“TOLERANCIA Y LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD” DE FOUNDATIONS OF A FREE SOCIETY

By Eamonn F. Butler
The Institute of Economic Affairs
Londres, 2013

La tolerancia en una sociedad libre va más allá de la tolerancia de diferencias religiosas e ideológicas. Por ejemplo, incluye la libertad de expresión -al hablar, escribir, transmitir o por cualquier otro medio- lo que a su vez implica la ausencia de censura.

Alguna gente puede considerar un mundo sin censura como profundamente preocupante. Muchos pueden verse profundamente impactados por palabras, imágenes, argumentos e ideas que podrían presentarse en un mundo tan libre. Pero, en una sociedad libre no tenemos derecho a impedir la libertad de expresión y bloquear las opiniones de la gente, aún si casi todos nosotros estamos en desacuerdo con lo que se dice, lo encontramos ofensivo o creemos que es inmoral.

Por supuesto, existe un caso para algunas limitaciones a la libertad de expresión si lo que se dice causa daño a otros ̶ tal como gritar “¡Fuego!” en un teatro. Penalizaríamos legítimamente a alguien quien imprudentemente arriesgó dañar a otros como en este caso. Similarmente, protegemos a los niños contra palabras o imágenes que creemos pueden corromperlos. Podemos no permitir anuncios explícitos de drogas que, digamos, aparecen en vallas publicitarias cerca de escuelas. Y hay un caso fuerte para darle información a la gente -como clasificaciones de películas- de forma que no tropiecen con cosas que les angustiarían.

Eso es muy diferente de una censura directa ̶ impedir palabras, imágenes, argumentos e ideas particulares que del todo no sean ventiladas en lo absoluto. No puede existir tal censura en una sociedad genuinamente libre pues una sociedad libre se basa en la apertura y la elección. La gente debe conocer las opciones disponibles a fin de que ella escoja racionalmente e intente nuevas ideas que pueden mejorar el futuro de todos. La censura cierra esas opciones y elecciones y, por tanto, nos niega el progreso.

Tampoco podemos confiar en los censores. La verdad y la autoridad son dos cosas diferentes. Aquellos en el poder tienen sus razones propias -como la autopreservación- para prohibir que ciertas ideas se transmitan. Pero, aún si los censores tienen en su corazón el mejor interés por el público, ellos no son infalibles. No tienen el monopolio de la sabiduría, ni un conocimiento especial de qué es verdad y qué no lo es. Sólo el debate, el argumento y la experiencia determinarán eso. Los censores pueden suprimir la verdad simplemente por error. Ellos puede que nunca estén seguros de si están asfixiando ideas que en su momento probarán ser correctas. Algunas ideas podrán ser básicamente equivocadas, y, sin embargo, contener una medida de verdad, que el argumento puede demostrar a duras penas. La verdad de otras ideas puede llegar a ser obvia sólo con el paso del tiempo.

La forma para asegurarnos de que no sofoquemos ideas verdaderas y útiles es permitiendo que las ideas se pongan al aire, confiando en que sus méritos o limitaciones ser revelarán mediante el debate. Eso significa permitir a la gente argumentar su caso, aún en asuntos que la mayoría considera como una certeza. La verdad sólo puede ser favorecida con ese desafío. Fue por esta razón que, desde 1587 hasta 1983, la Iglesia Católica Romana nombraba un “abogado del diablo” para plantear el caso contra una persona que era nominada para la santidad. Es útil exponer nuestras convicciones al cuestionamiento. Si creemos que otros se equivocan en sus ideas, esas ideas deben ser enfrentadas y refutadas, no silenciadas.

A partir de Sócrates, la historia está plagada de ejemplos de gente que ha sido perseguida por sus ideas. A menudo, esa persecución intimida a la gente a permanecer en silencio, aun cuando sus ideas son subsecuentemente vindicadas. Temiendo la furia de la Iglesia Católica Romana, Nicolás Copérnico no publicó su teoría revolucionaria de que los planetas rotaban alrededor del sol sino justo antes de su muerte en 1543. Su seguidor, Galileo Galilei, fue sometido a juicio por la Inquisición y pasó sus días restantes baja arresto domiciliario. Tal intimidación suprime la verdad, el debate y el progreso. Daña a la sociedad, así como a los herejes que son perseguidos.

Si sencillamente aceptamos ideas prevalecientes sin permitir argumento alguno, esas ideas descansan sobre una base muy insegura, Su aceptación es acrítica. Ellas se convierten en lugares comunes en vez de verdades significativas. Y, cuando en su momento nuevas ideas irrumpen, es posible que lo hagan con violencia y perturbadoramente.

Puede ser inquietante cuando personas dicen cosas con las que fundamentalmente estamos en descuerdo, expresan ideas que creemos están profundamente equivocadas, hacen cosas que consideramos como intensamente impactantes, o incluso que se burlan de nuestras creencias morales y religiosas. Pero, nuestra tolerancia acerca de estas cosas muestra nuestro compromiso con la libertad, y nuestra creencia de que logramos mayor progreso, y descubrimos nuevas verdades más rápidamente, al permitir que ideas diferentes se debatan en vez de ser suprimidas.

Eamonn F. Butler economista y pensador británico. Cofundador del Adam Smith Institute y autor de libros sobre el trabajo de tres economistas, Hayek: His Contribution to the Economic and Political Thought of Our Time, Milton Friedman, A Guide to his Economic Thought, y Ludwig von Mises: Fountainhead of the Modern Microeconomics Revolution.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.