Entendiendo los costos de las políticas de control estatal de los precios: en este caso de precios máximos o tope.

CINCO CONSECUENCIAS NEGATIVAS DE LA FIJACIÓN DE PRECIOS MÁXIMOS

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
15 de julio del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research, celings, July 15, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Ninguna intervención en una economía de mercado es tan segura de causar daño que los controles de precios. Los precios de mercado hacen posible la coordinación exitosa, productiva, los esfuerzos de incontables trabajadores y firmas especializadas dispersos alrededor del mundo. También, los precios de mercado coordinan los flujos masivos resultantes de las producciones económicas con las demandas de consumidores.

Todo control sobre los precios impuesto por el gobierno reduce la efectividad de esta coordinación.

Aunque la teoría económica brinda una explicación elegante y útil de la formación de la oferta, la formación de la demanda, y la interacción de cada uno con el otro para crear precios, la idea básica es de sentido común: Emma, la vendedora de manzanas, y Chris, la compradora de manzanas, se encuentran entre sí y mutuamente acuerdan, en todos y cada uno de los intercambios, cuánto dinero Chis pagará ̶ que es la misma cantidad que Emma aceptará.
Siendo voluntarios los intercambios en el mercado, cada uno de ellos mejora el bienestar tanto del comprador como del vendedor.

Ahora, suponga que Joe, con una pistola cargada en la mano, se ubica en medio del proceso de intercambio entre Emma y Chris. Joe insiste en que Chris pague un precio menor al previamente acordado, que Chris le pagaría a Emma.
Un niño de kínder puede ver que Emma no tendrá la ganancia que negoció comercialmente con Chris.

Pero, el niño de kínder puede pasar por alto el hecho de que la intervención de Joe también ha significado una pérdida para Chris.

Dado que a Emma no le agrada tener que aceptar un precio menor por sus manzanas, algunas de las manzanas que Emma habría estado dispuesta a venderle a Chris al precio más alto -y que Chris habría estado dispuesta a comprar al precio más alto- debido a la intervención de Joe, no son adquiridas por Chris. El daño a Chris no se detiene aquí. Al menor precio estipulado por Joe, Chris incluso quiere comprar más manzanas; no obstante, descubre, para su desaliento, que, a este precio más bajo, Emma no sólo no está dispuesta a vender tantas manzanas como estaba antes de la interferencia de Joe, sino que la cantidad de manzanas que ahora ella está dispuesta a vender es menor que antes. Este daño a Chris es verdadero, y puede anular cualquier ganancia que ella disfruta al pagar un precio menor por cada una de las menos manzanas que ella compra de Emma.

En el lenguaje de la economía, al intervenir Joe, impone un precio máximo, y el precio tope crea una escasez. El precio máximo tiene consecuencias negativas no sólo para el vendedor sino, también, para el comprador ̶ esto es, también para la parte que supuestamente es ayudada con el precio tope.

Por supuesto, los precios máximos en el mundo real no son impuestos a uno de los tratos del comprador específico con un vendedor específico. Los precios topes -como, por ejemplo, prohibiciones a la así llamada “manipulación de precios” que ocurre después de desastres naturales- se imponen a mercados enteros, que están formados por muchos compradores y compradores potenciales, y muchos vendedores y vendedores potenciales. Los efectos negativos de los precios tope son incluso peores que los efectos negativos del ejemplo previo de un comprador y un vendedor.

Hay cinco consecuencias negativas de cualquier precio máximo en el mundo real.

El primero y más obvio de los efectos negativos de un precio tope es una escasez del bien (o servicio), cuyo precio es impedido por el gobierno que suba por encima del tope. Debido a que un precio tope reduce el precio (expresado en dinero) de donde habría estado en ausencia del precio tope, los compradores incluso quieren comprar más del bien de lo que querrían comprar al precio más alto, a la vez que los vendedores están dispuestos a vender menos unidades del bien, de lo que habrían estado dispuestos a vender al precio mayor. El resultado es que, al precio tope, la cantidad que los compradores quieren comprar excede la cantidad que los vendedores quieren vender.

Esta escasez crea la segunda consecuencia de un precio tope ̶ esta es, la necesidad de algunas formas de racionar al bien con precio máximo. Después de todo, con el precio máximo en vigencia, simplemente no hay suficiente del bien suplido que satisfaga la demanda, ¿Qué proceso, qué ‘fuerza,’ qué mecanismo determinará cuáles de estas demandas logran satisfacerse y cuáles de estas demandas permanecen insatisfechas? Esta determinación puede por una elección al azar o por suerte ̶ por ejemplo, compradores suficientemente afortunados, que sucede que viven cerca del almacén, encontrarán unidades disponibles de bienes para la compra, mientras que compradores que viven más lejos encontrarán vacíos los estantes del negocio.

O puede surgir un medio de racionamiento más pernicioso ̶ por ejemplo, la violencia. Aquellas personas más dispuestas y que pueden amenazan con daño físico a otros para obtener los suministros disponibles, mientras que personas más pacíficas renuncian a ellos.

Aquí el punto importante es que las escaseces creadas por los precios tope requieren el uso de algunas formas de racionamiento.

La tercera consecuencia de los precios tope es que la cantidad del bien que en realidad los compradores podrán adquirir será menor que la que adquirirían si no existiera el precio tope. En resumen, un precio máximo reduce la cantidad del bien que en realidad adquieren los compradores. Si los funcionarios de gobierno que imponen precios máximos intentan ayudar a los consumidores, la reducción resultante en las cantidades suministradas a los consumidores es totalmente inconsistente con esa intención.

La cuarta consecuencia de un precio máximo es aumentar el costo en que incurren los consumidores para obtener el bien. Hasta aquellos consumidores que están entre los más afortunados para, en realidad, adquirir algunas unidades más del bien, tienen que pagar más por cada unidad de lo que habrían pagado sin la vigencia de un precio tope.

La razón por la que los precios máximos elevan el costo de adquirir el bien a los consumidores es que los precios máximos prohíben que sólo sea el precio monetario del bien el que aumente. Los precios máximos no impiden -y no pueden- que los consumidores gasten directamente sus recursos (“reales”) no monetarios, en sus intentos por adquirir el bien. Cuando a los consumidores se les impide competir para adquirir el bien ofreciendo más dinero a vendedores, los consumidores compiten por el producto de otras formas, como apurarse a ir al negocio o esperar en largas filas.
También, es posible ofrecer favores a cambio. Algunos de estos favores son inocuos, como un comprador que ofrece a un vendedor un paquete de seis cervezas. Otros de los favores son corruptos, como el alcalde del pueblo que le ofrece a un vendedor una exclusión de un requerimiento de zonificación.

Y, debido a que los precios máximos reducen las cantidades suministradas de bienes al mercado, el valor de cada unidad del bien que es suplida es mayor que el valor de cada unidad suministrada sin precios tope. Recuerdo bien la escasez de gasolina causada por un precio tope en los años setenta. En agosto de 1979, mi padre supo un viernes que una gasolinera ubicada cerca de un par de millas de nuestra casa iba a abrir a mediodía del sábado, para vender cinco galones de gasolina a cada motorista, con base de servir al primero en llegar. Mi padre manejó el carro de la familia a esa bomba en la medianoche. Él era el segundo en la fila. Esperó en el carro hasta que lo substituí a las 6 de la mañana. Luego, esperé -en el calor y humedad sofocante de Nueva Orleáns- durante las restantes seis horas, hasta que la bomba abrió a mediodía Le puse los cinco galones de gasolina al carro, le di al empleado $3.50 (el precio era de 70 centavos el galón) y luego manejé hacia la casa.

Usted no tendrá problema si me cree, cuando le digo que mi padre y yo habríamos preferido pagar lo que hubiera sido el precio monetario -el precio no sujeto a tope- de la gasolina, que tener que haber pagado por esa gasolina básicamente esperando en una fila durante 12 horas. Esa gasolina de menor precio era desproporcionadamente cara.

La quinta y consecuencia final negativa de un precio tope es que no sólo reduce la cantidad del bien, sino, también, su calidad. Debido a que la cantidad demandada del bien excede a la cantidad suplida, los vendedores que permiten que disminuya la calidad del bien, perderán algunos compradores potenciales, pero, muy posiblemente, todavía estarán en capacidad de vender todas las unidades que desean vender. En resumen, usted logra aquello por lo que paga.

A menudo, el público apoya precios máximos ̶ apoyo que, con certeza, desaparecería si el público entendiera la economía básica de esta dañina intervención gubernamental.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.