Tercero de una serie de comentarios del autor acerca del tema de la fijación de precios máximos o mínimos por parte del gobierno.

PRECIOS MÁXIMOS DE $0

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
2 de agosto del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research, ceilings, August 2, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En mis dos columnas anteriores [traducidas y puestas en mi muro como “Cinco consecuencias negativas de la fijación de precios máximos” y “Acerca de las consecuencias negativas de los precios mínimos”], repasé la economía básica de los precios máximos y precios mínimos. En esta columna, la tercera de la serie, le echaré una ojeada a un conjunto de bienes y servicios relativamente raros, que son mejor analizados como bienes y servicios que se intercambian en mercados en los que el gobierno impone un precio tope de $0.

En economías de mercado, la mayoría de bienes y servicios puede ser legalmente comprada y vendida a cualesquiera precios en que vendedores y compradores están mutuamente de acuerdo. La mayoría de bienes y servicios puede, también, ser cedida y aceptada sin cobro alguno. En contraste, un puñado de bienes y servicios no puede ya bien ser legalmente vendido a algún precio, como tampoco cedido, al menos no por partes privadas. Un ejemplo es el servicio de un asesino. Legalmente, usted no puede ya sea aceptar mi dinero como pago para que mate a una tercera persona, ni ser voluntario para desempeñar para mí su servicio espeluznante como asesino.

Pero, un tercero y pequeño grupo de bienes y servicios ocupa una provincia legal extraña. Estos bienes y servicios pueden legalmente ser cedidos y aceptados como regalo, pero -en la mayoría de jurisdicciones- no puede venderse, o pagarse, con dinero. Ejemplos incluyen los derechos paternales sobre niños menores, sexo consensuado entre adultos, y órganos humanos trasplantables.

Si estoy sufriendo un fallo renal y quiero tener un trasplante de riñón, soy libre de pedirle que me done su riñón, y usted es libre dármelo. Pero, no soy libre de ofrecerle por su riñón lo que los abogados contractuales anglo-estadounidenses denominan “contraprestación.” El resultado práctico de esta prohibición es que es ilegal para mí ofrecerle a usted, y, para usted, aceptar alguna cantidad de dinero a cambio de su riñón. Igual si quiero adoptar un niño pequeño o quiero que usted tenga sexo conmigo. Usted puede ser voluntario para transferirme sus derechos parentales o brindarme su compañía íntima, pero, yo, legalmente, no puedo pagarle por esos servicios y usted no puede solicitar un pago por ellos.

En especial, en los casos de transferencias de derechos paternales y donaciones de riñones, esta situación legal es desconcertante. No sólo usted es libre de darme sus derechos paternales o su riñón, sino que, si lo hace y cuando, por lo general la sociedad le aplaude por su buen sentido de madurez (en el caso de adopción) o su generosidad inusual (en el caso del órgano donado). No obstante, si usted se atreve a que se le paguen algunas pocas monedas como contraprestación en alguno de estos intercambios, es considerado como que ha participado en un acto escandalosamente ofensivo tanto de la ley como la decencia humana.

¿Por qué? ¿Por qué aplaudimos a los donantes de riñones, pero amenazamos con la cárcel a los vendedores de riñones?
Después de todo, los vendedores, no menos que los donantes, transfieren riñones de personas dispuestas a dárselos a personas ansiosas de tenerlos. ¿Son estas consecuencias horribles, que no existen en las donaciones no compensadas, pero que surgen al momento en que donantes reciben algún dinero a cambio de su acuerdo valioso de vender un riñón?

La mayoría de la gente, al enfrentar la pregunta hecha justo arriba, responderá “¡Por supuesto que lo son!” Pero, al presionárseles para que identifiquen malas consecuencias específicas, que se supone atormentarán la sociedad si el gobierno permite precios que se eleven por encima de $0, por cosas parecidas a órganos humanos trasplantables, derechos paternales sobre infantes, y sexo con adultos, las respuestas son bastante débiles.

En letra cursiva y negrita abajo, aparecen dos de las respuestas más frecuentes.

“¡Permitir la venta de riñones explotaría a la gente pobre!”


Esta respuesta es extraña. ¿Cómo alguien puede pasar de no ser no explotado cuando esa persona es libre de recibir nada más a cambio de que uno de sus riñones sea explotado, de cuando la persona es libre de negociar un precio positivo por su riñón?

La réplica a mi respuesta es invariablemente que, al permitir a la gente donar riñones, los pobres estarán tan desperados en ganar dinero efectivo, que se sentirán impulsados a hacer lo que no va en su mejor interés a largo plazo.

Aparte de la arrogancia de tal réplica, quienes acuden a ella asumen implícitamente que el precio de mercado de los riñones será demasiado bajo como para que “en verdad” valga la pena esa decisión de vender. Pero, dado que aún los estadounidenses pobres de hoy viven bien por encima de la subsistencia, el precio de mercado de los riñones no reflejaría una necesidad desperada de los proveedores para sobrevivir el futuro inmediato. El precio de mercado sería lo suficientemente alto como para permitir una evaluación meditada acerca de los costos y beneficios de vender un riñón.

A propósito, entonces, si en verdad los estadounidenses pobres vivieran al borde de la supervivencia, negarles la oportunidad de mejorar sus prospectos o los de sus familias al vender riñones sería hasta más cruel de lo que es en realidad. Mejor estar con vida y andar con un riñón -que, recuerde, es en realidad todo lo que la mayoría de personas necesitará en el total de sus vidas- que estar muerto y enterrado con dos.

“¡Es impropio mercantilizar cosas como órganos humanos trasplantables y servicios sexuales!”


La respuesta a esta objeción de permitir precios positivos para cosas como órganos humanos y servicios sexuales, es que un precio máximo impuesto por el gobierno de $0, no hace nada por transformar el bien o servicio deseado para su función utilitaria, en un objeto o experiencia “no económica” sagrada. Crear una escasez del bien o servicio, con todas las desventajas asociadas con precios máximos es todo lo que tal precio hace.

Por ejemplo, ¿por qué una persona con fallo en el riñón, y quien así enfrenta la muerte o agonía de tener que sufrir diálisis regularmente, debe depender de hallar alguien con dos riñones sanos y para quienes la donación sería un acto de sentimiento trascendente? ¿Quién es dañado si se permite un intercambio comercial mutuamente ventajoso de un riñón a cambio de una suma de dinero? Nadie que yo sepa.

Someto que deberían ignorarse quienes responden “¡Es simplemente impropio tener en existencia tales intercambios!”
Cuando literalmente las vidas de algunos individuos están en juego, y que serían masivamente mejoradas tan sólo removiendo el precio máximo a los riñones, los “sentimientos” de terceras partes acerca de la impropiedad de esos intercambios no tienen peso en lo absoluto.

En cuanto a servicios sexuales, todo lo que aquí se necesita señalar es la cantidad incalculable de esos encuentros consensuados que ocurre diariamente sin que ninguna de las partes sea motivada por algo más elevado que el interés propio humano normal.

Hay otras objeciones a la remoción de precios máximos de $0 sobre bienes como órganos humanos trasplantables, y servicios como sexo consensuado (También, existen respuestas convincentes a estas objeciones. Ver, por ejemplo, de Jason Brennan y Peter Jaworski, Markets without Limits.) Pero, aparte de objeciones específicas que se puedan formular a la legalización de cosas como la prostitución y venta de órganos humanos trasplantables, se amplía la claridad de pensamiento al reconocer que las prohibiciones de referencia son, en realidad, precios máximos de $0.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.