COMENTARIO ACERCA DE LA SOBERANÍA DEL CONSUMIDOR-UNA NUEVA HISTORIA INTELECTUAL DEL NEOLIBERALISMO

Por Art Carden
American Institute for Economic Research
22 de abril del 2022

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es art carden american institute for economic research, neoliberalism, April 22, 2022. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

“Neoliberalismo” es una de esas palabras que es lanzada a los círculos académicos sin una definición precisa, y en círculos del ala izquierda es rara vez un elogio. Niklas Olsen se mete en esta brecha políticamente cargada con una contribución más defendible. En apariencia, el paradigma neoliberal es uno en que el estado establece las reglas del mercado libre y, luego, vigila las instituciones para penetraciones. Es un entendimiento del “neoliberalismo” que, al menos, tiene sentido.

Olsen explora las raíces del neoliberalismo en la economía política de los siglos XIX y principios del XX. Luego, explora la Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial bajo el régimen “ordoliberal” de Ludwig Erhard. Finalmente, Olsen les hace un favor a los lectores al ver la reforma neoliberal en los estados de bienestar escandinavos, que supuestamente demuestran la promesa y posibilidad del socialismo.

Él coloca a “la soberanía del consumidor” en el centro de la teoría y práctica neoliberal. Olsen afirma que, en vez de deliberación democrática, la elección del consumidor es la esencia de la cosmovisión neoliberal. Es difícil ver aquí al problema. El intercambio voluntario es la característica distintiva del mercado, y todo aquel que entra en ellos lo hace pues espera estar mejor. Un intercambio involuntario hace que, al menos, una persona empeore. Dejando de lado errores inevitables, los intercambios voluntarios mejoran las vidas de todo mundo con un derecho a ser consultado.

El debate acerca del neoliberalismo parece depender de diferencias de opinión acerca de quién tiene derecho ser consultado. El consumidor soberano “continúa funcionando como el actor clave en el modelo político neoliberal.” Así, las únicas personas en el paradigma neoliberal con derecho a ser consultadas son el consumidor soberano y su productor subordinado.

El término “soberanía del consumidor” ganó prestigio con la publicación de Economists and the Public [El economista y la política] de W.H. Hutt en 1936, pero impregna el trabajo de Mises y otros. Hutt escribió que, como consumidor, toda persona es un soberano. Como productor, toda persona es un subordinado. La producción determinada por los consumidores es “quién, qué, cuándo, dónde, por qué, y cómo,” cuando escogen qué comprar y qué no. La elección en el mercado, asevera Olsen, ha “desacreditado y reemplazado definiciones tradicionales de democracia que enfatizan la deliberación pública y voto por mayoría, como las fuentes principales de legitimación en la toma de decisiones políticas.” En otras palabras, el neoliberalismo enlista al estado a para proteger de un veto de una mayoría a los intercambios voluntarios.

Es fácil leer defensivamente un libro como este a la luz de un flujo constante de teorías de la conspiración en la literatura de la Nueva Historia del Capitalismo. No obstante, los lectores deberían resistirse: Este es un esfuerzo serio por hacer un trabajo serio acerca de un tópico serio ardientemente disputado. Si bien es impactante cómo todas las vías retornan hasta la Sociedad Mont Pelerin, que fue el Grado Cero según la Conspiración Neoliberal, Olsen ofrece un tratamiento útil de las ideas y su proveniencia.

Los estudios de casos explicando cómo la “soberanía del consumidor” se convirtió en la doctrina del día y cómo el consumidor llegó a ser la estrella, son la esencia del libro. Olsen nos lleva a través de la Alemania de Ludwig Erhard luego de la Segunda Guerra Mundial, como poder industrial y comercial. Luego, Olsen nos lleva en un viaje a fines del siglo XX hacia la Escuela de Economía de Chicago, ejemplificada por Milton Friedman y George Stigler. Luego, los lectores aprenden cómo el consumidor evolucionó en los libros de texto. Olsen explora cómo en los setentas el consumidor se convirtió en el actor clave en la política danesa. El último capítulo (antes del epílogo) explica cómo el progresismo de centro izquierda se fusionó con el neoliberalismo. Bill Clinton en Estados Unidos y Tony Blair en Gran Bretaña fueron los resultados.

Partes del libro son escurridizas. Hay referencias ocasionales a “normas democráticas” y “valores democráticos,” pero no estoy seguro de exactamente qué son. ¿Valoran ellos la acción colectiva en aras de actuar colectivamente? Aún más, el neoliberalismo de posguerra emerge al lado de desarrollos técnicos en economía. Friedrich Hayek explicó cómo los mercados libres ensamblan, integran y redistribuyen el conocimiento descentralizado. Olsen discute las implicaciones del teorema de la imposibilidad de Kenneth Arrow para el neoliberalismo, pero se mantiene en silencio acerca de los avances de la teoría del equilibrio general y la “síntesis neoclásica.” El rey de los demonios neoliberales, Milton Friedman, debe su prominencia a sus maneras encantadoras y liberalismo práctico. Sin embargo, su investigación de la teoría cuantitativa del dinero fue también vindicada (por ejemplo) por la investigación histórica que él hizo con Anna Schwartz y por acontecimientos de los setentas. Sorprende qué tan profético fue Friedman acerca de lo que tenía que hacerse para terminar con la inflación de los años setenta, en la versión de 1980 de su serie Free to Choose en el Servicio Público de Radiodifusión de Estados Unidos (PBS por sus siglas en inglés).

Olsen menciona muchas críticas de la publicidad, pero pone relativamente poca atención a las defensas de la publicidad. El le da algún crédito al “libro de texto neoliberal University Economics” de Armen Alchian y William Allen. No obstante, el libro de Olsen (y las críticas a la publicidad más generalmente) se beneficiarían de un compromiso mayor con los argumentos económicos, de que no es totalmente una locura o un engaño que la gente gaste en publicidad. A través de su libro, Olsen se refiere a la “deliberación pública” como piedra fundamental de la democracia, pero, ¿qué no son propiamente la publicidad y el proceso de mercado, sino una deliberación pública interminable? Adam Smith afirmó que todo mundo siempre está practicando la oratoria sobre todos los demás mediante cada decisión que aquellos toman.
Derivando inspiración de Smith, Deirdre McCloskey y yo construimos sobre un trabajo previo de ella y mostramos cómo la retórica burguesa del mercado reemplazó la retórica aristocrática y condujo al Gran Enriquecimiento. Cada anuncio es un ejercicio en deliberación: “¿Le gustaría comprar este producto? Es mejor que la marca más conocida.” Un anuncio, por supuesto, trata de poner un producto bajo la mejor luz que sea posible, pero, los consumidores perspicaces son buenos para ver a través de la exageración publicitaria de la Avenida Madison y efectúan una mejor investigación. Finalmente, si fuera fácil manipular a la gente con publicidad, posiblemente la publicidad explicaría más del 1.5-2 por ciento del PIB que actualmente representa.

En el tanto en que algún trabajo acerca de W.H. Hutt me llevó al libro, estuve atento a cómo Olsen lo trata a él. Por desgracia, comete un error en una nota al pie de página, al sugerir que Hutt “emergió como un apologista del apartheid” debido a su propuesta de una franquicia ponderada. Hutt no era un “apologista del apartheid” sino, por el contrario, un crítico estridente, y basó su oposición a “un hombre, un voto” con base en preocupaciones por una continuidad de las instituciones liberales. Es un error sencillo que sólo aparece en una nota al pie de página, pero, es un retrato injusto e inexacto de Hutt. Me temo que el trabajo futuro pueda exitosa, pero incorrectamente, asociar a Hutt con el apartheid, tal como trabajo previo ha ligado exitosa, pero incorrectamente, a James Buchanan con “Resistencia Masiva” de Virginia a la desegregación escolar y a Milton Friedman con abusos de derechos humanos en Chile bajo Augusto Pinochet.

En líneas similares, el alegato de Olsen de que la Gran Recesión fue producto de la desregulación neoliberal y, en general, de la ideología neoliberal, es, como mínimo, incompleto. Si bien este parece ser artículo de fe en mucha de la historia intelectual que he leído, la Gran Recesión tuvo mucho de sus inicios en esfuerzos por usar la política pública y las empresas patrocinadas por el estado, para vetar las declaraciones de consumidores soberanos en los mercados de vivienda y fondos prestables.

El debate acerca del “neoliberalismo” y los métodos de la economía necesita tomar más en cuenta las finas distinciones entre convenciones acerca de modelos y descripciones densas. Los modelos son ejercicios en simplificación y abstracción; en la economía, y crecientemente en otras ciencias sociales, esto significa traducir ideas económicas al lenguaje de las matemáticas. Criticar los modelos formales abstractos porque no desempeñan el trabajo que esperamos de una descripción densa, no entienden la cuestión. Similarmente, criticar las descripciones densas porque no desempeñan el trabajo que esperamos de modelos formales abstractos, tampoco entiende la cuestión. Es como criticar un desatornillador Phillips porque no impulsa los tornillos de cabeza plana. Ningún ser humano real actúa como el homo economicus antisocial, que maximiza del consumo. Sin embargo, ellos lo hacen al menos un poco, lo que nos ayuda a ver partes críticas en movimiento en el sistema social más amplio.

Es esencial leer este libro por lo que el autor trata de hacer, en vez de lo que el lector desea que el autor haya tratado de hacer. The Sovereign Consumer: A New Intellectual History of Neoliberalism trata de ser agnóstico en relación con la veracidad de las ideas neoliberales y, en vez de ello, intenta identificar los puntos de inflexión que convirtieron un conjunto de ideas académicas obscuras (y, en apariencia, derrotadas) en la sabiduría convencional. El énfasis en la soberanía del consumidor ayuda a aclarar la discusión, y este es un libro que historiadores del intelecto, historiadores de la economía, e historiadores del pensamiento económico, pueden leer rentablemente.

Art Carden es compañero sénior del American Institute for Economic Research. También es profesor asociado de Economía en la Universidad Samford, en Birmingham, Alabama y compañero de investigación del Independent Institute.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.