Acerca de la importancia de dar argumentos a diferencia de ejercer la coerción, cuando se trata de argüir, discutir o conversar.

HABLANDO DE VALORES LIBERALES

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
28 de abril del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux american institute for economic research, liberal, April 28, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Recientemente, Jay Bhattacharya emitió una poderosa advertencia contra legislación en proceso en California, diseñada para obligar a médicos a adherirse a la ciencia oficial acerca del COVID. Ha aquí a Bhattacharya:

“Según el proyecto de Ley del Congreso de California 2098, médicos que se desvíen de un conjunto autorizado de creencias, lo harían al riesgo de perder su licencia para ejercer la medicina. El proyecto de ley, escrito por la diputada Evan Low, demócrata del Valle del Silicón, y que a la fecha procesa en la Asamblea Legislativa de California, está motivado en la idea de que médicos practicantes están diseminando ‘desinformación’ acerca de riesgos del Covid, su tratamiento, y la vacuna contra el Covid. Declara que médicos y cirujanos que ‘diseminen o promuevan desinformación relacionada con el COVID-19, incluyendo información falsa o que induzca al error en relación con la naturaleza y riesgos del virus, su prevención y tratamiento, y el desarrollo, seguridad, y efectividad de las vacunas del COVID-19’ estarán sujetos a ‘acción disciplinaria,’ que podría resultar en la pérdida de la licencia del médico para ejercer la medicina.

En sí, el lenguaje del proyecto es intencionalmente vago acerca de qué constituye ‘desinformación,’ lo que incluso lo hace más dañino. Médicos, temiendo perder sus medios para ganarse la vida, necesitarán trabajar en cercanía con la línea del gobierno en la ciencia y política del COVID, aún si esa línea no sigue la evidencia científica. Después de todo, hasta hace poco, altos burócratas gubernamentales de la ciencia, como el Dr. Fauci, alegaron que la idea de que el COVID vino de un laboratorio de Wuhan era una teoría de conspiración, en vez de una hipótesis válida que debería estar abierta a la discusión. El registro histórico del gobierno en cuanto a discernir verdades acerca del COVID es pobre.”

Bhattacharya -un profesor de la Escuela de Medicina de Stanford y coautor de la Declaración de Great Barrington- no exagera al predecir que “el efecto final del proyecto de ley será enfriar la crítica pública por médicos de California, de órdenes gubernamentales equivocadas acerca de salud pública, pues pocos querrán poner sus licencias para ejercer en manos de los mismos funcionarios de salud pública con quienes están en desacuerdo acerca de la interpretación de la ciencia. En consecuencia, hasta el disentimiento legítimo de la ortodoxia de salud pública por doctores con licencias para ejercer, pueden ser eliminado de la arena pública.”

¿Cómo podría llegar a aprobarse algún resultado distinto del temido, distópico, de Bhattacharya? No obstante, una reflexión acerca de esta pregunta retórica plantea otra que, del todo, no es retórica. ¿En qué se está convirtiendo la civilización liberal?

Tal vez, mi pregunta no retórica parezca histriónica. Pienso que, por desgracia, no lo es. Un valor esencial de la modernidad liberal es que ningún ser humano jamás poseerá -dado que nunca lo podrá ningún ser humano- la verdad, con tanta certeza como para que se pueda confiar en él para obligar a cualquier otro ser humano a aceptar sus premisas como Verdad. La Verdad con V mayúscula -Verdad tal como es entendida por Dios y establecida para todos los tiempos- puede o no existir; en todo caso, no se le puede confiar a ningún mortal o grupo de mortales reclamar poseerla.

PERSUASIÓN, NO COERCIÓN

Durante los últimos tres siglos, en lugares infundidos con valores de la Ilustración, la regla para el descubrimiento y diseminación del conocimiento ha sido la persuasión, en vez de la compulsión. Nicolás tiene una nueva idea acerca de la circulación de los planetas. Guillermo tiene una nueva idea acerca de la circulación de la sangre. Adam tienen una nueva idea acerca de la circulación de los bienes y servicios en el comercio. ¿Cómo podemos saber si esas ideas tienen mérito? Sencillo: Permitiendo que esas ideas se articulen sin obstrucción, y permitiendo que otras personas -cualquier otra persona- se unan a la discusión. Si Adam quiere que yo acepte su idea, a él no se le permite golpearme la cabeza o apropiarse de mi propiedad si rechazo su idea. Él debe hablarme (o escribirme; la misma cosa, en realidad). Él debe persuadirme.

Hay algo más que no le es permitido a Adam. No se le permite impedirle a Karl, o Maynard, o Donald, o Bernie, o Alexandria, o quien sea, hablarme. Adam, siendo humano, tal vez preferiría amordazar las bocas o bloquear las teclas de las computadoras de quienes contradicen lo suyo. De esa forma, para él sería mucho más fácil persuadirme que sus ideas son, en realidad, las mejores. Pero, un espectador invisible e imparcial encaramado en el hombro de Adam le informa acerca de una realidad que, irónicamente, llega tan cerca como ninguna otra en este valle para ser una Verdad: Ninguna idea es tan ciertamente completa o correcta como que no pueda ser mejorada, o incluso desacreditada, al encontrar ideas diferentes y mejores.

Hay algo más que Adam, si es sensato, sabe: Si sus ideas son valiosas, no necesita imponérselas a otras personas mediante la coerción. Su valía les da naturalmente a estas ideas una buena ventaja. Adam, siendo sensato, le otorga un dedo de aceptación a la breve observación de H.L. Mencken, de que “El tipo de hombre que demanda que el gobierno imponga sus ideas es siempre el tipo cuyas ideas son idiotas.”

Por supuesto, dado que nosotros los humanos somos imperfectos, es posible que las excelentes ideas de Adam serán, no obstante, ampliamente rechazadas en favor de ideas que Adam y sus muchos amigos sensatos y estudiosos fervientemente creen ser inferiores. Pero, en una sociedad que rechaza la coerción como forma de promover las ideas, el sensato Adam sabe que, también, con el lapso del tiempo, si sus ideas son en realidad las mejores disponibles, al menos ellas siempre disfrutan del prospecto de que, algún día, serán aceptadas.

Además, hay otra pieza de conocimiento -una especialmente crucial- conocida por el sensato Adam, cual es esta: Si hoy él acudiera a la coerción para presionar sus ideas, a partir de ello, pavimentaría el camino para que Karl o Alexandria, cuando ganen posiciones de poder, usen la coerción para imponer la “aceptación” de sus ideas. Y no sólo sensatamente Adam teme este resultado en particular, él entiende que, entonces, no tendría posibilidad de objetar que Karl o Alexandria acudan a la coerción como medio para lograr la “aceptación” de sus ideas.

SABIDURÍA MENGUANTE

Hasta los recientes brotes del despertar [wokeness] y la interpretación impensada de tiempos del COVID de “Seguir a la Ciencia,” las reflexiones anteriores deberían haber sido banales. O, más bien, esas reflexiones deberían haber parecido ser banales. Sin embargo, el mismo hecho que las reflexiones que habían ido calificadas en, digamos, el 2012, como demasiado obvias para las palabras, son, en el 2022, sustanciales y relevantes, habla de la importancia de repetir estas reflexiones. Después de todo, si la sabiduría de estas reflexiones hubiera sido ampliamente aceptada en el 2022, la propuesta de ley del tipo ahora pendiente en California -suponiendo que, en primer lugar, se propuso eso - tendría tan poca probabilidad de convertirse en ley, que Jay Bhattacharya no habría sentido la necesidad de gastar tiempo valioso advirtiendo acerca de ella.

Los valores liberales, ilustrados, nunca están tan firmemente enraizados que su aceptación generalizada pueda darse con seguridad como un hecho. Las proposiciones sobre las que estos valores se basan deben ser constantemente pulidas y refinadas, y los mismos valores deben ser incesantemente repetidos, defendidos, y promovidos.

En su libro del 2021, Bettering Humanomics, Deirdre McCloskey continúa presentando el caso de que, la forma en que nos tratamos el uno al otro -incluso por medio de política gubernamentales- en mucho está determinada por la forma en que nos hablamos el uno al otro. “La palabra es la cosa,” dice ella. Qué decimos, cómo lo decimos, y a quién se le escucha respetuosamente, todo importa mucho. Cambie la forma de hablar para que mejore, y cambia la sociedad para mejore; cambie la forma de hablar para que empeore, y cambia la sociedad para que empeore. Obstruir coercitivamente la discusión y el debate es incuestionablemente cambiar la forma de hablar para lo peor. Y, como lo documenta McCloskey, tal cambio puede darse con bastante rapidez.

Nosotros, los estadounidenses somos herederos afortunados del liberalismo ilustrado no sólo de Franklin, Adams, Jefferson, y Madison, sino, también, de pensadores como Hume, Adam Smith, Tocqueville, Mill, Acton, y Hayek. Lo que estos estadistas y filósofos dijeron y escribieron importa enormemente. Pero, no importa cuánto podamos aplaudir estas sensibilidades expresadas, debemos reconocer que ellas no se refuerzan por sí solas. Sueltos siempre hay sentimientos antiliberales, expresados por el arrogante, el ignorante, el no ilustrado, y el autoritario. Para establecer sus utopías, los enemigos del liberalismo nunca dudarán en aplastar la libre expresión. Por tanto, nosotros, los liberales, debemos siempre estar listos, entendiendo el poder de las palabras, para desafiar con nuestras propias palabras estos asaltos a la libertad de expresión y a un discurso y debate abierto y pacífico.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.