Una disciplina del conocimiento que en veces es mal utilizada.

ESTADÍSTICOS CONTRA LA HUMANIDAD

Por Richard Gunderman
American Institute for Economic Research
4 de junio del 2022

Hay un dicho famoso, con frecuencia mal atribuido a José Stalin, relacionado con la diferencia entre tragedia y estadística: La muerte de un hombre es una tragedia, pero la muerte de mil hombres es una estadística. Por debajo de esta idea yace una aún más profunda; esto, que el hábito de tratar a la gente como una estadística puede cegarnos a la posibilidad de una tragedia, de hecho, deshumanizando no sólo los puntos de datos humanos que componen los gráficos, gráficos circulares, e intervalos de confianza, sino, también, estadísticos que buscan representar la realidad en esos términos abstractos y cuantitativos. Esta lección es ampliamente demostrada por las historias de tres de las más importantes figuras en la historia de la estadística, Francis Galton, Karl Pearson, y Ronald Fisher. Cada uno era un genio de la matemática, que, a la vez, llegaron a habituarse tanto a manejar a seres humanos en términos agregados de categorías y frecuencias, que se vieron sumidos en la eugenesia y el racismo.

Francis Galton, primo hermano de Charles Darwin, califica como una de las polímatas más grandes del siglo XIX. No fue muy exitoso en la escuela, pero hizo contribuciones seminales en campos tan diversos como la biología, criminología, geografía, meteorología, psicología, psicometría, y estadística, en mucho gracias a su obsesión por la medición y análisis cuantitativo. Es conocido por decir, “Siempre que pueda, mídalo.” En estadística, Galton hizo contribuciones básicas para nuestro entendimiento de la desviación estándar, correlación, análisis de regresión, y regresión hacia la media. Como eugenista, las credenciales de Galton son inigualables, en parte por inventar el término en 1883. También, afirmó que a la institución del matrimonio no se le debería permitir interferir con mejoras del recurso humano, al escribir que “el matrimonio no impone restricción sobre el libertinaje en el tanto sea monogámico.” En contraste, la mejora genética,

“protege a madres y padres de la raza de cualquier abuso en sus relaciones. En cuanto a la función doméstica y cordial del matrimonio, o aún en su función sexual egoísta, no necesitamos interferir con eso. Lo que necesitamos es libertad para gente [bien nacida] que nunca antes se ha visto entre sí, y nunca intentado verse de nuevo el uno con el otro, para que produzcan niños sin ciertas condiciones públicas definidas, sin la pérdida del honor.”

El racismo de Galton fue explícito. Definió la eugenesia como “la ciencia que trata con todas las influencias que mejoran las cualidades de una raza con las que se nace; también con quienes las desarrollan para la máxima ventaja,” al decir que ella provee los medios para darles a las razas apropiadas una mejor oportunidad de prevalecer rápidamente sobre las menos aptas.” Abogó por reducir y eventualmente eliminar razas inferiores, desacreditando lo que llamó el “sentimiento irracional”

“contra la extinción gradual de una raza inferior. Descansa en alguna confusión entre raza e individuo, como si la destrucción de una raza fuera equivalente a la destrucción de un número grande de hombres. No es nada de ese tipo cuando el proceso de extinción trabaja silenciosa y lentamente por medio [del control de la reproducción].”

El acólito más importante de Galton fue Karl Pearson, quien estudió matemática, física, biología evolucionaria, derecho, historia, y alemán, antes de obtener un profesorado en matemáticas y geometría, escribir una biografía de tres volúmenes acerca de Galton, y convertirse en el primer poseedor de la Silla Galton sobre Eugenesia en la Universidad de Londres. Las contribuciones de Pearson en estadística son extensas e incluyen la fundación del primer departamento universitario de estadísticas, el desarrollo de la prueba del chi cuadrado, el concepto del valor p, y la introducción del coeficiente de correlación de Pearson, entre muchos otros.

Sin sorprender, el enfoque de Pearson a la eugenesia fue altamente estadístico. Por ejemplo, desarrolló una prueba de que, en promedio, era el doble de bueno tener un padre apto que un abuelo apto. Él buscó elevar las fortunas del pueblo británico, al escribir que “El estudio de la genética nacional desea en todas las formas mejorar y fortalecer su propia nación. Lo haría mediante una selección intra nacional de la familia, y la admisión, siempre y cuando fuera posible, de cerebros y músculos superiores hacia su propio país.”

El racismo de Pearson le convirtió en un ardiente impulsor del colonialismo. Al desarrollarse la ciencia de la eugenesia, creía él, eso ayudaría a que Gran Bretaña avanzara su dominio y, a partir de él, promoviera el florecimiento de un pueblo superior. Al tomar la tierra y recursos de “tribus de piel oscura,” que tenían poco aprecio de cómo usarlos para un buen resultado, Gran Bretaña y otros poderes coloniales estaban impulsando el triunfo de los grupos más aptos de seres humanos, por encima de “razas inferiores.” Él escribió, “Llega el momento en que debemos conscientemente llevar a cabo la purificación del estado y la raza que, hasta el momento, ha sido el trabajo de un proceso cósmico inconsciente. El más alto patriotismo y orgullo de la raza deben venir en nuestra ayuda para contener el deterioro.”

Como Galton y Pearson, Fisher fue polímata que sobresalió en matemáticas, estadística, y genética, entre otras disciplinas, y en el University College de Londres llegó a ser profesor Galton de Eugenesia, antes de aceptar un profesorado de genética en Cambridge. Sus contribuciones a la estadística incluyen el principio de aleatoriedad, análisis de varianza (ANOVA), que posibilitó en un experimento variar diversos factores de forma simultánea, y su anónima distribución t de Student, usada ampliamente en estadística. Fisher fundó la Sociedad Eugénica de Cambridge, y, en el tercer año de sus estudios de pregrado, destacó los méritos de las ideas de Galton, de que,

“Es de la máxima importancia seleccionar hombres [superiores] provenientes de cualquier clase en que puedan haber nacido, para permitirles surgir en el mundo, estimularlos a casarse con mujeres de su misma clase intelectual, y, por encima de todo, ver que su tasa de nacimientos sea más alta que aquella de la población en general… pero, por el momento, no hay duda que la tasa de nacimiento de las clases más valiosas es considerablemente más baja que aquella de la población en general.”

Las ideas de Fisher acerca de la raza eran en algún grado detalladas. Difirió de una declaración de 1950 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) acerca de la raza, pues, a pesar de buenas intenciones, no tomó en cuenta “diferencias reales” que existen entre grupos de gente. Fisher admitió que las diferencias genéticas en capacidad mental pueden ser menos importantes que las causadas por la tradición y entrenamiento, a la vez que dijo que,

“En vista de que la existencia admitida de algunas diferencias físicamente expresadas hereditariamente de una naturaleza conspicua, entre promedios o medianas de las razas, sería extraño que no hubiera, también, algunas diferencias hereditarias que afectan las características mentales desarrolladas en un ambiente dado… Para la gran mayoría de genetistas, parece absurdo suponer que las características psicológicas están sujetas a leyes de herencia totalmente diferentes de otras características biológicas.”

¿Cómo puede la más profunda inmersión en estadística predisponer a mentes brillantes hacia la eugenesia y el racismo? Por una razón, la estadística trata con seres humanos en términos altamente abstractos. El ser humano es analizado -etimológicamente, “cortado”- en diversos parámetros medibles. Luego, el estadístico recolecta datos acerca de cada parámetro y busca correlaciones entre ellos ̶ dentro de individuos, entre individuos y a lo largo de grandes grupos de personas. Los seres humanos individuales con características distintivas interesan poco, justamente porque su distintividad les hace resistentes a la categorización. Los estadísticos ven al mundo a través de lentes estadísticos y, naturalmente, terminan viendo en términos cuantitativos a sus sujetos. Desde un punto de vista estadístico, hay poco que objetar. Sin embargo, desde un punto de vista moral, la situación se ve muy diferente.

Suponga, por ejemplo, que un ser humano es en gran medida un fenómeno cualitativo ̶ en oposición a uno cuantitativo. Para quedar claros, ahora podemos saber el peso de alguien, esperanza de vida, cociente intelectual, e ingreso anual, pero, hasta que no hayamos compilado esos datos cuantitativos, permanece un residuo amplio de personalidad, carácter, y biografía no tomada en cuenta. Lo mismo puede decirse acerca de relaciones humanas. Un matrimonio puede describirse en términos de muchos parámetros cuantitativos, pero, ningún conjunto de datos puede capturar tal realidad en gran medida cualitativa. De la misma forma, las categorías en que la gente puede ser asignada nos dicen algo acerca de ella, pero, a menudo, el rango de rasgos dentro de grupos demográficos iguala o excede al rango entre ellos. Hay mucho más en un ser humano que estadísticas, y, dado que ellas no toman en cuenta tantas características distintivas, a menudo deshumanizan a quienes aquellas presumen de dar cuenta.

Galton, Pearson, y Fisher fueron partidarios ardientes de la medición y el agregado y análisis estadístico de datos. Desde su punto de vista, las verdades más importantes acerca de la humanidad emergen del estudio en masa de seres humanos. Pero, muchas ideas significativas, incluso algunas de las más destacadas, emergen sólo cuando consideramos a los humanos como individuos. ¿Qué si a menudo la escala más importante del estudio requiere un tamaño de muestra no de cientos o miles, sino de uno? Sófocles, Shakespeare, y Tolstoy ofrecieron ideas insuperables acerca de la vida humana, pero lo hicieron mientras descartaban la cuantificación y el análisis estadístico. Apropiadamente aplicada, la estadística puede iluminarnos, pero, considerar a la estadística como la mejor o única ventana hacia la realidad humana, es involucrarse en un proyecto esencialmente deshumanizador, con consecuencias morales y políticas que pueden resultar poco menos que desastrosas.

Reimpreso de Law & Liberty

Richard Gunderman, M.D., Ph.D., es profesor canciller de Radiología, Pediatría, Educación Médica, Filosofía, Artes Liberales, Filantropía, y Humanidades y Estudios de Salud Médica en la Universidad de Indiana. Sus libros más recientes son Marie Curie y Contagion.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.