casi imposibles que él sepa o sienta que está haciendo a algo malo.”

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“El totalitarismo comienza en el desprecio por lo que tienes. El segundo paso es la noción: “Las cosas deben cambiar, no importa cómo, cualquier cosa es mejor que lo que tenemos”. Los gobernantes totalitarios organizan este tipo de sentimiento de masas, y al organizarlo lo articulan, y al articularlo hacen que la gente lo ame de alguna manera.
Se les dijo antes, no matarás; y no mataron. Ahora se les dice, matarás; y aunque creen que es muy difícil matar, lo hacen porque ahora es parte del código de conducta.”
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El argumento de que no podemos juzgar si nosotros no estuvimos presentes e involucrados parece convencer a todo mundo en todas partes, aunque parece obvio que, si fuera cierto, jamás serían posibles ni la administración de justicia ni la escritura de la historia.”


Para Información Adicional, Vea:

Hannah Arendt
(tráiler de la película)
Why Read Hannah Arendt Now? por Richard J. Bernstein
Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil por Hannah Arendt
What Did Hannah Arendt Really Mean by the ‘Banality of Evil’? por Thomas White
Two Monsters of the French Revolution Who Were Consumed by Power—And Lost Their Heads on the Same Day por Lawrence W. Reed
What the Nazis Had in Common With Every Other Collectivist Regime of the 20th Century por Lawrence W. Reed

Lawrence W. Reed es presidente emérito y compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education (FEE) y Embajador Global por la Libertad Ron Manners, habiendo servido por casi 11 años como presidente de la FEE (2008-2019), Es autor del libro del 2020, Was Jesus a Socialist? así como de Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.