Saga de Biden que tanto nos está afectando en nuestros países.

LA SAGA DE LA GASOLINA DE JOE BIDEN

Por Jon Sanders
American Institute for Economic Research
12 de junio del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es jon sanders american institute for economic research, gasoline, June 12, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En la comedia de cine Eurovision Song Contest: The Story of Fire Saga, Will Ferrell (“Lars”) y Rachel McAdams (“Sigrit”) actúan como Fire Saga, un dúo musical objetivamente malo, pero adorable, que, de alguna forma, termina representando las esperanzas de Islandia en la competencia por el título contra el mejor talento musical de Europa. Un desaliñado y soñador, Lars creció deseando ganar el Eurovisión, pero la canción más popular de Fire Saga es una canción de bar llamada “Jaja Din Dong,” que no es a la hechura de la Anfitriona.

Es un pequeña y linda comedia de fórmula, pero que, hasta para estas cosas, la audiencia requiere un poco de deferencia a la suspensión de la incredulidad. El desafío que desde el inicio asumen los escritores del libreto, es explicar cómo este grupo horrible es elegido para llevar el banderín de Islandia ̶ y hacer que eso sea creíble.

He aquí cómo lo logran. Los intérpretes de Islandia necesitan ganar la competencia musical Söngvakeppnin para calificar al Eurovisión, pero, para ello, el mejor talento de Islandia era evidente: una cantante electrizante llamada Katiana, interpretada por la estrella del pop estadounidense Demi Lovato. El resultado era un fait accompli, pero, dado que esa competencia de 12 finalistas era un prerrequisito ineludible, los jueces terminaron eligiendo a Fire Saga para que participara mediante un sorteo al azar.

La actuación de Fire Saga en el Söngvakeppnin fue desastrosa, aún para ellos (esta es, después de todo, una comedia). Vemos a Sigrit consolando a Lars, mientras que el resto de finalistas asiste a la fiesta en un yate después de la actividad. Aquel explota.

Así, con todos los otros competidores destruidos, los jueces se quedan con una decisión por tomar, que de otra manera no habrían efectuado.

Existe el rumor de que, cuando el presidente Joe Biden vio esto, alabó la música islandesa por estar pasando a través de una “transición increíble.” Ese es el término de Biden para la destrucción sin sentido, la eliminación de las opciones preferidas, y quedar con una entre ellas que sólo suena bien cuando usted está borracho.

Más recientemente, Biden encontró otra “transición increíble.” Vino cuando discutía uno de los mayores -y crecientes- problemas que encaran las familias y empresas durante su presidencia. En una conferencia de prensa conjunta del 24 de mayo, posterior a su reunión con el primer ministro Kishida Fumio de Japón, a Biden se le preguntó acerca de los “precios enormemente altos de la gasolina” y si los estadounidenses deberían “estar preparados para una recesión.”
Biden respondió que no, citando en parte la promesa de nuevos empleos al efectuarse la transición lejos de la gasolina.

Lectores familiarizados con los trabajos de Bastiat o con alguna experiencia del todo en el mundo real, son aquí excusados por el momento para que doblemente se pongan la mano en la cara [“facepalm”: término coloquial inglés que se refiere al gesto propio de poner la palma de la mano en la cara en una muestra de desesperación], ¡suspiro!, y griten a los elementos al estilo del Rey Lear o que, antes de proceder, ponderen la inutilidad de la política moderna estadounidense.

“He aquí la situación,” dijo Biden. “Y, en lo que se refiere a los precios del combustible, estamos pasando a través de una transición increíble que está teniendo lugar, que, ¡Dios lo quiera!, cuando se termine, seremos más fuertes y el mundo será más fuerte y descansará menos, una vez que esto termine, en los combustibles fósiles.”

La creencia de que precios exorbitantes son buenos pues significa que la gente cambiará su forma de vida entera, es una de las respuestas en la rotación de la administración Biden de repuestas fáciles ante precios altos de la gasolina, junto con cosas como culpar de ello a Putin y la codicia corporativa. Tal vez, fue mejor desplegada con petulancia en el comentario de sólo así del ministro de Transporte, Pete Buttigieg, el 28 de noviembre del 2021, a la televisora MSNBC, de que las familias que tienen vehículos eléctricos [VEs] “nunca tendrán que preocuparse de nuevo acerca de los precios de la gasolina.”

Justo antes que Biden asumiera el cargo, el precio promedio nacional de la gasolina, según la Asociación Estadounidense de Automovilismo, era de $2,378. Para el 25 de mayo del 2022, era casi el doble, a $4,599, con predicciones de que empeorará. Si bien no es el caso que el presidente determina los precios de la gasolina, las políticas del presidente pueden influirlos, y, respecto a Biden, su cancelación desde el primer día en el gobierno de la tubería Keystone XL, que permitía y planeaba las concesiones de petróleo y gas en Alaska, envió un mensaje claro a los mercados de energía, de que sus expectativas a largo plazo tenían que ser repensadas de una influencia adicional estadounidense y suministros de petróleo a los mercados de gasolina (brindando un efecto moderador de las alzas de precios y, también, siendo contrapeso de los jueguitos de la OPEP). También, eso introdujo más incertidumbre en el mercado, que por sí solo contribuye a la inflación de los precios. La demanda incrementada al reabrir los mercados en el 2021 y cuellos de botella en refinación, son contribuyentes significativos, así como lo son las hostilidades posteriores de Rusia en Ucrania. En este ambiente, la administración Biden, el 11 de mayo, anunció la cancelación de las concesiones fuera de las costas de petróleo y gas en Alaska y el Golfo de México.

La gasolina, hasta el momento la elección preferida por la gente de combustible para el transporte, está disparándose. Precios más altos para la gasolina y el diésel significan que a la gente le costará más que antes ir a lugares. También, significa que transportar y producir bienes costará más, así que, también, la gente tendrá que pagar más por comida, ropa, y otros deseos y necesidades. Se ha desplomado nuestro poder adquisitivo. Mesurablemente estamos peor, en especial los más pobres entre nosotros, quienes tienen menos artículos de “lujo” que sacrificar a cambio de necesidades. Pero, todos tenemos que hacer elecciones que, de otra forma, nunca tendríamos que hacer.

Independientemente de lo que el presidente diga, esto no nos está haciendo más fuertes y que estemos mejor. Otra cosa sería si los fabricantes de VEs estuvieran ganando clientes en la forma de larga data de producir mejores bienes a precios menores (teniendo en mente que, también, el tiempo de las personas es un costo). Pero, en la torcida idea de la administración Biden, la única forma en que la gente ve a los VEs como preferibles a sus carros impulsados por gasolina, es encarecer prohibitivamente a la gasolina. Muestra que tan impopular es, en realidad, su “descanse menos en combustibles fósiles,” y eso ellos lo saben. Habla de una “transición increíble” de la misma manera en que, “si usted fuera el último hombre en la tierra,” predice la irresistibilidad masculina.

En el mundo de ficción, Fire Saga tiene éxito en contra de todas las probabilidades y los VEs se convierten en la opción de la gente sin problema alguno. En realidad, independientemente de cualesquiera beneficios para Fire Saga, Islandia estaría en duelo nacional ante la impactante y trágica muerte de vida y talento, y la cultura islandesa habría sufrido una pérdida irreparable.

También, en la vida real, con independencia de lo que sean los beneficios para los fabricantes de VEs, la gente sufrirá una enorme pérdida si los precios de la gasolina los lleva al punto de reemplazar sus vehículos impulsados por gasolina y perfectamente manejables -que son inversiones de capital caras- con VEs aún más caros. Biden piensa que tal “transición” sería “increíble.” Para la vasta mayoría de nosotros, sería terrible.

Jon Sanders es economista y director del Centro para Alimentos, Energía, y Vida en la Fundación John Locke, en Raleigh, Carolina del Norte, en donde también sirve como editor de investigación. El centro se enfoca en proteger y expandir la libertad en las áreas vitales de agricultura, energía y ambiente.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.