Muchas veces no son los impactos del momento, sino los que se presentan mucho tiempo después.

LAS ONDAS DE LA INTERVENCIÓN GUBERNAMENTAL

Por Vincent Geloso
American Institute for Economic Research
21 de junio del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es vincent geloso american institute for economic research, ripples, June 21, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En uno de sus primeros trabajos, Ludwig von Mises señaló que las economías mixtas, aquellas que no pueden llevar la etiqueta de capitalismo de laissez faire o de socialismo, eran inherentemente inestables. Su afirmación era que, una vez que se inició la intervención del gobierno, eso frustraba el cálculo económico de forma que alteraba el comportamiento.
Una vez que las consecuencias no previstas de la intervención empiezan a hacerse presentes, quienes formulan las políticas deben intervenir ya sea una vez más o echar para atrás la política. Al fin de cuentas, una economía puede ser libre o puede ser centralmente planificada. No puede ser una mezcla de ambas.

Esta idea clave, luego expandida por el propio Mises y refinada por académicos como Sanford Ikeda y Robert Higgs, ha llegado a conocerse como la “dinámica del intervencionismo.” Se ha convertido en un elemento clave en la literatura, al enfatizar las condiciones necesarias para la creación de un orden liberal-democrático (esto es, competencia política abierta combinada con un estado limitado). Puesto en sencillo, dice que las intervenciones gubernamentales causan ondas en la economía.

El problema es que este cuerpo de teoría se enfrenta contra otro, uno que es bien aceptado en economía: la teoría de la captura de la regulación. Si bien esta teoría tuvo muchos prototipos tempranos, su elaboración formal la produjo George Stigler en los años setenta. Tiene un punto engañosamente sencillo: La creación de regulación requiere, como tal, cálculo económico, Bajo esta idea, no sólo las regulaciones son deseadas y entendidas por actores económicos, sino que, también, las consecuencias son plenamente comprendidas. Esto significa que un grupo que pide un tope al precio se da cuenta que habrá racionamiento (y que para ello se emitirán cupones). Los ajustes que la gente hace pueden llegar a ser permanentes y las economías no necesitan continuar la ruta hacia el socialismo o verse obligadas a revertirlas mediante desregulación. Bajo esa concepción, no existen ondas.

A primera vista estas ideas están en conflicto. No obstante, en un artículo reciente junto con Germain Belzile y Rosolino Candela, publicado en la revista Public Choice, nosotros argüimos que, en realidad, las ideas se complementan. La principal diferencia entre ellas es si las consecuencias de las intervenciones gubernamental tienen efectos que pueden ser plenamente predichos por los reguladores. Si los reguladores pueden predecirlas, entonces, las intervenciones no necesitan debilitar la economía. Si no pueden, entonces, las consecuencias no previstas emergen, ocasionando la necesidad de reacción. La habilidad para predecir en mucho está ligada a cómo se benefician los burócratas y políticos al diseñar intervenciones. En el tanto ellos no sean interesados residuales en la totalidad de las pérdidas o ganancias de sus decisiones, ambos son incapaces (o desincentivados) a acceder al conocimiento necesario que anticipe las consecuencias a largo plazo de sus acciones. Más importante, el costo de adquirir conocimiento aumenta entre más lejos uno mira en el tiempo.

El resultado es que variará la cronología de las consecuencias previstas. Las consecuencias inmediatas o de corto plazo pueden comprenderse a plenitud, mientras que las consecuencias a largo plazo no (lo que inicia el proceso de la dinámica del intervencionismo).

En el artículo, mis coautores y yo proponemos un estudio de un caso basado en la historia económica de la electricidad en Canadá. A principios del siglo XX, la populosa provincia de Ontario empezó a nacionalizar su industria eléctrica. El objetivo era suplir electricidad barata a manufactureros alejados de la gran cuidad de Toronto y a agricultores en comunidades rurales. Para 1921, el proceso se completó. Hasta mediado de los veintes, la política gubernamental de suplir electricidad a precios inferiores a los de mercado tuvo los efectos entendidos y deseados por políticos, burócratas, manufactureros y agricultores. Entendieron que los subsidios significaban que se debería agregar capacidad adicional, y que los impuestos necesarios deberían aumentar para financiar esas adiciones. Sin embargo, lo que no esperaron fue que la demanda de electricidad fuera tan elástica como lo fue. El aumento en la cantidad demandada fue mucho mayor al esperado. Políticos y burócratas lucharon en busca de una solución. El racionamiento no era concebible por razones políticas. Las nuevas plantas generadoras que cubrieran el aumento inesperado eran demasiado caras comparadas con lo planificado. Esto significó elevar los impuestos, algo que, también, era impensado por razones políticas. La única opción que quedó era construir líneas de transmisión de alto voltaje hacia la provincia vecina de Quebec e importar desde ella.

Quebec, la segunda provincia más grande de Canadá, tenía una creciente (y totalmente privada) industria eléctrica, con bajos costos debido a su extensa red de ríos amplios y corrientes rápidas. Las empresas privadas estaban más que contentas al firmar grandes contratos de compras con la corporación de la corona de Ontario, en el tanto que ellas pudieran cobrar el precio de mercado. Desde 1926 hasta 1932, los servicios eléctricos más grandes en Quebec occidental (aquellos que bordeaban Ontario) firmaron contratos de suministros masivos con la corporación de la corona de Ontario. Durante la terminación de la primera línea de transmisión interprovincial de alto voltaje entre 1928 y 1934, las exportaciones de electricidad de Quebec a Ontario pasaron de un 4 por ciento de la producción total a un 19 por ciento, un gran aumento.

El punto es que la mayor demanda de Ontario significó precios más altos en los mercados de Quebec conectados con Ontario. Mis coautores y yo encontramos que, el efecto causal de estar conectado con Ontario con líneas de transmisión de alto voltaje después de 1928, fue que los precios crecieron de entre 13 por ciento y 21 por ciento.

Estos precios más altos en Quebec ocasionaron una reacción política adversa en la provincia. Antes de 1928, Quebec había resistido la tendencia del resto de América del Norte. Mientras que el resto del subcontinente se había estado moviendo hacia una propiedad pública mayor, la mayoría de las pocas ciudades en Quebec que al inicio habían optado por la propiedad pública, estaban en proceso de privatizar sus servicios públicos. Después de 1928, algunas ciudades empezaron a considerar una mayor regulación y plena propiedad pública. Algunas ciudades grandes renegaron de los acuerdos que habían hecho con empresas privadas. Para 1935, el Partido Liberal de Quebec (que había estado continuamente en el poder desde fines de la década de 1890) se dividió en parte acerca de la cuestión de nacionalizar los servicios públicos de electricidad. En la elección de 1936, los Liberales se opusieron a la nacionalización (en el mejor de los casos tibiamente), y fueron derrotados por la Unión Nacional (mezcla del negligente partido Conservador y los liberales que se habían ido del partido). El giro contra candidatos liberales fue más fuerte en circunscripciones conectadas a Ontario con líneas de alta transmisión, sugiriendo que los aumentos de precios alimentaron el movimiento nacionalizador. A fines de los años treinta, se agregaron niveles extras de regulación de precios y, para 1944, había sido nacionalizada la empresa de servicio eléctrico más grande.

Aquí la historia es simple: La nacionalización en Ontario desde principios de los 1900 hasta la de la década de 1920 causaron regulación y nacionalización en Quebec durante los años de 1930 y 1940. ¡La dinámica del intervencionismo en juego!

Ningún burócrata de Ontario podía haber anticipado el desarrollo de dicha política en la provincia vecina cuando se completó la nacionalización. Sí, ellos anticiparon algunos efectos de la intervención ̶ los de corto plazo. Sin embargo, el fracaso en anticipar consecuencias de largo plazo, significó que algunos burócratas y políticos (no aquellos en Ontario) se vieran forzados a agregar una capa extra de intervenciones del gobierno décadas después, para lidiar con las consecuencias de rondas previas de intervención.

Este ejemplo no es banal, Es crucialmente importante. Significa que, cuando alguien dice “qué podría salir mal” después de proponer una intervención política, la respuesta debería ser “mucho, que sólo será comprendido muchos años a partir de ahora.” Las ondas dañinas de la intervención gubernamental pueden estar muy lejos en el futuro ̶ eso no significa que no existen.

Vincent Geloso, un compañero sénior en el American Institute for Economic Research (AIER), es profesor asistente de economía en King’s University College. Él obtuvo su PhD en Historia Económica en la Escuela de Economía de Londres.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.