Ciertamente, pero los hay quienes las niegan pues va contra sus loas al socialismo fallido en brindar riqueza a sus habitantes.

CUATRO DIFERENCIAS ASOMBROSAS

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
3 de julio del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research, differences, July 3, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Si hay algún propósito específico para mi presencia en esta tierra -otro además de ser un padre amoroso y responsable de mi hijo- ese propósito es enseñar principios de economía. Incluso haciendo ajustes (en la mejor forma en que puedo) por el sesgo profesional, no tengo duda en que ningún cuerpo de conocimiento es más importante para entender la sociedad que la economía, con pocos cuerpos de conocimiento siendo tan importantes. Y la parte de economía que, por mucho, es más importante son los principios de economía, popularmente conocidos como “Econ 101.” Tal vez, tanto como un 90 por ciento de las muchas políticas gubernamentales dañinas que se siguen o proponen en algún momento, se detendría si una mayoría del pueblo tuviera un entendimiento sólido de economía básica.

Al inicio de cada semestre de clases, yo -a diferencia de la mayoría de maestros de principios de economía- dedico un par de horas a la tarea de impactar en mis estudiantes (la mayoría de quienes son aún demasiado jóvenes como para comprar bebidas para adultos) qué tan diferente es el mundo que ellos conocen, del mundo que fue conocido por la mayoría de sus ancestros. Yo identifico cuatro formas en que las vidas de todos nosotros en el mundo capitalista, moderno, diferiría categóricamente de las vidas de casi todo mundo hasta hace unos pocos siglos atrás.

PROSPERIDAD ASOMBROSA

La forma más obvia en que nuestras vidas hoy difieren de aquellas de nuestros ancestros precapitalistas es que somos fantásticamente más ricos. La gente promedio de hoy duerme bajo techos sólidos y camina sobre pisos duros en hogares equipados con plomería interna e iluminación eléctrica, y tiene alacenas llenas de alimentos, closets llenos de ropa, y garajes o calles de salida de la casa llenos de automóviles. Somos tan ricos que es sumamente plausible que hoy nuestras mascotas vivan materialmente mejores vidas de como lo hicieron nuestros ancestros humanos antes de la era industrial.

Aunque relatada con frecuencia, esta verdad cerca de los estándares de vida modernos no puede ser contada lo suficiente. Estamos tan acostumbrados a nuestra riqueza espectacular que la damos por un hecho. Y, aquello que es considerado como un hecho, rara vez se aprecia y entiende correctamente.

DESCANSAR EN DESCONOCIDOS

Una segunda forma en que nuestras vidas difieren categóricamente de las vidas de casi todos nuestros ancestros es que, a diferencia de nuestros ancestros, dependemos para nuestra supervivencia casi exclusivamente de desconocidos.
Antes del capitalismo, Jones personalmente ayudaba a producir muchos de los bienes que él o ella consumían. Es posiblemente que tenía una mano directa en la cacería, en construir la choza familiar, en tejer la tela para la ropa de la familia, o en atender las cosechas y animales destinados a las comidas de la familia. La mayoría de los otros bienes y servicios consumidos por Jones, pero no directamente producida por su trabajo, era producida por gente de la villa que Jones conocía personalmente, como el herrero, el zapatero, el carnicero, el sastre, el curtidor, el carpintero, y el carretonero.

Hoy, en contraste notable, nosotros los habitantes de las economías capitalistas no sólo no ayudamos a producir directamente los bienes que consumimos, sino que no tenemos ni idea de las identidades de casi todo mundo que puso una mano para producir los bienes que consumimos. Casi todo lo que consumimos es producido para nosotros por personas que no conocemos ̶ por gente que, nosotros, desconocemos.

Considere la camisa sobre sus espaldas, los zapatos en sus pies, el salchichón en su refrigerador, el bombillo encima de su cabeza, su teléfono inteligente que descansa cerca, la gasolina en su carro, y la vacuna para la polio que aún protege su cuerpo. Pregunte: ¿Quién hizo esas cosas? Usted no tiene ni idea de sus nombres, rostros, creencias religiosas, afiliaciones políticas, o paraderos físicos, Y ninguna de esas personas lo conoce a usted. Pero, no obstante, esos desconocidos que no lo conocen a usted -y, por tanto, se supone que usted no les importa- de alguna manera son conducidos a producir cosas valiosas para usted.

Sorpresa.

LOS DESCONOCIDOS SON MULTITUDINARIOS

Una tercera forma de cómo nuestras vidas hoy difieren categóricamente de las vidas de todos los humanos que vivieron antes del amanecer del capitalismo, es que el simple número de gente cuyo conocimiento, habilidad, y esfuerzos son necesarios para producir los bienes y servicios a los que estamos acostumbrados a consumir en una base regular, es astronómico. No sólo hoy somos totalmente dependientes de desconocidos para nuestra supervivencia, sino que el número de desconocidos de quienes dependemos es alucinantemente grande.

Esta realidad es cierta hasta para bienes aparentemente simples, como un par de pantalones, naranjas, y ventanas. Pero, esta realidad es mejor vista al ponderar un bien más común y, a la vez, más “moderno,” como el teléfono inteligente. El vidrio en la pantalla del teléfono está hecho de materiales que algunos desconocidos hallaron al explorar y que, luego, otros desconocidos procesaron para hacer vidrio. Además, diferentes desconocidos programaron códigos que permiten que operen los teléfonos, mientras otros desconocidos diseñaron microprocesadores -pequeñas maravillas que se produjeron físicamente por máquinas hechas por aún otros desconocidos y, luego, transportadas a la fábrica para su ensamble por, también, diferentes desconocidos. Cada app, por supuesto, es producto de las mentes de aún otros desconocidos.

No conozco -posiblemente nadie lo podría saber- el número exacto de personas cuyos esfuerzos se dedicaron a producir su teléfono inteligente y mantenerlo en operación. Pero, tengo confianza en que este número es mucho mayor a un millón ̶ en efecto, es posible que sea un múltiplo varias veces mayor. Cuando este número se agrega al número de desconocidos cuyos esfuerzos se dedicaron a producir su sillón de la sala de estar, su sistema de climatización, las últimas medicinas que usted ingirió, su automóvil, y el vuelo aéreo comercial que luego tomará para visitar a sus padres o cerrar un asunto de negocios, el número de desconocidos que rutinariamente trabaja para usted posiblemente exceda los mil millones.

Una sorpresa mayor.

NADIE CONOCE CÓMO HACER CUALQUIER PRODUCTO MODERNO

La cuarta diferencia categórica entre nuestras vidas y aquellas de nuestros antepasados precapitalistas, es que casi todo lo que consumimos es algo que no existe una persona que conoce cómo hacerla o posiblemente pueda saber cómo hacerla. Esta afirmación increíble merece repetirse: Casi todo lo que consumimos es algo que nadie hace, o podría, saber cómo hacerla.

La explicación más famosa de esta maravillosa realidad es el brillante ensayo de 1958, de Leonard Read, “Yo, El Lápiz.” La producción de algo tan común, tan barato, y aparentemente simple como es un lápiz ordinario, requiere el conocimiento y esfuerzo de muchos individuos diferentes, que ninguna persona -de hecho, ningún comité de genios incansables- podría posiblemente poseer tal conocimiento. Esa increíblemente vasta cantidad de conocimiento se encuentra dispersa a través de las mentes de innumerables productores especializados, en que casi todos ellos son extraños entre sí, tanto como para los consumidores finales de sus productos. Y, a pesar de ello, tenemos lápices en tal abundancia que hoy un trabajador estadounidense ordinario necesita laborar tan sólo 13 segundos para ganar el ingreso suficiente -diez centavos de dólar- para comprar un lápiz nuevo.

Reflexione acerca de este hecho: Hoy, un trabajador ordinario (“no supervisor”) del sector privado estadounidense, quien gana $27 la hora, puede ganar suficiente ingreso en asunto de segundos para comprar algo cuya producción es tan compleja, que ningún ser humano puede tener la esperanza de conocer plenamente todo lo que está involucrado en su producción y, por tanto, que requiere del conocimiento y trabajo de millones de desconocidos.

¿Qué causa la gran y abrumadoramente exitosa coordinación a través del globo, de los esfuerzos productivos de miles de millones de desconocidos? Y, ¿por qué es tan silenciosa e incesante esa coordinación que la damos por un hecho? Difícilmente la notamos.

Difícilmente nos damos cuenta de ese vasto acontecimiento de cooperación y coordinación global; esto es, hasta que nuestra atención es llevada a ello por un maestro competente de Econ 101. Entonces, la tarea del maestro se convierte en aquella de revelar la lógica de cómo los precios del mercado, las pérdidas y ganancias, la competencia, y la innovación, guían la especialización y esfuerzos innumerables que hacen una realidad de nuestro mundo maravilloso.

¡La aventura de aprender es gloriosa!

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.