El concepto de los costos hundidos no es sólo importante para el economista, sino también para las personas en general. He aquí una excelente descripción de la idea de los costos hundidos.

PADECIENDO DE COSTOS HUNDIDOS

Por Gary M. Galles
American Institute for Economic Research
13 de abril del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es gary m. galles american institute for economic research sunk, April 13, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Los economistas enfatizan la importancia del concepto de costo de oportunidad. Al encarar la realidad inevitable de la escasez, insistimos en que toda elección requiere que a cambio algo de valor sea cedido (como en “No existe tal cosa como un desayuno gratuito”). También, enfatizamos pensar en el margen, reflejado en el hecho de que, la alternativa más valorada que es cedida a cambio por un tomador de decisiones, es el costo de oportunidad (así como en muchas otras formas). Un mejor reconocimiento del margen relevante y el costo relevante de las elecciones, puede reducir tanto nuestra propia confusión, como nuestra susceptibilidad hacia la tergiversación de otros.

Por desgracia, como mucho de la economía, el concepto de costo de oportunidad es una deducción lógica directa de la escasez, pero, su aplicación al mundo real complejo, incierto y siempre cambiante, es, a menudo, muy demandante (punto que enfatizo el primer día de mis clases de principios de economía, bajo el título de “La economía es tanto embarazosamente fácil, así como muy difícil”).

Una de esas dificultades es que puede ser fácil ignorar costos relevantes, o tratar lo que no son costos reales como si lo fueran. Como lo puso el economista Paul Heyne, “El error más común,” al pensar acerca del costo, “es confundir costos previamente incurridos con costos marginales.”

Un recordatorio útil en este sentido, que con frecuencia aparece en textos y clases de economía, es que “los costos hundidos están hundidos.” Lo que ya ha tenido su lugar y ahora está en el pasado no puede ser cambiado por decisiones actuales. Es historia, y sus elecciones de ahora sólo pueden afectar el presente y el futuro. En consecuencia, tratar los costos hundidos como relevantes para las elecciones actuales es cometer un error de razonamiento. No obstante, este tema se presenta con suma frecuencia, poniendo una etiqueta de costo sustancial por dichos errores. Esto hace que valga la pena ilustrar el principio a la hora de aplicarlo.

Un ejemplo sencillo y muy común involucra gente que pagó en exceso por un activo (descubierto después del hecho), pero, luego, se rehúsa a venderlo, pues no “puede darse el lujo de asumir una pérdida.” La realidad es que ellos sufrieron el costo cuando se comprometieron con una elección errada. Vender ese activo posteriormente no impone la pérdida ̶ sólo revela el error y su magnitud.

También, ese error es aplicable a nuestras vidas personales. Por ejemplo, alguna gente se abruma a sí misma con sentimientos de culpa acerca de actos del pasado, de forma que se rinden en sus esfuerzos por ahora hacer mejor las cosas. Otros pueden caer en esta visión de túnel acerca del pasado, de forma que sacrifican su presente y futuro en un esfuerzo inútil por deshacer el pasado o vengarse de errores previos que ex post no pueden cambiarse. En contraste con ambas posibilidades, es mejor recordar que, lo que está en el pasado y ahora es incambiable, no hace nada que impida nuestra habilidad de disculparse, perdonar, y empezar a corregir errores del pasado.

Con mayor frecuencia, la importancia de los costos hundidos se muestra en los textos de economía en sus capítulos acerca del costo. Todos ellos hablan acerca de la diferencia entre costo marginal y costo medio, en donde el punto principal es que los costos marginales son aquellos relevantes para cambios en el comportamiento de los vendedores, pues tales cambios ocurren en el margen, pero pueden ser muy diferentes de los costos medios. Como resultado, a menudo, los costos promedios son guías que inducen al error en lo que son elecciones marginales.

La diferencia entre el costo marginal y el costo medio en el tratamiento del corto plazo de libros de texto son los costos fijos promedio. Estos costos fijos son costos que se sufrirán independientemente de la producción, en el tanto una firma continúa en operación. En el tanto en que la firma siga en operación, esos son costos hundidos ya incurridos. En consecuencia, son irrelevantes ante la elección de cuánto producir. Sin embargo, son relevantes en una elección a largo plazo de si la firma permanece en los negocios, pues al salir del negocio puede eliminarlos (los economistas a menudo se lo recuerdan a sus estudiantes al decir “En el largo plazo, todos los costos son variables.”) Así, el principal uso de los promedios es ver al pasado para mirar cómo han resultado elecciones previas y esperar aprender de ellas, pero, en palabras de Heyne, “Las decisiones económicas se hacen siempre en el presente con un ojo hacia al futuro.”

Sin embargo, al tratar con costos hundidos, puede haber algunos temas engañosos al lidiar con cuántos costos hundidos existen de hecho. Si todos los costos en que he incurrido son completamente irrecuperables, todos son costos hundidos. Pero ¿qué pasa si esos costos incluían, digamos, comprar propiedad o maquinaria para el proyecto? Algunos de esos costos serían recuperables, pues la propiedad podría revenderse a otros, tal vez para usos muy diferentes, y la maquinaria podría revenderse a terceros para usos similares o como chatarra.

También, está el problema de que, a menudo, los costos se invocan, en especial, en elecciones de políticas, como justificaciones de decisiones, compensación, culpa, etcétera, en vez de principios usados para la toma de decisiones. En esos casos, los involucrados tienen un incentivo para falsear costos en su propio interés. Digamos que administro un hospital pagado por empresas aseguradoras con base en mis costos. Lo que, en realidad, son costos hundidos ya no lo son más hundidos, pues pueden afectar los pagos actuales o futuros, y a mi me gustaría que se me pagara más. Tal súplica es hasta más común en la toma de decisiones de políticas. Si trato de apostar por una política, al formular mi caso quiero hacer que los costos involucrados en la opción parezcan ser tan altos como sea posible, lo que actúa como invitación abierta a incluir todo tipo de costos irrelevantes, para inflar los números en mi dirección preferida.

Entender cómo tratar los costos hundidos, como espero haber dejado claro aquí con mis breves menciones, puede ser ayuda importante para tomar decisiones eficientes. Pero, como mi propia experiencia me ha enseñado, puede ser difícil hacerlo consistentemente. A pesar de mi entrenamiento como economista y mi frecuente “prédica” con los estudiantes, de tratar apropiadamente los costos de oportunidad (hasta ignorar los costos hundidos en relación con decisiones reales), he fallado en aplicarlo. Si la confesión es “buena para el alma,” o si es útil para ayudar a otros a evitar tales “pecados,” consideren la mía.

Asistí a una actividad que duraba alrededor de 3 horas. Mientras estaba allí, me mantuve pensando acerca de otra actividad al mismo tiempo a la que quería asistir. Pensar acerca de la que ya había elegido no hacer, minó sustancialmente mi disfrute de lo que estaba haciendo.

Posteriormente (justo en el último minuto, como nos sucede tan a menudo al descubrir cosas en la vida), recordé que no podía haber llegado a la otra actividad desde donde estaba, incluso si saliera de inmediato, así que ya no era más una posibilidad. Por tanto, el valor que le di a asistir a la otra actividad ya no se perdía por estar donde estaba. Era un costo de oportunidad de decidir adónde ir cuando tomé aquella decisión. Pero, después de eso, era un costo hundido, y ya no más era relevante. Sin embargo, actúe como si aún fuera relevante, en el proceso dañándome a mí mismo.

A pesar de mi formación, he cometido este error espontáneo de un costo hundido en más de una ocasión. Por ejemplo, cuando hago algo con mi familia o descanso, mi naturaleza adicta al trabajo ha menudo se ha mantenido susurrándome que tengo mucho por hacer y que debería estar “en ello.” No obstante, enfocarse en lo que ya he elegido renunciar, impone costos sin los beneficios correspondientes. Debería ignorar esos susurros al representar costos hundidos irrelevantes en el presente. Aún si elijo la opción “equivocada,” ya he sufrido el costo. Aprender de mis errores puede beneficiarme en el futuro, pero preocuparme hoy por una elección que ya se ha tomado, sólo hace que aumente mi equivocación.

También, esta dificultad puede ayudar a explicar gente “que conoce el costo de todo, pero el valor de nada.” En el grado en que la gente continúa pensando acerca de los costos de una elección ya sufridos una vez que se ha tomado, puede reducir el disfrute que se logra a partir de casi cualquier experiencia, lo que puede ser un problema serio.

Entender cómo entender y aplicar los costos hundidos es importante en muchas formas. Y una de ellas es reconocer que, cuando cometemos un error en esos esfuerzos, no podemos arreglar retroactivamente tales errores, pero que podemos usarlos para aprender mejor. Así que yo he usado “terapia cognitiva” autoimpuesta para impedir que pensamientos de costos hundidos subviertan mi disfrute de la vida (lo que, por igual, ha empezado a guiarme en otras direcciones, como distinguir entre culpa eficiente -que motiva el cambio futuro, de forma que hay tanto beneficios como costos- y culpa ineficiente ̶ que nos hace sentir peor, pero no motiva el cambio, así que hay costos, pero no beneficios). Espero que compartir mi entendimiento y mi propia dificultad para una aplicación consistente, pueda ayudar a otros a evitar sufrimientos inducidos por sus propios costos hundidos.

El Dr. Gary M. Galles es profesor de Economía en la Universidad Pepperdine. Su investigación se enfoca en las finanzas públicas, la elección pública, la teoría de la firma, la organización industrial y el papel de la libertad, incluyendo las ideas de muchos liberales clásicos y de fundadores de los Estados Unidos. Sus libros incluyen Pathways to Policy Failure, Faulty Premises, Faulty Policies, Apostle of Peace, y Lines of Liberty.

Traducido por Jorge Corrales Quesada