Una valiosa y clara explicación de los costos, particularmente de los llamados costos de oportunidad, tan útiles en comprensión de la economía.

EL VALOR DE LOS COSTOS ALTOS

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
2 de junio del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research, costs, June 2, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Entre los grandes placeres de dominar la forma de pensar económica está el acceso que uno tiene a un flujo de sorpresas intrigantes. Sin duda, la más famosa e importante de estas sorpresas es el entendiendo de que el orden económico productivo puede surgir sin nadie que planifique ese orden. En un sistema de derechos de propiedad privada que funcione bien, la búsqueda por cada persona de sus objetivos elegidos individualmente, contribuye a un patrón de uso de recursos que mejor facilita la satisfacción de los objetivos individualmente escogidos de innumerables extraños.

Pero, un razonamiento económico sólido revela muchas otras verdades sorprendentes, si bien menos trascendentales.

He aquí una: Los costos altos son buenos. Esta afirmación parece alocada. Después de todo, ¿no preferimos todos los costos bajos a los altos? No obstante, la verdad de la afirmación de que los costos altos son buenos, se aclara cuando la naturaleza del costo se entiende correctamente.

Como lo explicó el fallecido economista laureado con el Nobel, James Buchanan, en su libro de 1969 Cost and Choice, el costo es la barrera para elegir. El costo es el beneficio que quien elige cree que sacrifica siempre que hace una elección.

Suponga que usted quiere una cucharada de helado y descubre la disponibilidad de tres alternativas de sabores distintos: chocolate, vainilla, y anchoa. A usted le disgusta la anchoa y, de inmediato, la descarta como opción, prácticamente dejando que elija entre chocolate y vainilla, dos sabores que a usted le gustan mucho. Sin embargo, suponga que tiene una preferencia ligeramente mayor hacia la vainilla. Al escoger vainilla, usted sacrifica la oportunidad de disfrutar la cucharada de chocolate. La satisfacción que usted se imagina haber experimentado si usted, en vez de aquella, hubiera escogido el chocolate, es el costo en que usted incurre al elegir la cucharada de vainilla. (Note que, debido a que usted dejó pasar la experiencia, en la realidad, de comer helado de chocolate en ese momento, nunca puede confirmar, más allá de toda duda, que su elección, en aquel entonces, de comer helado de vainilla fue, de hecho, la mejor. El costo que usted experimenta es sólo lo que usted se imagina que habría sido su disfrute de helado de chocolate, si hubiera elegido diferente. Aunque bastante real, este costo es, en última instancia, medido sólo en su imaginación).

Debido a que usted lo atrae mucho el helado de chocolate, su costo de elegir de vainilla fue “alto.” Compare este costo con el que habría incurrido si sus dos únicas alternativas hubieran sido chocolate y anchoa. Su elección de chocolate en tal circunstancia del todo no es muy costosa, pues la única otra alternativa de sabor, anchoa, es una que a usted le disgusta totalmente.

Así que, ¿en qué situación preferiría usted estar? ¿Una en que su alternativa es vainilla o chocolate? O ¿una en que su alternativa es chocolate o anchoa? Claramente, la mejor situación es la primera, puesto que hemos establecido que, entre los tres sabores, usted prefiere vainilla por encima de todos. Pero, el costo en que usted incurre en la primera situación es más alto que el costo en que usted incurre en la segunda. El valor para usted de lo que sacrifica cuando elige vainilla por encima del chocolate, es mayor que el valor que usted sacrifica al elegir al chocolate sobre la anchoa.

La lección esencial aquí es que, entre mejores sean sus alternativas, mayor es el costo para usted de lo que sacrifica al elegir su alternativa más preferida entre todas aquellas alternativas disponibles. Puesto de otra forma, incurrir en un costo alto significa rechazar una alternativa altamente valorada; pero, rechazar una alternativa valorada significa elegir y experimentar una alternativa que es incluso valorada más altamente que la alternativa rechazada.

Si el costo en que usted incurre al llevar a cabo una elección es alto, entonces, el valor para usted de la alternativa que elige es aún mayor.

Un ejemplo algo distinto involucra dos escenarios diferentes de oferta de empleo.

En el escenario 1 usted recibe dos ofertas de empleo a tiempo completo. Uno es de la empresa ABC, que paga un salario anual de $200.000. El otro es de la firma XYZ, que paga un salario anual de $199.000 Si, por lo demás, los empleos son equivalentes, usted aceptará la oferta de la empresa ABC. Elegir su trabajo de $200.000, le cuesta a usted $199.000.

El costo para usted de elegir la oferta de la empresa ABC sería menor, si su siguiente mejor oferta fuera peor que la oferta de $199.000.

Así que, suponga en el escenario 2 que la oferta de empleo de la empresa ABC paga (como en el escenario 1) $200.000, pero su oferta de la firma XYZ -que es su siguiente mejor oferta- paga sólo $30.000. Suponiendo que usted prefería trabajar por $30.000, en vez de estar desempleado, elegir aceptar el empleo a $200.000 con la empresa ABC ahora le cuesta sólo $30.000. A pesar del hecho de que el costo para usted, en el escenario 2, al aceptar la oferta de empleo de la ABC es sustancialmente menor que en el escenario 1 -para ser exactos, $169.000 menos- usted claramente no está mejor en el escenario 2 que en el escenario 1. En ambos escenarios, usted elige trabajar en la empresa ABC que paga $200.000. Usted aparece en el escenario 2 no estando mejor o peor que en el escenario 1.

No obstante, esta apariencia induce al error. Cuando su segunda mejor alternativa de empleo paga significativamente menos que lo hace la primera mejor alternativa, si usted pierde su empleo en el primero mejor, entonces, el empleo que usted podría tener será significativamente peor que el empleo que usted pierde. Si, después de una semana empleado en la empresa ABC, su patrono quiebra, su alternativa de empleo siguiente posiblemente mejor será el trabajo en la firma XYZ por $30.000. Usted está mejor en el escenario 1 que en el 2, pues sus alternativas son mejores en el escenario 1. Si, “mejores alternativas” es simplemente otro término para “costos más altos.”

Todos nosotros queremos más alternativas y correctamente es así. Nuestros instintos con exactitud nos informan que más alternativas es mejor que menos alternativas. Las alternativas, después de todo, son sólo eso: alternativas. Ellas no son requerimientos. Cualquier alternativa específica puede ser rechazada, y será rechazada si no es la mejor disponible. Pero, cuando aumenta el número de nuestras alternativas, también es posible que aumente el costo de nuestra alternativa más preferida. La razón es que, entre mayor el número de alternativas, mayor es la posibilidad de que la segunda mejor alternativa sea muy cercana en valor a la primera mejor alternativa.

Y, por supuesto, damos la bienvenida a una mejora en nuestro conjunto de alternativas. No obstante, entre mejores nuestras alternativas, mayores los costos en que incurrimos.

Esta idea acerca de la deseabilidad de los altos costos no tiene implicaciones de política pública tan trascendentales u obvios como lo son las implicaciones de la idea de que, muy a menudo, un orden económico complejo puede surgir espontáneamente. Pero, yo someto que esta idea acerca de la deseabilidad del costo alto, no obstante, tiene algunas implicaciones importantes para la política. Desafío a cada lector a identificar algunas de estas implicaciones de política y que remitan sus pensamientos. (Mi correo electrónico es dboudrea@gmu.edu .) En una columna posterior compartiré algunas de estas implicaciones.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.