Recuerdo haber recibido mis clases de Microeconomía en la Universidad de Nuevo León, en Monterrey, México, bajo mi inolvidable profesor Leoncio Durandeau, recién llegado de la Universidad de Chicago en donde estudió, con base en un libro de uno de sus profesores, George Stigler, La Teoría de los Precios. Sin duda un libro impresionantemente formativo. Y, luego, recuerdo su clásico de 1961, “La Economía de la Información,” y el de 1971 “LA Teoría de la Regulación Económica,” y la obra que hoy comenta Art Carden, “Las Memorias de un Economista no Regulado,” escrito en 1988.

GEORGE STIGLER, MEMORIAS DE UN ECONOMISTA NO REGULADO

Por Art Carden
American Institute for Economic Research
31 de mayo del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es art carden american institute for economic research, Stigler, May 31, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En 1982, a George Stigler de la Universidad de Chicago le fue otorgado el premio Nobel en economía “por sus estudios seminales acerca de las estructuras industriales, funcionamiento de los mercados, y causas y efectos de la regulación pública.” En 1988, publicó su autobiografía Memoirs of an Unregulated Economist, con la University of Chicago Press como parte de un esfuerzo de financiamiento de la Sloan Foundation, para introducir una audiencia más amplia al mundo de la investigación y el descubrimiento. Es una lectura agradable y llena de ideas para cualquiera interesado en cómo los economistas desarrollaron sus ideas. En el 2020, comenté una colección de ensayos acerca de Stigler. Stigler fue un escritor de un estilo brillante y economista excelente; no obstante, tenía un humor cáustico que muchos encontraron poco amistoso (como mínimo). Su memoria lo muestra en su mejor elocuencia. Incluye sus pensamientos acerca de la libertad académica, naturaleza y propósito de la universidad, contribuciones y durabilidad de la Escuela de Chicago, y otros temas.

Stigler empezó su carrera como economista en el Iowa State College, en ese entonces bajo la dirección de Theodore W. Schultz, un economista quien se iría de allí hacia la Universidad de Chicago y obtendría un premio Nobel en 1979. Él dejó Iowa después que la universidad suprimió un panfleto que criticó los intereses de los lecheros de Iowa. El estudiante de posgrado de Iowa State, Oswald Brownlee, había escrito un panfleto titulado “Poniendo a los lecheros en pie de guerra.” En un despliegue de ingenio agudo, escribió Stigler, “lo suficientemente irónico, tuvo éxito en lograrlo de inmediato, al menos en lo que respecta a los lecheros de Iowa.” Brownlee había señalado que no había razón para restringir la producción de margarina, la que le brindaba más opciones a los consumidores.

Eso es lo que precisamente puso los intereses de los lecheros de Iowa en “pie de guerra.” En específico, los lecheros fueron adonde los administradores de Iowa State y exigieron que ellos suprimieran el panfleto. Sin embargo, no tuvieron un éxito total. El panfleto revisado fue “considerablemente más respetuoso en su lenguaje… ninguno de los puntos esenciales en la primera edición fue retirado.”

Stigler relató otro encuentro moderado con los académicos censores. En 1957, fue coautor de un estudio acerca de “La oferta y demanda de personal científico,” concluyendo que, lo que simplemente todo mundo sabía, era verdad ̶ no existía ¡una escasez de personal científico! Los profesores de ingeniería armaron un escándalo y cabildearon ante la Princeton University Press para que se rehusara a publicar el libro, el que, en su momento, encontró un camino hacia la University of Michigan Press.

Stigler tenía muchas cosas que decir acerca de la naturaleza de la universidad y, en particular, la Universidad de Chicago. Escribió que Chicago permanecía siendo juvenil y ágil, aunque la tradición y la ortodoxia abrumaban otras instituciones. La economía de “Chicago” estuvo siempre, y en todas partes, interesada en explicar fenómenos que observamos y en resolver problemas que la gente realmente tiene. Como lo explicó Peter T. Leeson, en su reciente discurso a la Association of Private Enterprise Education, cuando estamos usando la economía para explicar los tipos de cosas “extrañas” con que se trabaja, simplemente para explicar la mayor parte del comportamiento estamos usando nuestra sencilla, pero elegante, caja de herramientas. Instituciones aparentemente “irracionales” empiezan a tener sentido una vez que profundizamos en ellas, en busca de luz para la lógica de la acción, la importancia del intercambio, y los costos de llegar a acuerdos. Podemos entender prácticas extrañas como arrancar el cuero cabelludo o ensayar con alimañas, cuando reconocemos que los costos de transacción son un obstáculo para el intercambio.

El argumento no dice que estas prácticas son epistemológicamente racionales o previamente justificadas por la barra de la moral y la razón; por el contrario, podemos entender por qué estas prácticas han emergido y qué problemas han resuelto. En contraste con la afirmación de que la economía es “todo acerca del dinero” o que la economía “reduce todo a dinero,” a la vez que ignora otros aspectos del comportamiento, la economía ha mostrado ser útil como medio para entender cosas como el crimen, el capital humano, la familia, la discriminación ̶ de paso, todas estas están entre las contribuciones de Gary Becker de uso de la forma de pensar económica para entender problemas aparentemente “no económicos.” El departamento de economía de la universidad era cualquier otra cosa excepto un escondite estrecho e ideologizado. Stigler registra que Oskar Lange había progresado allí y que, en algunos momentos, ellos le ofrecieron posiciones a Paul Samuelson, Robert Solow, James Tobin, Robert Barro, Stanley Fischer, Robert Hall, Dale Jorgenson, y Thomas Sargent. Tal vez no estuvieron haciendo lo posible por contratar a inquebrantables del ala izquierda, como Piero Sraffa, Joan Robinson, o John Kenneth Galbraith. Difícilmente estos académicos fueron pasados por alto en lo profesional: Sraffa y Robinson pasaron sus carreras en la Universidad de Cambridge, y Galbraith pasó su carrera en la Universidad de Harvard.

La economía, creo yo, tiene un pasado útil (y ¡el pasado tiene una economía útil!), y vale la pena escarbar dentro de las propias historias de los académicos, acerca de cómo ellos llegaron a hacer las cosas que hicieron, cuándo, cómo, y por qué las hicieron. Para gente que entiende que hay más en nuestra amada ciencia lúgubre que vale la pena conocer, de lo que sólo está en las páginas de la última edición del American Economic Review, libros como Memoirs of an Unregulated Economist son una gran forma de invertir el tiempo de uno.

Art Carden es compañero sénior del American Institute for Economic Research. También es profesor asociado de Economía en la Universidad Samford, en Birmingham, Alabama y compañero de investigación del Independent Institute.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.