A veces me pregunto: Y ¿cuántas barreras a la entrada se observan en nuestro país? No sólo por el proteccionismo arancelario, sino por restricciones tales como requisitos burocráticos (como otra fábrica de cemento de hace algunos años), impedimento a la competencia (como RECOPE), limitaciones estatales del espectro público (para mayor competencia en servicios de Internet), placas autorizadas de servicio (como lo era con aquellas de los taxis rojos), o para trabajar (existencia de colegiación profesional obligatoria), venta libre de medicinas aunque sean aprobadas en el extranjero por cuerpos especializados, entre tantas otras.

BARRERAS A LA ENTRADA: UNA DESAPROBACIÓN PERSONAL

Por Caleb S. Fuller
American Institute for Economic Research
29 de julio del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es caleb s. fuller american institute for economic research, barriers, July 29, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

La experiencia es el mejor maestro.

Así que, si bien mi primera introducción a la idea de barreras a la entrada fue, sin duda, como estudiante de pregrado, mi primer encuentro con ellas fue seis meses después de mi primer empleo luego de la universidad.

Estaba trabajando como asistente de administración de proyectos en una empresa de tecnología que hacía ocho meses se había puesto en marcha. Era mucho más que una operación destartalada, como alguno puede imaginar en el garaje de alguien ̶ si bien algunas de las empresas más grandes de todos los tiempos han empezado así. Mantuvimos alrededor de cuarenta empleados y asegurado decenas de millones en financiamiento. Menciono estos hechos tan sólo para establecer que no son sólo negocios de papá y mamá los que encallan por barreras a la entrada que describiré.

La noción de barreras a la entrada es un concepto objeto de mucha confusión, aunque no necesita ser así. Empiece extrayendo dos diferencias. Hay barreras que surgen “naturalmente,” como si así lo fueran, en los mercados, Luego, están aquellas creadas por la actividad del gobierno. De estas, las barreras vienen en forma de privilegios especiales del gobierno ̶ algunas veces “directa,” en otros momentos “indirecta.” Más acerca de estos en un momento.

Las barreras “naturales” a la entrada incluyen cosas como lealtad a marcas o economías de escala, que le encarecen a un nuevo entrante competir con los titulares. No han nada “especial” acerca de las barreras “naturales.” Surgen cuando un vendedor es particularmente eficiente en satisfacer las preferencias de los consumidores. Existen de la misma forma en que la habilidad en el tenis de Novak Djokovic es una barrera a la entrada de anteriores jugadores de tenis de la Tercera División, como yo, para ascender al ranking número uno del mundo. Surgiendo naturalmente, las barreras en los mercados demuestran la presencia de competidores saludables y hábiles en el mercado. Entrar al mercado puede ser “impedido” en algún sentido, pero los costos son una barrera a toda acción. Las barreras naturales a la entrada son sólo un caso especial de este principio general.

Las barreras gubernamentales a la entrada son “artificiales” en el sentido de no surgir de la eficiencia productiva superior de algún productor. Las concesiones directas de un privilegio especial son fáciles de detectar. Los proveedores de servicios de Internet son un ejemplo clásico. Gobiernos municipales típicamente dispensan licencias que limitan el número de proveedores de servicios de Internet en una región. Intencional y directamente, el gobierno otorga el derecho a entrar a algunas firmas e impide a otras.

En contraste, las concesiones indirectas de privilegio especial son un poco mas difíciles de ver, pero probablemente son más extendidas. Dos ejemplos rápidos. La Ley de Estadounidenses con Discapacidades requiere (entre otras cosas) que empresas instalen compartimentos accesibles para discapacitados en sus servicios sanitarios. Wal-Mart absorbe fácilmente los costos asociados con este requisito. Expandir los servicios sanitarios unos pocos pies es poca cosa como porcentaje de sus gastos totales en bienes raíces. Sin embargo, los negocios de papá y mamá pueden encontrar que sus costos han aumentado en un diez por ciento. Esta estipulación de aquella Ley daña desproporcionadamente a negocios pequeños. Indirectamente, el gobierno ha conferido derechos especiales a Wal-Mart.

En Europa, la Regulación General de Protección de Datos (RGPD) ha obstaculizado la inversión en nuevas firmas digitales. Difícilmente es necesario señalar que Facebook, Twitter, Google, y la pandilla, se benefician con esta protección.

Esto me lleva de regreso a mi propio encuentro duro con las concesiones indirectas de un privilegio especial. Estaba releyendo un correo electrónico por quinta vez, para asegurarme había comprendido sus contenidos tersos. Durante los últimos 6 meses había estado ayudando a nuestra empresa puesta en marcha a cumplir con la Ley de Protección a la Privacidad en Línea de los Niños (LPPLN). Meticulosamente había tomado fotografías de cada página de nuestro sitio y enviado a un grupo de abogados especializados en cumplimento digital. Ellos responderían con requerimientos y recomendaciones que yo comunicaría a nuestros desarrolladores.

Como con muchas otras barreras indirectas a la entrada, la LPPLN aparentemente tiene la mejor de las intenciones: proteger a niños menores de 13 años, mientras usan la Internet. Es posible que la LPPLN logre su objetivo, pero no soy un experto en eso.

Lo que, sin embargo, aprendí con total claridad, es que hasta las políticas públicas mejor intencionadas tienen efectos dominó, que quienes hacen las políticas no son siempre capaces de anticipar. Estaba (re) leyendo el correo electrónico de nuestro asesor legal basado en el Distrito de Columbia. El muy amable abogado con quien había estado en correspondencia estaba reacio a informarme que el Congreso acababa de aprobar una reorganización significativa de la LPPLN. Nuestro trabajo duro de los últimos seis meses fue en vano. Teníamos que empezar de nuevo.

Excepto que nunca lo hicimos.

En ese momento, nuestro gerente general decidió que simplemente no entraríamos en el mercado para niños de 13 y menos. Esta decisión fue particularmente irónica, pues nunca había encontrado un producto digital que fuera más seguro para niños, como aquél que estábamos ofreciendo. La privacidad y seguridad eran los sellos distintivos de nuestro producto. No obstante, los costos de cumplimiento impidieron nuestra entrada. Reagrupándose, el gerente general anunció que luego “podríamos” servir ese segmento de mercado, cuando fuéramos más grandes y tuviéramos más recursos.

Mi labor de seis meses fue borrada en un instante. De la misma forma, el esfuerzo duro de una docena de desarrolladores fue en vano. Y habría sido fácil enfocarse en el trabajo “desperdiciado,” pero todo el tiempo las equivocaciones -errores- suceden en los mercados y la vida. Son inevitables. No, aquí, el verdadero costo fue que los llamados Gigantes de la Tecnología vivieron para ver un nuevo día, cuando una empresa nueva impúdica, con ánimos de pisarles sus talones, fue pateada hacia un lado por la mano el pie visible del gobierno.

¿Cuánto tiempo le tomó (digamos) a Facebook para cumplir con las nuevas regulaciones de la LPPLN? Si tuviera que adivinar, diría dos horas. Pocos segundos luego de la aprobación de las reformas el Congreso, el liderazgo de Facebook estaba sin duda al corriente de esos desarrollos. Rápidamente, el enorme equipo legal interno de Facebook sostuvo una conferencia con unos pocos de sus ingenieros de clase mundial, quienes sumariamente hicieron los cambios necesarios.

Incluso antes de la enfermedad generada por el coctel del COVID, la política acerca del COVID, y la impresión de dinero, era bien reconocido que la economía estadounidense había llegado a ser crecientemente esclerótica. Si bien es un parpadeo en el gran esquema de las cosas, es una tendencia que invita a una mayor y más urgente investigación, pues un consenso acerca de sus causas no parece estar por venir. La investigación debe revelar qué porción de la disminución de la economía en cuanto a dinamismo se debe a una proliferación de concesiones indirectas de privilegio especial.

Lo que, no obstante, sé sin econometría sofisticada, es que mi propio encuentro con las concesiones indirectas de privilegio especial no es algo que deseo se repita pronto en cualquier momento ̶ o en vez alguna.

Reimpreso del Independent Institute.

Caleb Fuller es profesor asistente de economía en el Grove City College. Su interés de investigación incluye economía de la organización, economía de la privacidad, y la relación entre instituciones y empresariedad. Ha publicado artículos en Public Choice, the International Review of Law and Economics, and the Review of Austrian Economics entre otros. Obtuvo su licenciatura en economía en Grove City College y su PhD en economía en la Universidad George Mason.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.