Entendiendo los costos de las políticas de control estatal de los precios: en este caso de precios mínimos o pisos y complementando lo publicado ayer de Boudreaux sobre un tema similar en mi muro.

ACERCA DE LAS CONSECUENCIAS NEGATIVAS DE LOS PRECIOS MINIMOS

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
21 de julio del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research, floors, July 21, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En mi columna anterior [“Cinco Consecuencias Negativas de la Fijación de Precios Máximos”] expliqué cinco consecuencias negativas de los precios máximos ̶ cinco consecuencias negativas, esto es, de la intervención gubernamental para obligar una reducción de los precios monetarios que los consumidores pagan, y que reciben los vendedores, para bienes y servicios específicos. No obstante, también los gobiernos intentan empujar los precios hacia arriba. Cuando la intervención está diseñada para aumentar los precios, prohibiendo que se cobren precios monetarios por debajo de cierto mínimo, la intervención es llamada precio de sustentación o precio piso.

Por una variedad de razones, los precios mínimos son menos comunes en la realidad que los precios máximos, pero sí existen. Por mucho, el precio mínimo más frecuente es los salarios mínimos impuestos por el gobierno.

No sorprende que los precios piso, como los precios máximos, tienen efectos negativos. Pero, antes de detallar estos inconvenientes, es útil distinguir precios piso verdaderos de otros medios usados por el gobierno para mantener artíficamente altos los precios de bienes particulares. Los medios más comunes de un precio no mínimo usados por los gobiernos para mantener artificialmente elevados los precios de bienes específicos, son los compromisos gubernamentales de comprar suficiente de un bien concreto para impedir que el precio de ese bien caiga por debajo de cierto piso.

Suponga que el gobierno se compromete a mantener el precio del trigo de caer por debajo de $10 el bushel. Los agricultores de trigo son económicamente sofisticados. Entienden que un precio garantizado verdadero -una simple prohibición a vender por debajo de un precio mínimo- reducirá la cantidad de trigo que los compradores desearán adquirir. Si bien este resultado de vender menos busheles de trigo al precio más alto por bushel, puede elevar las ganancias de los agricultores de trigo, esas ganancias más altas no están garantizadas, Si el precio mínimo establecido es demasiado alto, el impacto negativo sobre los agricultores al vender menos busheles ahogará el impacto positivo de lograr un precio mayor por cada bushel que se venda.

La mejor forma en que los agricultores evitan esa posibilidad no es que el gobierno ilegalice ventas por debajo de cierto precio, sino, en vez de ello, que el gobierno cree se propia demanda de trigo, una demanda que se agrega a aquella de compradores privados. Si el gobierno se compromete a comprar tanto trigo como sea necesario para mantener el precio de mercado del trigo sin caer por debajo del mínimo deseado, los agricultores de trigo logran el precio más alto y no sufren una reducción en ventas.

Esta intervención gubernamental tiene sus propias consecuencias negativas que -¡no se sorprenda!- pesan más que los beneficios correspondientes logrados por los agricultores de trigo. Pero, esta intervención no impone un verdadero precio mínimo.

Un verdadero precio mínimo, para repetir, es una simple prohibición impuesta por el gobierno sobre ventas y compras por debajo de algún precio monetario mínimo dictado por el gobierno. Y, si bien muchas de las consecuencias negativas de pisos a los precios son similares a aquellas de los precios topes, una diferencia importante, en la mayoría, pero no en todos los mercados, distingue las dos intervenciones.

Suponga que el gobierno impone un verdadero precio mínimo en el mercado de pepinillos. El gobierno declara ilegal toda compra y venta de pepinillos por debajo de, digamos, $10 la libra (precio que, supongamos, está por encima del precio de mercado que prevalecería en ausencia de un precio mínimo).

El primero y más obvio efecto de este precio mínimo es disminuir la cantidad de pepinillos que los consumidores están dispuestos a comprar; disminuirá la cantidad que demandan los consumidores comparada con la que sería sin el precio mínimo. Si los productores de pepinillos son económicamente ingenuos, este precio mínimo crearía un excedente físico de pepinillos, pues los productores, atraídos por este precio piso, elevan su producción. Pero, pronto, aún los más ingenuos productores de pepinillos aprenderán que los consumidores están dispuestos a comprar, al precio mínimo más alto, no sólo menos pepinillos de los que aquellos están dispuestos a producir y vender a ese precio mínimo superior, sino que, hasta menos de lo que los consumidores estaban dispuestos a comprar a precios más bajos que el precio piso que se fijó.

Al descubrir por si solos que al precio mínimo no pueden vender toda la producción que están dispuestos a vender, los productores de pepinillos reducen su producción. Producen una cantidad no mayor de pepinillos de la que los consumidores están dispuestos a comprar al precio piso más alto. Así que, si bien siempre los precios máximos crean escaseces, los precios mínimos no siempre crean excedentes físicos.

Sin embargo, debido a que los precios de sustentación siempre reducen las cantidad que los compradores están dispuestos a comprar, a la vez que aumentan la disposición de los vendedores de producir y vender, los precios piso crean una segunda consecuencia negativa ̶ esta es, la necesidad para algunos significa determinar qué vendedores estarán entre los afortunados de vender al precio más alto y qué vendedores no podrán tomar ventaja del precio más alto, al vender en la realidad unidades de producción a ese precio.

Esta determinación se puede lograr por suerte o por elección al azar. Tal vez, sólo aquellos vendedores que encuentran consumidores al inicio, podrán vender, mientras que vendedores, que llegan al mercado demasiado tarde, no hallan más compradores.

Pero, la suerte o la elección al azar es poco posible que opere por mucho tiempo. Ansiosos de vender al precio mínimo más alto, los vendedores competirán por compradores en formas diferentes a recortar precios. Así, una tercera consecuencia negativa de un precio piso es que aumenta la calidad del bien cuyo precio está garantizado. Los productores de pepinillos pueden agregar a cada envase que venden cupones “gratis” para descuentos en galletas o carnes procesadas o cerveza. Estos productores pueden trabajar más duro para hacer que sus pepinillos sepan mejor.
Tal competencia diferente de los precios para lograr el patrocinio del consumidor, es un resultado inevitable de los precios mínimos.

A diferencia de las reducciones en la calidad ocasionadas por precios máximos, el ímpetu para mejoras en la calidad ocasionado por precios mínimos tal vez parece ser una consecuencia positiva, en vez de, como lo he descrito, una negativa. Pero es negativa al compararse con lo que sería la situación en ausencia del precio mínimo.

Es cierto que, dado que a los consumidores no se les permite comprar pepinillos a algún precio menor a $10 la libra, quieren que sus pepinillos sean incluso más gustosos o vendidos con cupones de descuento, Pero, lo que más les gustaría a los consumidores es pagar un precio menor por un producto de menor cualidad. Si no estuvieran en vigencia precios piso, los consumidores revelarían por medio de su gasto que la calidad más alta no vale la pena el precio mayor.
Sin embargo, debido a que los precios menores son ilegales -esto es, porque los consumidores tienen que pagar el precio más alto si quieren pepinillos- los consumidores aceptan el segundo mejor resultado de pagar este precio más alto, a cambio de un producto mayor calidad.

En resumen, los precios mínimos obligan a los consumidores a comprar menos unidades, pero demasiada calidad.

Un cuarto efecto de un precio mínimo es que reduciría la cantidad del bien o servicio que los consumidores adquieren en la realidad. La razón de esta consecuencia es clara: los consumidores no están dispuestos a comprar tantas unidades al precio piso más alto, que como estarían dispuestos a comprar al precio menor que prevalecería en ausencia del precio piso.

Arriba mencioné que los precios mínimos en algunos mercados tienen efectos en algún grado diferentes de otros mercados. Hay algunos mercados -a diferencia de aquel de pepinillos (o plywood, o cerdos, póngale nombre al bien)- en que los precios mínimos crean excedentes duraderos. Esta consecuencia desafortunada es cierta en los mercados laborales.

Un salario mínimo impide que los trabajadores compitan por un empleo, al ofrecer trabajar a algún salario monetario por debajo del mínimo ordenado por el gobierno. Como resultado, muchos trabajadores menos calificados o bien pierden empleos o nunca son capaces de encontrar uno. Pero, a diferencia de los pepinillos, la fuerza de trabajo (o su disposición a trabajar) no para de “producirse” cuando estos trabajadores no pueden encontrar compradores de sus servicios laborales. Los individuos de sangre y hueso continúan existiendo y desean empleo, aun cuando han sido convertidos en no empleables por la legislación de salario mínimo.

Y, así, encontramos una quinta consecuencia negativa de los precios mínimos en los mercados laborales: precios piso en los mercados laborales aumentan, con el paso del tiempo, la oferta de mano de obra de baja calificación. Los trabajadores menos calificados que obtienen empleos al salario mínimo no sólo logran un ingreso actual, sino, también, experiencia laboral. Los trabajadores menos calificados, a quienes se les niegan empleos por el salario mínimo, pierden, no sólo un ingreso actual, sino, también, la oportunidad de obtener experiencia laboral. Como resultado, los trabajadores menos calificados que hoy son convertidos en no empleables por el salario mínimo, mañana permanecen en el fondo de reserva laboral. Y, por tanto, así como el salario mínimo artificialmente expande en el curso del tiempo la reserva de -la oferta de- trabajadores menos calificados, esa legislación, también, reduce el salario para trabajadores menos calificados, que prevalecerían si fuera eliminado el salario mínimo.

Al igual que con los precios máximos, si más gente conociera las consecuencias económicas plenas de los precios mínimos, se desplomaría el apoyo público a la pieza de legislación especialmente perniciosa llamada “salario mínimo.” Y este apoyo al salario mínimo se desplomaría especialmente entre los trabajadores menos calificados, pues son ellos quien sufren el daño mayor por esta intervención.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.