No tengo mucha fe de que los socialistas defensores de ese sistema económico-político y quienes suelen escribir en mi muro, usualmente en defensa del socialismo del siglo 21, se atrevan a leer la genial obra de Mises, El Socialismo, Pero, si les da pereza intelectual hacerlo, los invito a que lean este comentario del economista Richard M. Ebeling: tal vez sacudiría mucho dogma.

EL CENTENARIO DE LA CRÍTICA AL SOCIALISMO DE LUDWIG VON MISES

Por Richard M. Ebeling
American Institute for Economic Research
14 de junio del 2022

En un banquete realizado en honor del famoso economista austriaco Ludwig von Mises, en la Ciudad de Nueva York el 7 de marzo de 1956, otro renombrado miembro de la escuela austriaca de economía, Friedrich A. Hayek, dijo unas palabras en que destacó las importantes contribuciones de su mentor de larga data y amigo cercano, regresando a la primera vez en que se conocieron en Viena a inicios de la década de 1920.

Hayek destacó la significancia del libro de Mises de 1912, The Theory of Money and Credit [La teoría del dinero y del crédito], por su desarrollo de lo que llegó a ser conocido como la teoría “austriaca” del dinero y del ciclo de los negocios. Pero, Hayek quería enfatizar a quienes asistían a la cena, la importancia real de otro de los libros de Mises, uno que apareció diez años más tarde en 1922. Este era Die Gemeinwirtschaft, o, por su título en inglés, Socialism: An Economic and Sociological Analysis [El socialismo: Análisis económico y sociológico]. Este trabajo, dijo Hayek, efectuó “la impresión más profunda en mi generación… para nuestra generación debe permanecer como la producción más memorable y decisiva de la carrera del profesor Mises.” Continuó Hayek:

“Fue un trabajo de política económica en la tradición de los grandes filósofos morales, un Montesquieu o Adam Smith, tanto por contener un agudo conocimiento, así como una sabiduría profunda. …Para ninguno de nosotros, jóvenes que leímos el libro cuando apareció, el mundo siguió siendo igual. Si [Wilhelm] Röpke hubiera estado aquí, o [Lionel] Robbins, o [Bertil] Ohlin (para citar sólo aquellos de exactamente la misma edad mía), habrían contado la misma historia. No es que al instante la absorbimos. Pues era una medicina demasiado fuerte y una píldora muy amarga. …Y, aunque podemos tratar de resistir, incluso luchar fuerte para sacar del sistema las consideraciones inquietantes, no tuvimos éxito. La lógica del argumento era inexorable.

No era fácil. La enseñanza del profesor Mises parecía dirigida contra todo aquello en lo que habíamos sido criados para creer. Era un momento en que los argumentos de moda parecían apuntados hacia el socialismo y cuando casi todos los “buenos hombres” entre los intelectuales eran socialistas. …Para todos los jóvenes idealistas de la época, significó borrar todas sus esperanzas.”

EL DESAFÍO DE MISES A LA PLANIFICACIÓN CENTRAL

Han pasado 100 años desde que la primera edición (en idioma alemán) de El Socialismo de Mises apareció impresa en 1912. Es un siglo en el que el socialismo en la práctica ha sido experimentado en una amplia diversidad de países alrededor del mundo. Para cuando el volumen fue publicado en 1922, la Primera Guerra Mundial había terminado sólo menos de cuatro años antes. Los revolucionarios bolcheviques en Rusia bajo Vladimir Lenin tan sólo habían triunfado recientemente el año previo, por encima de sus opositores anticomunistas, en una sangrienta guerra civil que terminó el año previo. Aún debían pasar varios años, en 1929, cuando el sucesor de Lenin, Joseph Stalin, acabaría con toda la empresa privada que permanecía en la Rusia Soviética e introduciría la planificación central quinquenal generalizada.

Por tanto, cuando El Socialismo de Mises apareció por primera vez, difícilmente su relevancia podía cuestionarse, pero, aun así, parecía “académico;” esto es, todavía una teoría crítica de si o no un sistema económico socialista podía ser una alternativa efectiva y superior al “orden capitalista,” cuyos días parecían inevitablemente contados. El socialismo, como remarcó Hayek, era la “ola del futuro” que estaba de moda para muchos de los intelectuales que influían en la opinión alrededor del mundo.

Aun así, casi que, de inmediato, causó una tormenta de fuego controversial en el mundo de habla alemana. Allí estaba un libro que desafiaba prácticamente todas las premisas, supuestos, y profecías acerca del mundo bello y mejor que le estaba esperando a la humanidad con la llegada de la utopía socialista. Un final para la producción privada con fines de lucro conduciría a la prosperidad material para todos. La eliminación de la “esclavitud salarial” y la explotación de los trabajadores en manos de patronos capitalistas significaría la llegada de la “igualdad económica” y la “justicia social.”
Las guerras para beneficio de los fabricantes capitalistas de armas serían cosa del pasado, y, final y permanentemente, habría arribado la paz internacional. Todas las relaciones humanas se transformarían en asociaciones altruistas “orientadas hacia los otros” al desaparecer el interés propio y el egoísmo y avaricia posesiva causados por la propiedad privada. Finalmente, la humanidad había entrado a un cielo en la tierra.

El corazón del argumento de Mises era que la economía socialista centralmente planificada era institucionalmente incapaz de funcionar efectiva y “racionalmente,” de forma igual o superior a una economía de mercado competitiva. Así, era “imposible” la promesa socialista de mejores estándares materiales de vida que bajo el capitalismo,

PROPIEDAD PRIVADA, COMPETENCIA, Y PRECIOS

Esta parte de su crítica del socialismo había sido publicada años antes, en 1920, como un artículo en una revista académica en idioma alemán, bajo el título “Economic Calculation in the Socialist Conmonwealth” [“El cálculo económico en el sistema socialista]. Mises hizo una pregunta sencilla, pero profunda. Una vez que un régimen socialista ha llegado al poder, nacionalizado exitosamente todos los medios de producción, y establecido un sistema de planificación central, ¿cómo sabrían los planificadores centrales qué hacer?

¿Cómo sabrían ellos qué bienes y servicios producir en términos de las necesidades reales de los miembros de esta nueva sociedad socialista? ¿Cómo decidirían los planificadores centrales cómo producir en términos de las tecnologías a elegir y los tipos y cantidades relativas de recursos escasos (tierra, trabajo, y capital), para emplearlos en una línea de producción, en vez de alguna otra? ¿Cuáles serían las reglas o bases económicas por las que los planificadores centrales sabrían que han producido los bienes correctos, en las cantidades correctas, con el uso más eficiente en cuanto a costos de los medios de producción bajo su control, para asegurar que prevalecieran los mejores resultados, con el menor desperdicio económico?

En una economía de libre mercado en función, todas esas preguntas se responden y resuelven por medio de la competencia de la oferta y demanda y el sistema de precios resultante. En el mercado, los consumidores están en capacidad de informar y transmitir información hacia los productores de qué es lo que aquellos quieren, y qué tan intensamente, al expresar su demanda de cosas, por medio de los precios que ellos están dispuestos a pagar por los bienes y servicios que tienen interés en comprar. Los productores les informan a los consumidores qué estarían dispuestos a producir y a qué precios serían capaces de llevar cantidades de bienes y servicios al mercado.

Al mismo tiempo, empresarios privados interesados en llevar a cabo la producción de diversos bienes debe competir entre sí por el empleo y uso de medios de producción escasos, que potencialmente podrían emplearse de distintas maneras para hacer diferentes bienes. A su vez, sus ofertas rivales para comprar o contratar esos medios de producción generan los precios de los factores de producción: salarios para la mano de obra, alquiler por el uso de la tierra, precio para adquirir capital (maquinarias, herramientas, equipo), e interés por pedir prestados ahorros de otra gente para proyectos de inversión de muchos tipos distintos y extensiones de tiempo diferentes.

Así, a partir de esas subastas y ofertas competitivas y rivalidades, tanto del lado de la oferta como de la demanda del mercado, emerge la estructura de precios relativos para los insumos y productos. Esos empresarios privados ahora pueden comparar el precio posible al que un bien terminado, si se manufactura, puede venderse en algún momento en el futuro después de un proceso de producción efectuado, con los precios que tendrían que pagarse para emplear la tierra, mano de obra, capital, y recursos necesitados durante el proceso de producción.

Entonces, se podría tomar una decisión racional y razonable acerca de si algún bien dado en cuestión podría producirse con una cierta combinación de los insumos necesitados y que resulte en una ganancia (ingresos monetarios mayores que costos monetarios) o una pérdida (ingresos monetarios menores que costos monetarios). El interés propio orientado a las ganancias de los empresarios privados siempre tendería asegurar que los bienes producidos, con combinaciones específicas de recursos, sean aquellos en donde la demanda del consumidor justificó el costo de traerlos al mercado.

ABOLIENDO LAS INSTITUCIONES PARA LA RACIONALIDAD ECONÓMICA

La impracticabilidad de un sistema socialista de planificación central era que acababa con los prerrequisitos institucionales que son esenciales para la racionalidad económica: propiedad privada de los medios de producción, un proceso de mercado competitivo para el surgimiento de un sistema de precios funcional, y un medio de cambio -dinero- estable, con base en el cual esos insumos y productos se podían comparar para determinar la ganancia o la pérdida.

Pero, afirmó Mises, bajo el socialismo, los medios de producción no pueden comprarse y venderse (legalmente, pues están bajo la propiedad monopólica y control del gobierno socialista. Con nada que comprar o vender legalmente, no hay pujas y ofertas en competencia de los medios de producción. Sin subastas y ofertas no hay un mercado que conduzca a un acuerdo en los términos de intercambio. Sin términos de intercambio acordados, no hay precios generados en un mercado. Y, sin precios basados en el mercado, tanto para bienes de consumo como para los medios de producción, no hay forma exitosa y racional de determinar la ganancia y la pérdida dentro del sistema económico.

Como resultado, afirmó Mises, más que un cuerno económico de la abundancia en términos de todos los bienes que la gente quiere en realidad, en las cantidades en verdad deseadas, y producidas de forma que los medios de producción se usen en la manera más racional de costos, lo que resulta es un sistema de, como mucho después lo llamó Mises, “caos planificado.” Hasta aquí llegaron las esperanzas y sueños socialistas de un orden social alternativo, que produciría más y mejores bienes que una economía de mercado competitiva.

La crítica de Mises de 1920 acerca de la inviabilidad de un orden económico socialista se convirtió en la pieza central de su volumen de 1922 acerca de El Socialismo. En efecto, durante las décadas que siguieron, hasta el colapso de la Unión Soviética en 1991, los socialistas y otros negaron o ignoraron los argumentos de Mises. O intentaron proponer formas de lo que llegó a conocerse como “socialismo de mercado,” bajo el cual los administradores de empresas propiedad del estado serían asignados para que actuaran “como si” ellos fueran capitalistas, usando precios impuestos por la agencia de planificación central para decidir qué producir y en qué formas específicas.

EL SOCIALISMO VERSUS EL LIBERALISMO CLÁSICO

Pero, El Socialismo es algo más que una crítica económica acerca de la inviabilidad de la planificación central socialista, sin importar qué tan profunda y eterna sea y permanezca siendo esta parte esencial del libro. Lo que Ludwig von Mises ofreció fue un análisis crítico completo de la misma idea de un sistema socialista, desde las perspectivas filosóficas, sociales, históricas, e ideológicas más amplias. Cuando Hayek se refirió al alcance del libro como estando más en la tradición de figuras de la Ilustración del siglo XVIII, como Montesquieu o Adam Smith, él no estaba exagerando.

Al mismo tiempo, el volumen es una declaración y defensa de la visión de mundo liberal clásico de la libertad individual, la sociedad liberal, el orden de mercado competitivo, y el ideal de una comunidad global de hombres basada en la dignidad y libertad humana, la asociación voluntaria, y la paz y prosperidad mundial. En todo momento, cuando Mises explica la naturaleza y peligros del establecimiento de un sistema socialista, esto es yuxtapuesto a la visión alternativa y virtudes del liberalismo de libre mercado para un mundo verdaderamente tranquilo y armonioso.

Para empezar, el liberalismo político y económico reflejó el escape de la humanidad de su larga existencia histórica bajo la conquista, esclavitud, un estatus políticamente impuesto, y numerosas formas de tiranía y despotismo. Bajo un liberalismo que emerge, las relaciones humanas, lenta pero seguramente, fueron transformadas en aquellas de un contrato, bajo el cual la asociación individual se basaba en el consentimiento voluntario y el beneficio mutuo.

El ser humano cambió de ser un “objeto” utilizado y abusado al servicio de otros, bajo el uso o amenaza de la fuerza política, a un ser humano distinto, que posee derechos individuales, merecedor de respeto y dignidad de otros. La relación amo-sirviente se convirtió en una de ciudadanos en una sociedad libre, poseyendo igualdad de derechos bajo una regla de la ley imparcial.

Mises enfatizó este cambio en la condición humana al destacar cómo el liberalismo había cambiado el estatus de las mujeres en la sociedad. Por años, las mujeres fueron propiedad de padres y esposos, esperándose que obedecieran, y controladas en todo lo que a ellas se les permitía hacer. Pero, con el aumento de libertad económica del capitalismo de libre mercado, progresivamente las mujeres fueron reconocidas como seres humanos independientes, poseedores de los mismos derechos que los hombres y libres para dirigir sus propias vidas, según lo elijan en la arena de los derechos de propiedad privados, herencia, contrato, y casi todos los aspectos de toma de decisiones.

LA PLANIFICACIÓN CENTRAL SOCIALISTA Y LA TIRANÍA POLÍTICA

Cualquier forma de socialismo acarreaba un reversión o estrechamiento de esos triunfos liberales clásicos en la vida humana. La nacionalización por el gobierno de la propiedad privada y la imposición de la planificación central, significaban que, ahora, el individuo estaba sujeto a la misericordia y órdenes de esos que planificaban la sociedad socialista. El gobierno podía asignar el trabajo, determinar cómo o dónde vivir la gente, y distribuir el producto centralmente planificado con base en una determinación política de cuáles miembros de la sociedad socialista los merecían y “necesitaban.” Mises resume todo esto:

“La comunidad socialista es una gran asociación autoritaria, en la cual se ordena y se obedece. Se trata de explicar esta noción por medio de las palabras ‘economía planificada’ y ‘supresión de la anarquía en la producción.’ …En todo esto el hombre jamás es otra cosa que el peón de ajedrez de los actos de sus superiores…

La comunidad socialista es una sociedad de empleados y funcionarios. Están caracterizados suficientemente bien el género de vida que ahí predomina y el estado de espíritu de los miembros que la componen. …La comunidad socialista no conoce la espontánea elección de una carrera. Cada quien debe hacer aquello para lo cual recibe encargo, e ir a donde se le envía. …El funcionarismo o el burocratismo queda extendido al campo de la producción intelectual. Quienquiera que no agrada a los amos soberanos no tiene derecho a ser escultor, pintor, director de orquesta; no deben imprimirse sus obras ni representarse…

La estatización de la vida intelectual, que el socialismo está obligado a emprender, haría imposible cualquier progreso intelectual. …No hay censor, emperador ni papa que haya dispuesto jamás del poder que tendría una comunidad socialista para oprimir la libertad intelectual.”

¿Ha existido alguna vez un sistema de socialismo en la práctica con una planificación central generalizada durante los últimos 100 años, que no haya confirmado la explicación y advertencias de Ludwig von Mises, de lo que era posible que sucediera cuando el “capitalismo” era derrocado y transferido el control de los asuntos económicos de cualquier sociedad, a quienes, más tarde, tienen en sus manos el destino de todos aquellos bajo su poder?

¿No han sido todas las sociedades socialistas prisiones gigantescas de tiranía, tortura, terror, y asesinato en masa, contra todos aquellos identificados y marcados como “enemigos” u “oponentes” o “destructores” del Plan Central? El socialismo en la práctica ha dejado un cementerio global de más de 100 millones de víctimas - hombres, mujeres y niños desarmados, inocentes- en el camino hacia la Utopía.

EL LIBERALISMO CLÁSICO Y EL COMERCIO MUNDIAL

Además, Mises explicó que el liberalismo económico ha ayudado a promover una comunidad de paz y prosperidad alrededor de todo el mundo. A lo largo de los últimos 200 años, cuando se redujeron o abandonaron las barreras y prohibiciones políticas, las líneas fronterizas entres países se hicieren menos y menos importantes. Crecientemente, las interacciones de mercado se convirtieron en asuntos privados entre consumidores y productores, demandantes y oferentes, unidos en una red internacional de interdependencia económica que surge de la especialización y división del trabajo. En lugar de bombas y balas que dividen y destruyen seres humanos, una abundancia de libertad de comercio pacífico y productivo conectaba a más y más miembros de la raza humana.

Dijo Mises, “El liberalismo desconoce el problema de las fronteras del estado. Este no tiene para él más misión que proteger la vida y la propiedad de los ciudadanos en contra de los asesinos y los ladrones. Es de poca importancia para el liberalismo, por tanto, que tal o cual región forme o no parte de un país.” La gente, el capital, y los bienes se mueven libremente hacia donde la oportunidad económica y la preferencia personal encuentran su mayor atractivo y deseabilidad. Como reforzara Mises:

“El ascenso del rendimiento, que se debe a la división del trabajo, conduce a los hombres a no considerarse ya como adversarios en la lucha por la vida, sino como asociados en una pugna sostenida en común para bien de todos. La división del trabajo transforma a los enemigos en amigos, hace surgir la paz de la guerra y convierte a los individuos en sociedad.”

Esto no fue una fantasía. Antes de la Primera Guerra Mundial en 1914, una comunidad global pacífica y próspera iba bien encaminada a convertirse en una realidad, en el tanto en que los principios liberales de libre comercio fueron básicamente practicados entre las entonces principales naciones del mundo. Pero, esto lo destruyó la Primera Guerra Mundial, cuando naciones beligerantes se aislaron de sus enemigos en tiempos de guerra por medio de un proteccionismo renovado, pasaportes y visas, y planificación centralizada y sistemas de controles de salarios y precios ̶ todo en nombre de “ganar la guerra” por los gobiernos a través de las líneas de batalla. En otras palabras, todas las naciones en guerra introdujeron el “socialismo de guerra.” Acompañando a esto vinieron restricciones a la libertad personal, libertades civiles, y pérdida de privacidad, cuando prácticamente toda cosa se convirtió en sujeto de vigilancia gubernamental.

EL SOCIALISMO Y EL CONFLICTO

Posterior al final de la guerra en 1918, todos los proyectos socialistas terminaron siendo formas de “socialismo nacionalista;” esto es, socialismo dentro de países individuales. Mises afirmó que esto no sólo hizo que los ciudadanos de cualquier estado socialista fueran cautivos económicos y sociales de su propio gobierno, pues al establecerse una planificación socialista bastante generalizada en un número creciente de países, también, significaría el fin de un orden internacional pacífico y mutuamente beneficioso.

Cada país centralmente planificado limitaría sus importaciones y exportaciones a lo que las autoridades correspondientes de planificación central nacional decidieran era bueno y deseable. La inversión externa, siendo ahora “asunto de estado,” sería dictada y determinada por la política, en vez de la búsqueda privada y pacífica de ganancias por medio de servir la demanda global de consumidores. Se perderían los beneficios de la división internacional del trabajo. Las guerras entre países socialistas se convertirían en un nuevo peligro, cuando una sociedad centralmente planificada intentara por la fuerza obtener los bienes o recursos necesitados o deseados, de otra sociedad centralmente planificada que se rehusara al intercambio, en busca de sus propios fines y objetivos de planificación doméstica.

Por tanto, el socialismo significa la desaparición de la unidad económica y social del mundo, siendo reemplazada por planificadores nacionales socialistas potencialmente aislando a cada país de otro, con interacciones y comercio limitado y confinado dentro de las determinaciones de esos mismos planificadores. El individuo se convierte en cautivo de los planificadores centrales de su propia nación, quienes determinan cómo y qué tipo de relaciones se le permitirán a aquél tener con todos y cada uno de las otras personas alrededor del mundo.

LA LIBERTAD VERSUS EL SOCIALISMO

En un libro de más de 500 páginas, también Mises diseca las diversas éticas religiosas y seculares que se han usado para racionalizar y justificar que un sistema colectivista reemplacé una sociedad de individuos libres respetados y protegidos sus derechos, en que cada cual pacíficamente persigue sus propios propósitos y fines personales. Él desacredita el supuesto de siglos de edad de que individuos que persiguen sus propios fines entran en conflicto con algún objetivo colectivo o nacional o social superior. Él explica que no existe un “bien social” independiente y separado de los fines y propósitos de los correspondientes miembros individuales de una sociedad. El libre mercado armoniza las búsquedas pacíficas de cada individuo con los objetivos y actividades de todos los demás.

Hacia el final de El Socialismo, Ludwig von Mises hizo un llamado a todos los amigos de la libertad a estar en el frente de batalla intelectual:

“Cada uno lleva sobre sus espaldas una fracción de la sociedad y ninguna persona puede ser liberada de su parte de responsabilidad por nadie. Y ningún hombre puede encontrar para sí un medio de salvación si la sociedad, en conjunto, corre a la ruina. Por esta razón debe cada uno, en su propio interés, empeñar todas sus fuerzas en la lucha de las ideas.
Nadie puede mantenerse aparte y considerarse extraño a la discusión, pues el interés de cada quien está en peligro. Quiéranlo o no, todos los hombres están comprometidos en la gran lucha histórica [entre el liberalismo y el socialismo], en la batalla decisiva, frente a la cual nos ha colocado nuestra época.”

Mises no dejaba de darse cuenta qué tan difícil es la tarea de oponerse y derrotar al colectivismo y al socialismo. En el prefacio que escribió en 1932 para la segunda edición [en inglés] de El Socialismo, Mises dijo que tendrían que pasar muchas generaciones para la victoria del liberalismo clásico, y que eso quedaba para las generaciones futuras para las cuales él había escrito este libro:

“Conozco demasiado bien qué tan desesperanzador parece ser convencer a defensores apasionados de la Idea Socialista mediante una demostración lógica de que sus ideas son descabelladas y absurdas. Sé demasiado bien que ellos no quieren escuchar, ver, o, por encima de todo, pensar, y que ellos no están abiertos a ningún argumento. Pero, nuevas generaciones crecen con ojos claros y mentes abiertas. Y que ellos se aproximarán a las cosas desde un punto de vista desinteresado, sin prejuicios, y que ellos ponderarán y examinarán, pensarán y actuarán con previsión. Es para ellos que este libro se escribe.”

Así, 100 años después de que por primera vez se publicó el libro de Ludwig von Mises El Socialismo, se escribió teniendo en mente a ustedes, los del día de hoy. Ustedes son la generación futura en la que Mises tenía esperanza.

Reimpreso de Future of Freedom Foundation

Richard M. Ebeling es compañero sénior del American Institute for Economic Research (AIER) y Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Ebeling vivió en la ciudad universitaria del AIER entre el 2008 y el 2009.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.