UN NUEVO MUSEO TESTIFICA LOS HORRORES DEL COMUNISMO, AL HONRAR A SUS VÍCITIMAS

Por Philip Reynolds
Fundación para la Educación Económica
Domingo 26 de junio del 2022

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En total, más de 100 millones han sido asesinados bajo regímenes comunistas en los últimos 100 años.

En el corazón de Washington, D.C., tras las puertas de un edificio no muy distinto de otros con los que comparte una cuadra, yace el testimonio más visceral de los horrores del comunismo ̶ una ideología política aún demasiado dominante en el mundo actual.

El nuevo museo, de la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo, ha estado en obras por muchos años. El lunes se abrió al público.

Entrar a él es como caminar hacia una caja fuerte. O, posiblemente, una tumba. Pasando por una pared con palabras grandes, en relieve, que dicen “RECORDANDO a las víctimas del Comunismo,” el espacio se angosta y obscurece rápidamente.

Aparecen imágenes y pequeñas pantallas de video que contienen fotografías tanto de regímenes como víctimas, que evocan un tono sombrío. Más allá de estas imágenes, en una pantalla más grande, una película de seis minutos despliega el surgimiento de Vladimir Lenin y la Unión Soviética como un poder comunista.

El cuarto luego conduce a los visitantes al mundo del gulag. Ahí, hay artefactos de los notorios campos de prisión soviéticos, recuerdos físicos de los millones de rusos que pasaron a través de ellos. En un caso se sienta un osito de peluche y, a la par de este, un “valenki” ̶ una bota de fieltro que calzaba a los prisioneros del gulag.

También, hay una réplica del “pan negro,” una hogaza oblonga, coloreada por el carbón, en la que descansaban los prisioneros para su sustento. Tamaños pequeños muestran qué tanto de la hogaza se repartiría como raciones para cada prisionero, dependiendo de su docilidad o mal comportamiento.

Se estima que, entre 1934 y 1947, se enviaron 10 millones a campos de prisioneros. Otra estimación ubica las muertes entre 1.2 y 1.7 millones desde 1918 hasta 1956.

Un panel informativo explica cómo Josef Stalin, el líder que gobernó la Unión Soviética por más tiempo, intencionalmente usó una hambruna para matar de hambre a más de 3 millones de ucranianos en 1932 y 1933.
Algunos estiman que hubo 7 millones de muertos.

En total, según estima el museo, más de 100 millones habrían sido asesinados bajo regímenes comunistas en los últimos 100 años.

En una pared se pasa una película, presentando imágenes simples, dibujadas a mano, que muestran la dureza de la vida en gulags, prisiones, y campos de trabajos forzados de regímenes comunistas alrededor del mundo. Las imágenes fueron grabadas por los sobrevivientes. Testimonios de lo que otros sobrevivientes fueron testigos mientras estaban en prisión, son leídos en voz alta al pasar las imágenes.

“Cada caso en que [el comunismo] se ha intentado, conduce a atrocidades en masa,” me contó el embajador Andrew Bremberg, presidente y gerente general de la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo. “Francamente, los peores ejemplos de sufrimiento humano en la historia en términos de los regímenes más brutales y asesinos en masa.”

Un alcance más amplio del sufrimiento se despliega en el espacio más grande del museo. Ahí, una filmación da vida a la historia de la diseminación a través del globo del comunismo, detallando qué naciones cayeron en él. En una esquina, el número de muertos bajo el comunismo, así como de los que subyugó, corre siempre en aumento.

Paneles informativos a través del museo destallan atrocidades específicas, como el genocidio del pueblo camboyano por Pol Pot, que aniquiló un 25% de la población de la nación del Sueste de Asia, y el fracaso de Mao Zedong al colectivizar la agricultura de China, que terminó en una hambruna que mató entre 20 y 43 millones de personas.

Yuxtapuestas a estas hay historias -escritas y acompañadas de fotografías- de resistencia al comunismo, variando desde demostraciones pacificas a levantamientos armados: la Revolución Húngara de 1956, la Primavera de Praga de 1968, y la masacre de la Plaza Tiananmen de 1989 en Beijing, para nombrar unos pocas.

Bremberg dijo que los dos ejemplos previos, si bien menos conocidos, son de importancia igual al de la Plaza Tiananmen.

También, citó una estadística tejida a lo largo del museo: 1.5 miles de millones. Ese es el número estimado de gente que aún vive bajo el comunismo. Hoy la mayor nación comunista es China, justificando la vasta mayoría en esa cifra.

El Partido Comunista Chino, que gobierna el país, ha sometido a más de 1 millón de musulmanes uigures, una minoría étnica, a campos de reeducación, esterilización forzada y abortos, trabajos forzados, y vigilancia. Es genocidio en escala industrial.

El año pasado, la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo recibió una serie de documentos internos filtrados que pertenecían al Partido Comunista Chino. Los hallazgos ofrecen evidencia condenatoria de sus esfuerzos coordinados contra los uigures. Usted puede saber más acerca de ellos aquí.

Varias naciones anteriormente bajo control comunista, como Polonia, también tienen museos que relatan sus propias historias de existencia bajo el comunismo. Pero, ninguno ofrece una instantánea única de su impacto global como el nuevo en Washington.

“No hay nada como esto en el mundo,” dijo Bremberg. “Es extremamente importante tenerlo en la capital de nuestro país. Tenemos millones de turistas, en particular grupos escolares, que vienen y necesitan aprender esto, pues el comunismo es un mal terrible.”

Aunque investigación ha mostrado que hasta 1 de cada 3 mileniales ve favorablemente al comunismo, Bremberg piensa que es el fallo en explicar el legado de la ideología -ciertamente ninguna vida bajo esa ideología- lo que le ha dado tal atractivo.

“Lo que realmente estamos tratando de hacer es poner por delante el rostro de las víctimas del comunismo, como una forma de educar a la gente,” dijo Bremberg. “Usted puede derivar una conclusión muy obvia de lo que es un sistema de gobierno terrible.”

“[Es] el flagelo del siglo XX, y, por desgracia, aún está entre nosotros en el siglo XXI,” agregó. “Si se quiere prevenir que eso cueste incontables vidas en el futuro, la gente necesita aprender acerca de los crímenes del comunismo… a través de la experiencia de sus víctimas.”

Adyacente a la salida del museo los visitantes pasan por un muro antes de salir. Está cubierto de una mezcla de retratos ̶ los rostros de quienes lucharon contra el comunismo.

En medio de los retratos, hay una palabra sencilla: “Recuérdenos.”

Esta pieza se reimprime con el permiso del Daily Signal.

Philip Reynolds es un especialista digital en la Fundación Heritage.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.