POR QUÉ EL DEFENSOR DEL “LIBRE COMERCIO” SE MANTIENE CHOCANDO CONTRA UNA PARED

Por Ryan Swanson
Fundación para la Educación Económica
Lunes 27 de junio del 2022

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Los proponentes de aranceles a menudo dicen que el “libre comercio” es imposible pues otros países nunca estarán de acuerdo con él, pero esa idea olvida lo central.

“Los librecambistas están atrapados en una versión de política pública del Día de la Marmota,” [método folklórico estadounidense para predecir el fin del invierno, según el comportamiento de la marmota cuando sale de invernar], escribió Julian Sánchez en el 2003, “forzados a refutar los mismos argumentos falaces una y otra vez, década tras década.” Casi ha pasado una década desde aquel entonces, y el punto de Sánchez sigue siendo igual de relevante.
Blake Masters, empresario endosado por Trump y que ahora participa electoramente en Arizona para el Senado de Estados Unidos, hace poco sostuvo una sesión de preguntas y respuestas en su página de Instagram, en donde anunció su apoyo a aranceles sobre productos chinos.

Él sigue el razonamiento de la administración Trump de que intervenciones del gobierno chino, como subsidios para algunos exportadores, les dan a sus productos una ventaja injusta sobre productos estadounidenses en el comercio internacional. La única política sensata para Estados Unidos, dicen ellos, es golpear de regreso con aranceles propios.

La idea de ojo por ojo en cuanto a aranceles en la política estadounidense va tan atrás como Thomas Jefferson. Pero, cuando Masters alega que el “libre comercio” ni siquiera puede existir a menos que nadie intervenga del todo en las políticas comerciales, pasa por alto cómo los economistas nunca dejan que aranceles en algunos países cambien su apoyo a deshacerse de restricciones al comercio en casa. El libre comercio no necesita libertad total para ser una buena idea.

HAGAN MÁS FÁCIL AL COMERCIO, NO LO HAGAN MÁS DIFÍCIL

Adam Smith, cuyo libro de 1776 La Riqueza de las Naciones es considerado como uno de los ataques más importantes al proteccionismo que jamás se haya escrito, se daba cuenta perfecta que un mundo de libre comercio total sólo podría ser una “utopía.” Y, no obstante, para Smith, un país que se frena a sí mismo de comerciar con otros “obstruiría en vez de promover el progreso de su país hacia una riqueza y grandeza real.” Al contrario de Masters, Smith no vio razón económica alguna para aranceles en el caso realista a favor del libre comercio.

Una razón del por qué, como lo puso años después de Smith el periodista económico Frédéric Bastiat, se debe que “obstáculos recíprocos podrían sólo ser recíprocamente dañinos.” Después de todo, el comercio es un camino en dos sentidos. Si usted dificulta que la gente compre su producto, usted también tendrá un tiempo más difícil para venderlo.

Economistas modernos como Leland Yeager, también han tratado de llevar a casa la idea de que “las barreras al comercio exterior privan tanto a extranjeros como a nosotros de las ganancias potenciales del comercio, tal como lo hacen las barreras arancelarias. La mejor cosa es reducir seas barreta tanto como podemos, no elevarlas aún más.

Puede ser muy peligroso decir que los economistas en su mayoría están de acuerdo en algo, pero, no es exageración decir que ellos mayoritariamente apoyan la libertad de comercio, con independencia de aranceles de otros países. Hasta el economista Don Boudreaux está dispuesto a apostar en ello su propio dinero. Y Paul Krugman, que ganó el premio Nobel por su trabajo en teoría del comercio internacional, va tan lejos como decir que el caso “de los economistas” a favor del libre comercio no es acerca de aranceles domésticos, pase lo que pase. Cuando Masters clama que el libre comercio con China es un sueño imposible, él malinterpreta lo que significa -y siemrpe ha significado- ser librecambista.

CÓMO “LIBRE COMERCIO” INDUCE AL ERROR

¿Por qué economistas del comercio internacional tuvieron que plantear el mismo argumento exacto una y otra vez, año tras año? Me sospecho que, una razón que es pasada por alto (entre muchas otras), se debe a que, cuando se trata de la frase “libre comercio,” la retórica que usan los pone en desventaja desde el puro inicio. Los dos lados a menudo se hallan discutiendo acerca de cosas muy diferentes.

Como enfatiza la historiadora económica Deirdre McCloskey, la forma en que la gente dice las cosas importa mucho. Por ejemplo, ella cree que llamar “capitalismo” al sistema económico de Occidente engaña a la gente a pensar que obtener más capital es lo que impulsa la economía, cuando, en realidad, deberían ser las ideas innovadoras las que obtengan la mayor atención. Pero, ¿por qué detenerse tan sólo a criticar una palabra si hay problemas retóricos escondidos en otras?

También, el argumento de Masters acerca del libre comercio revela que se está dando el mismo mal paso en el debate acerca del comercio internacional. Si usted no ha leído los clásicos de Smith y Bastiat, tiene sentido que apoyar “el libre comercio” sólo significa apoyar una economía mundial completamente abierta; eso es exactamente lo que significan esas palabras.

“Comercio” significa que hay más de una parte involucrada, pues usted no puede comerciar algo consigo mismo. Así que, si llamamos “libre” al comercio, entonces, damos a entender que todos los que comercian deberían ser totalmente libres de cualquier entrometimiento gubernamental. El economista promedio estaría de acuerdo en que ese es el objetivo final, aún si sabe que nunca llegaremos a ello. Pero, si ellos sólo arguyeran a favor de ese tipo de libre comercio, entonces, sería un punto muy bueno la idea de Masters de que no puede existir el libre comercio con China comunista.

En realidad, los economistas arguyen por un comercio “más libre de lo que sería de otra forma,” pero no tiene la garra que necesita para justificar que tome espacio en periódicos y debates. Tampoco lo hace el substituto usual, “libre comercio unilateral.” Pero, si los librecambistas quieren dejar de repetirse ante gente como Masters, luego, es hora de ser más claros acerca de lo que dan a entender al argüir a favor del “libre comercio.”

La respuesta puede ser tan sencilla como llamarlo la “libertad de comerciar” en vez de aquel, lo que pone más énfasis en dejar que la gente lleve a cabo sus propias elecciones que acerca de lo que ella compra. Estas elecciones pueden no venir de gobiernos libres en el exterior, sino que a los ciudadanos aún se les permite hacerlos si así quieren. Eso es lo que realmente significa apoyar el “libre comercio.”

Sin importar que término puede ser el mejor, aquí no es sólo la semántica lo que está en juego. Podría ser las formas de vida de las personas. Si alguien en un cargo (como Blake Masters) se topa con la idea bien investigada de que el libre comercio ayuda a los pobres a salir de la pobreza, y piensa que “libre comercio” sólo significa un comercio que es igualmente libre en todas las partes, entonces, tal vez tendrá una receta política muy diferente a la de economistas que estudiaron el tema. Como Masters y Trump, puede tratar de “balancear” el comercio con más aranceles, haciéndolo menos libre para todos.

Los librecambistas de hoy son los últimos en debatir una rica tradición, y no serán los últimos en argüir a favor de ella. Pero, si cambian la retórica que usan, bien podrían darles a quienes vienen tras ellos un rato más fácil para convencer a todos de una verdad sencilla: dejar que la gente elija por sí misma es una cosa buena.

Ryan Swanson es un estudiante de economía en el Hamilton College y compañero Don Lavoie en el Mercatus Center de la Universidad George Mason.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.